CEREZAS ROJAS, CESTA DE MIMBRE (II)

Por Evaristo Cadenas Redondo


LA DANZARINA DE IZU
El sendero subía por la montaña, dando vueltas y vueltas, cuando llegaba al paso de Anagi, descargó de pronto un fuerte aguacero que envolvió el frondoso bosque de cedros en un velo gris pálido.

Yo tenía veinte años, llevaba la gorra de una Escuela Superior y, encima del kimono estampado azul oscuro, una túnica-pantalón Hakama. Colgaba de mi hombro, suspendida de una ancha correa, la bolsa de estudiante. Hacía cuatro días que había emprendido aquel viaje a Izu.
Yasunari Kawabata. (Kioto 1899-1972)

Mientras leía, plácidamente, a Kawabata, por no sé qué asociación, vino a mi mente el recuerdo de Pasolini. Lleva tiempo rondando mi cabeza y urge que hable de él.

PIER PAOLO PASOLINI (Bolonia, Emilia-Romaña, Italia; 5 de marzo de 1922 – Ostia, Lacio; 2 de noviembre de 1975)

Cuando mi amigo de León, el que se llamaba a si mismo cinéfilo, dijo que habían abierto una sala de cine de Arte y Ensayo, en Ordoño II de la capital leonesa, corría por nuestras vidas el excelso año de 1970. Arte y Ensayo quería decir cine prohibido, extranjero, y en idioma original con subtítulos en castellano. Allí, en aquel pequeño cine leonés, descubrí a Ingmar Berman y sus películas El séptimo sello y El manantial de la doncella, Helga, el milagro de la vida de Erich F Bender y la película musical Woodstock. Las ví todas con avidez y entusiasmo pero me dio pena tener que dejar León y no poder ver las anunciadas de Pasolini de quien tenía noticia por la revista de cine “Nuevo Fotogramas”.

En el periodo de seis meses, cosas de la mili y eso, que estuve en Valladolid veía todo el cine de Arte y Ensayo, que me era posible, en el cine Roxy. Recuerdo haber visto por primera vez, una aparición, a Birigite Bardot en sus películas La Verité, e Y… Dios creó a la mujer. Películas de Fellini, François Truffaut, Jean-Luc Godard, y otros. Cuando anunciaban los próximos estrenos siempre estaba alguna de Pasolini pero me tenía que ir de la ciudad. Tuvieron que pasar tres años hasta que vine a Madrid a descubrir el Nuevo Mundo. Y aquí, en Madrid, si que pude ver casi todo Pasolini a veces guardando grandes colas en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes, año 1973 y sucesivos hasta que murió el dictador y llegó la “apertura”. (El cine minoritario sigue existiendo, Arte y Ensayo, también).

Lucio Dalla

Arte y Ensayo ¿Qué significaba? A la magia inherente al cine se unía la gran ilusión de poder escuchar a los actores y actrices en su voz auténtica, la verdadera voz en su idioma. Qué maravilla escuchar a Brigitte Bardot, a Anna Magnani, a Silvana Mangano, a Catherine Deneuve, a Romy Shneider y tantas otras en su verdadera forma de hablar. Verlas sin censura, desnudas a veces, fundamental para mi. Confieso que no se casi nada de idiomas pero algo aprendía de todas, y todos, y muy importante: lo que no entendía lo inventaba. Como me pasa ahora con el cine japonés y coreano. Uno y sus ilimitadas limitaciones.

La cereza roja, que sale de la cesta de mimbre, me grita enfurecida que hable de Pier Paolo Pasolini y su significado.

Este mismo mes, día 2 de noviembre, se han cumplido 42 años de su escalofriante muerte. La figura de Pasolini es tan inmensa e influyente que se necesitarían muchos tomos, de apretada letra, para acercarse a la verdadera dimensión de su talento e influencia en la cultura italiana, española, y del mundo entero. En una entrevista que le hacen para la televisión italiana al gran Lucio Dalla (1943-2012), decía que aún vive la memoria y la influencia de Pasolini porque era un ser humano excepcional.

En otra entrevista, esta vez al propio Pasolini, el periodista le pregunta: “¿Qué calificación profesional prefiere usted: poeta, novelista, guionista, actor, crítico, político, o director? y Pasolini responde: “En mi pasaporte consta, simplemente, escritor” y añade: “empecé a escribir de niño, es lo que he hecho durante toda mi vida y así será hasta que muera. Porque escribir es lo que más me importa“.

Pasolini era para mi un objetivo de Arte y Ensayo pero ahora se ha convertido en una multiplicidad de riquezas que explorar. Inagotable por la cantidad de variantes que fluyen y emanan de su figura. Empecemos por analizar brevemente sus inicios.

Cuando era niño, como dice la entrevista mencionada, escribía anotaciones breves no como un diario sino como memorias prematuras en su cuaderno de escuela de pastas rojas. Los Cuadernos Rojos de Pasolini. Desde el principio, su pasión por contar cosas, sus cosas, hicieron de él un prolífico autor de poemas, reflexiones, a modo de ensayo, relatos y novelas. Sobre su madre dice cuando era pequeño: “Para mí mi madre era como Sócrates”. Es impresionante que a tan temprana edad ya destacara en la escuela como niño prodigio literario y por las distintas etapas de sus estudios hasta llegar a la Universidad. Con 19 años escribe: “Rilke es, con Rimbaud y Juan Ramón, uno de los poetas venerados como dioses, y considerados como augustísimos padres de la poesía moderna, que no consigo digerir”. Muy recomendable, para darse cuenta de su dimensión, leer la prolija biografía escrita por el italiano Nico Naldini: Pier Palo Pasolini: Una vida. Traducción de Mercedes del Corral en ediciones Circe, 1992. Leer, tomar notas, y aprehender todo lo que significa, si les parece bien.

L’Isola de Arturo – Elsa Morante

Como no da tiempo para mucho, hablaré de “Las cenizas de Gramsci”. Traducción y prólogo de Antonio Colinas (La Bañeza, León. 1946), en ediciones Visor, 1975. Como se sabe Gramsci, Cerdeña 1891 – Roma 1937, filosofo, teórico marxista y periodista, fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano.

“El año de 1957, cuando Pasolini publica este libro, es particularmente interesante para la narrativa italiana. Gadda publicó Quer pasticcaccio bruto di via Merulana, Calvino su conocidísimo Barone rampante y Elsa Morante su amarga y deliciosa L’Isola de Arturo. Sin embargo, el libro de Pasolini estaba en aquellos años más cerca de una íntima experiencia vital que de significados puramente literarios. Esto a pesar de que ya en 1955 el autor había causado un cierto eco con su novela Raggazzi di vita, que había sido procesada por «oscenidad». Así empieza el prólogo de Antonio Colinas, el insigne poeta leonés, con el título: PASOLINI: ¿UN REALISMO TRASCENDENTE? donde habla, por ejemplo, de que Pasolini utiliza la estrofa y el endecasílabo, que no impide que la acentuación y la puntuación de los versos lleve consigo una carga de desconcierto, de capricho, de ancestral irregularidad. Recomendable la mencionada edición.

Nuestro escritor preferido de este instante, publicó siete libros de poemas, seis novelas, cuatro ensayos, fundó tres revistas, cuatro obras de teatro, seis argumentos y guiones, dirigió, con argumentos y guiones propios, diecinueve películas, varios documentales y una inédita por la manipulación democrática: “Appunti per un ´Orestiade africana”.

EL APENINO
I
Mudo teatro de las dunas ebrias, calcinadas:
muda es la luna que te hace vivir,
tibia luna sobre los prados de Lucchesia,

tan humanos: luna ardiente en las costas
de Versilia, tan entera sobre el vacío
del mar, atónita sobre las estibias,

sobre quillas y velas recogidas,
después de los viajes de la antigua
y popular pesca entre Elba y el Argentario…

Anna Magnani

Una pequeña muestra que pretende crear en el posible lector el ansia por ir a la Biblioteca, leer, y masticar, lentamente, la poesía que habla de quién la escribió. Porque escribir es reflejarse y eso hizo toda su vida Pasolini. Reflejarse en lo que hizo y en cómo lo hizo. Para el siguiente artículo, la ardua y gratificante, tarea de escribir sobre su cine. El Arte y Ensayo de uno de mis preferidos desde que lo descubrí. Y la cereza roja habla de Anna Magnani o de…

“Me parecía que toda mi cabeza se diluía en agua clara, que iba goteando lentamente dejando tras sí la dulzura de una dicha incomparable”. Así termina Kawabata su novela corta “La danzarina de Izu”. Y yo termino con ganas de empezar algo. Hay tanto que hacer. Pienso, mientras, cojo una cereza roja de la cesta de mimbre.

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