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BLANCA ANDREU, PURA POESÍA

Por: Carmen García González


 “Hace ya mucho tiempo/naufragaron los hombres” 

Blanca Andreu nace mediterránea y atlántica al mismo tiempo. Abre sus ojos en  La Coruña en 1959, pero pasa su infancia y adolescencia en Orihuela (Alicante); de ahí, de esta doble corriente acuática, surge su amor por el mar; le conmueve su visión, la belleza de estos dos mares tan distintos, incluso dice que en un viaje a las islas Cíes, en un día soleado y azul, cree reconocer las costas de Grecia en las ondulaciones del litoral gallego.

“Navego/ sobre trigo celeste/entre piedras azules sobre campos marinos”  

Blanca inicia sus estudios de  Filología en Murcia y se traslada a Madrid, en esta ciudad esteparia  entabla amistad con Francisco Umbral que le introduce en los círculos literarios madrileños; es aquí donde conoce al que será su marido , el escritor Juan Benet y donde deja sus estudios.

En 1980 con sólo veinte años  gana el premio Adonáis de poesía con un poemario de sugerente título: “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall” que lejos de ser un reconocimiento y una alegría para ella- recogiendo el segundo verso de la estrofa que abre este artículo- Blanca más que triunfar, naufraga entre los hombres, lo ha dicho muchas veces: “Ganar el premio Adonáis me hizo mucho daño”.

Poemario de lenguaje surrealista y  considerado como el punto de partida de la llamada generación postnovísima, este premio le valió  la inmersión en un mundo literario poco generoso con los recién llegados, quizás porque sorprendió su juventud y su maestría, llegaron a decir que era “una novicia de la poesía”, incluso que su poesía era una mera sucesión de metáforas vacías, una suma de imágenes sin explicación, la propia Blanca afirma que la vetaron directamente.

“Cinco poemas para la marcha en el paisaje de sábana de hielo
un páramo es encaje antepasado
iniciales bordadas hace ya tres mil días
y alguna mancha de amor”

Cinco poemas para abdicar. “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall”

La herida ya estaba abierta para ella; sin embargo, demostró que aunque no se iba a convertir en una poeta prolífica, había llegado para quedarse.

En 1982 gana el premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo con su poemario “Báculo de Babel” (Ed. Hiperión). Este mismo año le conceden el premio Ícaro de poesía.

“Sangro de veras sangro luz que se escapa y es en mí donde las
cabalgaduras se reúnen para arrancar con orlados  cascos ancas
de piedra atenazada la asesina vegetación del tomillo  y las llamas
de mayo”                                                        

Báculo de Babel

Versos como trazos surrealistas que no hace falta entender, ni desmenuzar, sólo sentir.

Después vendrían  “Libro de las Bestias. Primer fisiólogo”(Ed. El Crotalón) en 1984 y “Capitán Elphistone” (Ed. Visor) en 1988.

Blanca sigue escribiendo desde el dolor y para el dolor, con un lenguaje denso, barroco, con imágenes difíciles:

"Animal de la perfección, tu último rostro me niega
tu caligrafía amarga en el hondo lugar de mayo
tu salvación de espada que se desploma, de sangre pálida,
tu absoluto sin ángeles ni mares libres."

Libro de las bestias. Primer fisiólogo

La poeta se ha casado en 1985 con Juan Benet, con el que compartirá su vida hasta que él fallece en 1993. El escritor poco amante de la poesía según ella misma, la aconseja, la guía, la ayuda en su caminar literario.

Hasta 1994 no vuelve a publicar y será con una recopilación de sus poemas de toda la década de los ochenta “El sueño oscuro” (Ed. Hiperión), este poemario hace honor a su título y a su manera de trabajar y sentir la lírica, siempre tormentosa y desgarrada.

“Amor mío, amor mío, tú sin día para ti,
enjambrado entre espejos y entre cosas malas,
muerta la palabra trascendental
y las ya antiguas anémonas de égloga,
muerta esta versión, que  ahora oscuro y declino”

El sueño oscuro

Fallecido su marido Blanca vuelve a La Coruña, donde vive desde entonces. En sus entrevistas confiesa que se ha encontrado perdida muchas veces y que gracias a amigos como el padre Vicente Ferrer vuelve a la vida.

Esa vida que nos va cambiando según pasa el tiempo y que Blanca refleja en una escritura menos amarga, más clara, menos herida. Empieza a huir del dolor que dice que encumbran los adolescentes y los jóvenes poetas, pero que en realidad no es lírico, sino cruel y del que se debe huir a toda costa para no seguir naufragando. En “La tierra transparente” (Ed. Sial 2001), premio Internacional de Poesía Laureá Melá, vuelve al mar, al origen:

“Vi un sembrado celeste/ hecho de cristal vivo/ parecía una pradera de zafiros/ de tréboles azules y violetas”

La tierra trasparente”       

Hablando de mar, su último poemario “Los archivos griegos” (Fundación José Manuel Lara 2010)  es el resultado de un viaje y una larga estancia en Atenas y la isla de Paros. Blanca amante de Grecia desde su niñez se encuentra que forma parte del paisaje heleno, en su poemario la naturaleza se hace presente incluso en sus recuerdos y homenajes a sus seres queridos: Vicente Ferrer y Juan Benet, a este último lo ve personificado en un ciprés de la Acrópolis.

“Verás, ciprés, hermano/ de los lirios/ me recuerdas a un hombre/ que amé y murió/ y que era como tú alto y oscuro…”
                                                                 
“Los archivos griegos”

La poeta confiesa que cada vez que ve un libro, ve un árbol, quizás hay demasiados libros publicados, ella que no se prodiga demasiado, pero que ha dejado plasmado en este poemario  lo mejor de su obra, producto de su madurez; poemas  que se escapan de las convenciones y de las etiquetas, poemas hermosos y libres, como ella.

“Gacela blanca/  vuelas/ sobre el arco de la ola/ como un inacabable  lirio blanco /o una rosa / de sal/ interminable.”