EL SISTEMA PERIÓDICO DE PRIMO LEVI
Por: Pilar Alcalá García
La Asamblea General de las Naciones Unidas, a propuesta de la UNESCO, ha proclamado el año 2019 como “International Year of the Periodic Table of Chemical Elements”. Ello se debe a que en este año se cumple el 150 aniversario de la propuesta que realizó Dimitri Mendeleiev en 1869 sobre la ordenación periódica de los elementos químicos que hoy conocemos como Tabla Periódica, el alfabeto del universo. La Tabla Periódica es un pilar de la Ciencia en general y de la Química en particular. Como el 2019 está cercano a su fin no quiero dejar escapar la ocasión de hablar de esta cuestión que, aunque no lo parezca, tiene sus relaciones con la literatura y la poesía. Numerosos son los químicos que se han dedicado a la escritura: Juan Gelman, Elías Canetti, el premio Nobel de Química Roald Hoffmann, pero si un autor merece el puesto de honor ese es el italiano Primo Levi que en 1975, tres décadas después de abandonar un campo de concentración, escribió un libro de prosa poética titulado “Il sistema periodico”, cuya traducción al español hizo Carmen Martín Gaite.
El 19 de octubre de 2006 la Royal Institution del Reino Unido eligió esta obra como el mejor libro de ciencia jamás escrito. Se da además la circunstancia de que este año se ha cumplido un siglo del nacimiento de Levi, fue el 31 de julio de 1919 en Torino, en el seno de una familia liberal judía en una casa del Corso Re Umberto. Levi consiguió los premios más prestigiosos de Italia: Strega, Bagutta, Campiello (dos veces), Viareggio, Prato y Sirmione-Catullo.
Primo Levi, de origen hebreo, será un superviviente de Auschwitz gracias a la química. En el instituto durante algunos meses tiene como profesor a Cesare Pavese. En 1941 se licencia y se doctora en química, aunque las leyes raciales prohibían estudiar a los hebreos, se les concedía a los ya inscritos. En 1942 se marcha a Milano y se inscribe en el Partito d’Azione Clandestino, pero los nazis ya han invadido Italia y en 1943 se refugia en las montañas, cerca de Aosta, donde luchará como partisano, aunque enseguida es capturado por los nazis; en el interrogatorio se declara hebreo, de haberse declarado partisano habría sido fusilado de inmediato. Un año más tarde será internado en el campo de concentración de Fossoli y después es deportado a Auschwitz donde llegó el 22 de febrero de 1944, allí fue marcado con el número 174517. Es liberado el 27 de enero de 1945 con la llegada de los rusos al campo de Buna-Monowitz, pero no volverá a Italia hasta octubre. De los 650 hebreos que llegaron a Auschwitz con Levi solamente veinte sobrevivieron. Esta horrible experiencia la contará en su libro “Se questo è un uomo”, libro publicado en 1947, año en el que se casó con Lucia Morpurgo.
Si en 1947 publicó “Se questo è un uomo”, para narrar la experiencia en el campo de concentración y, donde como apunta el propio Levi, nada de lo escrito es una invención, en 1963 publica “La tregua”, por el que recibió el Premio Campiello, crónica del regreso a casa después de la liberación, atravesando Europa. El capítulo X de “Se questo è un uomo” se titula “Examen de química”, después de pasar esta prueba con el profesor Pannwitz, Primo Levi es admitido en el laboratorio y esto significó una garantía para poder sobrevivir en el lager. Se habla de la química como salvación. Y así fue, porque su trabajo en el laboratorio dedicado a producir goma Buma le permitió evitar los trabajos forzados y el frío escalofriante de Polonia. Además, le permitió robar cuarenta cilindros de cerio, de los que se podían sacar tres piedras de mechero acabadas. “Una piedrecita de mechero se cotizaba lo mismo que una ración de pan, es decir valía tanto como un día de vida. En total, ciento veinte piedrecitas, dos meses de vida para mí y dos para Alberto. Y en dos meses los rusos habrían llegado y nos liberarían. O sea, que nos habría liberado el cerio, elemento acerca del cual no sabía nada”.
En 1975, treinta años después de abandonar el campo de concentración, Levi publica “Il sistema periódico”, libro en prosa poética compuesto por veintiún capítulos dedicados a otros tantos elementos de la tabla periódica y por el que se le concedió el “Premio Prato per la Resistenza”. En él Levi establece similitudes entre los elementos químicos y personas decisivas en su vida. El argón, un gas noble, cuyo nombre significa “inactivo”, le sirve para describir a sus antepasados, capaces de soportar presiones extremas. El potasio lo pone en guardia contra el efecto nocivo que las cosas nimias pueden tener sobre otras sustancias y por tanto, sobre las personas. El hidrógeno, sin embargo, es el amigo cómplice, la ligereza que enriquece a alguien taciturno como era Levi. El plomo, material cansado, estimula búsquedas insaciables que se transmiten de generación en generación y representa el peso de la herencia. El níquel, escondido en el fondo de una mina, nos hace comprender que la riqueza es un bien recóndito y que su tenue brillo puede resplandecer incluso entre la basura. El inerte mercurio parece que no tiene utilidad por sí solo, debe unirse para encontrar su personalidad. ¿Y el carbono? Se encuentra en toda las cosas, organiza el universo y “une estas líneas a la mano que las escribe”. Con el carbono hace que nuestra fantasía vuele literalmente. El cerio, que pertenece a las tierras raras, parece una “mercancía secreta”. Y esto lo dice porque gracias a este elemento, como ya dijimos, Primo Levi sobrevivió en el campo de exterminio haciendo contrabando a cambio de comida. También le ayudó su rudimentario conocimiento del alemán. El campo de Buna-Monowitz estaba cerca de Buna Werke que era uno de los establecimientos químicos más grandes de Europa, el campo había sido construido allí para utilizar a los presos como mano de obra. Siendo Levi químico, obtiene un puesto como especialista de laboratorio y esto le permite tener condiciones de vida menos penosas. La prisión duró un año aproximadamente, hasta enero de 1945, cuando los rusos llegaron al campo de concentración; antes, cuando su llegada era inminente, los alemanes decidieron evacuar el campo y obligaron a los detenidos a empezar la “marcha de la muerte” en la que muchos prisioneros perdieron la vida. En ese momento Primo Levi estaba ingresado en la enfermería porque tenía la escarlatina y así se libró de la trágica marcha.
En una entrevista Levi contó a Tullio Regge que sin la química no habría existido el escritor; la química le dio las palabras y el estilo y sobre todo un surtido de metáforas y términos. Dice Levi que para él palabras como “claro”, “pesado”, “ligero”, “azul”, tienen una gama de significados muy amplia; para él el azul no es sólo el del cielo, tiene cinco o seis azules que puede utilizar. En “Il sistema periódico” nos ofrece una imagen poética de la química, lo que la ha convertido en algo muy cercano a los lectores, especialmente a los estudiantes de las facultades de ciencias.
Levi confesó que estaba dispuesto a perdonar a sus verdugos y que no sentía rencor. Lo que le importaba era dejar un testimonio directo para que tanto horror no volviera a repetirse. Muere el 11 de abril de 1987, todo apunta al suicidio pero hay quienes no lo aceptan. “Estaba cansado de la vida”, declararía a la prensa ese mismo día la viuda de Primo Levi. No dejó ninguna nota, pero se sabe que llevaba un tiempo medicándose contra la depresión. No era el primer episodio de estas características. El juez dictaminó que esa caída de tres pisos por el hueco de la escalera fue suicidio. Algunos de sus íntimos lo niegan. Minutos antes, había hablado cordialmente con la portera, que le entregó la correspondencia como cada mañana. Para sus biógrafos, es otro episodio oscuro en la vida de Levi. Hay quienes argumentan que el método elegido para quitarse la vida quizá no fuera el más adecuado para alguien que posee conocimientos de química. Todavía se desconoce si fue realmente un suicidio. Lo que importa es la verdad de sus palabras:
Hidrógeno (H)
“… para mí la química representaba una nube indefinida de posibilidades futuras, que nimbaba mi porvenir de negras volutas heridas por resplandores de fuego. Esperaba, como Moisés, que de aquella nube descendiera mi ley y el orden en torno mío, dentro de mí y para el mundo”.
Zinc (Zn)
“Para que la rueda dé vueltas, para que la vida sea vivida, hacen falta las impurezas, y las impurezas de las impurezas; y pasa igual con el terreno, como es bien sabido, si se quiere que sea fértil. Hace falta la disensión, la diversidad, el grano de sal y de mostaza. El fascismo no quiere estas cosas, las prohíbe, y por eso no eres fascista tú; quiere que todo el mundo sea igual, y tú no eres igual”.
Hierro (Fe)
“Que la nobleza del Hombre, adquirida tras cien siglos de tentativas y errores, consistía en hacerse dueño de la materia, y que yo me había matriculado en Química porque me quería mantener fiel a esta nobleza. Que dominar la materia es comprenderla, y comprender la materia es preciso para conocer el Universo y conocernos a nosotros mismos, y que, por lo tanto, el Sistema Periódico de Mendeleiev, que precisamente por aquellas semanas estábamos aprendiendo a desentrañar, era un poema, más elevado y solemne que todos los poemas que nos hacían tragar en clase; pensándolo bien hasta rima tenía”.
Nitrógeno (N)
“El nitrógeno es el nitrógeno, pasa divinamente del aire a las plantas, de éstas a los animales y de los animales a nosotros; cuando su función en nuestro cuerpo se agota, lo eliminamos, pero sigue siendo nitrógeno, aséptico e inocente”.
Sólo quien es capaz de ver y encontrar en el sistema periódico de Mendeleiev una poesía más elevada y solemne que todas las poesías, puede expresarse con una pasión tan lúcida y puede transmitir con tanta sensibilidad el amor por la materia, por la naturaleza, por el Hombre. Años más tarde, en 1984, Levi publicó un poemario donde recogía toda su obra poética “Ad ora incerta”. La poesía de Primo Levi está, como el resto de su obra, marcada por las experiencias del campo de concentración y de sus años posteriores. El compositor español Luis de Pablo admiró la «terrible» belleza de la obra poética de Levi y utilizando textos de la misma, compuso la obra “Passio” en 2006.
Me gustaría dar las gracias, por su asesoramiento, a Agustín Galindo del Pozo, mi marido y catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla, a quien dedico este texto, porque química y poesía son compatibles, ya lo demostró G. A. Bécquer en su Rima X cuando dijo: “Los invisibles átomos de aire en derredor palpitan y se inflaman…”. Acabemos con palabras de Levi, del capítulo 21 de “Il sistema periodico”, dedicado al carbono, a los átomos de carbono: “El número de los átomos es tan grande que siempre se podría encontrar uno cuya historia coincidiese con una historia cualquiera inventada al azar.
Podría contar historias y no acabar nunca, de átomos de carbono que se convierten en color y perfume de las flores; de otros que, desde algas minúsculas a pequeños crustáceos y a peces cada vez más gordos, devuelven anhídrido carbónico al agua del mar, en un perpetuo y espantoso carrusel de vida y de muerte, en el cual cada devorador resulta inmediatamente devorado; de otros que alcanzan en cambio una decente semieternidad en las páginas amarillentas de algún documento de archivo, o en el lienzo de un pintor famoso; de aquellos a los cuales les tocó el privilegio de entrar a formar parte de un grano de polen y dejaron su impronta fósil en las rocas para despertar nuestra curiosidad; de otros, en fin, que bajaron a integrarse entre los misteriosos mensajeros que dan consistencia al semen humano y participaron en el sutil proceso de escisión, duplicidad y fusión del que cada uno de nosotros ha nacido”.