RAY BRADBURY: ¿UN FUTURO INCIERTO?

Por: Tomás Sánchez Rubio


El Pierce Brothers Westwood Village Memorial Park Cemetery está situado en el 1218 de Glendon Avenue, en Westwood, distrito de la ciudad de Los Ángeles de California. Westwood se encuentra en la parte oeste de la ciudad; allí está la comunidad privada de Bel-Air, y, muy cerca, Hollywood y Beverly Hills. En este área, asimismo, tiene su sede una de las mejores universidades del mundo, la UCLA.

En dicho camposanto, fundado con el nombre de Sunset Cemetery en 1905, pero cuyo espacio se venía utilizando ya para la inhumación en la década de 1880, descansan bastantes famosos vinculados no solo al mundo del cine, sino también a la música y la literatura. Allí reposan, entre otras celebridades, el escritor Truman Capote (1924-1984), la cantante Peggy Lee (1920-2002), actores como Peter Falk (1927-2011) o Natalie Wood (1938-1981), y el músico Frank Zappa. De reducidas dimensiones en comparación con otros cementerios de la ciudad, este recinto era desconocido hasta que en 1962 el jugador de béisbol Joe DiMaggio tomó la decisión de que fuera enterrada allí su exesposa Marilyn Monroe (1926-1962), convirtiéndose de la noche a la mañana en zona de interés turístico.

Precisamente es en el Westwood Memorial donde reposan los restos de uno de los escritores más admirados -también por mi parte- del siglo XX: Ray Douglas Bradbury. En su lápida reza el siguiente epitafio: “Aquí yace Ray Bradbury, el autor de Fahrenheit 451”.

Nuestro autor había nacido en Waukegan, ciudad ubicada en el condado de Lake (Illinois), el 22 de agosto de 1920. Su familia se mudó varias veces desde su lugar de origen hasta establecerse finalmente en Los Ángeles en 1934. A partir de entonces, Bradbury se convirtió en un ávido lector, además de escritor aficionado. Se graduó de Los Angeles High School en 1938; sin embargo, no pudo ir a la universidad por razones familiares y económicas. Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos. Al mismo tiempo, decidó formarse de manera autodidacta pasando la mayor parte de su tiempo en la biblioteca pública. La biblioteca pasó a ser su mundo: allí pasaba horas leyendo y dando rienda suelta a su imaginación, imaginando y escribiendo sus primeros cuentos. Desde niño fue un lector empedernido siendo su mayor inspiración el innovador H.P. Lovecraft, uno de los máximos exponentes en la literatura de terror y ciencia ficción de la Historia, fallecido prematuramente en marzo de 1937. Sus trabajos iniciales los vendió a distintas revistas, siendo algunos de estos compilados en la colección de cuentos Dark Carnival de 1947. El primero de sus escritos publicados sería “El dilema de Hollerbochen”, que salió a la luz en 1938 en una revista amateur llamada Imagination. Poco después, con material suficiente -y dinero para ello- él mismo publica Futuria Fantasía, su propio magazine.

Ray Bradbury escribió cuentos y novelas de diversos géneros, desde el policial hasta el realista y costumbrista, pero se le reconoce sobre todo como un clásico de la ciencia ficción gracias a Crónicas marcianas (1950), conjunto de relatos que carecen de una línea argumental fija, pero con una misma referencia contextual y temporal. Dichas historias narran la llegada a Marte y la colonización del planeta rojo por parte de los humanos. En ellas, igualmente, se tratan temas recurrentes de la literatura por ser características constantes en nuestra historia como especie sobre la Tierra: la guerra, el impulso autodestructivo del hombre, el racismo…

También trabajó como argumentista y guionista en numerosas películas y series de televisión. Dentro de dicho campo cabe destacar su colaboración con John Huston en el guion adaptado de Moby Dick, de Herman Melville, para la película homónima que el realizador dirigió en 1956. La cinta estaba protagonizada por Gregory Peck en el papel del inquietante y carismático capitán Ahab. Para televisión, escribió un episodio de la primera temporada de la serie The Twilight Zone (1985), titulado «The elevator».

Como curiosidad, os comento que uno de sus cuentos, “La sonrisa”, fue adaptado  para la televisión en España (1966) por el gran Narciso Ibáñez Serrador en sus Historias para no dormir.

Bradbury, asimismo, cultivó y publicó poesía (Vivo en lo invisible. Nuevos poemas escogidos…), teatro (El maravilloso traje de color vainilla…) o ensayo (Zen en el arte de escribir…)

Falleció un 5 de junio de 2012 en Los Ángeles, a los noventa y un años. Fueron numerosos los reconocimientos en vida para una personalidad creativa excepcional. Se dice que un verdadero genio no es el que hace las cosas mejor que otros, sino quien hace cosas realmente nuevas o bien trata de manera novedosa y original lo que es difícil que aparezca como nuevo bajo el viejo sol… Ray Bradbury sin duda fue un genio. Hombre prolífico y poliédrico, cabal y lúcido, se consideraba a sí mismo “un narrador de cuentos con propósitos morales”; y realmente es así. Nos cautiva y nos transmite, de modo convincente por su sencillez, el desconcierto y la angustia de una persona transida por la incertidumbre ante el futuro de la Humanidad.

Junto a Crónicas marcianas, otra de sus mejores obras y que lo consolidó como autor referente del género literario de ciencia-ficción fue Fahrenheit 451, novela distópica cuyo título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel de un libro en la escala de temperatura de Fahrenheit. Obra no muy larga, de unas ciento sesenta páginas, salió por primera vez a la luz el 19 de octubre de 1953, publicada por Ballantine Books, editorial fundada por el matrimonio Ballantine un año antes.

Considero, al igual que muchos lectores de Bradbury, que Fahrenheit 451 es quizá la obra más sobresaliente del autor. El planteamiento sigue siendo muy original todavía hoy, por tratarse el protagonista del miembro de un peculiar cuerpo de “bomberos” dedicado a destruir mediante el fuego los libros, y que en una especie de “retorno a la inocencia” siente curiosidad por el contenido de los volúmenes que destruye, tomando conciencia de su situación en el mundo. Por otro lado, ofrece una sociedad que, teniendo vetados por las leyes los derechos a la lectura y a la escritura, se halla dirigida por unos medios de comunicación al servicio del estado, que busca el mero entretenimiento de los ciudadanos sin dejar lugar para el ejercicio de la creatividad, el sentido crítico o la expresión de los sentimientos. Inmersos en una falsa libertad, seguridad y tranquilidad los miembros de la comunidad se entregan a un individualismo atroz e indiferente… Grandes pantallas son realmente el centro de cada casa, con comunicadores que juegan con el espectador a personalizar los mensajes en una falsa, fingida interacción. La delación y la desconfianza son alentadas por un Estado represor y omnipresente. El resultado es un sentimiento de soledad y frustración que con frecuencia conduce a la alienación total y al suicidio de los ciudadanos.

La obra fue traducida a varios idiomas. En castellano, la primera edición fue la de Ediciones Minotauro (Buenos Aires), con traducción de Francisco Abelenda -pseudónimo de Francisco Porrúa-. Merece la pena recordar que fue Minotauro una editorial especializada en ciencia ficción y literatura fantástica fundada por el propio Porrúa en 1955, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en un sello del Grupo Planeta. Junto a Ray Bradbury, dio a conocer en el ámbito hispanohablante a otros muy interesantes autores del género como Ursula K. Le Guin o Theodore Sturgeon. Más reciente es la edición revisada de la novela de 2016, en Debosillo (Barcelona), traducida por  Alfredo Crespo López.

Entre las adaptaciones de la obra se incluyen un filme de 1966 dirigido por François Truffaut y una dramatización de 1982 emitida por BBC Radio. Bradbury publicó una versión teatral en 1979 y ayudó a desarrollar un videojuego de ficción interactiva de 1984 titulado Fahrenheit 451. El canal HBO estrenó una película homónima en 2018 basada en la novela y sus personajes.

Especial mención haremos a la versión cinematográfica dirigida por François Truffauty estrenada en Reino Unido el 16 de septiembre de 1966. La cinta -único filme del realizador francés rodada en inglés- estaba protagonizada por Oskar Werner -que entablaría interminables discusiones con el director durante el rodaje-, en el papel de Guy Montag; Julie Christie, quien poco antes había rodado en nuestro país la exitosa película Doctor Zhivago, como Clarisse McClellan; y el veterano actor sudafricano Cyril Cusack, encarnando al capitán Beatty-.

La cinta, con un metraje de 112 minutos y  en blanco y negro, carece de títulos de crédito escritos, ya que en la sociedad imaginada que aparece en ella la escritura está prohibida; una voz masculina en off se limita a recitar aquellos al comienzo de la película.    No os perdáis la novela ni la película. Quizá no dejaréis de pensar en el argumento cada vez que abráis -o cerréis- un libro.

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