Para alguien que apenas sabe nadar, que la insistan en eso de "Cruzar el Rubicón" puede ser algo catastrófico.
Siempre te preguntas si realmente estás preparada para ello, incluso si tu pobre flotador en forma de pato resistirá el embate. Pero principalmente piensas si el hecho de cruzarlo te llevará a superar la situación que te hace andar en la cuerda floja, esa que no has buscado y que otros han tenido a bien regalarte.
Pues bien, aquí me encuentro en la orilla del Rubicón, sin otra opción que la de cruzarlo, porque a la fuerza ahorcan, pero con la valentía de ir paso a paso sin olvidarme de decir eso de "Alea jacta est" en un intento de emular a un César que carece de ejército.
Autor: © 2017 Inma J. Ferrero