Tag : articul

post image

GUSTAVE CAILLEBOTTE: ARTISTA Y PROMOTOR ECONÓMICO DEL IMPRESIONISMO.

El Atril

Por: Isabel Rezmo


Pintor francés contemporáneo al movimiento impresionista y amigo personal de Claude Monet, P. A. Renoir y Camille Pissarro. A diferencia de estos, no se sintió forzado a vender sus cuadros, ya que contaba con recursos económicos heredados. Esto hizo que su pintura fuera más sincera, de este modo desarrolló un estilo único, impregnado por el impresionismo, pero tendiente al realismo. Se centró en temáticas de melancolía, soledad, nostalgia y vida apacible.

El pintor parisino promocionó a los impresionistas cuando nadie creía en ellos, pero su faceta de mecenas ensombreció su carrera artística. Cuando Gustave Caillebotte falleció en 1894, dejó al Estado francés una herencia fabulosa: su colección de pintura impresionista. En la actualidad, ningún museo rechazaría un camión repleto de paisajes de Monet, Cézanne, Pissarro, Sisley o Renoir, pero en la Belle Époque los “independientes” todavía eran, a juicio de muchos, una panda de chiflados provocadores, cuya obra ofendía el buen gusto y escandalizaba a las gentes de bien. La herencia sembró la controversia en los periódicos. El propio Caillebotte, que había sospechado una reacción de ese tipo, dispuso en su testamento la opción de demorar veinte años la entrega del legado, a fin de que los franceses estuvieran más preparados para apreciarlo. Finalmente no fue necesario: los albaceas, entre los que se contaba Renoir, presionaron al Estado, que seleccionó cuarenta de las sesenta pinturas con el compromiso de exhibirlas. Hoy en día, tras varias peripecias, son una de las colecciones estrella del Musée d’Orsay. Casi tres millones de turistas las contemplan cada año.

Caillebotte no encajaba. Fue un impresionista atípico. La primera etapa de su obra, la más innovadora y de mayor calidad, rompe con la imagen que tenemos del Impresionismo. No hay pinceladas sueltas, ni indefinición, ni espontaneidad, ni puntillismo ni un énfasis especial en la acción de la luz sobre el color. Ni siquiera predominan los tonos vivos o primarios. Aun así, sus escenas urbanas son tan modernas, inusuales y desafiantes que el público de su época no podía contemplarlas sin sentir inquietud. Pero también l rechazo oficial acercó a Caillebotte, de la mano de Edgar Degas, a los entonces llamados independientes, que lo acogieron, a él, a sus obras y a su dinero, con los brazos abiertos. Es difícil saber hasta qué punto los demás impresionistas le apreciaban como pintor, además de como promotor. Caillebotte jugaba en otra liga. Su posición social, hasta cierto punto, era una barrera. Era el único de ellos que no necesitaba vender su obra para vivir. Un niño de papá, soltero y sin compromiso, que sentía entusiasmo por la obra de sus compañeros, pero que se desmarcaba de muchas de las inquietudes estéticas de estos.

Carrera artística

La familia de Gustave Caillebotte vivía en el prestigioso Faubourg – Saint Denis, era una familia de la clase alta de París. Su padre era el heredero del negocio familiar, una empresa textil dedicada a productos militares, era también Juez del Tribunal de Comercio del Distrito del Sena. Fue hijo de la tercera esposa de su padre, había enviudado de las dos anteriores. Estudia leyes y en 1870 pone ya su bufete de abogados. Estudió ingeniería, pero en ese año la guerra Franco–Prusiana estalla y pasa a ser miembro de la Guardia Nacional Móvil del Sena. En principio un puesto tranquilo.

Después de la guerra su padre lo matriculó en la Escuela de Bellas Artes cuando tenía veinticinco años; había terminado sus estudios de Derecho, pero no había razón alguna para obligarle a ejercer la abogacía. Los Caillebotte nadaban en la abundancia gracias a un lucrativo negocio textil. Gustave podía dedicarse al arte o al dolce far niente con el beneplácito de sus progenitores, que incluso construyeron un estudio en su espléndida mansión de París.

Ingresó en el taller del pintor académico León Bonnat, donde inició seriamente el estudio de la pintura. Con el transcurso del tiempo logró desarrollar su propio estilo y estableció su primer taller en la residencia de sus padres. Aproximadamente en 1874, conoció y entabló amistad con varios artistas que estaban alejados de la academia de arte francesa, incluyendo a Edgar Degas y Giuseppe De Nittis, y acudió a la primera exposición impresionista llevada a cabo ese año, a pesar de que no participó.

Los «Impresionistas» —–también denominados los «Independientes», «Intransigentes» e «Intencionalistas»—- habían roto sus lazos con la pintura académica que era exhibida en los Salones anuales. Caillebotte realizó su debut artístico en la segunda exposición impresionista en 1876, y presentó ocho pinturas, incluyendo su destacada pintura Los acuchilladores de parqué (Les Raboteurs de parquet, 1875). El tema central de la pintura era la representación de unos obreros preparando el piso de madera, siendo considerado «vulgar» por la crítica, y probablemente esta fue la razón por la cual la obra fue rechazada por los jueces del Salón de 1875. `Pero no obstante su trazo y técnica fueron del agrado de los críticos del Salón de París, que le auguraron un buen futuro como pintor cuando eligiera mejor los temas, esto parece que no le gustó e hizo lo posible por eliminar ciertos tecnicismos en su pintura y alejarse de la pintura clásica y empezar a tener veleidades impresionistas. En aquella época, la academia de arte sólo consideraba aceptable la representación de campesinos rústicos o granjeros como la temática admisible sobre tópicos referentes a la clase obrera. Hoy se considera una de sus obras más importantes. Tampoco los más vanguardistas lo acogieron con entusiasmo. El tema era inapropiado; la perspectiva, con aquel punto de vista elevado sobre los personajes, creaba un efecto de distorsión, y en cuanto a los trabajadores, resultaban demasiado enclenques para andar exhibiendo músculos.

Aquel mismo año, Caillebotte empezó a adquirir lienzos y pasteles de Degas, Pissarro, Monet y el propio Renoir, obras que cedió encantado para la exposición del año siguiente. Alquiló un piso para Monet y otro para usarlo como sede de la muestra de 1879, que financió por entero. Solamente se abstuvo de participar en la sexta y octava exposiciones, por discrepancias organizativas con Degas, que pretendía incorporar al elenco a algunos discípulos de discutible calidad.

Entre dos mundos

A pesar de la crítica académica, para algunos periodistas, resultaba tranquilizador toparse con un pintor minucioso, narrativo y aparentemente convencional, en una muestra de artistas malditos y supuestamente autodidactas. Algunos se preguntaban qué hacía “un pintor cultivado” en semejante compañía. Sus óleos, al menos, no parecían inacabados. Hablaba el idioma de los académicos, pero lo usaba para decir cosas completamente distintas. Sus temas banales, sus encuadres aparentemente fortuitos, sus perspectivas extrañas o distorsionadas y sus “fantasías ultra naturalistas” sacaron de sus casillas a más de un crítico.

Sabía que vivía en un mundo confuso, cambiante y fragmentado. Una ciudad a la que no dejaban de crecerle calles nuevas, pobladas por seres anónimos e incomunicados. Más que su personalidad, Caillebotte buscaba su identidad y la del París donde le tocó vivir.

Pero un burgués ocioso y entusiasta no puede nadar a contracorriente para siempre. En 1881, Gustave adquiere una gran finca junto al Sena y cambia sus inquietantes escenas urbanas por barcas y casitas pintorescas. Su pintura adopta entonces las convenciones del paisaje impresionista, a costa de perder calidad y originalidad. Durante los últimos años de su vida de cuarentón adinerado y soltero, Caillebotte se vuelca en tres nuevas pasiones: la jardinería, los sellos y el remo. No parece que fuera infeliz.

Obra Artística

La pintura de Caillebotte puede incluirse en la llamada pintura realista, cuyos primeros maestros fueron Millet y Courbet, es una pintura la suya con un gran sentido fotográfico, tanto por su composición como por su encuadre, son visiones fotográficas de la realidad cotidiana, así sus pinturas sobre el nuevo puente Europa que le atrae poderosamente como ingeniero, o las vista sobre Paris y el boulevard Haussmann.

Sus pinturas reflejan su admiración por el nuevo París, en su obra París bajo la lluvia además del magnífico tratamiento de la lluvia y el agua en el suelo entre los adoquines lo que nos está mostrando son los nuevos edificios, las magníficas avenidas y las amplias dimensiones de las nuevas calles.
Pero también aborda otros temas y nos ofrece un magnífico cuadro sobre una partida de cartas, o un excelente retrato de familia en el jardín, o de una dama arreglándose ante el espejo y también temas florales con alegres jardines, en su faceta más impresionista.

Pintó muchas escenas domésticas y familiares, y también retratos e interiores. Pinturas de campo en Yerres se enfocaban en los divertidos paseos en barca, en la quietud de los riachuelos, en la pesca, la natación y en escenas domésticas en torno a la residencia familiar.
Frecuentemente utilizaba una suave técnica impresionista semejante a la de Renoir para expresar la naturaleza tranquila del campo, en contraste con las pinceladas más sobrias y lisas de sus pinturas urbanas. En su cuadro titulado Remero con sombrero (1877), maneja efectivamente la perspectiva y, de una forma más realista que la pintura de Manet, Paseo en bote (1874)
Sus composiciones muchas veces ofrecen un punto de vista diferente, ya sea por la temática o la perspectiva misma de las figuras, un ejemplo claro es la primera obra que se presenta en la lista, donde el punto de observación es irreal e íntimo a la vez, producto de la imaginación del artista.

Es más reconocido por sus pinturas del París urbano, las cuales incluyen El puente de Europa (Le pont de l’Europe) (1876), Calle de París, día lluvioso (Rue de París; temps de pluie, también conocida como La plaza de Europa, en tiempo lluvioso o, en francés, La Place de l’Europe, temps de pluie) (1877). Esta última pintura es única entre sus obras debido al uso de colores planos y un efecto de foto realista que dotan al cuadro de una característica distintiva y un aspecto moderno, casi similar a la obra del pintor estadounidense de estilo realista Edward Hopper. Muchas de sus pinturas urbanas fueron en cierto modo controvertidas a causa de sus exageradas y profundas perspectivas.

Fue el mecenas de los impresionistas, ayudándoles económicamente, apoyándolos y comprandoles sus cuadros cuando estaban en estado de necesidad, incluso financiando exposiciones a favor de sus amigos. Compró también cuadros a Paul Cézanne, a Edgar Degas, a Édouard Manet y a Camille Pissarro.

A su muerte donó casi 70 cuadros de estos amigos al estado francés con la condición de que fueran expuestos en el Louvre o en el Luxemburgo, lo cual fue inicialmente rechazado, en aquella época estaba en plena ebullición la lucha entre los academicistas y las nuevas tendencias pictóricas, pero finalmente, tras arduas negociaciones por parte de Renoir, nombrado albacea de Caillebotte, 38 de esas pinturas son expuestas en el Luxemburgo, siendo la primera vez que se exponen oficialmente obras de autores impresionistas, las veintitantas restantes son finalmente reclamadas por la viuda de un hermano de Gustave Caillebotte y acaban vendiéndose de forma particular.