Palabras con historia

LOS HERMANOS BÉCQUER. 150 AÑOS DE SU MUERTE

Por:Pilar Alcalá García


En 2020 se cumplen 150 años de la muerte, en Madrid, de los sevillanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer. Tras sus muertes, sus obras quedaron dispersas en periódicos e incluso inéditas y se publicaron gracias a sus amigos con el fin de ayudar a las viudas y a los hijos.

Merece la pena detenerse a contar qué supuso la unión de ambos hermanos desde pequeños, tanto en su vida como en su obra. Sus padres fueron José Domínguez Bécquer y Joaquina Bastida Vargas y se casaron en la iglesia de San Lorenzo el 25 de febrero de 1927. Valeriano y Gustavo nacieron en el sevillano barrio de San Lorenzo, Gustavo en la Calle Ancha de San Lorenzo, actual calle Conde de Barajas, según dijo su hermano Estanislao. Valeriano nació el 15 de diciembre de 1833 y Gustavo Adolfo el 17 de febrero de 1836. Los dos, como el resto de sus hermanos, (Estanislao, Eduardo, Ricardo, Alfredo, Jorge) llevan nombres de reyes de aquella época, porque su padre, José Bécquer, así lo quiso, excepto el último que nació después de morir él y se llamó José.

Valeriano y Gustavo se quedaron huérfanos siendo muy pequeños, ya que el padre murió en 1841 y la madre en 1847. Los ocho hermanos fueron repartidos entre distintos familiares y Valeriano y Gustavo siempre estuvieron juntos desde entonces –con algún periodo corto en el que se separaron- hasta las muertes de ambos que tuvieron lugar con tres meses de diferencia, ya que Valeriano murió el 23 de septiembre de 1870 y Gustavo el 22 de diciembre del mismo año.

Sabemos que siendo niños les gustaba quedarse a leer y a dibujar por la noche en la cama. A veces les apagaban la vela, pero ellos, en las noches de luna llena dibujaban con su luz. Lo hacían en el Libro de cuentas de su padre. Es uno de los más interesantes documentos becquerianos, no sólo porque en él están recogidos los datos económicos de la actividad de su padre, José Bécquer, que fue un reconocido pintor costumbrista y que pudo dar a su familia un buen nivel de vida, sino porque en este Libro de cuentas tenemos autógrafos de Valeriano y de Gustavo, dibujos y poemas y un interesante diario juvenil de Gustavo, que dura pocos días de febrero de 1852, en el que nos cuenta que asistió a la inauguración del puente de Isabel II, puente de Triana, el 23 de febrero de ese año.

Juntos estudiaron pintura, primero en el taller de Antonio Cabral Bejarano, que estaba en el Museo de Pinturas, actual Museo de Bellas Artes, allí se familiarizaron con la pintura sevillana del Siglo de Oro, en cuya copia -Murillo sobre todo- se especializó Valeriano, y después en el taller de su tío Joaquín Domínguez Bécquer que se encontraba en el Alcázar ya que este era director de las obras de restauración de los Reales Alcázares de Sevilla, lo que le sirvió para que cinco años más tarde fuese nombrado pintor de cámara de la reina Isabel II.

En sus últimos años juntos en Sevilla se aficionaron mucho a la ópera que estaba muy de moda en la ciudad y gozaba de gran prestigio. Gustavo decía que la música era la más sublime de las artes y aun sin haber estudiado música era capaz de tocar el piano y Valeriano tocaba la guitarra. Los músicos preferidos de Gustavo eran los italianos: Rossini, Bellini, Verdi y sobre todo Donizzetti. Estando en Madrid hizo un álbum con dibujos sobre la ópera “Lucia di Lammermour” de Gaetano Donizetti. En el mes de julio de 1854 inician los dos hermanos un álbum satírico donde se burlan del movimiento revolucionario estallado el 18 de julio, lo titulan “Los Contrastes o Álbum de la Revolución de julio de 1854, por un Patriota”.

El último domicilio en el que vivieron juntos en Sevilla estaba en la calle Mendoza Ríos. En esa época Gustavo tenía una novia, Julia Cabrera que vivía en la calle Triperas, la actual Velázquez. Ella le esperó soltera toda la vida y murió en 1918, es decir presenció el regreso de los hermanos Bécquer a Sevilla para ser enterrados en la cripta de la Anunciación, eso ocurrió el 10 de abril de 1913. Juntos reposaron en la capilla de las Siete Palabras la noche del 10 al 11 de abril de 1913 porque llovía y no se pudo hacer el traslado el día 10. Juntos reposan en el Panteón de Sevillanos Ilustres. Y en su tumba siempre hay flores, secas y frescas, y siempre hay notas, muchas notas.

De la casa de Mendoza Ríos partiría Gustavo en el otoño de 1854 para marcharse a Madrid en un viaje que duró doce días. Es la primera vez que los hermanos se separan pero esto durará poco porque en 1855 Valeriano va por primera vez a Madrid y permanece hasta 1856 para regresar otra vez en mayo de 1858. Son, para Valeriano, años de idas y venidas de Madrid a Sevilla. Nacen en Sevilla los hijos de Valeriano, Alfredo en 1857 y Julia en 1860 en la calle Boticas, actual Palacios Malaver. Gustavo será el padrino de la niña, por poderes, y es él quien elige el nombre, ¿pensando en Julia Espín o en Julia Cabrera? En febrero de 1861 Valeriano se casa en Sevilla con Winifred Coghan y Gustavo, en Madrid en mayo, con Casta Esteban, un año después nace en Noviercas (Soria) su primer hijo, Gregorio Gustavo Adolfo. En diciembre de 1863 Valeriano, separado de su mujer, se reúne con Gustavo y con la familia de este se marchan al monasterio de Veruela. Desde allí hacen excursiones al País Vasco. De las sucesivas estancias en Veruela nacerá parte de la mejor obra de ambos hermanos, las “Cartas desde mi celda” de Gustavo y los álbumes de dibujos de Valeriano, como el de “Expedición a Veruela”.

El año 1865 es bueno para los hermanos Bécquer por cuanto Gustavo es nombrado censor de novelas y a Valeriano le conceden una pensión anual de 10.000 reales para que pinte cuadros de costumbres, de manera que debe entregar dos al año. En este año los hermanos colaboran frecuentemente en El Museo Universal, los dibujos de Valeriano van glosados en un texto de Gustavo Adolfo. Las Navidades de ese año las pasarán juntos en Ávila. De ellas nos habla Julia Bécquer en sus memorias. Al año siguiente continuarán las colaboraciones en El Museo Universal, dibujos de Valeriano glosados por Gustavo, se trata de interesantes artículos como “Las gallinejas”, “La vuelta del campo”, “Veruela”, “El mercado de Bilbao”, “El alcalde”. Además, nace en Madrid, el segundo hijo de Gustavo, Jorge Luis Isidoro.

El año 1868 es extremadamente duro para los hermanos Bécquer. En verano Gustavo rompe con Casta en Noviercas por un episodio de celos. Los hermanos Bécquer y sus cuatro hijos se van a Soria con su tío Curro. El 18 de septiembre estalla la revolución, llamada “La Gloriosa” y el gobierno de Isabel II es derrocado. Gustavo había entregado el manuscrito de sus Rimas a Luis González Bravo, ministro de la Unión Liberal de O’Donnell, porque apreciaba tanto a Gustavo que pensaba prologarlas y publicarlas. Durante los acontecimientos de la revolución la casa de González Bravo es saqueada y el manuscrito de Gustavo Adolfo se pierde. Bécquer presenta su dimisión como censor de novelas y Sagasta la acepta. Valeriano pierde su pensión, es decir, se quedan sin trabajo y además tienen que exiliarse. En otoño se marchan con sus hijos a Toledo, la ciudad más amada por Gustavo junto a su Sevilla natal. Allí vivirán en la calle San Ildefonso en una casa con un patio en el que dicen que Gustavo plantó el laurel que todavía hoy se puede ver. Y fue en esa casa toledana donde Gustavo reescribió de memoria las rimas que se habían perdido en casa de González Bravo, es lo que hoy conocemos como “Libro de los gorriones”. Sabemos que la vida que llevaron en Toledo era tranquila, hacían excursiones al campo y pasaban tiempo en el jardín de casa. Lo sabemos por las memorias de Julia Bécquer y por los trabajos de Valeriano que dibujó, además, el pozo del patio y la puerta que hoy aún puede verse en el número 8 de la calle de San Ildefonso.

Continúan las colaboraciones en El Museo Universal: “Los dos compadres”, “La Semana Santa en Toledo”, “La feria de Sevilla”, siempre un texto de Gustavo y un dibujo de Valeriano. Para las Navidades de 1869 ya han regresado a Madrid, están en un hotelito del barrio de la Concepción. Han vuelto del exilio y vuelven a tener trabajo en La Ilustración de Madrid, recién creada y de la que Gustavo será director artístico. No podían imaginar que serían sus últimas navidades. Todo parecía ir bien pero en agosto Valeriano enferma y muere el domingo 23 de septiembre de 1870.

Gustavo Adolfo se quedó destrozado y, con sus hijos y sobrinos, dejó entonces la “Quinta del Espíritu Santo” y se trasladó a un piso de la calle Claudio Coello (hoy número 25), que sus amigos le habían buscado en el recién creado barrio de Salamanca. Casta regresa con el pequeño de sus hijos, Emilio, del que se sospecha que Gustavo no es el padre. Mucho se ha escrito y se escribirá sobre la muerte de Gustavo: se habla de sífilis, de tuberculosis, del frío que cogió en el tranvía ese día del invierno más frío, hasta entonces, de la historia. Estaba enfermo, sí, pero la pena por la muerte de su hermano aceleró la suya. Gustavo murió el jueves 22 de diciembre de 1870 y fue enterrado al día siguiente en la sacramental de San Lorenzo, donde también estaba Valeriano. Se cerraba el círculo desde la bella plaza de San Lorenzo de Sevilla hasta los nichos de la sacramental del mismo nombre. Al poco de morir Gustavo en Madrid, en su Sevilla natal se produjo un eclipse total de sol. Dice Rafael Montesinos –de quien este año se cumple un siglo de su nacimiento- que este fue el primer homenaje que se le hizo a Gustavo.

Se les atribuye también un libro satírico, inédito hasta 1990, titulado “Los Borbones en pelota”, pero los estudios más recientes hacen pensar que no es obra de ellos, no al menos al completo ya que después de muertos Valeriano y Gustavo siguió apareciendo la firma SEM, que es la que se utiliza en dicha obra.

Nada más morir Gustavo se empezó a crear su mito. Los estudiosos se han preguntado cómo en pocos años Gustavo pasó de ser un desconocido –salvo en el círculo de amigos y compañeros de trabajo- a convertirse en el renovador de la poesía española. Gustavo tuvo la suerte de que en pocos meses se hiciera una recopilación cuidada, aunque incompleta de sus Obras y sin embargo, la obra de Valeriano que estaba reunida en carpetas, se dispersó y sus dibujos se vendieron en lotes. Pero lo que importa es que 150 años después, en Soria, ciudad muy vinculada a Gustavo porque su mujer era soriana y ciudad que tan hermosas leyendas le inspiró, ha declarado el 2020 como “Año Bécquer” y lo mismo ha sucedido en su Sevilla natal. Este año se sucederán los actos en homenaje a los hermanos Bécquer. El 17 de febrero, día del nacimiento de Gustavo, se inaugura el “Año Bécquer” en la Glorieta del parque de María Luisa y el 22 de diciembre se clausurará en el Panteón de Sevillanos Ilustres, ante la tumba de los hermanos Bécquer.          Se suele decir que Valeriano vivió y sigue a la sombra de Gustavo y, aunque pueda parecer así, no podemos olvidar que Valeriano fue el mejor compañero y el mejor amigo para Gustavo, tal vez sin él Gustavo no habría dado todo lo hermoso que nos ha dejado. Gustavo y Valeriano, Valeriano y Gustavo, imposible pensar en ellos sin saberlos imprescindibles y complementarios el uno para el otro.

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