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LA VISIÓN DE BUCAREST DE MIRCEA CĂRTĂRESCU

Literatura de viajes y espacio urbano

Por: Almudena Mestre


Este año 2018 la Feria del Libro en Madrid en su 77ª edición (inteligente, digital y sostenible) contará con la presencia de Rumanía como país invitado y los visitantes tendremos la oportunidad de conocer en persona a Mircea Cărtărescu, uno de los autores más poderosos escritores europeos actuales.

Una escritura autorreferencial aparece en las obras literarias de Mircea Cărtărescu para trasgredir los límites de la ficción y sobrepasar la existencia real por medio de la literatura fantástica. En él existen registros realistas y fantásticos (inscritos en lo cotidiano descrito de forma realista) tal y como aparecen en su última novela Solenoide (Impedimenta, 2017) en la que se le ha comparado con Pynchon, Kafka y Kundera. En forma de diario el autor traumatizado por su infancia y adolescencia nos sitúa ante una Bucarest melancólico, una ciudad gris y fría azotada por la tristeza y la apatía. Nos acerca a una realidad devastadora mediante túneles o las naves a modo de espacios de tránsito entre lo real y lo fantástico. Un mundo onírico y de ensoñaciones incorpora la realidad a lo maravilloso de forma natural con estilo de humor e ironía que no deja impasible a los lectores. Un estilo realista que penetra en preocupaciones éticas y estéticas. Bucarest se presenta como la ciudad más triste del mundo y el escenario «un lugar fascinante dentro de una poética de las ruinas» como nos recuerda Ioana Gruía en la Revista Turia.

Uno de grandes escritores rumano de la actualidad sobresale con su excelente Solenoide en el que viaja a lo largo de Homero, Kant o Heidegger y se introduce en la vida social y educativa de uno de los barrios de Bucarest. Una casa antigua con forma de barco, construida por el inventor de un solenoide, que alberga una extraña maquinaria, una profesora del instituto con la que entabla amistad, una secta mística la llamada de los piquetistas que visitan los cementerios de la ciudad y por la Morgue. Entre alucinaciones y realidad, Mircea Cărtărescu profundiza en el misterio a través de un viaje que gravita por la ciudad de Bucarest entre las pistas, los temas y las obsesiones por las que discurre el pensamiento de intelectual, candidato perfecto a obtener el Premio Nobel de Literatura.

Marian Ochoa de Eribe, una de las mejores traductoras del rumano al castellano (doctora en Literatura Comparada por la Universidad de Deusto y lectora de lengua en español en la Universidad Ovidius de Constanta en Rumanía – 1993 y 1997) consigue hacer filigranas con la traducción de sus textos en medio de una ciudad de cenizas y ruinas a través de la mirada de su pasado de una forma magistral. Los sueños aparecen en forma de miedos y deseos sumergidos en un mundo de dolor ante la muerte, bañados de injusticia social y fracaso; un autor deseoso de consuelo aunque ateo por naturaleza narra episodios de maltrato bañado por el odio. Un pensamiento de búsqueda e indagación de la verdad lleva al autor a evadirse y fugarse de la realidad para rozar la locura existencial que. Alcanza el conocimiento por medio de esa evasión y deseo. Mediante el anhelo y la fantasía que le produce esa ciudad vaga y cabalga por el mundo onírico, el de las ensoñaciones y los sueños.

Un mundo de fantasía recorrido por las calles desérticas de una Bucarest fría y lúgubre narrado con un realismo macabro y patético del régimen de Ceaucescu donde verter las fantasías más profundas del yo profundo. Sin diferenciar lo real de lo onírico la vida de los sueños es muy importante para Mircea Cărtărescu, ya que sus sueños son más reales que muchos días vividos y muchos días reales son más fantásticos que los sueños – tal y como comenta el autor.

El concepto de ruinas en Mircea Cărtărescu aparece como una metáfora de todas las cosas de este mundo, un lugar crepuscular, una ciudad desierta disfrazada de dolor y angustia por la realizar un viaje de ciencia ficción transitado por las imágenes, los símbolos y los mitos a base de laberintos matemáticos booleanos.

Mircea Cărtărescu que ha vivido en Austria, en Alemania y en Estados Unidos, es profundamente rumano, un periodista político y comprometido que vive una especie de “exilio interior” dedicado a su literatura fantástica. En su libro Las bellas extranjeras Mircea Cărtărescu se ocupa de sus viajes a Francia, Italia o al interior de Rumanía. En su obra El ojo castaño de nuestro amor de veinte textos breves, cuentos y relatos penetra en la relación de amor-odio hacia Bucarest cargado de nostalgia y aflicción.

¿Qué es la realidad? ¿Bucarest? ¿Cómo impides que esa realidad no descarrile? Porque la realidad no se mueve, pero uno sí, aunque sea con el pensamiento, y lo que piensa se cimienta sobre un entorno patético [1].

Cartarescu pone su mirada sobre la ciudad a través del amor y el odio en cada uno de sus libros reconstruyendo la realidad percibida. Sus obsesiones le llevan a describirla plasmando las imágenes que guarda en su cerebro. Pero, todo este proceso lo lleva a cabo mediante los sueños que tiene y le aprisionan su mente sin distinguir la fantasía de la realidad. A pesar de considerarse un escritor realista, Cartarescu destaca por la forma alucinante de su escritura reflejando en la visión de Bucarest, sus “experiencias alucinógenas”, una visión de la realidad solapada entre la ficción y el sueño.


[1]Martínez Llorca, Ricardo. “Solenoide”. Revista de Letras, 10/11/2017. Disponible en: http://revistadeletras.net/mircea-cartarescu-solenoide/

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UN ITINERARIO POR EL DANUBIO

Literatura de viajes y espacio urbano

Por: Almudena Mestre


“Entre el Danubio y el mar. Itinerario de un escritor” fue el título de la conferencia que pronunció Claudio Magris en un acto de la Fundación César Manrique con el que dio comienzo a las actividades culturales y medioambientales de 2010. Trieste 1939-, es una de las figuras mayores de la literatura italiana y europea contemporánea. Es traductor y Catedrático de Literatura Germánica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Trieste. Su obra narrativa y ensayística supone una defensa de la cultura europea encarnando una ferviente tradición humanista y representa la imagen de la cultura europea en pleno siglo XXI.

Conferencia de Claudio Magris. Entre el Danubio y el mar. Itinerario de un escritor

El rostro de su escritura da testimonio se asemeja a un sueño, a un ideal en el que Magris escribe, vive y transcribe un pasado y un presente. El Danubio, es uno de los libros más hermosos del autor, una vasta cartografía entre lo conocido y desconocido atravesando los ejes principales de su narrativa donde la frontera es símbolo de puente, la identidad de diálogo y la utopía y el desencanto se mezclan con la ironía. Del mismo modo se perciben estos temas centrales y ahonda en otros en el papel del intelectual, el libre albedrío y la condición humana e histórica en su libro Utopía y desencanto (2001) en el que se enfrenta a la gran de crisis de valores y de proyectos que estructuran el mundo.

Su mundo narrativo condensa la confusión y transita por la incertidumbre, la inestabilidad, el desequilibrio entre la realidad y el deseo abriéndose pasadizos, fisuras, aberturas y caminos por los que salir al nuevo día. Su experiencia literaria contribuye al nacimiento de la luz, entre fugas y exilios, emigraciones y retornos. Un argonauta y viajero incansable como es Claudio Magris se sitúa entre la cultura y la naturaleza, entre el macrocosmos y el microcosmos, entre la historia y la utopía.

Claudio Magris escribe contra el olvido y a favor de una vida más plena. En toda su obra intenta descubrir la identidad de los pueblos en una diversidad de acciones y lugares en los que es necesario vivir la vida y retratarse en el Otro, reflejarse en él. El imperio desaparecido le da nostalgia y le produce “vacío” pero eso a su vez, le permite crear una literatura extraordinaria. “No hay nostalgia sin crítica”. A partir de su escritura, Magris descubre la obra creativa como un todo y así lo muestra en El Danubio, un relato de un viaje «externo e interno» por el paisaje cultural de un río que atraviesa Europa a lo largo de casi tres mil kilómetros. Es sólo un pretexto para acercarse al sueño del viejo proyecto de Mitteleuropa (Europa central) y recuperar la memoria profunda del continente. Claudio Magris responde al tipo humano y psicológico del profesor europeo enclavado en una disciplina clásica con cierta calidez humana y literaria.

Dentro de la literatura de viajes, Claudio Magris indaga y penetra en la cultura europea atravesando las fronteras nacionales, humanas y psicológicas al mismo tiempo que resalta las diferencias de los pueblos y rescata la unidad para salvar y superar las fronteras, sin obstaculizar su identidad. En su libro se dibuja y se transmite la emoción del movimiento, acercándonos a proseguir sus pasos a lo largo del río Danubio, un viaje que realizó a mediados de los años 80 y que cubrió prácticamente toda su extensión, desde las proximidades de su nacimiento –en la Selva Negra alemana- hasta su desembocadura en el Mar Negro –en el litoral ucraniano, por entonces integrado en la URSS. Por este recorrido indagó los vestigios y persistencias de Mitteleuropa cuyo origen y desarrollo tuvieron lugar dentro del mundo germano y judaico principalmente.

Dentro de su paisaje natural, El río Danubio configura el espacio urbano y aporta su carácter fluyente a la ciudad que se transforma en orilla como podemos apreciar en el pasaje sobre Passau (pp.108-109). Es exactamente en este lugar donde coexiste con la ciudad, la confluencia de tres ríos, El Danubio, el Inn y el Ilz. El Danubio es símbolo dicotómico de lo sólido-lo líquido, lo estable y duradero frente a lo que fluye y a su vez, se metaforiza y se convierte en un símbolo. Es el origen de la vida por un lado, pero por otro, simboliza el paso del tiempo, el trascurso irreversible de la vida y el olvido tal y como se apreciar en el libro Ciudad en obras: metáforas de lo urbano en la literatura y en las artes (coordinadora, Eugenia Popeanga). Realmente el concepto de Mitteleuropa (Europa central) es el símbolo de recuperación de la memoria profunda del continente; el mar, el abandono a lo nuevo y lo desconocido y un símbolo de apertura.

Ese caudal de impresiones y sensaciones originadas en Magris al transitar por vericuetos y lugares forma parte de su travesía por las aguas del Danubio, legendarias, culturales e históricas de su propio universo. El autor se sirve de numerosos registros cambiantes según los tramos narrativos, bien a modo de simples anécdotas o de episodios característicos que marcaron a cada pueblo. El río Danubio resurge de la nada no como un mero accidente geográfico sino como el símbolo de una aspiración pluralista de convivencia entre los pueblos. Mitteleuropa, es una realidad danubiana incipiente en la última etapa del Imperio de los Habsburgo en la que el autor realiza un recorrido de referencias culturales y sociales como gran humanista que es, enclavado en el conocimiento y la universalidad. El viaje narrado en el libro sigue casi siempre el cauce del río a través de Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, y Bulgaria, rememorando muchas veces los acontecimientos del pasado, esos lugares en los que nacieron, vivieron o por los que pasaron personajes más o menos conocidos de la historia, la cultura y la literatura de la Europa Central que están de alguna manera relacionados con el río Danubio.

Existen numerosas referencias y citas, además de reflexiones personales sobre el concepto de nación y la relación entre el idioma y la ubicación geográfica y política. En el libro el autor defiende la memoria histórica de Europa, sin tener absolutamente ninguna finalidad política, únicamente semejante a la de una arqueología, en la que descubrir los diferentes estratos de un pasado.

El Danubio es una aventura interior documentada minuciosamente por historias y vicisitudes que transcurrieron por las orillas del río y del tiempo. Así aparecen Céline en el castillo de Sigmaringen, Paul Celan en Tulcea, Kafka en el sanatorio de Kinling, Einstein en Ulm, Kepler en el museo de Ratisbona, Lúckacs en Budapest. En palabras de su propio autor, el libro es «una especie de novela sumergida: escribo sobre la civilización danubiana, pero también del ojo que la contempla», y fue redactado «con la sensación de escribir mi propia autobiografía». Un viaje en el tiempo y en el espacio en el que el narrador traspasa las fronteras y encuentra las inquietudes y deseos de diferentes culturas cuyos engranajes se enclavan en los signos de la historia y las huellas de la vida a lo largo de un género diferente, entre la novela y el ensayo, el diario y la autobiografía, la historia cultural y el libro de viajes. Un mosaico trazado y dibujado a lo largo de la civilización de la Europa Central, con su gran variedad de pueblos, sus historias, sus leyendas y sus culturas.

Dentro de los espacios públicos encontrados en la narrativa danubiana de Claudio Magris, destacan diferentes plazas consideradas lugares para la celebración y el teatro. Responden siempre a una voluntad de poder político dando ejemplo o recompensa al pueblo. En la plaza de Ulm, se conmemoraron los funerales del mariscal Rommel; la Plaza de San Esteban era un espacio vacío para hacer reaparecer lo que la historia había arrinconado y se construyó un monumento a la República después de la I Guerra Mundial que se quitó en 1934 por los fascistas para volverlo a poner después de 1945 en el Ring. La Ópera de Viena como símbolo de la ficción inaugurada 11-9-1888. El Museo Alemán de los Relojes es “una selva de instrumentos de muchos tipos y formas” que miden el tiempo con diversos movimientos y ponen en duda los interrogantes que Aristóteles y San Agustín hacían de él. En la estatua que está junto a la fuente de Donaueschingen, el Danubio se presenta como un niño sobre las rodillas de una figura femenina adornando la Galería Albertina de Viena; Las fuentes del Brigach, La iglesia de San Martín Messkirsch y Heidegger…

Los cafés, los bares y las discotecas son lugares de encuentro y compañía, de diversión y de ese modo se reflejan el encanto de los cafés en la vida de la ciudad. El Café Central de Viena es un espacio de encuentro asociado al mundo literario (el poeta Peter Altenberg, Musil y otros contemporáneos. El museo cuando entra a formar parte de la literatura puede significar arte y muerte, robo, crimen, destrucción del arte y en El Danubio podemos encontrar el Museo de Castillo de Linz como espacio multiusos, foco de atracción turística, comercial y de negocio; Josephinum: museo de la antigua academia de los cirujanos vieneses; Mathausen, en el Lager: la plaza donde eran llamados los prisioneros del exterminio.

Aparecen como espacios fronterizos en los que lo público se convierte en privado y en los cuales siempre hay una zona de privacidad el famoso Cementerio de Viena: espacio ambiguo de espacio público y privado en torno a la muerte con cierto espíritu vienés que se burla de la muerte y por otro lado, la Cámara de los trabajadores y de los empleados, Oficina de Eichmann dedicada a las tareas administrativas, documentales o económicas del III Reich. También encontremos las curiosidades de los espacios privados por los que transita el autor, moviéndose entre la casa donde murió Kafka 1924 y la casa de Wittgenstein construida en 1926 por Paul Engelmann y demostrando ser un excelente proyecto arquitectónico con una gran racionalidad geométrica.

En definitiva para Claudio Magris, es un escritor de fronteras marcado por su propio lugar de nacimiento Triste, una ciudad fronteriza entre Alemania y los países eslavos. Para Magris al igual que para el escritor José Luis Sampedro, la frontera es un punto de encuentro entre la vida y la muerte. Por tanto, el concepto de frontera es un acercamiento, un puente que une y no separa, no es una barrera sino la unión como podemos ver en su libro El Danubio, de un pasado y un presente a lo largo de una serie de pueblos de Europa por los que cruza el río Danubio.

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LA MIRADA DEL MIRCEA ELIADE PUESTA EN LA CIUDAD DE BUCAREST SU OBRA “EL BURDEL DE LAS GITANAS”

Literatura de viajes y espacio urbano

Por: Almudena Mestre


El paisaje bucarestino es básico e imprescindible  en la obra Mircea Eliade, sobre todo el de entreguerras. La vida literaria discurre entre los cafés, los bulevares, los jardines, los parques y mansiones, las casonas señoriales en un ambiente sereno y relajado aunque siempre sumergido en una serie de misterios y secretos. Un extraño profesor de música visita un burdel regentado por gitanas que trastornan su existencia.  Tres jóvenes bellas y exuberantes (la cíngara, la griega y la judía) le incitan a averiguar su procedencia a lo largo de una serie de pruebas sumergiéndole en una continua alucinación que alteran su propia percepción de la realidad. Quizás el acierto le hubiera llevado a la felicidad o tal vez el error le hubiera conducido a la confusión.

Bucarest y su paisaje aparece como un espacio mitologizado, un paraíso vertido en lo sagrado y velado por las apariencias. Al lector se le sumerge en el misterio y en el sueño donde los elementos espacio-temporales tienen un valor simbólico.Aparecen numerosas metáforas espaciales llegan a funcionar como instrumento de búsqueda del vivir simultáneo dentro y fuera del mundo, y el espacio urbano se presenta dentro de una geografía mítica. El espacio bucarestino descrito abunda en topónimos reales, los cuales, por reflejo metonímico, amplifican la sensación de autenticidad de lo narrado, produciendo un “efecto de lo real” según Roland Barthes. El espacio no es nada exótico ni pintoresco ni exuberante a lo largo de la coordenada temporal, un fluir de una sola jornada. La obra a través de referencias que se dan en el texto se puede situar cronológicamente entre los años 1834-35 por la alusión a Lawrence de Arabia (p.108).

El burdel de las gitanas

En cuanto a los temas del relato, Eliade nos presenta la salida del tiempo, lo sagrado camuflado en lo profano y el laberinto en el cual se adentra el ser humano. Se han hecho muchas analogías entre los personajes de El burdel de las gitanas y los mitológicos comparando a las tres muchachas con las Magas, seres imaginarios que según las creencias populares rumanas, deciden la suerte de los hombres al nacer o la vieja con Cerbero y el cochero con Caronte en medio de una ciudad agobiada por el calor tórrido del verano de Bucarest.

Los relatos eliadianos se sitúan en un plano contemporáneo y donde todo parece normal y, de pronto, dentro de esa normalidad sucede lo extraordinario a un personaje, sale del tiempo, cambia de plano, pasa de lo profano a lo sacro, sin que nadie lo advierta, incluso a veces ese personaje es incapaz de ver esa irrealidad en la que vive, como el caso de Gavrilescu el de las gitanas que busca toda clase de explicaciones lógicas a su anormal situación de salida del tiempo.

Mircea Eliade, creador impresionante de tipos humanos, sobre todo del encanto, frescura y atracción magnética de la mujer. En su obra se solapan el arte y la realidad, la historia y la ficción y el ambiente de Bucarest cargado de simbolismo profundo en sus casas bucarestinas con jardines verdes. Eliade reivindica el pasado mítico por medio de la verosimilitud de su relato y se introduce en la literatura fantástica pasando de lo real a lo irreal. El folklore y los mitos se convierten en el principal objeto de estudio de Eliade. La concepción de mito en Eliade no es algo imaginario, ideal, fantástico, sino un modo de categorización de lo real expresando una forma de verdad que permanece con la racionalidad moderna.

Bucarest se convierte en una ciudad llena de signos resaltando la experiencia de lo sagrado en medio de la realidad y la trascendencia. Existe una oposición entre lo cotidiano y sobrenatural, una contracción temporal a través de un “eterno presente intemporal” es decir, un eterno retorno, la estructura cíclica temporal es sobre lo que construye la mitología de la ciudad, la estructura cíclica del eterno sagrado.

La ciudad se asemeja a lo fantástico, lo sagrado, lo ilusorio de la realidad visto como un horizonte aperceptivo que sorprende y contradice las expectativas por medio de la intriga que se desarrolla en el relato. Aparecen unidos, lo cotidiano y lo fantástico sumergidos en un mundo real que transita con uno irreal introducido por señales diferentes con cierto sentido simbólico. Se medita sobre el tiempo y la muerte, sobre la realidad que se divide entre lo profano y lo sagrado apareciendo de ese modo, los enigmas encabezados por el cambio de identidad del protagonista.

Entre los espacios naturales de la ciudad aparece los jardines repletos de tilos, ramas frondosas, tupidas, en flor, con el frescor y el aroma hojas del nogal, semejantes a un bosque. Son el símbolo del recuerdo, nostalgia y tristeza que aparece en el autor. En cuanto a los espacios públicos surge el tranvía en el cual aparece el protagonista, Gavrilescu, se siente perdido en el tiempo cuando el cobrador le pide más dinero que la vez anterior que montó (según él hace escasas 4 horas). Se sorprende porque el cobrador y los pasajeros le aseguran que hace años que subieron los precios del tranvía. Se repiten las confusiones y el propio tranvía se convierte en un gemido metálico mediante la personificación que el autor hace de él.

La taberna como espacio público se asemeja a un lugar de conversación, recuerdo y confusión; el carruaje conducido por un agradable cochero simboliza la guía necesaria para salir y volver a entrar en el laberinto con un sentido espiritual y ontológico.

El burdel como espacio fronterizo se convierte con sus prostitutas en un lugar donnde surge la consciencia de Gavrilescu como cúmulo de recuerdos que le crean confusión y opresión al pensar que tan solo ha pasado unas horas en el burdel, pero, en realidad, han pasado muchos años y su mujer ya ha muerto. Es el lugar de tránsito de la vida a la muerte del personaje principal, de lo profano a lo sagrado que el autor nos lo presenta con sencillez y naturalidad donde Gavrilescu pasa al otro mundo junto a Hildegard, su mujer amada.  El Bordei es una especie de choza enterrada en un jardín donde el protagonista tiene que atravesar un espacio intermedio para acceder a él pero en realidad es un territorio que roza lo fantástico con un predominio de árboles, flores y vegetación. Se convierte en un espacio iniciático que le sumerge en la confusión adentrándole en su propio laberinto, el suyo interior y el propio físico del burdel. El interior es un lugar extravagante, fantasioso y con un sentido de irrealidad. La casa del protagonista como espacio privado almacena recuerdos y se convierte en la imagen de la intimidad protegida que de acuerdo a Bachelard, resume la situación del hombre en el mundo. Mircea Eliade centra toda su obra narrativa en los mitos y en la historia de las religiones estableciendo juegos espacio-temporales y analiza las caras más ocultas de sus personajes por medio de una mirada de introspección y misterio.

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LA MIRADA DE LOS VIAJEROS ROMÁNTICOS | CARTAS DE VIAJES A ORIENTE DE GUSTAVE FLAUBERT

Literatura de viajes y espacio urbano

Por: Almudena Mestre


Los relatos de viajes trazan y representan los extremos del mundo dando derecho a la fantasía y la imaginación para recrear el mundo de lo otro, tierras, civilizaciones e historias humanas. El relato supone un desplazamiento que traza la distancia entre lo conocido y lo ignoto, incitando a la curiosidad y al descubrimiento. En todo relato de viajes se articula un doble registro, narrativo y descriptivo, trazando una línea que separa la tensión entre geografía y viaje. Narra una secuencia entre la que la curiosidad y la fantasía se encuentran en el imaginario del relato. En el S.XVIII, los relatos del viajero ilustrado estaban atentos al descubrimiento y eran fieles a la descripción de la observación y experimentación. En el S.XIX los viajeros dejaron como legado histórico un sinfín de curiosidades, observaciones científicas y experiencias que ayudaban a trazar el nuevo mapa del mundo donde triunfaba el exotismo, la observación y el análisis.

En el libro Delacroix, Flaubert y Nerval, tres viajeros románticos vemos cómo los viajeros se centran en el Oriente atraídos por el perfume de un mundo exótico y lejano en el imaginario cultural del XIX. De esa forma buscan nuevas formas de expresar los orígenes a través de lo clásico. En Delacroix en 1832 en su Viaje a Marruecos se cruzan texto y pintura en un juego de relaciones plasmadas en acuarelas y dibujos a carboncillo por las ciudades de Tánger, Argel y Meknes. Delacroix cultiva la literatura de viajes desde más de un arte: la pintura y la literatura, es decir, lo pictórico y la escritura. Gérard de Nerval a través del viaje se sumerge en el simbolismo europeo y se llega a convertir en un egipcio antiguo, en un druso en el Líbano o el practicante del Ramadán en Turquía. No obstante, siente desilusión y decepción cuando visita El Cairo e intenta recordar las imágenes que tenía en su mente antes de su partida. En Flaubert su voluntad de viajar se expresa en su novela de juventud Noviembre (1840-42) reflejándose en la propia ensoñación del personaje con mimetismo autobiográfico. A diferencia de Delacroix, Flaubert pasa de lleno por la literatura donde todo el imaginario del viajero que lee y sueña un Oriente nunca visitado.

El interés del viaje de los románticos se centra en aquello se dice sobre la alteridad. El viajero construye su propia identidad, definido por identidad o rechazo de la alteridad. Edward Said habla en obra El Orientalismo de un nuevo paradigma en la literatura de viajes. Debido al dominio de Occidente sobre Oriente, el viajero justifica una forma de dominio basada en una política imperialista o colonialista que se transmite en una mirada desde una época histórica y el pensamiento. Oriente sirve para redefinir Occidente, es lo contrapuesto a todo lo Oriental ya sea en experiencias, formas de vida o en imágenes; a partir de ahí, cambia por completo el concepto abstracto del canon occidental.

En medio de la situación histórica francesa, posterior a la Revolución 1789 surgen las crisis de las clases burguesas y el Romanticismo aparece como una afirmación de la individualidad contrapuesta a la Razón, con una primacía de subjetividad y una búsqueda de una política, una sociedad y un pensamiento de futuro, en otros lugares de la alteridad.

Flaubert compartía con los románticos el carácter subjetivo, la crítica a la sociedad heredada, la búsqueda de valores y la importancia de vivencias, sensaciones y sentimientos. El viajero romántico narra sensaciones, impresiones y recuerdos de Oriente; una visión sensitiva y sensual. Para él, viajar es una experiencia mística, un encuentro con los espectros del pasado. Viajar quiere decir encontrar la solución de un misterio, tropezar con una aparición caracterizada por un momento significativo.

El viajero romántico busca las raíces religiosas y míticas, vuelve y regresa a los orígenes. En la Edad Media el destino del viaje había sido los Santos Lugares, en el Renacimiento las Indias Occidentales. En la Edad Media los viajes se consideraban de peregrinaje, de exploración en el XVI, científicos y comerciales en el XVII y el XVIII, y de formación en el XIX; las obras pertenecientes a la literatura de viajes procederán por tanto de un imaginario concreto y presentarán la estética de la época a la que pertenecen. Entre 1750 y 1870, Oriente se configuró como el destino preferido de los viajeros europeos.

Los viajeros románticos desean conocer la forma en qué Europa representó a Oriente en los años anteriores al viaje, los motivos por los que se trasladan y se mueven. Durante el XIX Oriente fascinó a los viajeros, sobre todo, a la sociedad burguesa que había perdido el horizonte. El viajero estaba prisionero de una forma de vida antinatural y artificial. Oriente suponía una huida, una fuga de una sociedad de origen en busca del objeto del deseo. Sin embargo, en muchas ocasiones el Oriente supuso desilusión y decepción en el viajero que no encontraba lo que había salido a buscar. En la época ilustrada, los traslados geográficos se consideraban la forma cultural que permitía adquisición de experiencias. La curiosidad, la novedad, la utilidad, las leyes naturales, las precisiones científicas configuraron el juicio de viajeros y lectores del XVIII. El viajero eligió su destino en función de su formación, deseaba ampliar un saber incompleto. La experiencia completa lo teórico pero no hay adquisición del conocimiento hasta que no se haya verificado con el itinerario. La verificación solo se podía hacer a través de la mirada y de una experiencia sensible que generase conocimiento.

El descubrimiento del Otro es una de las características más importante del viaje de los románticos. El viajero entra en contacto con lo desconocido, el Otro. Así el viajero traslada en el otro sus propios referentes e interpreta el viaje de acuerdo a ellos. Las imágenes negativas que se le atribuyen al viaje como estereotipos pueden ser explicadas desde los conocimientos del viajero y de las experiencias. Flaubert llega a la conclusión después de realizar su viaje a Oriente que la sociedad y la historia del futuro proceden de una crítica y la historia del presente y nada más llegar de él, escribe una crítica a la burguesía en su famosa novela Madame Bovary, del mismo modo que configuró su novela Salammbó con una mirada personal y peculiar sobre Oriente. La poética del viaje romántico se encuadra en los límites del canon de lo clásico narrando sensaciones y experiencias vividas. Oriente se convierte en un sueño, es el lugar de ensueño hacia el que aspira Flaubert, un motor en su vida, un horizonte, una ilusión.

La tónica común de los viajes era un deseo de conocimiento en una dialéctica de temor y atracción, una búsqueda de lo nuevo, lo desconocido. Flaubert narra los hechos ocurridos entre octubre de 1849 y junio de 1851 en su libro Cartas de viajes a Oriente, coincidiendo con el comienzo y el final de la Segunda República. Las razones del viaje de Flaubert fueron, por un lado, diplomáticas y por otro, médicas. Un deseo irrefrenable de viajar y visitar mundo le llevó a Flaubert a buscar nuevas experiencias a pesar de la negativa de su madre aquejada por los miedos y peligros que entrañaba la travesía. En la obra Cartas de viaje a Oriente, perteneciente al género epistolar se narra el recorrido por lo que hoy denominamos Oriente Medio: Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Turquía y Grecia. Flaubert y su compañero de viaje Maxime du Camp, de ascendencia árabe conversa, salen de París el 29 de octubre de 1849 y, tras haberse detenido tres días en Marsella, llegan a Alejandría el 15 de noviembre. En Egipto están una semana en el delta del Nilo y llegaron al Cairo en barco; visitan la ciudad durante unos diez días y realizan una excursión a las pirámides acampando dos días; regresaron al Cairo para festejar el vigésimo octavo aniversario de Flaubert. La llegada de las lluvias les obliga a permanecer dos meses en la capital, es decir, desde el 13 de diciembre de 1849 al 5 de febrero de 1850. Los preparativos por el Nilo que duran cuatro meses, se acercan lo más posible a Nubia para volver de nuevo a El Cairo el 25 de junio. Se detienen antes de regresar a Alejandría y descansan dos semanas. Por fin, el 17 de julio salen para Beirut. Allí pasan por Tiro, San Juan de Accra, Jerusalén, para llegar a Damasco el 1 de septiembre y continuar su itinerario por Trípoli, Beirut, Rodas, Esmirna, hasta tomar un navío con rumbo a Constantinopla, donde desembarcan el 13 de noviembre. La estancia en la ciudad turca se prolonga casi un mes, y llegan a Atenas el 18 de diciembre. Visitaron los lugares míticos como Eleusis, Maratón y Delfos hasta el 10 de febrero de 1851, fecha en que emprenden el regreso a Italia.

La correspondencia que se ha elegido de Flaubert para la publicación del libro comienza el 29 de octubre de 1849; las cartas están ordenadas por orden cronológico con abundantes notas de viaje, a pie de página, que denotan la concepción perteneciente al imaginario. Se encuentran cartas dirigidas a su amigo Louis Bouilhet (con cierto carácter erótico y hasta pornográfico), a su amante Louise Colet, a su madre (con información tamizada de los sucesos escabrosos del viaje), a su tío Parain y a otros corresponsales. Lo más importante es reseñar el cambio de registro, el tono y el modo de la escritura que utiliza según los distintos destinarios de las cartas.

Dentro del hilo conductor del libro existen ciertos temas recurrentes (el sexo, el amor, la vida, el azar, la mujer, el tiempo, El Nilo) en los que se perciben las diferencias entre Occidente y Oriente, polos contrarios que dan lugar a metamorfosis y cambios en la percepción de los viajeros. El Nilo rompe la homogeneidad de El Cairo, genera distintos asentamientos urbanos a lo largo de su recorrido, es el Alma de Egipto, sustancia de vida y muerte. Por un lado, simboliza la fuerza creadora de la naturaleza, por otro, destruye y aniquila al ser hombre por el trascurso irreversible de su desgaste por el paso del tiempo. De esa forma se describen pasajes donde abundan los reflejos dorados de la historia en sus aguas, la belleza del verdor que le acompaña así como los atardeceres evocadores de ensoñaciones para cualquier viajero.

A lo largos de sus páginas, el libro de Flaubert nos relata las costumbres de las mujeres orientales, la vida de las prostitutas, el símbolo del “camello” sumergido en la cultura, la importancia de la lengua árabe a todo el recorrido del viaje. Se puede considerar una obra metaliteraria mediatizada por la biblioteca que les acompañaba a los viajeros (unos 1200 volúmenes), desde Herodoto, pasando por la Odisea en griego hasta el libro por excelencia, por aquellos lugares de Jerusalén, la Biblia.

El viaje por Egipto fue el hecho más importante de su vida. A pesar de que Flaubert se quedó extenuado al finalizar el viaje, a Flaubert en ciertos pasajes le invade la melancolía y tras superarla, vuelve a tener la sed del viajero del principio; se resucita de nuevo el deseo de volver a aquellos lugares de ensueño, de poesía y leyenda que cautivaron su alma. Una obra con evocaciones y sensaciones de la alteridad oriental, en la que surgen lugares de encuentro con las ruinas evocando la antigüedad. Aparece un fuerte deseo de huir y viajar, a través del velo ensoñador que le provoca Oriente, en cierto modo, una imagen casi obsesiva para Flaubert. Las grandes consecuencias del viaje a Oriente cambiaron su forma de ver y sentir a la mujer. Puede decirse que, desde su adolescencia, se produjo el encuentro con el soñado Oriente a través de la literatura. Un conjunto de exotismo, erotismo y mitología en su trayecto aparece jalonado de encuentros amorosos a caballo entre Oriente y Occidente.

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EL PAPEL DE LAS CIUDADES DE ROMA Y PARÍS EN LA LITERATURA POSMODERNA

Literatura de viajes y espacio urbano

Por: Almudena Mestre


Natura Morta – Josef Winkler

Josef Winkler en su libro “Natura Morta” (Galaxia Gutenberg 2003) describe la ciudad de Roma como si fuese un tríptico de pintura, un retablo, el Jardín de las Delicias, y el ojo de su autor recorre las luces y las sombras de una serie de espacios por los que transcurre la trama.

En el día a día, el ajetreo del mercado de la Piazza Vittorio Emmanuele; los domingos, la espera y la vagancia ante el Vaticano, la vendedora de higos y su hijo…. Un mercado en el que aparecen cuerpos humanos, animales muertos y despedazados, frutas tropicales y verduras. La Roma que nos presenta el autor es diferente de la que un viajero normal que se pasea por esta hermosa ciudad. Utiliza las repeticiones de prosa melódica, melopea o cierto canturreo con una repetición de estilos y ritmos en medio de una mezcla de cuerpos ensangrentados de animales y objetos.

Josef Winkler

Se la puede considerar una novela espacial donde los espacios adquieren predominancia frente a lo temporal ya que su escritura está fijada y forjada sobre ese elemento. Aparece una ciudad viva y muerta a la vez. El mercado y sus puestos con elementos descriptivos similares a un libro de viajes son el corazón, el vientre y el sexo de la ciudad; la Plaza de San Pedro y la descripción de la plaza del Vaticano, con una poderosa crítica a la religión y a la venta de objetos religiosos donde incluye elementos eróticos y algún encuentro amoroso-sexual en la Via Borghese. El Vaticano aparece como un escenario de película con cierto matiz de hiperrealismo. Parece una ciudad artificial, una ciudad irreal del Vaticano con un decorado turístico, desmitificada de la religión que se convierte en una ciudad artificial, similar a un tríptico o una película; el hospital, lugar de vida y muerte; la Capilla Ardiente y la fosa común donde la muerte acelera y la manifestación de los personajes planos; el cementerio (la ciudad de los muertos con tumba identificada y los habitantes no identificados, no muertos han perdido la identidad en la muerte. Recuerda a ciertos cuadros barrocos con naturaleza muerta con calavera, manzana y gusano que determinan el camino hacia la muerte, donde conviven olores vitales y de putrefacción, tal vez una réplica de un bodegón. En toda la obra existen elementos básicos que sirven para articular el espacio urbano, el tiempo se destruye y solo queda la muerte. En la narrativa de Wickler el tiempo se para, se diluye, y solo el espacio.

Barrio Perdido – Patrick Modiano

En la novela “Barrio Perdido” (Cabaret Voltaire, 2012) de Patrick Modiano, París surge como personaje literario a través de una ciudad crepuscular mecida en el recuerdo, en el anhelo de ser rememorada y revivida. Calles y plazas que despiertan en medio del bochorno y el polvo parisinos, mezcla de canícula y calima que incitan al sueño, al bostezo en medio de una ciudad aletargada. El silencio de una ciudad fantasma por donde pasear y recordar los lugares familiares, los que siempre surgieron en nuestra infancia y abruman nuestra memoria le dan a Ambrose Guise, escritor de novelas policíacas que regresa a París después de treinta años, una visión de irrealidad y amargura.

Las orillas del Sena por las que transitar y recorrer las calles solitarias y vacías, cruzando los semáforos en plena noche conducen al recuerdo de lugares oníricos parecidos a un pasado incierto, a sitios reales con nombres verdaderos, tal vez, ficcionalizados por Modiano y convertidos en fotogramas de blanco y negro.

Una novela visual y plástica, llena de imágenes que atraviesan el París de un hombre que desea borrarlos y eliminarlos de su memoria después de recordarlos. Por el infinito de la memoria vagan los recuerdos bajo la soledad y el abatimiento de un escritor en una ciudad actualmente extraña para él donde flota el misterio de su verdadera identidad a través de los personajes que recorren la ciudad del amor.

Un encuentro de Ambrose Guise con su editor japonés nos traslada al escenario parisino, nos conduce a la modernidad de sus calles y aceras en medio de sus edificios escalonados que yacen en la huella del tiempo y marcan el aspecto de una ciudad “muerta” para su protagonista. Laten los misterios de un pasado entre los archivos que un famoso abogado Daniel de Rocroy dejó como legado del protagonista y servirán de pesquisas para resolver la trama de la novela.

Patrick Modiano

La escritura de Modiano caracterizada por su estilo directo, escrito en primera persona, nos induce a la melancolía atravesada por el anhelo, el deseo impregnado de pinceladas artístico-literarias mediante un lenguaje sencillo y coloquial en la cual encontramos la armonía y coherencia textual. Una novela que se desarrolla en la ciudad de París vista en distintos espacios acompasada a distintos tiempos; así aparece una temporalización del espacio por medio de la cual, el escritor describe la ciudad mediante los recursos del recuerdo ya sea, por memoria voluntaria o simplemente, involuntaria. Todas las novelas de Patrick Modiano aluden a algún elemento urbano en las que utiliza frases cortas o entrecortadas, propias de la literatura posmoderna, una especie de estilo guión con diversos niveles temporales.

En la novela existe por un lado, una vuelta al espacio donde el protagonista ha perdido su identidad provocándole cierto desasosiego en una ciudad abandonada tal y como lo describe en medio de una ciudad sin tiempo; por otro lado, la ciudad está repleta de recuerdos en los que llenar los vacíos, la típica ciudad del recuerdo construida a base de retales o recuerdos; y por último, aparecen los saltos en el recuerdo por el París de noche, similar a un sueño o una ensoñación.

Barrio Perdido – Patrick Modiano

La ciudad duerme, parece una ciudad fantasma, una ciudad desierta, una ciudad posmoderna que pierde su identidad, dividida por las dos orillas del Sena donde el protagonista se pregunta si la ciudad es irrealidad y él es el que está vivo o simplemente, es al revés. Una ciudad onírica, fantasmagórica, un ente vivo, sin corporalidad. Se diría que es un paseo ficticio visto a través de un catalejo, una especie de vídeo donde la ciudad se empieza a convertir en la no-ciudad, ciudad inexistente, fragmentada en la que los espacios exteriores que se disuelven en el recuerdo y las calles o plazas se convierten en espacio temáticos. Realmente en los espacios interiores se dan las verdaderas vivencias. Al final, los espacios se convierten en vacío, el espacio se ancla en el recuerdo asaltando una serie de imágenes con personajes muertos. Es una novela de espacios que ya no hablan, simplemente se anulan y se destruyen.

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LA CIUDAD COMO PROTAGONISTA FICCIONAL

Literatura de viajes y espacio urbano

Por: Almudena Mestre


Dentro de la literatura de viajes se puede describir el espacio urbano o el natural. En la modernidad y posmodernidad predomina la ciudad y más concretamente, el papel que juega en función de la literatura. Existe una tentativa de captar y agotar un lugar en la modernidad donde emerge en el XIX Charles Baudelaire, Émile Zola y Charles Dickens. La ciudad se desarrolla alrededor de su centro ejerciendo a su vez como poder de creación. Galdós dibuja a Madrid, Víctor Hugo a París…En la literatura realista, la ciudad ejerce el papel de marco, un escenario que acoge a los personajes y va recogiendo de ella los elementos urbanos; en la literatura post-realista, la ciudad se dibuja como un personaje, a veces se disuelven y se hacen irreconocibles como es el caso de Nueva York en la ciencia ficción en el caso de la novela Cosmópolis de Don Delillo; otras ciudades pierden su soporte real, tal es el caso de Las ciudades invisibles de Italo Calvino.

La ciudad entendida como cuerpo se percibe en El vientre de París de Zola, como sueño la vemos descrita en los relatos de Borges, Cortázar, o en Arthur Rimbaud; como parque temático, como discurso e incluso como mito nos adentramos en las ciudades de París o Venecia. En la obra Muerte en Venecia (1912) de Thomas Mann, el personaje principal, un prestigioso y reconocido escritor, Gustav von Aschenbach galardonado por sus méritos literarios y artísticos enviuda a edad temprana y siente grandes deseos de viajar durante sus vacaciones. Numerosos episodios trascurren para que en vez de llegar a las costas del imperio austro-húngaro desembarque en Venecia y se hospede en el Grand Hôtel des Bains en El Lido. El clima húmedo y cálido de la ciudad empieza a afectar a la salud del escritor y decide irse de Venecia lo antes posible; sin embargo, conoce a Tadzio, un joven polaco que le atrae por motivos artísticos y estéticos y tal es el interés que despierta en él, que decide quedarse en la ciudad. La observación y la persecución que se produce por la ciudad mantienen al lector con la intriga constante hasta el final de sus páginas, haciéndole soñar ante la posibilidad de hacer realidad las fantasías oníricas de la conquista de lo único y absoluto, en una “ciudad anti-ciudad edificada sobre dos elementos antagónicos el agua y la tierra – flotante, inestable, polimorfa y ambigua”. [1] Luchino Visconti adaptó la novela de Mann al cine, haciendo que su protagonista fuera un compositor en lugar de un escritor y se estrenó en 1971 donde el amor quedó patente y reflejado en la ciudad de los canales.

Una Lisboa real aparece dibujada en la obra posmoderna Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi, logrando en la crítica de sus lectores una respuesta masiva a la forma de tratar y diseccionar la ciudad en plena dictadura ofensiva de Salazar, el fascismo italiano y la guerra civil española. Una novela ambientada en 1938 que lleva al protagonista a tomar conciencia y denunciar los crímenes de guerra de la dictadura. ¿Se describe una Lisboa real o ficcional de acuerdo a la “verdad histórica”? Del mismo modo José Saramago reflejó en su novela Historia del cerco de Lisboa (1989) quedando patente la ciudad medieval, la ciudad barroca en Memorial de un convento (1982) o la moderna de la pluma de Ricardo Reis en El año de la muerte (1984), claras ficciones sobre hechos históricos.

El escritor para acercar las ciudades al lector posee tres tipos de espacio urbano donde desarrollar la acción y sumergir a sus personajes: los lugares públicos que engloban las calles, las plazas y los parques; los fronterizos como por ejemplo, los bares y los lugares privados que están formados por las casas donde habitan y viven los personajes. De esa forma, Antonio Muñoz Molina nos acerca a los entresijos de Madrid en una parodia del espacio urbano en su novela circular Los misterios de Madrid (1992). Dentro de esta novela de aventuras aparece el viaje dentro del código narrativo axiológico como forma de conocimiento, descubrimiento e iniciación. El amor, la amargura y el desengaño se perfilan en el rostro del protagonista que viaja desde Mágina (Úbeda) a Madrid y al mismo tiempo, realiza un recorrido o tránsito por los sitios más emblemáticos de la gran capital para buscar las pesquisas de un misterio que le encargan resolver. La Puerta de Atocha abre el escenario a las calles por las que transitar, pasear y conocer. Antes las estaciones eran lugares de apertura en los que era posible entablar conversaciones, despedir a los familiares y relacionarse con la gente. Madrid queda reflejada por Muñoz Molina como una ciudad extraña, llena de peligros, en la cual se siente inmerso el protagonista que proviene de una provincia cuyas costumbres distan mucho de las que ve en la ciudad inventada de Mágina, el espacio ficcional de Úbeda y a su vez, transformarlo en un mito literario. El autor asume que la ficcionalidad de ese extraño lugar de Mágina está en los libros y pertenece a su pasado, a su historia, a lo que él vivió y conoció.

Un lugar de encuentro y acercamiento humano, sin embargo, en el siglo XXI, las estaciones y los aeropuertos son lugares hostiles y peligrosos, enigmáticos donde el ser humano encuentra desarraigo y soledad. El metro es también una réplica subterránea de la ciudad y entraña los mismos peligros, una estructura donde habitan y transitan miles de personas ya sea en Nueva York o en Japón y en muchas novelas son el origen de su trama. En Cosmópolis (2003) de Don Delillo, la ciudad se hace caótica y virtual, abstracta diríase y poco real; es la propia ciudad la que guía al personaje. El céntrico distrito de Nueva York es el centro neurálgico de la acción de la novela; el protagonista en medio de continuos desatinos y avatares con una multitud de personajes decide recorrer de punta a punta la ciudad con el único fin de cortarse el pelo. Aparecen los fantasmas, los medios, las penurias de la vida en medio de una “ciudad atrozmente deshumanizada, en la que existe una extensión generalizada la paranoia, la universalización del terror, y la apoteosis de la violencia”[2]. La visión de la ciudad pues es caótica, una amenaza constante en la que el poder queda una vez más, por encima del propio ser humano y se configura como un recorrido lento y misterioso del protagonista a lo largo de un día transcurrido por una sola calle. La ciudad de Nueva York incita a la violencia, aterra desde un coche blindado desde el cual, “supone una odisea contemporánea que dura veinticuatro horas y supone un corte, una visión de arriba abajo en el momento en el que parece acabar una época de seguridad y empieza otra llena de incertidumbres y miedos en la que nadie puede confiar en nadie”[3].

La ciudad posee diversas connotaciones que fomentan su belleza siendo un ambiente de acogida de sus gentes; sin embargo, en la época medieval también la ciudad era el origen de pestes, enfrentamientos religiosos, lugar de hambre y suciedad. Durante el renacimiento aumentan las descripciones arquitectónicas, principalmente de palacios; en el barroco aparecen los extramuros, las villas, la naturaleza y los jardines privados, los conventos, etc. En el siglo XX surgen los espacios naturales a las afueras de las ciudades como escenario principal (Le Bois de Boulogne, La Casa de Campo de Madrid o El Retiro). En la época moderna surgen ciertos cambios estructurales que afectan a la parte urbanística considerando a las ciudades como un tablero de ajedrez, alrededor del cual, existen calles anchas, arboledas y bulevares. A partir del romanticismo, la ciudad cobra verdadera importancia con Víctor Hugo, véase Nuestra Señora de París en la cual, la catedral es el verdadero personaje de la novela o en Los Miserables, en la que París aparece como ciudad marco. Woody Allen ficcionaliza la capital francesa y la lleva a la gran pantalla en 2015 con su película Midnight in Paris, mediante los «viajes en el tiempo» en los que en esta comedia romántica, el protagonista conoce a grandes artistas y escritores como Pablo Picasso, Gertrude Stein, Salvador Dalí o Ernest Hemingway y consigue que su público fantasee o sueñe.

Orhan Pamuk escritor turco, Premio Nobel de Literatura en 2006, posee una gran devoción y pasión por la vida y la literatura siendo uno de los personajes más polémicos de su patria demostrando una posición cívica ante los derechos humanos, principalmente los problemas armenio y kurdo. Influenciado por Franz Kafka y Jorge Luis Borges su obra se encuadra dentro de la prosa poética en la literatura turca como un fuerte compromiso ético y social.

Es un escritor que busca el alma melancólica de su ciudad natal, encontrando símbolos donde reflejar el choque e interconexión entre las culturas. Y así lo demuestran sus obras traducidas a cuarenta idiomas. Una ciudad de recuerdos, Estambul (2005), una memoria en la que vierte las sensaciones más profundas y los sentimientos que le causaron desde que era un niño aquella ciudad que muchas veces percibía en blanco y negro, la que le provocaba novedad y sorpresa cuando la nieve cubría el barro de sus calles y se percibían los lugares descuidados en un aire de inquietud y desastre. Orhan Pamuk dota a la ciudad de un espíritu introvertido, reflejando su acentuada amargura inherente como si se tratase de una oscuridad ciega y fuerza misteriosa que inevitablemente ha transformado su carácter. Esa sensación de hundimiento del imperio otomano entre las ruinas y la pobreza de la ciudad ha definido al autor de una ciudad envejecida, mezcla de múltiples culturas, razas y pueblos.


[1]  Fernández, Jaime. La ciudad de los extravíos. Visiones venecianas de Shakespeare y Thomas Mann. Madrid: Forcola, 2010, p. 9.

[2]  Cortés, José Miguel G. La ciudad cautiva. Control y vigilancia en el espacio urbano. Akal, Arte Contemporáneo, 2010, p. 119.

[3] Op. cit. p.119