Todo empezó con un "Ven aquí revoltosa, y elije lo que quieras escuchar, pero estate quieta por favor". Y es que aquel señor tan serio siempre me miraba con ojos inquisitoriales, temiendo que mi deambular zigzagueante acabara poniendo en riesgo algún adorno de aquella casa decorada con tanto mimo.
Él me situó frente a una balda de la biblioteca, y sí, metí mis manos de 4 años en aquella estantería, lo hice sin recato, sin miramiento alguno, incluso varias veces y descubrí lo que sería el mayor tesoro en mi vida desde aquel momento...
Autor: © 2017 Inma J. Ferrero