LA PIEDRA
Por: Maite Cuesta
Un mini relato como ensayo de P.N.L
Había una vez, una niña de pelo castaño, a la que, según la luz, de vez en cuando, el sol la regalaba unas hebras doradas. Sus ojos eran curiosos y observadores y tenía un alma creativa y sentimental.
Creció la niña del pelo castaño, y ya mujer, la vida le puso, como a todo el mundo, dos caminos para elegir. Uno más estrecho, bordeado de árboles que sombreaban y daban un tono de atardecida, el suelo era irregular y tenía muchas piedrecillas salteadas entre la tierra. El otro, era un camino ancho, flanqueado por hermosos árboles que permitían que la luz llegase hasta el suelo, y así la limpia arena lisa y dorada, resplandecía.
La niña, escogió el camino ancho y luminoso, y caminó por él.
Con el tiempo, a la niña, que nunca dejó de serlo, el pelo se le puso blanco, y siguió caminando.
Ya con los años, había tenido que cruzar regatos, subir empinadas cuestas, y tomar fuertes y pronunciadas curvas que a veces impedían ver lo que había tras ellas, pero un día, la niña del pelo blanco, encontró en medio del camino, una enorme piedra que la impedía totalmente el paso.
La niña del pelo blanco gateó por ella, intentando sortearla, pero fue imposible, la piedra estaba recubierta de líquenes y musgos y resbalaba sin permitir sujetarse a ninguna de sus aristas.
La niña del pelo blanco, cogió una piedra pequeña y muy dura, y un palo grueso, y pensando que la inmensa piedra oscura tendría quizás un corazón arenoso y suave, comenzó a golpear, intentando picarla para poder ir retirando trozos y poder agarrarse o romperla pero no fue posible, la piedra era dura e inamovible.
La niña se sentó, ya agotada, debajo de una higuera, y protegida por su sombra y su aroma, descansó el cuerpo y repuso su espíritu.
Pensando que quizás su camino había llegado al final, se quedó silenciosa y pensativa, y creyó que esta piedra era el anuncio de que su tiempo vital había terminado . Pero de pronto pensó, que si se salía del camino, contraviniendo las normas, y podía bordear la piedra, aunque en ello tuviese que gastar mucho de su tiempo, quizás aún le quedase el suficiente para ello.
Efectivamente, salió del camino, y con los abrojos del exterior, siempre implacables, se hirió las piernas y los brazos, y todo su cuerpo quedó dolorido, pero al fin se encontró al otro lado de la piedra y otra vez vio el largo camino luminoso que le ofreció un hermoso horizonte con inesperados y desconocidos colores.
La niña del pelo blanco, siguió caminando, ya completamente repuesta del esfuerzo y esperanzada en el futuro. Feliz y acompañada de sí misma, y de su silencio interior, descubrió la sabiduría ancestral que mantenía encerrada sin ella saberlo, y aprendió que la soledad es la gran amiga de la creatividad y el conocimiento, y que aún le quedaba mucho camino en el que seguiría aprendiendo de la madre tierra, sin importarle ya, si quizás se equivocó al no escoger aquel camino más estrecho que la vida le ofreció, cuando su pelo era aún castaño con hilos dorados.
También en este ancho y luminoso camino había conocido la gran piedra negra, que la había enseñado el dolor, y la había ayudado a encontrarse, y saber disfrutar la soledad de los caminos, esos, que tanto sombríos como luminosos, son los que llevan mucho más allá de las estrellas, a poder fundirse con el cosmos del que siempre hemos formado parte.