GLOBALIZACION
Palabras con Historia
Por: Marcos López Herrador
Pocas ideas resultan más sugerentes y tienen más sentido, en su planteamiento teórico, que la globalización como verdadero motor de desarrollo mundial.
La apertura de mercados, el libre comercio y libre cambio no puede sino incrementar la prosperidad, de quienes participan, con el consiguiente crecimiento económico y de beneficios.
Que el comercio incrementa la riqueza, es un hecho sobradamente conocido, como también se sabe que esa riqueza justamente repartida se convierte en elemento fundamental del desarrollo humano.
Para que la globalización sirva precisamente a ese fin, convendría que, junto a la libertad de comercio, se globalizara la libertad y la democracia.
Bien, puesto que vivimos en un mundo en que la globalización se ha convertido en la idea que inspira el desarrollo del comercio internacional, cabría preguntarse si también se ha convertido en un factor de desarrollo humano.
Sorprendentemente, lo primero que observamos es que, en ningún momento, se ha intentado que la globalización, además de la economía, globalice la democracia, los derechos humanos, los derechos sindicales o la libertad.
El argumento de que el desarrollo económico llevaría aparejado el desarrollo social, político y de libertades, no ha podido quedar más en evidencia en poco tiempo.
China se ha convertido en la segunda economía del mundo fabricando productos a precios irrisorios con trabajadores a los que se les puede hacer trabajar durante jornadas extenuantes a cambio de salarios ridículos y sin ninguna garantía o derecho.
A nadie ha parecido importar que la democracia o las libertades no hayan avanzado un milímetro allí. Tampoco ha merecido consideración el hecho de que quien importa un producto fabricado con hambre y miseria, no solo importa el producto, sino que importa el hambre y la miseria con que está fabricado.
Si se importan zapatillas de deporte fabricadas en lamentables condiciones para los trabajadores, su bajo coste hará que las fabricadas en el país receptor no puedan competir. A medio plazo, la fábrica tendrá que cerrar dejando en paro a los trabajadores, con lo que el sufrimiento importado con las zapatillas acaba estando entre nosotros.
A la vez, se va generando la conciencia entre los propios trabajadores de que con nuestros salarios no podemos competir con los productos importados y que, si queremos mantener nuestros puestos de trabajo, más nos vale ir pensando en renunciar a posibles aumentos y a más de un derecho de los que veníamos disfrutando. No hay que ser un agudo observador para percatarse de que de esta forma queda importada la falta de derechos y los salarios ridículos con los que las zapatillas de deporte se fabricaron en origen.
La globalización exclusivamente económica, en la que se excluya la globalización de la democracia, la libertad, los derechos sindicales y la justicia, se convierte en un instrumento de las élites mundiales para transformar la sociedad de forma que, la imposibilidad de competir con productos fabricados con trabajo prácticamente esclavo, haga que nuestras fábricas cierren, crezca el paro y los trabajadores estén dispuestos a trabajar en cualquier condición y por cualquier salario, fomentándose así la desigualdad, cono instrumento para perpetuarse en la continua acumulación de riqueza sin redistribución posible.
Quizá convendría meditar si una globalización exclusivamente económica no está globalizando el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, cuando no directamente la miseria, y si no deberíamos apoyar una globalización que además de económica fuese de derechos humanos, de libertades, de derechos sociales, de democracia, de libertad y de justicia, como instrumento del mayor desarrollo humano que pudiéramos conocer en la Historia.