CLARICE LISPECTOR: “CUANDO NO ESCRIBO ESTOY MUERTA”

Por Evaristo Cadenas Redondo


“E um nome latino, ne, eu preguntei para o meu pai desde quando havía Lispector na Ucrania. Ele disse há generaçaes anteriores. Eu suponho que o nome for rolando, rolado, perdendo algumas sílabas e se transformando nessa coisa que parece “LIS NO PEITO”, em latim: flor de lis ”. (Clarice Lispector. Um enigma)

Cuando el entrevistador le pregunta a Clarice qué significa su apellido: Lispector. Ella responde, en portugués de Brasil, lo copiado más arriba, que no traduzco porque se entiende.

Hace mucho que estoy apuntado a una página de Puerto Rico que todos los sábados envía un correo con un cuento. De vez en cuando llegaba uno de Clarice Lispector y yo me decía a mi mismo que algún día tenía que profundizar en tan excelente escritora. Este pasado año 2020, de tan infausto y dramático recuerdo, fue el año Lispector porque se cumplían los 100 años del nacimiento de la escritora.

El programa de radio “La llama” de Jorge Barriuso, Radio Clásica, dedicó su hora a la escritora. En el Babelia del 12 de diciembre, Cristina Sánchez – Andrade, escritora y traductora de “Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector” de Benjamin Moser, publicada por Siruela (492 páginas) dedica un entusiasta artículo a nuestra mejor escritora de hoy. En  El Cultural de El Mundo, (04-12-20) la también escritora Brasileña Nélida Piñón le dedica un precioso artículo con el título de “La inmortal Clarice”. Nuria Azancot en la página siguiente escribe un conciso y completo “Diccionario Lispector”. Hay más: ABC Cultural también y creo que todos los otros, periódicos y revistas literarias de aquí y del mundo, hicieron su particular homenaje a tan nombrada escritora.

CLARICE LISPECTOR nació el 10 de diciembre de 1920 en Chechelnik (Ucrania) Cuando solo tenía dos meses llegó a Brasil junto a sus padres, judíos errantes, y sus dos hermanas. El padre, superviviente inmigrante, se dedicaba a comprar y vender ropa usada y a fabricar jabón. Cuando tenía diez años la madre murió. Sus orígenes tan humildes y carentes de dinero marcó a Clarice para toda su vida. A muy temprana edad se aficionó a leer y como consecuencia inmediata a escribir cuentos que ofrecía al Diario de Pernambuco que no quería publicarle porque sus textos ofrecían sensaciones, no situaciones como hacían los otros niños.

Con catorce años se trasladó a Río de Janeiro, junto a su padre y una hermana, y empezó a leer a los escritores nacionales más importantes como Machado de Asís, Rachel de Queiroz, Eça de Queiroz, al ruso Fédor Dostoievski, y especialmente Herman Hesse y su Lobo estepario. Ingresó en la facultad de Derecho de la Universidad de Brasil y empezó a escribir pequeñas colaboraciones para periódicos y revistas. Con diecisiete años terminó de escribir su primera novela, “Cerca del corazón salvaje” que le publicaron cuatro años después y que recibió el premio Graça Aranha a la mejor novela publicada en 1943. Contaba Clarice que cuando ofreció esta novela, el editor no creía que hubiera sido escrita por ella. Pensaba que la había copiado y al ver su insistencia y casi juramento de que era obra suya, le respondió: No te preocupes, te creo. Ya tienes editor.

En la Universidad conoció al que fue su marido, el diplomático Maury Gurgel Valente a quien acompañaba en sus viajes y diferentes destinos como Nápoles en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial. Durante varios años Clarice estuvo en Inglaterra, París, Berna y Washinton. Mantuvo intensa correspondencia con algunos escritores y sus hermanas. En 1946 publicó “La lámpara” su segunda novela que había sido escrita entre Río y Nápoles. Esta novela “La lámpara” sorprende por su original madurez y forma literariamente novedosa de gran calidad que recuerda a los mejores como Sartre en “La Nausea” o a Albert Camús en “El extranjero”. La acabo de leer y todavía me duele. 

En 1954 le traducen su primera novela al francés con portada de Henri Matisse. Mientras tanto tiene a sus hijos Pedro y Pablo, se separó de su marido y regresa a Río de Janeiro en 1959 en donde retoma su actividad como periodista. Aquí hay que mencionar a Virginia Wolf en relación con la necesidad de un cuarto propio y de los ingresos suficientes como para poder escribir sin presiones externas ni molestias para la creación. Algunos críticos comparan a Clarice Lispector con la mencionada Virginia Wolf (y hasta con James Joyce). No soy quien para llevarles la contraria, pero creo que la obra y personalidad de Clarice es única e incomparable, como también fue única e incomparable la londinense. Cada a una su manera. A lo que me refiero es que la necesidad que tenía Clarice de dinero hizo que no dejara de trabajar colaborando y escribiendo como una trabajadora incesante para poder ser independiente. Su objetivo era no dejar de crear porque llegó un momento en el que escribir era el único sentido que tenía su vida, junto al cuidado de sus hijos, naturalmente. Por eso decía que cuando no escribía se sentía muerta. “Soy una mujer hueca, si no escribo”, añadía en una entrevista que concedió poco antes de morir y que se puede ver en internet.

Decía Aruki Murakami que escribir un cuento es como plantar un árbol, escribir una novela se parece a plantar un bosque. Clarice era una especialista en cuentos sublimes. Publicó su primer libro de cuentos “Lazos de familia” con cierto éxito y donde aparecen algunos relatos que ayudaron a darle fama como los titulados “Amor”, “Una gallina”, “La mujer más pequeña del mundo” y otros imprescindibles. Más tarde vendrían “La legión extranjera” y otros muchos. Todos con el sello inconfundible de Clarice. Ni que decir tiene que leer a esta autora es adictivo y emocionalmente de una fuerza pocas veces sentida. Puedo asegurar que cuando me emociona un autor o autora, como es el caso, no puedo reprimirme y lo digo, lo grito, lo manifiesto, y eso. Admiro profundamente a Clarice.

El año 1960 publicó la novela “La manzana en la oscuridad”, convertida en obra de teatro. En 1963 publicó la que se considera su obra maestra: “La pasión según G. H”, escrita en solo unos meses.

Resulta que Clarice fumaba y en el año 1966 se quedó dormida en el sofá y su cigarrillo encendido destruyó parte de su apartamento y tuvo que permanecer varios meses en el hospital donde le salvaron la vida y reconstruyeron su mano derecha que quedó casi paralizada. Desde ese momento, ya recuperada, su amiga y secretaria, Olga Borelli, pasaba a limpio los textos a máquina. Las marcas producidas por este accidente, junto a la enfermedad de su hijo Pedro, esquizofrenia, le causaron frecuentes depresiones.

Dominaba el portugués, inglés, francés, y español muy bien. El hebreo, yiddish con cierta fluidez y tenía nociones de ruso. Tradujo, por ejemplo, de español el cuento “Historia de los dos que soñaron” de Jorge Luis Borges para el Jornal de Brasil.

Escribió libros infantiles, poesía, novelas, relatos, teatro, crónicas, entrevistas, cartas, ensayos, pintó algunos óleos, e hizo traducciones de obras extranjeras que le dieron mucha fama y prestigio. Era requerida con frecuencia para dar conferencias en muchas Universidades y Foros Culturales de Brasil y otros países latino americanos. Fue traducida a casi todos los idiomas del mundo. En España tuvo como editora a Carmen Balcells y fue editada en Siruela, que publicó casi toda su obra en tapa dura y esmerada presentación. Actualmente Siruela está publicando sus obras en formato económico. La revista literaria El Paseante de la editorial Siruela publicó algunos cuentos de Clarice.      

Unos meses después de haber publicado su última novela, La hora de la estrella, en octubre, le descubrieron un cáncer de ovarios del que falleció el 9 de diciembre de 1977, un día antes de su cumpleaños. En el hospital, a la hora de su muerte, le estaban cogiendo las manos sus amigas íntimas Nélida Piñón y Olga Borelli.

Para cuando Clarice Lispector murió, había publicado 26 libros, habían adaptado obras de teatro, realizado películas, (La hora de la estrella) y conseguido ser considerada uno de los clásicos de la Literatura Universal del siglo XX.

Clarice Lispector llamaba la atención: rubia, ojos verdes, elegante, sofisticada, con mucho carisma, subyugante personalidad, sensible, valiente, y nombre y apellido exóticos, misteriosa, extraña, y mágica.

De forma póstuma se rescataron otros cuatro o cinco libros más. Se han publicado varias biografías, cientos de tesis doctorales y miles de conferencias sobre Clarice. Desde hace muchos años se dictan en Universidades y Foros Culturales de Brasil y en todo el mundo, seminarios y talleres sobre ella. Es escritora de culto. Definitivamente.

EL DOLOR – PLACER DE LEER A CLARICE

La primera impresión que se recibe cuando se lee a Clarice es de sorpresa ¿Cómo pudo escribir de forma tan distinta? Sus personajes sufren angustiosamente y su deseo más recurrente es el de morir ¿Por qué no me muero ahora mismo? dice Virginia la protagonista de “La lámpara”. Nadie me entiende. Para vivir así, mejor morirme, añade. No sé si esto les suena. La identificación con los sentimientos y situaciones vitales de sus protagonistas suele ser total. Sus seguidores demuestran lo que la admiran. Amo a Clarice, dicen.

Leerla es difícil. Escribe de tal forma que, mientras lees, sientes placer, como si comieras una magdalena, pero enseguida te das cuenta de que no has entendido nada y hay que volver a leer el párrafo entero y masticar bien cada palabra, cada frase afilada como navaja, cada aforismo, cada poema escondido. Es cuando te das cuenta de la belleza y el valor que alcanza su excelente escritura. El sufrimiento de sus personajes duele.

Los que conocieron a Clarice, dicen que sus escritos son un reflejo real de como era. Ejemplo: Una vez estaba con un grupo de amigos. Ella un poco apartada de la conversación. Los otros hablaban de futbol, de esto y de lo otro. Le dijeron: Clarice ¿Qué te parece lo que estamos hablando? Pensó un segundo, y respondió: “No entiendo por qué no hablamos de la muerte que es lo que nos tiene que preocupar a todos”.

Debería extenderme un poco más, pero creo que con lo dicho es bastante.

“Ángela: Te amo tanto como si siempre estuviese diciéndote adiós. Cuando estoy demasiado sola, uso cascabeles en los tobillos y en las muñecas. Entonces casi todos mis pensamientos salen fuera y vuelven a mí como respuestas. Yo tengo que ser mi amiga; si no, no aguanto la soledad”. (“Un soplo de vida”. Clarice Lispector)

Cuídense. Puede que algún día lluevan lágrimas dulces.

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