“CONCIERTO DE CONTRARIOS”. LA INTERPRETACIÓN ARMÓNICA DE UNA LUCHA ENGAÑOSA

Por: José María Herranz Contreras


Lucidez, serenidad, visión integradora de la realidad dual. Dice el budismo –y el hinduismo también- que los opuestos son un engaño de la realidad, y que nos sumergen en la confusión y el sufrimiento. “Concierto de contrarios” alude más que a la lucha que los opuestos suponen tanto en la propia vida como en nuestro interior, a su interpretación armónica, a su manejo como si de una sinfonía se tratara, por parte de uno mismo en la tarea inalienable de vivir, y a la belleza resultante de dicha tarea. Partiendo de una cita de Fernando de Rojas, en la que señala al hombre como víctima y actor de dicha lucha también, como todo lo creado, Torregrosa nos conduce en sus poemas a una visión completa o unitaria de la realidad, a través de la lucidez y la serenidad que otorga la madurez, relativizando tanto el sufrimiento como la exultación de la felicidad –más propias de la juventud.

En la primera parte del poemario, “Sucesión de los días”, la belleza se descubre así en las cosas sencillas de la vida –de nuevo la mirada mágica del poeta que las hace visibles- como un conjunto de flamencos en las salinas, el cielo del otoño, unos lirios silvestres. No exento del sentimiento tan humano como el dolor causado por la fugacidad del tiempo –¡cómo ansiamos retener los instantes de plenitud vividos, esa sed de eternidad!- en esta primera parte también, ese dolor cobra especial relevancia en la cuarta, titulada “La luz desde la sombra”. En ella se conjura a la muerte –no nombrada nunca de forma explícita pero siempre presente- con la luz que supuso el haber vivido con conciencia plena de belleza y sentido, luz que la sombra creciente de la madurez y el envejecimiento va ocultando, borrando –incluso confundiendo- los recuerdos, lo que una vez fue con vocación de eternidad plena y dichosa, de nuevo con imágenes sencillas: el paso de las estaciones y su recuerdo nostálgico, el amor y la pasión de un cuerpo hermoso y amado, el recuerdo de un ciprés que de niño plantó; pero también tiene este cuarta parte lugar para la reflexión y la conciencia en un plano metafísico acerca del absurdo mundo y su defectuosa construcción, que nos sumerge en dilemas, desorden y caos, tanto interior como exterior (poemas Fragilidad, La conciencia, Dilema).

En la segunda parte, “La piedra y la palabra”, el autor abunda –citando a Quevedo- en lo fugitivo frente a la inútil pretensión de firmeza de las tareas humanas, pero dotando estos poemas de una acendrada visión consciente y crítica de las conductas cínicas y tiránicas del poder y la cultura de cualquier sociedad o grupo humano. Como ejemplo los poemas Tiranía oculta, Tierra de faraones y Catedral. Incluso hay espacio para culpar a los dioses que crearon un mundo tan imperfecto y trágico en el magistral poema Teatro griego. Pero también hay espacio para la esperanza: frente al demoledor paso del tiempo que todo destruye, queda la mejor construcción humana: la palabra. Ejemplo de ello es el magnífico poema Templo en ruinas.

Y en la tercera parte, “Voces y gestos”, Torregrosa hace gala de su erudición para advertirnos –a través del uso de personajes históricos de la literatura y la filosofía, en forma de parábolas poemadas– que las palabras nos pueden liberar, pero también embriagar y cegar, y también para recordarnos que la lucha entre contrarios impregna todo en la vida.

Tras la cuarta parte ya comentada, “La luz desde la sombra”, el poemario cierra con una coda que es un elogio a la vida y el amor que al autor le produce, dictando a modo de enseñanza que la forma correcta de vivir es no cegarse ni dejarse engañar por los contrarios, siempre optando por la verdad, el bien y la belleza.

Técnicamente, la obra está escrita en versos blancos, generalmente silvas, de impecable construcción, en poemas de extensión media o larga. A destacar también un conjunto algo más reducido de poemas cortos y contundentes que estilísticamente recuerdan a muchos autores del Levante español y que parece que a lo largo del tiempo han formado cierta escuela al respecto, como puedan ser Francisco Domene, Aureliano Cañadas, Antonio García Soler, Ginés Reche, Pilar Quirosa y muchos otros. Pareciera que esa condensación e intensidad –muy difícil de alcanzar- fuese deudora de la poesía andalusí y de la milenaria tradición mediterránea orientada al mar, los olivos y el desierto –Grecia de nuevo, siempre.

En suma, “Concierto de contrarios” es una delicia para los sentidos y para la reflexión. Cumple una función básica en poesía, que es descubrir la belleza oculta de las cosas, pero al mismo tiempo despierta nuestra conciencia con cuestiones fundamentales que debemos tener en cuenta si queremos vivir con menos sufrimiento y dolor: debemos relativizar esa lucha incesante de opuestos con que los dioses crüeles han construido el mundo para procurar reconducirla en un concierto o interpretación bella, alejando en lo posible dicha violencia y crueldad, ya que quizá la tendencia a la unidad o fusión de dichos contrarios sea mayor que la dispersión que producen la muerte y el tiempo.


CONCIERTO DE CONTRARIOS, de Juan Ramón Torregrosa.
Introducción de Fernando Parra Nogueras.
Entorno Gráfico Ediciones, Colección El Torno Gráfico de Poesía, nº 15.
Atarfe, Granada, 28 de marzo de 2017.
ISBN: 978-84-16319-42-8

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