GIUSEPPE COSTA | VISIÓN ÍNTIMA Y ESPIRITUAL DE LA RELACIÓN CON EL PIANO
Por: Inma J. Ferrero
Traducción: Elisabetta Bagli

Giuseppe Costa
Giuseppe Costa inicia el estudio del piano a los 18 años de edad. Sus intereses musicales están dirigidos también a la composición y al jazz. Comienza a hacer conciertos recién graduado en la especialidad de piano. Publica con la casa editorial SGB de Messina «curioso», una pieza dodecafónica para fagot solo, y «tres pedazos para el solo del piano» que consiste en un acercamiento experimental al desarrollo de los procesos musicales del pensamiento, en 2014 esto dará lugar a una conferencia-concierto para BookCity En Teatro dal Verme de Milán. Mientras tanto se especializa en música aplicada y compone «Frankenstein el alquimista», la primera recomposición de la banda sonora del primer Frankenstein en la historia del cine. En la actividad investigadora se especializa en el estudio de la expresión del universo inteligible de los sonidos, el piano y la composición se vuelven correspondientes: la música como objeto de arte debe descubrir su inteligibilidad en un sentido profundo del mundo de los sonidos y del intelecto. El cuerpo y nuestro sistema de percepción deben abrirse al mundo sonoro como algo que traza dentro de un signo profundo en nuestra manera de percibir; Una pieza musical está en la sucesión de sonidos algo que debe permanecer adentro de una manera intemporal, de modo que cada sonido permanezca fijo y conecte en cada punto con un sentido definido para nuestros sentidos. El perfil estilístico es atribuible entre diferentes enfoques: minimalista, serial, post-expresionista. La música y los estudios son el resultado de proyectos para el piano. La música en sí es un proyecto sobre la composición instantánea, la atención al aspecto perceptivo y la capacidad de la experiencia sensible son elementos de una visión íntima y espiritual de la relación con el piano. Estudios es una investigación sobre el desarrollo cognitivo del pianista. En 2015 PianoCity Milán lo seleccionó para un concierto en la rotonda de Besana.
R.P: ¿Cuándo comenzaste tus estudios de música?
G.C: Comencé a estudiar música a la edad de 18 años, mucho más tarde que la mayoría de los pianistas que empiezan antes. Siempre me ha gustado la música; quería convertirme en un músico de jazz. La razón de este comienzo tardío se debe a la poca consideración que tuve de los profesores de música, no quería estar limitado por una didáctica desprovista de una pasión real, de la cual la música es una expresión y no solo una práctica o un mero trabajo. No he sido un niño prodigio, pero creo que he adivinado lo suficientemente temprano que hacer música tiene que ver con los sonidos y especialmente con los sentidos, con la exploración de lo que nos une en una comunicación sutil que se convierte en un puente espiritual con una sensación de paz profunda. Creo firmemente que la música, entendida como arte, tiene mucha influencia en el ser humano. Stravinsky en su poética dice: “La unidad de la obra tiene una resonancia: su eco, que nuestra alma percibe, resuena poco a poco. […] la música se nos revela como un elemento de comunión con el prójimo y con su Ser”. Ciertamente, esta posición me ha creado algunos obstáculos, y la comparación con colegas de mi edad, ahora tengo 41, estuvo desequilibrada, precisamente por la disparidad de los años dedicados a este instrumento.
R.P: ¿Por qué el piano y no otro instrumento?
G.C: No sé por qué me acerqué al piano, me gusta visceralmente el contacto con el sonido del piano, para mí es fascinante. Me gustan todos los instrumentos y los exploro cuando escribo para orquesta, para grupos pequeños o incluso para instrumentos solistas. De hecho, la mayoría de mis composiciones no se refieren al piano, sino a otros instrumentos; con el piano me gusta siempre escuchar el sonido: diferente cada vez que toco. De esta actitud nació el proyecto “Música Determinata” https://www.giuseppecostapiano.com/musica-determinata, un proyecto sobre la composición instantánea en la que realmente siento un sonido tras otro: puedo componer música al instante. Todos mis álbumes, actualmente distribuidos en tiendas digitales – Amazon, iTunes, Spotify, están vinculados a esta práctica performativa.
R.P: Dentro del repertorio clásico y no clásico ¿Cuáles son tus compositores favoritos?
G.C: Sobre todo en los últimos 10 años me he sentido conectado con muchos compositores como J. S. Bach, Luciano Berio, Igor Stravinsky, Arnold Schoemberg, Philip Glass, etc., pero probablemente tengo que mencionar uno: pienso en Keith Jarrett, en sus conciertos de solo, porque creo que mi proyecto “Música Determinata” es una consecuencia directa de estos.
«…me gusta visceralmente el contacto con el sonido del piano…»
R.P: ¿Qué hizo que eligieras ser compositor?
G.C: Siempre tuve una creatividad ferviente que me llevó a escuchar música de una manera personal. En el siglo XX la relación entre el compositor y el intérprete se rompió: hay quienes componen e interpretan la música; en mi opinión entre los músicos medianos esto ha producido un daño porque a menudo escucho tocar sin una verdadera “emoción”. Para mí el deseo de crear un sonido es muy fuerte, quiero crear un equilibrio entre los sonidos que pueda representar mis ideas.
R.P: ¿Dedicas mucho tiempo al estudio de la técnica?
G.C: Los ejercicios de piano son importantes, pero yo no tengo mucha disciplina en este tipo de estudio porque creo que los ejercicios solo sirven para mover los dedos. La técnica para mí es otra cosa, es relación con el instrumento, el cuidado de escuchar un sonido que siempre es más hermoso, curado y equilibrado. Por eso exploro el instrumento, las posibilidades de mis manos y repito incesantemente algunas composiciones. Lo hago no para ser perfeccionista sino simplemente para comprender lo que puedo sacar de él. Enseñando puedo dedicar alrededor de 3\4 de horas de estudio diario al piano.
R.P: ¿En qué se diferencia la visión que tiene sobre la música un compositor y un músico que sólo es interprete?
G.C: En mi opinión, no debería haber mucha diferencia, excepto por el hecho que los hombres se diferencian entre sí de manera única. Hoy, sin embargo, el intérprete, está un tanto obsesionado con la entrega del compositor – para simplificar podemos decir “con las tareas”. A menudo, se pregunta, quizás incluso para bien, cuáles son las formas en las que se reflejan su propio punto de vista en una reconstrucción ideal y pedante de lo que ha querido decir el compositor. El intérprete debe ser capaz de sentir el equilibrio en una composición y hacer que la música resuene con sus propias posibilidades. Este enfoque, aparentemente banal, en realidad, requiere una gran atención y la humildad de no agregar nada a lo que el compositor, con sus notas, ya ha escrito. Entre las notas hay un equilibrio, una tensión, que si el intérprete no siente, corre el riesgo de llegar a una actuación plana y aburrida, a pesar de todas las interpretaciones históricas. Por otro lado, también escucho a muchos compositores que estarían dispuestos a todo para llamar la atención, no obstante su falta de ideas o incluso, probablemente, porque no tienen una verdadera relación con el sonido. Estoy a favor de la recuperación de la figura del compositor/intérprete de música. Quizás se elijan distintos senderos, pero la visión musical debe ser la misma: orientada al placer del sonido.
R.P: ¿Sigues algún método de inspiración o la inspiración fluye de modo natural?
G.C: Creo que la inspiración tiene que ver con la capacidad de poder combinar los elementos con un fin comunicativo, por lo que distingo un momento de investigación en el que busco las varias posibilidades y otro en el que sé lo que quiero lograr y, entonces, la idea musical no es el resultado de un cálculo como un proceso natural de pensamiento. Quiero dejar claro esto porque es importante que la inspiración fluya de forma natural. Todo debe hacerse para que suceda, pero esto requiere un gran compromiso y una grande constancia para que los sentidos se puedan refinar y el pensamiento musical se pueda expresar con claridad.
R.P: Desde el punto de vista del compositor. ¿Cómo ves el panorama musical actual?
G.C: La escena musical actual está experimentando un período de crisis evidente porque, en mi opinión, la máquina industrial ha conquistado cada espacio con el consecuente nivelación de la propuesta. La música debe ser el resultado de lo que sorprende, claramente relacionado con los sentidos siempre abiertos a nuevas experiencias. En cambio, la propuesta comercial, incluso en la música clásica o contemporánea o en el jazz, nunca quiere sorprender sino contentar. El resultado es la saturación de un proceso que no hace sentir el deseo ni de comprar música o de ir a los conciertos. Para los pequeños compositores como yo el camino es aún más difícil: la novedad asusta y existe una mala competencia entre los compositores, especialmente para aquellos que, como yo, no siguen una escuela específica de composición.
«Creo que la inspiración tiene que ver con la capacidad de poder combinar los elementos con un fin comunicativo…»
R.P: ¿Estás de acuerdo con el modo actual de enseñanza de la música? ¿Te has plateado alguna vez dedicarte a la enseñanza?
G.C: No estoy satisfecho con mis estudios, por lo que en cierto sentido, no creo en el método actual de enseñanza. Me resulta difícil generalizar sobre este tema. He conocido malos maestros, pero también a algunos muy buenos. Mi impresión es que el estudio de la música va hacia una dirección mecánica e impersonal, consistente con una nivelación de los sentidos y de la sensibilidad de esta época. Además de ser pianista y compositor, soy profesor, pero, en este momento, no enseño una disciplina musical. Soy profesor de secundaria y, paralelamente, a esta actividad realizo un proyecto experimental en el que enseño piano a niños con dificultades cognitivas y/o motrices. En este proyecto, a través de la improvisación, los chicos tocan de inmediato y, sin falsa modestia, me complace comprobar el bienestar de las personas que sigo y cuánto la improvisación sea tan natural para el cuerpo y la mente de todos. Es un número limitado de horas para cada alumno de 10 a 30 años. No se trata de musicoterapia sino de tocar el piano, es decir del placer de poder reproducir sus propios sonidos a través de este instrumento.
R.P: ¿Piensas que la música clásica es elitista? ¿y el público que acude a los recitales?
G.C: No creo que la música clásica sea elitista, sino que desempeña una función diferente porque estimula los procesos de la imaginación y no siempre las personas están abiertas a expresar sus pensamientos o a dejarse llevar por la emoción. Probablemente, con una mejor comunicación y con una aclaración sobre qué es la música clásica y lo que puede hacer, el número de personas que se acercarían a ella sería mucho más alto. Sobre este tema he escrito un breve texto cuyo título es “Sulla musica” (Sobre la música), un manuscrito que espera ser publicado por un editor que se enamore de él: ¡cruzamos los dedos! En Italia, el público que va a los conciertos se compone principalmente de viejos fanáticos, de amantes de la música, de músicos y una minoría de jóvenes. Hay algunas dificultades para llevar a cabo temporadas musicales en Italia; en segundo lugar se puede decir que no viene dado suficiente espacio para las novedades, la creatividad, la personalidad y la saturación, o incluso el hábito: todo esto cansa.
R.P: Desde tu visión actual ¿Qué le dirías a los jóvenes que comienzan en la música?
G.C: Recordando la lección de Claudio Arrau, aconsejo que abandonara todas las formas de egocentrismo.
R.P: Muchas gracias por su amabilidad al responder a nuestras preguntas.
Más información: www.giuseppecostapiano.com