“¡HALLELUJAH!”, DE MANUEL DE LA FUENTE VIDAL. LOS SALMOS DE LA REVUELTA CRISTIANA.

Por: José María Herranz Contreras


Debo confesar que esta es la primera obra de Manuel de la Fuente Vidal a la que me enfrento (estamos ante un poeta de raza, con una larga obra escrita, entre cuyos poemarios destaca “Las naciones del llanto”, editada por Huerga y Fierro), y diré que me ha impresionado y conmovido. Parece cierto lo que de él dijo en una ocasión Luis Alberto de Cuenca, que De la Fuente Vidal era el único poeta beat y whitmaniano de España. Aunque hay otros ejemplos, tengo que decir que en honor a la verdad este juicio se aproxima bastante a la realidad.

Madrileño y castizo de pro, nacido en el Madrid de los Austrias, su poesía bebe del siglo de oro, del gran poeta de los estados americanos Walt Whitman –glosador de la pansexualidad y precursor de lo LGTB, la libertad y la fraternidad de todos los pueblos-, de los grandes cantautores de los 60, del rock & roll y por supuesto de la literatura beatnik –precursora del prodigioso movimiento contracultural hippie. De él como persona puedo decir que es cálido y encantador; lo conocí a partir de las primeras sesiones de “Poesía sin mordazas” organizadas por el editor Antonio Benicio Huerga, y desde entonces compartimos hermandad amistosa y poética.

“¡Hallelujah!” se configura como un libro de poemas en prosa que bien podría compararse en espíritu con el Libro de los Salmos bíblico, por momentos con Los Evangelios y el Génesis, y salvando las distancias con algunos fragmentos del Apocalipsis de San Juan. Todo ello trufado con un hondo recorrido visionario por los hechos tristes y luctuosos de nuestra historia más reciente –y un acertado señalamiento de nuestra decadencia como civilización planetaria-, que a pesar de todo nos incardinan en el Amor con mayúsculas, y nos hacen aferrarnos a él como ancla y sentido de nuestra triste y dolorosa existencia. No faltan tampoco los guiños y cameos –si me permiten el símil cinematográfico- con importantes pasajes de nuestros orígenes mediterráneos –como la cultura griega- y también latinoamericanos.

Dijo el propio autor en la presentación de su libro en Madrid que “Aleluya” es la palabra más repetida de la Biblia, y que por tal motivo escogió dicho título. A grandes rasgos podemos afirmar que nos encontramos ante un libro de poesía que es una auténtica llamada a la revuelta cristiana –en el sentido más puro y religioso del término- a través del Amor con mayúsculas, y también de la Revolución, ya que la Justicia y la Verdad nunca han sido establecidas en este mundo doliente para los pobres, los oprimidos y los desheredados.

El libro se estructura en dos grandes bloques, titulados respectivamente “Amor” y “Odio”, ya que son los dos sentimientos opuestos y complementarios que dirigen la vida humana. Las citas –algo muy importante para los poetas- son de la propia Biblia, de Charles Baudelaire, de Goebels y de Iosef Stalin (dos terribles dictadores nazi y comunista), entre otros. El libro está dedicado a su abuelo Félix Vidal, asesinado por los franquistas en el golpe de estado contra la República que desencadenó la guerra civil española.

Que Manuel de la Fuente Vidal es un poeta con reaños me consta, bravo por él. Defender abiertamente sus orígenes culturales cristianos hoy en día, a pesar de ser tildado de fascista por algunos ignorantes en las redes sociales, le honra. Vivimos en un mundo horriblemente totalitario –bajo formas democráticas en occidente-, y con una ultraderecha ascendente en todo el orbe violenta y cerril, muchos de cuyos miembros creen vivir la religión de una forma pura y auténtica –cristianismo, judaísmo, islam- cuando lo único que viven es una espiral fanática de odio contra todo lo que ellos consideran impuro, diferente o perverso; sorprende, repito, encontrar a un poeta que hace bandera del cristianismo en la acepción más pura del término. Tengo que decir que coincido con él completamente, ya que yo mismo, por mis orígenes, me considero también cristiano en dicho aspecto, sin por ello ser limitativo, ya que también considero que la esencia mística del judaísmo, el islam, el hinduismo y el budismo comparten igual espíritu. Otra cosa diferente son las religiones organizadas, que como cualquier persona medianamente culta e informada habrá constatado que en general han sido y son un horror a lo largo de la historia humana, y que flaco favor hacen por la felicidad de las personas, promoviendo más bien el odio, en general. Pero este es otro tema, concluyo aquí la digresión.

Vuelvo al asunto. La primera parte, “Amor”, se centra en un sentido y hondo recorrido visionario a través de diferentes personajes, en los cuales abunda la identificación con el propio Jesús, y con su amante tierna, la esposa fiel, María de Magdala, que se muestra metamorfoseada en otras mujeres y otras amantes –todas son la misma- que hacen de su unión mística y carnal el emblema y la bandera por la que merece la pena vivir en un mundo lleno de caos, horror, violencia, guerra y atentados. Desfilan hechos luctuosos a lo largo de los poemas: el 11-S, la guerra de Irak, los atentados terroristas más recientes, también el levantamiento fascista contra la República Española, la segunda guerra mundial, y hechos catastróficos naturales que arrasan los pueblos… Todo ello con una honda compasión hacia los pobres y los desheredados, los mansos de corazón, el pueblo llano en suma. El Amor es la tabla de salvación que permite al poeta seguir vivo arrostrando las dificultades de la locura del mundo, y nos muestra que es el único camino posible.

Como muestra, un botón, algunos versos muy significativos:

“Yo me alimentaba entonces del canto de los pájaros, de sílabas y brisas, y sobre la tierra, con mis manos, escribía una nueva canción de arcángeles y promesas, de utopías y banderas desplegadas, donde las niñas bordaron sobre el morado la palabra libertad.”

“Pero he de seguir, amada mía, he de seguir hasta la Tierra de Promisión que siempre serán tus ojos, el río de gladiolos donde me refrescaré y donde renacerá el galope de mi grupa.”

La segunda parte, “Odio”, se centra en ese sentimiento opuesto, tan humano. Luz y oscuridad forman parte de todos nosotros, y desafortunadamente conjugarlos adecuadamente en cada momento, según las necesidades o la conveniencia, es tarea harto complicada. Una serie de bellos poemas revolucionarios y guerrilleros desfilan por las páginas, donde de nuevo y expresamente es la revuelta cristiana la bandera que empuñan los personajes para alcanzar la liberación, la justicia y la libertad, aplastando la tiranía que bajo mil formas se manifiesta. En “La virgen de las barricadas” por ejemplo, la imagen de la Libertad de Delacroix, mujer bella y valiente, encabeza la revuelta del pueblo español contra los fascistas en la guerra civil. También hay sitio y lugar en otro poema para denunciar la matanza civil perpetrada por las autoridades mexicanas en octubre del 68. El Apocalipsis de San Juan está también muy presente en esta sección del libro, en numerosos fragmentos:

“Viene con su dedo exterminador y su sed de justicia y de venganza, viene con sus uñas tan afiladas como los abismos de la noche, con la garganta ávida de sangre y las alas planeando sobre la desesperanzada tierra de los hombres.”

“Sueño con que el final del mundo está cerca y con que llegará el triunfo de

los afligidos y los justos, sueño con que los desposeídos y los desheredados por fin harán sus cuentas, mientras se vienen abajo las hamburgueserías y los centros comerciales, las sucursales bancarias y las refinerías de petróleo, las bolsas y las fábricas de armamento.”

“He visto catedrales e Iglesias derruidas, he visto a las aficiones de los estadios derruidas por las epidemias, he visto a los rosales pidiendo clemencia y a las golondrinas desconsoladas por el viento del exilio, he visto a los muertos volver de entre los muertos y a los vivos renegar de los vivos, y a la plebe fratricida en las plazas renegando ante Dios por un pedazo de pan y un plato de lentejas, he visto a los escasos cerebros de mi generación sumergidos en miasmas y alcohol, he visto a los gorriones pidiendo clemencia en la plaza pública.”

Y de nuevo el Amor que nos redime también aparece con frecuencia en esta segunda parte:

“Sólo creo en ti, en las banderas victoriosas de tu pelo, en las esquinas ensimismadas de tus muslos, en la melodía interminable de tus labios.”

En fin, claro está que no aprendemos nunca –ni aprenderemos, desafortunadamente. La liberación individual quizá sea posible, pero la colectiva parece que siempre nos resulta muy complicada, como especie. Por cierto, aunque este libro fue escrito antes de la pandemia del COVID19 ya menciona en los versos de arriba a “las aficiones de los estadios derruidas por las epidemias”. Un simple virus derrumba las economías, parece que los dueños de la economía del mundo no entienden algo tan sencillo, que no puede funcionar todo tal y como estaba funcionando, tan insensatamente, y que nunca, nunca funcionará de nuevo igual que antes.

El libro concluye con un poema de igual título al del libro, en el que hace un guiño al famoso poema y canción “Aleluya” de Leonard Cohen, que es un auténtico himno a la esperanza.

Larga vida a este fantástico libro, “¡Hallelujah!”, de Manuel de la Fuente Vidal. Por favor, no dejen de leerlo, cómprenlo. Les conmoverá el corazón, como a mí me conmovió, e incitará su reflexión.


¡HALLELUJAH!, de Manuel de la Fuente Vidal.

Los libros del Mississippi. Colección Poesía, nº 14.

Madrid, 2020.

ISBN: 978-84-120741-7-8

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