EL CUERPO SEGÚN ZAHARA

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


El cuerpo es interpretado por el sujeto que lo encarna, es así como la poética del cuerpo entiende que el verso es el generador de su identidad corporeizada y quien integra al cuerpo en una realización consigo mismo, toda la corporeidad se proyecta en la capacidad del sujeto de idear – se a través de relaciones incluso difíciles de comprender. Zahara, con su libro “Teoría de los cuerpos” (Editorial Aguilar, colección Verso&Cuento, 2019) nos declama que el cuerpo es insondable, planteándonos una invitación incansable a la creatividad de la relación corpórea que hace salir a la luz el significado profundo de las vidas vividas en un cuerpo.

El hecho de rescatar al cuerpo y reclamarlo como crítica de la razón poética hace que sea necesario distinguir la comprensión de la transmisión de informaciones. La primera sitúa activamente al lector/a en la base de la acción; la segunda lo contextualiza como agente de recepción. Pero lo relevante es que la persona que lea los poemas de la autora ubetense sea capaz de indagar el origen de su corporeidad en el conjunto de sus vivencias. Esto nos ofrece el convencimiento de que lo auténtico es vivir lo que es real y que el cuerpo tiene como propiedad justamente el riesgo inmediato de una realidad que es vivida significativamente por nuestro organismo de forma global.

Se trata del primer poemario de Zahara, que destaca por su originalidad expresiva al tiempo que elabora una fenomenología propia en tanto que “lo que mi cuerpo es para el otro”, una alteridad basada en cuerpos que se mueven, se repelen e imantan con sus iguales.  Según Sartre (1943, edición 1997), el cuerpo que “yo existo” es lo que “yo trasciendo” hacia nuevas combinaciones complejas, y por eso mi cuerpo pertenece para el otro, una corporeidad que es “utilizada y conocida por otro”, generando nuevas relaciones corpóreas; es la llamada tercera dimensión ontológica el cuerpo.

La concepción del cuerpo en los poemas de Zahara delimita tres espacios corporales (R.B.J.T. Allenby, 1991; T.S. Blyth and E.F. Robertson, 1985): “Clausuras de un cuerpo”, “Correspondencias de los cuerpos” y “Extensión de un cuerpo”, que constituyen una explicación cotejable con la filosofía del siglo XX (Sartre, Meleau-Ponty, Popper y otros). La hermenéutica de “La teoría de los cuerpos” es una perspectiva que facilita la comprensión de una relación circular del propio cuerpo, en cuyo seno emerge la conceptualización de las preocupaciones y maneras de entender la vida y las relaciones generacionales.  No en vano, la autora atiende relaciones que se acabaron, amores afines y correspondidos, momentos difíciles que desdoblan las expectativas puestas, la complicidad sexual,… “cuerpos” que la poeta analiza de forma intensa a lo largo de las páginas de su libro.

La dualidad entre el alma y el cuerpo (donde se encuentra la conciencia de sí misma)  es una magnífica oportunidad para sentir la ambigua congoja de vivir, esa pulsión de las intimidades que se repliegan sobre los secretos de la intimidad.  La vida se revela en la contingencia del propio cuerpo, tan casual y al límite. En los poemas, semaforismos y relatos cortos de Zahara, la conciencia se encarna en un cuerpo que se representa en el mundo, resultando que el cuerpo es la ecuación reversible de la irrealidad bella. De ahí que la paradoja del cuerpo, según Zahara, es que no hay cuerpo sino en situación y no hay situación sino por el cuerpo, puesto que la autora lo entiende en términos de ganar terreno en la comprensión de la misma paradoja.

En definitiva, se trata de un poemario elegante, con prólogo del poeta Ben Clark, donde los isomorfismos vitales se proponen en una mirada pedagógica abierta que no solo propone condiciones de viabilidad para el desarrollo armónico de la corporeidad, sino un marco de concreción posible del hecho poético como objeto de vida de la propia humanidad. Es la principia mathematica de Zahara.

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