“EL ACORDE PERTURBADO” | EL EDIFICIO DE LA POESÍA SOBRE LA DEVASTACIÓN DEL AMOR.

Por: José María Herranz Contreras


Inma J. Ferrero es filóloga de formación, poeta, articulista, crítico literario y musical. Dirige la revista literaria “ProVerso” y el programa de música clásica “La Fusa”, entre muchas otras actividades. “El acorde perturbado” es su octavo poemario publicado.

Aunque el título de este libro evoca el mundo musical –mundo en el que su autora es experta estudiosa y reputada crítica-, su ámbito específico es lírico y concretamente amoroso. Suele decirse de los poetas que los hay básicamente de dos tipos: del amor y del ser. Inma J. Ferrero es claramente una poeta del amor, pero en este libro amor e identidad del propio ser van de la mano. No estamos ante un libro amable ni sencillo, pese a lo que pudiera parecer, porque los territorios que explora su voz no son melifluos ni convencionales, sino profundamente desasosegantes. Ignoro si existe una forma de decir poética específicamente femenina o masculina, pero suele asociarse más lo “masculino” a lo cerebral o racional y lo “femenino” a lo profundo e inconsciente. Pienso que todo poeta digno de considerarse como tal participa de lo femenino y lo masculino, ya que las fuerzas que gobiernan la vida y la voz de la poesía dirige y conduce obligan a tal cosa, y el género es algo que todo artista completo y auténtico debe unificar. Pero me sorprenden la fragilidad, el candor y la ternura amorosa que la poeta muestra en persona, ante los versos bellos y terribles de este libro.

Lejos de complacerse en la nostalgia, la evocación amorosa y la placidez del amor y el deseo, la poeta se sumerge sin ambages en el lado profundo, oscuro e inconsciente de su existencia, de su ser, como decía más arriba, claramente en busca de una identidad destruida. Porque la destrucción o el amor (evoco a Vicente Aleixandre), no son antagonistas, como pudiera parecer, y para crear algo nuevo hay que sufrir primero una destrucción, un final. Los versos desesperados de este acorde perturbado quieren y anhelan una estabilidad totalmente incompatible con la idea del amor transmitida en estos versos, quizá con su propia esencia inconcebible, ya que toda persona que ama aspira a la eternidad de dicho estado amoroso, de dicha plenitud. Y ahí radica su terrible insatisfacción, porque el amor –Eros- está en constante pugna con Tanatos –la muerte-, en ese lugar oscuro, profundo e inconsciente del ser, donde toda identidad es imposible puesto que la tarea de vivir es construirnos precisamente identidades falsas e incompletas.

«Lejos de complacerse en la nostalgia, la evocación amorosa y la placidez del amor y el deseo, la poeta se sumerge sin ambages en el lado profundo…»

Si tuviéramos que hablar de un aspecto musical en este libro –toda poesía lo tiene, por supuesto-, hablaríamos en efecto de un acorde roto, quebrado, y ese acorde no es ni más ni menos que el del corazón dolorido, sincopado. Un corazón dañado por el amor. Y la traducción visual, verbal, es la de una columna vertebral que los versos quebrados de este libro forman en estrofas cortas donde cada palabra individual aspira a ser columna de la siguiente y todas juntas, el poema, forman a su vez un edificio que intenta proporcionar algún tipo de orden emocional, sentimental, al terrible naufragio de la semántica de lo que se dice en cada poema. Estoy seguro de que esto es algo que la autora no ha buscado deliberadamente en el libro, pero el efecto visual, el gran hallazgo del mismo, es precisamente el intento que el propio verbo lírico hace para construir algo “permanente”, a modo de columnas y pilares, sobre el que construir un edificio poético que sustente la propia vida que la fuerza del amor ha destruido, y que la poeta intenta recuperar.

Inma J. Ferrero es una poeta valiente –sólo eso ya le da marchamo de auténtica-, ya que lo fácil hubiera sido quedarse en “lo superficial del amor”, y eso es algo que a esta autora no le interesa, afortunadamente. Cuando hablamos del amor, generalmente, no tenemos en cuenta los aspectos profundos, íntimos, relacionados con la identidad del propio ser, ya que en el fondo lo que todos buscamos cuando nos enamoramos y cuando vivimos “enamorados” es alcanzar algún tipo de identidad o permanencia ajena a nosotros mismos, la eternidad, en suma, de algún modo: mediante al amor. Y tal cosa es imposible, ya que el amor y la destrucción van parejos, como bien señaló Freud en sus obras sobre las pulsiones fundamentales, instintivas, que son Eros y Tanatos, el principio del amor y el deseo, y la muerte.

Llaman especialmente la atención los poemas “Funambulista” y “Guerra”. En el primero porque se explicita la alegoría del amante como ser que transita en un delicado equilibrio inestable por la vida improvisando el propio camino que no está trazado y que amenaza constantemente la propia integridad, como ejemplo rotundo de la tarea de vivir y la necesidad de amar. Aunque todos estemos destinados al polvo y a la desaparición. Y en el segundo porque se expresa que el amor, lejos de ser un encuentro de plenitud y desarrollo, en un lugar de conflicto y resolución de la propia identidad a través del “otro”, del objeto del amor. El erotismo que planea sobre el poemario es, asimismo, oscuro, ya que el deseo es fuente de disolución en el “otro”, y la fuerza del placer evocado en un pasado indeterminado –el amor terminó- conduce al cuestionamiento de la propia esencia de nuestro ser.

«Sumergirnos en los abismos de la pasión y la vulnerabilidad es, en el fondo, un viaje hacia nosotros mismos…»

Nada fácil ni amable, como podemos ver, ni nada es lo que parece en el amor. Esa es la lección que “El acorde perturbado” nos enseña. Sumergirnos en los abismos de la pasión y la vulnerabilidad es, en el fondo, un viaje hacia nosotros mismos y nuestra falsa identidad. Somos radicalmente un “otro” cuando no estamos con él o ella. En el fondo, es una protesta metafísica la que la poeta expresa en estos versos; por eso quizá cierre el libro con un poema titulado “Cobardía”, en la que la cadena de mentiras con que el amor frecuentemente nos ciega o engaña no pertenece al amor sino a nosotros mismos, y a nuestra necesidad profunda, insoslayable, de amar y de sentirnos amados por el otro. Quizá no seamos más –como ya decía Platón en su “Banquete”- que mitades incompletas, y nos veamos forzados a buscarnos siempre en el otro o la otra. O quizá nos veamos obligados a reconstruirnos a nosotros mismos en este juego de falsas identidades que es la vida.

Me he limitado
a caminar.

A mentirme
con la voz
de otros
ojos.

A descuidar
las madrugadas,
en los labios
trasnochados
de los callejones.

Ahora estoy desnuda
bajo la tiranía
de este cielo.

Larga vida a este acorde perturbado, a este edificio poético que nos salva de las ruinas del amor, pues el verbo, cuando es auténtico, siempre nos salva, porque en él habita la auténtica poesía.


EL ACORDE PERTURBADO, de Inma J. Ferrero.
Ediciones Vitruvio.
Colección Baños del Carmen, poesía, nº 627.
Madrid, 2017.
ISBN: 978-84-946622-4-9

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