V DE VICTORIA

Palabras con Historia

Por: Marcos López Herrador


En esta ocasión, más que de una palabra, voy a hablar de una letra. Me refiero concretamente a la letra V.

Entiendo que se dude sobre si se puede decir mucho de una letra, y en concreto el lector se pregunte qué puede decirse de la letra V. que tenga algún interés. Pues nada, intentémoslo al menos.

En realidad, más que tratar de la letra V, voy a referirme al gesto tan conocido y tan utilizado que se realiza con la mano levantando los dedos índice y medio separados, mientras que los demás dedos permanecen cerrados, y que tiene un montón de significados dependiendo del lugar, el momento o el contexto cultural.

Es V de victoria, o el signo de la paz, si se realiza con la palma de la mano hacia afuera, porque si el gesto se lleva a cabo con la palma de la mano hacia dentro, en la cultura anglosajona no deja de ser un gesto ofensivo que no está exento de cierta carga de obscenidad.

Existe otro significado que por evidente casi no merece la pena mencionarlo. Me estoy refiriendo a la representación del número dos.

En realidad, el significado más extendido y conocido por todos es el de V de victoria.

Parece que aquí la explicación no puede ser más corta: Es el signo V de victoria, porque victoria se escribe comenzando por la letra V. Si algo puede resultar evidente, parece que nada lo será más que esta explicación.

Pues, amigos, resulta que no, que la explicación sobre donde podemos encontrar el origen de este gesto no tiene que ver con que la palabra victoria se escriba y comience por V.

Así que, con mucho gusto les cuento cual es el verdadero origen del signo:

Corría el año 1415, cuando se produjo la Batalla de Agincourt, en la que se enfrentaron ingleses y franceses, durante el transcurso de lo que conocemos como la Guerra de los Cien Años. La guerra que había comenzado en 1337 duraba ya setenta y ocho años, y no terminaría hasta 1453, es decir, treinta y ocho años después.

Agincourt fue un hito clave de ese larguísimo conflicto, que dio inicio a una nueva fase del mismo, en la que los ingleses se apoderaron de media Francia.

El enfrentamiento se produjo, como ya hemos dicho, entre el ejército inglés, comandado por su rey Enrique V de Inglaterra, y el ejército francés, al mando del Condestable Carlos d’Albret, experto y decidido guerrero, que se vio obligado a comandar el ejército, al fallar todos los candidatos en la línea sucesoria a rey de Francia.

Los ingleses comenzaron la batalla en clara inferioridad numérica, toda vez que los franceses los sextuplicaban en número.

Estaban en considerable inferioridad numérica, efectivamente, pero entre sus filas formaban los temibles arqueros de arco largo, que tan graves daños eran capaces de provocar en el enemigo, y de quienes, por cierto, viene la tradición de que los soldados lleven el pelo muy corto, precisamente para que no se les enredara con el arma al utilizarla.

Los franceses tenían verdadera inquina a estos arqueros a los que se la tenían jurada.

Ocurrió que, antes de la batalla, los franceses amenazaron con que les cortarían a todos los arqueros ingleses los dos dedos que utilizaban para disparar, es decir, el dedo índice y el medio, con los que sostenían la parte trasera de la flecha, a la vez que tensaban la cuerda del arco, cuando fuesen derrotados. Pero, para sorpresa de todos, los ingleses salieron victoriosos y mostraron sus dedos intactos, en señal de que los seguían teniendo porque no habían sido derrotados. Y desde entonces paso a ser el signo de la victoria. ¿Quién no recuerda a Winston Churchill realizando ese gesto en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial?

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