¿POR QUÉ EL PUEBLO?
Por: Miguel Ángel Yusta
La guerra , noticia cotidiana en diversas geografías, es una siniestra coctelera en la que se mezclan elementos cuyo resultado final es siempre incierto. Quien, irresponsablemente y algunas veces hasta en nombre de la paz, comienza a agitar la mezcla con entusiasmo, pocas veces podrá obtener el beneplácito de las gentes sencillas que, día a día, trabajan para mejorar su situación preguntándose en beneficio de quién serán inmolados miles de semejantes, tal vez ellos mismos o sus hijos.
Tristeza es la palabra que nos hiere la garganta. Nos preguntamos, una vez más, por qué invariablemente es el pueblo sencillo quien combate y quien sufre las consecuencias. Fracaso del hombre siempre, cuando el fuego sustituye al diálogo. Negación del progreso que consiste en lograr entendimiento y bienestar para los más posibles. Amargura en la noche cuando, en soledad, solo encontramos un eco de vacío y un sentimiento de impotencia ante quienes, de uno y otro lado, solo saben enarbolar banderas de intransigencia, odio, intolerancia y rapacidad.
Son días de primaveras frustradas para muchos seres humanos, porque otros semejantes se las roban . En la penumbra del cuarto de estar, contemplamos a través del televisor, un desfile real de horror, como si de una ficción se tratase. A veces contemplo la cara asombrada de mis hijos y pienso si, dentro de unos cuántos años más, ellos o sus hijos podrán explicar el porqué de tanto sufrimiento y sinrazón y si, de verdad, tantos millones de personas que jamás se habían movido de su casa, están equivocadas cuando se lanzan a la calle y se queman las gargantas con gritos de paz.
Ay, esa paz con la que tantos mercadean desde hace siglos y atizan el fuego de la guerra…