ROBERT SCHUMANN

Por José Marcos Gamarra (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


Llego a casa luego del trabajo. Me siento cómodamente en mi sofá y prendo mi ordenador para escuchar música. Elijo las escenas infantiles Op. 15 de Robert Schumann en versión de María Joao Pires. Desde el inicio, este bello álbum de trece piezas concebido basándose en recuerdos de la infancia del compositor alemán, resalta por los contrastante de sus momentos denotando a lo largo de todo recorrido, un mundo mágico lleno de colores y formas en movimiento con un  equilibrio perfecto entre todos los planos de sonoridad  en el piano. Es la pieza ideal para evocar todos los momentos en mi trabajo como docente. Entonces, cierro los ojos y pienso:

El mundo de la música académica ha estado conformado por seres que fueron dotados con un talento y gracia excepcional. Muchas veces nos hemos rendido ante estos genios al nivel de compararlos con dioses despojándoles de toda condición humana. Sin embargo, atrás de esas bellas creaciones tales como sinfonías, sonatas, nocturnos y demás formas musicales, se encuentra quizás la más profunda y pura demostración de humanidad jamás vista.

«Schumann abandona el piano para dedicarse a la faceta de compositor. Apoyado por su esposa Clara quien era una excelente pianista y también compositora…»

Las épocas musicales nos brindaron diferentes exponentes que acuerdo a las características y convenciones de cada momento cultural. El periodo barroco, prolijo por su estilo grandioso y recargado en sus formas musicales libres como la tocata y elegante con la importación de danzas como la zarabanda o la Giga estilizadas para su ejecución en el clavecín junto a otras danzas reunidas a modo de suite por Bach, fue testigo de la proliferación de la textura polifónica llego a su máxima expresión en las fugas del mencionado Bach. Luego del barroco llego el período clásico en donde se buscaba acercar la música al pueblo. Lejos de componer para las cortes, los compositores buscaban acercar su música a la masa despojándola de una excesiva ornamentación. El gusto por lo sencillo y natural además de lo claro fue la tónica que caracterizo la estética de esta época en donde la textura de moda fue la melodía con el acompañamiento.

Pero fue en el período romántico donde los sentimientos de la persona cobraron un protagonismo absoluto dotando al creador de una libertad infinita. El Yo es el eje de un gran universo de formas dispersas por toda Europa tocando de manera diferente a cada nación según su idiosincrasia. Dentro de este bello marco cultural, nace la figura de Robert Schumann, célebre pianista y compositor alemán quien demostró desde pequeño sus inquietudes artísticas en la música al componer sus primeras obras para piano a la edad de siete años. Durante esta época no solo componía música sino que además redactaba ensayos y poemas inspirado por el amor hacia las obras de Goethe, Schiller y Hölderlin. Un periodo bello para el joven Schumann púes alimento su mundo interior con una riqueza ilimitada de arte que lo acompañaría durante toda su vida. Estudia derecho a la universidad de Leipzig pero no demoró en abandonar los estudios para dedicarse solamente a la música. Hacia la década de 1830, la admiración de Schumann hacia grandes virtuosos del piano como Liszt, hace que pruebe una serie de artilugios e inventos de la época para lograr mayor agilidad en los dedos púes una de las características del romanticismo era el virtuosismo generado por la ampliación de las octavas en el instrumento de arpa percutida así como por su amplitud en la caja de resonancia. La idea de convertirse en virtuoso del piano rondaba su cabeza y lo lleva a crear un aparato que colgaba de una polea del techo y al que se ligaba el anular y el meñique durante horas. Como resultado de este penoso experimento, el joven Schumann abandona el piano para dedicarse a la faceta de compositor. Apoyado por su esposa Clara quien era una excelente pianista y también compositora, comienza una de las muestras más sincera de arte jamás vistas en el mundo académico. Una de esas muestras es Papillons Op 2 (1829) un álbum que reúne de danzas inspiradas en un carnaval de disfraces donde logra fusionar la literatura y su creatividad de manera perfecta en donde cada pieza evoca un estado de ánimo específico. Siempre contrastante, eufórico y melancólico por momentos Schumann nos ofrece un esquema que está presente en la mayoría de sus obras. Pero su obra encierra algo más que su talento como compositor. Es conocido el hecho que Schumann padecía de psicosis en el trastorno bipolar, caracterizado por la pérdida de consciencia de la realidad además de cambios de humor en el individuo debido a un desbalance en el equilibrio de los neurotransmisores en el cerebro que alteran las emociones. No es difícil imaginar que esta circunstancia lejos de privarle a Schumann de toda capacidad creadora, la potenció de manera vertiginosa en cuanto a calidad de creación. El estado de obnubilación ansiado por los compositores para abstraerse de la realidad conseguir la mayor calidad de producción artística era muy frecuente en Schumann. Las experiencias fantásticas sumadas a todo el bagaje cultural incorporado desde temprana edad, ayudo a que el compositor alemán desarrollara una vasta obra provista de contrastes (reflejo claro de los cambios de estado de humor) y una belleza elegante. Un claro ejemplo de esto es Humoreske (1839). Un valor agregado dentro de la producción de Schumann es el rescate de la textura polifónica olvidada en el período clásico llevándola hasta lo más alto en un período en donde los juegos artificiales y el brillo personal de los virtuosos podían cegar hasta al más sabio de los críticos. La creación de Schumann sucedía en períodos donde podía estar en paz en condiciones idóneas para escribir pero no alejadas de la sensación de vacío que experimenta todo psicótico por la ausencia del ser. Intentando llenar ese vacío, Schumann comienza la creación de obras para orquesta alentado por su esposa a no limitarse a solo obras para piano. Destacan en su repertorio la música de cámara dedicada no solo a las cuerdas sino a los vientos, oberturas dentro de las cuales y sus cuatro sinfonías sin dejar de mencionar sus importantes obras para el canto. Schumann decía: “El objeto debe permanecer intacto, es cierto, pero debe de verse transformado cada vez por diferentes vidrios de colores, que hagan translucir el paisaje bajo los rayos rojizos del atardecer o bajo la luz del sol matinal”. Esta frase reúne su forma sublime de pensar que lo acompañaría hasta la edad de 46 años, cuando fue al encuentro con Schiller y Goethe. Las escenas infantiles de Schumann a cargo de María Joao Pires han terminado. La música se ha detenido. Abro los ojos y pienso lo afortunado que soy experimentar un momento de absoluta genialidad y profunda sinceridad. Me digo a mi mismo: Es el momento de Fantasiestücke de Schumann.

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