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TERESA DE ÁVILA, DIVINA PASIÓN

Por: Carmen Garcia Gonzalez


“Esta divina pasión/ del amor en que yo vivo/ ha hecho a Dios mi cautivo/ y libre a mi corazón; / y causa en mí tal pasión/ ver a Dios mi prisionero/ que muero porque no muero”

Dice Rafael Álvarez “el Brujo”, actor y dramaturgo, en su magnífico espectáculo “Dos tablas y una pasión”  que Teresa de Ávila no llegó al arte y a la mística a través de la religión, sino que fue precisamente al revés, que la contemplación del arte (en este caso la visión de un cuadro donde se representaba a Jesucristo y María Magdalena), de la belleza artística, le llevó a la religión.

Siglos más tarde, la impresión que le causó al escritor francés del siglo XIX Sthendal la visión  de la Florencia renacentista, daría lugar a lo que se llamaría “el síndrome de Sthendal”, que se produce cuando algo que observamos  nos parece tan maravilloso que nos trasciende más allá de la realidad, una especie de embriaguez súbita que nos inunda ante algo realmente bello. Quizás eso fue lo que le ocurrió a Teresa.

“Alma, buscarte has en Mí / y a Mí buscarme has en Ti.”

La Iglesia pronto la hizo santa, debía tener buenos amigos al igual que poderosos enemigos.  Para Teresa, descendiente de judíos conversos, el fantasma de la limpieza de sangre siempre revoloteo sobre su vida y escritos. En una sociedad donde la Iglesia regía la vida de todos, no ser “cristiano viejo” era una mancha en el buen nombre de una familia, y la Santa Inquisición podía hacer acto de presencia en cualquier circunstancia y acusar de hereje incluso al más beato.

Cómo dijo don Quijote: “Sancho con la Iglesia hemos topado”, Teresa topó con la Iglesia, aunque más bien fue la Iglesia quién topó con ella para encontrarse con una de sus más grandes reformadoras.

La biografía de Teresa de Ávila o Santa Teresa de Jesús es bien conocida. Nace Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada el 28 de marzo de 1515 en Ávila y muere en Alba de Tormes de tuberculosis en octubre de 1582. Es beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Lo que se dice una carrera meteórica.  Nombrada doctora de la Iglesia Católica en 1970, es la primera mujer que  ostenta este título. “Doctores tiene la Iglesia” dicen, pero doctoras en dos mil años de cristianismo solo tres: ella, Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza, Santa Teresita del niño Jesús.

Sin embargo, lo que nos ocupa en este artículo no es su santidad, sino su   poesía.  La trasposición del ardor religioso a los más bellos poemas de amor místico que con San Juan de la Cruz y Fray Luis de León iluminan la literatura en castellano.

Teresa y Juan se conocen cuando ella tiene cincuenta y dos años y el veinticuatro. Qué poder de convicción no tendría nuestra mística en esa España, dueña de un Imperio en donde nunca se ponía el Sol, que fue capaz de hacerle olvidar su intención de retirarse a la cartuja del Paular, (pensaba dedicarse a la oración apartada del mundo) para  que la siguiese a fundar el primer convento masculino de la orden del Carmelo.

“Vámonos a enriquecer/ a donde nunca ha de haber/ pobreza ni desconsuelo/ hijos del Carmelo…..Hermanos, si así lo hacemos/ los contrarios venceremos/ y a la fin descansaremos/ con el que hizo tierra y cielo/ hijos del Carmelo.”

Si Teresa hubiera nacido en este siglo, estoy segura de que le encontraríamos al frente de muchas manifestaciones convertidas en una activista. Ella en sí, en su condición de mujer, tuvo que  luchar toda su vida por “ser” y no dejar de “ser” y no pudo desarrollar toda su energía y creatividad  más que a través de la religión; porque si a los siete años –como dicen las crónicas- ya quiso escaparse para ir a recorrer mundo, y a los catorce escribió una novela de caballería, qué poder podía enclaustrarla. Un marido físico casi le hacía esclava, pero un marido espiritual podía ser la salvación para una personalidad tan arrolladora.

“Si el amor que me tenéis/ Dios mío, es como el que os tengo./Decidme: ¿en qué me detengo”.

Entre  deambular por las tierras de Castilla fundando conventos de la orden del Carmelo, enfrentarse a la Inquisición por su idea de reforma de la orden que a veces veía en ella una hereje, y tener trances místicos (algunos  opinan que tales trances no eran más que la manifestación de ataques epilépticos), Teresa de salud delicada, pero de voluntad recia sacaba tiempo para escribir. Aunque su orden se debía a la humildad y a la pobreza, ella  provenía de familia hidalga y culta. Amante de la lectura (le volvían loca los libros de caballería), la propia Teresa reconoce en sus escritos que le cuesta ponerse a ello, pero que lo hace para transmitir a sus monjas su ideario. Escribe de forma sencilla y amena, sin demasiado artificio, tratando de desarrollar su mensaje y hacerlo entendible. Así utiliza el castellano y no el latín (también criticada por esto, ya que el latín se consideraba la lengua culta de los eclesiásticos,  pero incomprensible para el pueblo llano). Es de destacar su prolífica correspondencia, escribió más de cuatrocientas cartas a diversos personajes importantes de la época (entre ellos Felipe II) dejando en ellas su impronta de una mujer con carácter y determinación.

Sus obras, aparte de la poética, se dividen en dos categorías: las llamadas autobiográficas y las de carácter místico. En las autobiográficas encontramos: “El libro de la vida” donde nos cuenta sus aficiones, gustos, y sus comienzos. Nos habla por primera vez del fenómeno de la “transverberación”, ese éxtasis o trance que se apoderaba de la santa y en el cual entraba en contacto con la divinidad y que tan bien esculpió el artista barroco Gian Lorenzo Bernini. Le sigue  “El libro de las Fundaciones” donde continúa de manera sencilla explicando su reforma del Carmelo y reúne cartas, diarios, notificaciones…

En sus obras místicas  “Camino de perfección”, un guía de espiritualidad en principio para sus monjas y extensibles a los seglares; y en “Las moradas” o “el Castillo Interior”, donde explica los laberintos que el alma debe de traspasar para llegar a la pureza más absoluta; Teresa complica un poco ese lenguaje sencillo y espontáneo, utilizando metáforas y alegorías aunque sin perder su frescura.

Luego tenemos sus poemas, unos treinta, repletos de amor a Dios, representado en la figura de su hijo Jesucristo. Poemas sencillos pero a la vez rebosantes de pasión. En sus versos el amor místico cantado de manera austera sobrecoge, el amor  al ser supremo aparece tan puro que inquieta:

“Dichoso el corazón enamorado/que en solo Dios ha puesto el pensamiento/ por él renuncia todo lo criado/ y en él halla su gloria y su contento”

Pero…  ¿y si sus poemas no son más que la exposición de un deseo casi carnal barnizado por un patina religiosa?  Teresa es un volcán de actividad constante  pero en Alba de Tormes le sorprende la enfermedad. Allí fallece de tuberculosis, sin haber publicado ninguno de sus escritos y sin saber que su cadáver será mutilado y repartido como amuleto. ¿Qué pensaría al saber que siglos más tardes un dictador dormiría cerca de su brazo incorrupto? Quizás nos contestaría: “Solo Dios basta”.

“Nada te turbe/, nada te espante…Quien a Dios tiene/ nada le falta/ Sólo Dios basta”

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MUJER, LA LITERATURA COMO ESCAPARATE

Por: Carmen García González


En este brevísimo recorrido por los personajes femeninos en literatura occidental; veremos como  a la mujer se le ha destacado por su belleza, por la falta de ella, su maldad (caso de hechiceras, brujas o mujeres de mal vivir), su accesibilidad o sus acciones.  

Desde Helena de Troya hasta Lisbeth Salander, (la protagonista de la exitosa trilogía sueca Millenium), los personajes femeninos en la literatura han evolucionado a la par que evolucionaba la sociedad.

En “La Ilíada” Troya cae por la belleza de Helena y en “La Odisea” Penélope espera sufriente , tejiendo un  interminable tapiz, a que regrese su esposo, el guerrero Ulises.

En las tragedias griegas, Clitmenestra o Medea, son los hechos de los hombres, los que convierten a estas mujeres en seres malignos y vengativos.

Cuando el cristianismo arrasa con el mundo clásico y lo que queda de él se refugia en los copistas de los monasterios, los personajes femeninos pierden categoría terrenal  y la mujer adquiere un  papel de musa y mito inalcanzable.

La doncella, la dama, es un ser etéreo para el amado. Los caballeros medievales llevan anudado en el brazo las cintas de la amada, por la cual se enfrentan a todo tipo de peligros, son las novelas de caballería, surgidas a la sombra de los grandes poemas épicos: “Tristán e Isolda”, “La canción de Roldan”, “La muerte del rey Arturo”, “El Cantar del Mío Cid”. En todos, ellas (Isolda, Ginebra, Jimena…) esperan a su amado caballero, sea su marido o no. No existe la mujer de clase baja, las campesinas no despiertan la pluma de los bardos, más allá de alguna pastora de belleza deseable por los nobles.

Pero volviendo a las damas deseadas, es Miguel de Cervantes con “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” donde el autor satiriza a este tipo de musa, transformando a una aldeana de pueblo, Aldonza Lorenzo, en la amada inalcanzable de Don Quijote, Dulcinea del Toboso. Cervantes retrata todo tipo de personajes femeninos en su Quijote,  mujeres de carne y hueso, desde las más vulgares, las mozas de las ventas, hasta las de clase alta, como la Duquesa que juega con los sentimientos y las aspiraciones de los dos protagonistas.

Otro personaje tipo en la literatura es el de la mujer hechicera o bruja, adoradora del demonio, a la que casi siempre se la representa vieja, fea, contrahecha y muchas veces loca. Ahí tenemos sin ir más lejos, a estos personajes que sobre todo ha encumbrado el teatro: las brujas de “Macbeth” o   “Celestina”, alcahueta y mala persona que desata la tragedia de “Calisto y Melibea” nuestros «Romeo y Julieta» particulares.

   Con la llegada de la Ilustración y la Revolución Francesa comienza a cambiar, aunque muy lentamente, el papel de la mujer sobre todo en Europa. La mujer tiene más acceso a la cultura, y los editores se dan cuenta de que las nuevas burguesas, y  no solo las aristócratas, saben leer y les gustan las historias de mujeres: las heroínas ya no son meros objetos de deseo, a ellas también las mueven las pasiones.

Surgen las llamadas novelas góticas (“Mademoiselle de Marsán” de Charles Nodier), donde todo es emoción, sentimiento y tragedia.

El Romanticismo como corriente literaria está en su cénit. Desde Walter Scott con “Ivanhoe” hasta  Víctor Hugo con “Los Miserables” la mujer se transforma en protagonista de las tramas al lado de los hombres que ama y por los que lucha.

Ya entrados en el siglo XIX, escritoras como las hermanas Brönte, herederas de la escritora Jane Austen (cuyas novelas relatan magistralmente el mundo femenino en Inglaterra, donde las muchachas casaderas de clase alta son expuestas como ganado para que las escojan como esposas), convierten a sus protagonistas en  heroínas a medio camino entre el romanticismo y el realismo pragmático que se va imponiendo en la sociedad; como nos describen en sus novelas “Jane Eyre” y “Cumbres borrascosas” y “Agnes Grey”.

Toda corriente cultural es sustituida por otra totalmente contraria a la que reemplaza; de los supuestos del romanticismo, se pasa al realismo, y nacen precisamente las tres grandes novelas protagonizadas por mujeres del siglo XIX: “Madame Bovary”, “Ana Karenina” y “La Regenta”.  Tres mujeres marcadas en su destino por el amor, o más bien por la falta de él, y cuyo adulterio (el de las tres) termina trágicamente en muerte física o social, en el caso de La Regenta. Las tres novelas utilizan estos dramas para retratarnos de forma magistral las sociedades en las que viven sus protagonistas, asfixiadas por matrimonios desgraciados y castigadas por sus devaneos.

Con la llegada del siglo XX, los esquemas de la novela tradicional se rompen, ya no solo es principio,  nudo y desenlace. Nacen las vanguardias y el surrealismo, el mundo cambia y los autores experimentan nuevas formas de narrar.

    La mujer como personaje literario se va adaptando a estas nuevas fórmulas, surgen géneros distintos: la novela negra, la ciencia ficción, el género de terror (ya cultivado por Edgar Allan Poe o Bécquer), la novela fantástica, o la novela como propaganda política (“La madre” de Gorki). En todos ellas la mujer afronta un nuevo destino; ya no es la amada inalcanzable, ni la bruja, ni la burguesa ociosa, ni la heroína romántica. Ahora trabaja fuera de casa, gana un sueldo, es independiente, puede ser desde una asesina (aunque generalmente es una víctima en los cientos de novelas de género negro que se publican),  hasta una madre coraje que lucha por su pueblo y por sus hijos, fatal  devora-hombres, astronauta, prostituta (personaje muy querido también por el género negro) o presidenta de un país.

Pero si hay dos nombres de mujer que han traspasado la literatura para convertirse en iconos y dar pie a una forma de actuar y de ser en el universo sobre todo masculino, estos han sido los de Carmen y Lolita.

Carmen, la creación del escritor del  siglo XIX  Prosper  Mérimée, mujer de rompe y rasga,  libre para amar al que se le antoje, y cuyo destino es trágico precisamente por eso: por ser libre. Carmen una especie de “alter ego” femenino del don Juan, pero mientras que para don Juan, ser libre para sus seducciones no tiene ninguna importancia, para Carmen su libertad para escoger amores se traduce en su pecado.

Lolita, la niña protagonista de la novela de Nabokob, que da su nombre precisamente a este tipo de niña/adolescente que seduce a los hombres adultos; porque seduce ella, aunque acabe de dejar de jugar con muñecas. ¿No es paradójico?  ¿Cuántas Lolitas pueblan novelas escritas por hombres?

Volviendo al principio, en la saga Millenium el personaje de Lisbeth Salander, nos muestra  un nuevo tipo femenino en la literatura: libre, violento, arriesgado, complicado, una hacker superdotada, que no concuerda muy bien con el concepto de lo femenino, pero en el que  se ven reflejadas muchas chicas de hoy.

Es curioso que ha surgido una literatura escrita para mujeres y por mujeres  “erótico/festiva”, con un pie en la pornografía y que tiene hoy en día una gran demanda. No es otra cosa que las mal llamadas novelas románticas a las que ahora se les añade sexo más o menos explícito, y aunque no deja de ser una anécdota cuenta con millones de lectoras. Quizás heredera de aquellas otras novelas eróticas convertidas en clásicos, aunque no eran de más nivel que estas, pero cuyos lectores eran hombres generalmente como “Fanny Hill” (escrita en el siglo XVIII)

La escritora Laura Freixas,  en una de sus muchas conferencias asegura que se le ha dado poca importancia a la relación materno-filial en las distintas ficciones. Sin embargo, tenemos casos últimamente de novelas donde la importancia de esta relación se hace evidente, la escritora norteamericana de origen chino Amy Tan, basa precisamente en estas relaciones el argumento de casi todas sus novelas.

Les propongo un juego (a las mujeres, aunque los hombres también podrían hacerlo, pero en su género), búsquense en algunos de los personajes femeninos que retrata con maestría  la novela más representativa del realismo fantástico sudamericano: “Cien años de soledad” de García Márquez, seguro que encuentran alguno a su medida.

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EMILY BRONTË, LA SOLEDAD SALVAJE.

Por: Carmen García González


“¿Nunca más te inspirará la Tierra/ oh tú, soñadora solitaria?/ Pues la pasión ya no arde en ti/ ¿dejará de abrazarte la Naturaleza?.” (Poema “¿Nunca más te inspirará la Tierra?”)

En los llamados “años del desarrollismo” del periodo tardofranquista, la radio, junto con los incipientes aparatos de televisión, ocupaban un lugar de honor en los hogares de muchas familias trabajadoras de la España de final de los años sesenta y principio de los setenta. En esas tardes de radio, una  niña  escuchaba un serial que anunciaba, con una profunda voz, la dramatización de una novela: “Cumbres Borrascosas”. Cuya historia de amor, violencia, fantasmas, celos, traiciones y venganzas contada desde los ojos de una criada, seducía cada tarde a la niña que no entendía del todo tan pasional relato. La autora del relato era una escritora inglesa del siglo XIX, una tal Emily Brontë.

Años más tarde, esa niña, ya adolescente, leería la novela sintiéndose profundamente fascinada por la historia y por la autora; una autora, de una única novela y un único poemario, que en su momento pasaron sin pena ni gloria (en el caso del poemario), o duramente criticados, por soez y vulgar, en el caso de la novela; y que con el tiempo se convertirían en un referente clásico de la literatura anglosajona.

Emily Brontë poeta ha sido eclipsada por la Emily novelista, pero sus poemas  están como fiel reflejo de su autora, una mujer retraída, introvertida y misteriosa, alejada del mundo -solo salió de su casa en tres ocasiones y prácticamente enfermaba anímica y físicamente cuando estaba lejos- que amaba con pasión la naturaleza y a su familia.

“Oh, he vuelto a los días de mi infancia/ de nuevo soy una niña; / y bajo el techo paterno que me abriga / junto a la vieja puerta de la entrada / miro caer esta tarde nubosa / tras un día de lluvia.”  (Poema “Suave neblina sobre la colina”)

La biografía de los hermanos Brontë, es digna de una película. Cinco hermanos criados en solitario en los páramos de Yorkshire, por un padre pastor anglicano, viudo, y una tía que consagra sus mejores años a cuidar de sus sobrinos huérfanos de madre desde muy pequeños.

Emily Jane Brontë nace  el 30 de julio de 1818 en Thorton en la región de Yorkshire, Inglaterra. A los tres años, su familia, se traslada a vivir a Haworth, fue la quinta de seis hermanos. Su madre muere cuando los niños cuentan seis, cinco, cuatro, tres, dos y unos años; su padre, pastor protestante de origen irlandés que muchas veces se paseaba con una pistola en el bolsillo, decide llamar a una hermana de su madre para ayudarle en su crianza. Estos tres adultos: el padre, la tía y una criada de la casa, serán la verdadera familia de los niños.

En ese paisaje gris y agreste, los hermanos se dedican a sus estudios (el padre poseía una extensa biblioteca, sobre todo de clásicos, donde los niños tuvieron acceso a una vasta cultura), a cuidar de la casa, y cuando les dejan sus obligaciones,  a escribir historias donde vuelcan sus fantasías. Casi doscientos años antes  de las sagas de “Juego de tronos”, “Las crónicas de Narnia” e incluso del “Señor de los Anillos”, los hermanos Brontë: Charlotte, Emily, Agnes y Bronwell, se entretienen desarrollando en sus historias, complicadas tramas entrelazadas de reyes, caballeros, damas, campesinos y guerreros en varios reinos inventados: Angria, Gondal y Glass Town.

“Sopla-viento del oeste- sobre el árido/ túmulo: / ¡Murmuran, arroyos del verano! / No hay necesidad de otros sonidos /  Para custodiar a mi dama en su / descanso”  (Poema “La tumba de mi señora”)

En la familia no sobra el dinero y las hermanas se verán obligadas a trabajar como institutrices(las dos hermanas mayores mueren muy pequeñas). El hermano, Bronwel, la gran esperanza de la familia para sacarlos de la pobreza, con el tiempo se convertirá en un pintor mediocre, alcohólico y adicto al opio al que  Charlotte, Emily y Anne, cuidarán con cariño y Emily con especial pasión, pues le adora.

Emily, iracunda y asocial, escribe sus poemas en secreto, hasta que un día Charlotte los encuentra y propone publicarlos en un solo volumen junto a los de ella y los de Agnes. Emily se niega en un principio y solo consiente cuando entre las tres llegan al acuerdo de publicarlos bajo un seudónimo masculino, pues ellas, lectoras empedernidas, saben bien que en aquella Inglaterra ya casi victoriana, están muy mal vistas las mujeres literatas.     Las hermanas publican su poemario en 1847 bajo los seudónimos de Currer (Charlotte), Ellis (Emily), y Acton (Agnes) Bell. Seudónimo que también utilizará Emily para publicar “Cumbres Borrascosas” un año después.

“Caminaré, más no sobre viejas huellas/ heroicas/ no por los senderos de alta moralidad/ y no entre rostros inciertos/nebulosas formas del rancio pasado.” (Poema “Estrofas”)    

En este ambiente de austeridad crece Emily, salvaje y tímida en demasía, escuchando las historias de fantasmas que les cuenta su criada; libre, por la naturaleza que la rodea; dura, cuando tiene que ir a recoger a su hermano a las tabernas y lo arrastra borracho hasta la casa parroquial; escribiendo, todo lo que siente en poemas inclasificables porque sus versos pueden ser: góticos y románticos a la vez, naturalistas, emocionales, místicos, salvajes… versos donde mezcla todas las pasiones que se agitan dentro de su ser.

“Vendré cuando estés triste/ sola en la oscura habitación/cuando el loco júbilo del día desvanezca/ y se disipe la sonriente alegría/ de las frías tinieblas de la noche” (Poema “Vendré cuando estés triste”)

Del carácter diferente de Emily, de su pensamiento contrario a la rectitud y las normas sociales que imperaban en la época, dan buena cuenta sus versos continuamente:

“¿Acaso desprecio al ciervo tímido/ porque sus miembros tiemblen de miedo?/¿Me burlaría del lobo aullando su agonía/porque su cuerpo es flaco y feo?/ ¿Oiría con alegría el grito del lebrato/ por no ser capaz de morir con valor? /¡No! Entonces, sobre su memoria/ que el corazón de piedad se enternezca.” (Poema “Estrofas para…”)

El destino es a veces caprichoso, el reverendo sobrevivirá a sus seis hijos; Bronwwel totalmente desquiciado muere en 1848, Emily que apenas ha cumplido los treinta años le sobrevivirá pocos meses. Al enfermar no consiente que ningún médico la trate por mucho que Charlotte insista. Fallece el 30 de julio de 1848.

“Oh, en la hora en que deba dormir/lo haré sin identidad/ y ya no me importará como cae la lluvia/ o si la nieve cubre mis pies” (Poema “Cuando deba dormir”)

Su famosa novela  ha sido publicada un año antes, sin saberlo ha creado un personaje inmortal: Heatcliff, personificación del amor pasional y vengativo más allá de la muerte que siente por su amada Catherine Earnshow. Nadie sabe que Ellis Bell es una mujer, y el manuscrito recibe las críticas más feroces. Solo después de su muerte Charlotte decidirá descubrir la identidad de las tres hermanas.

Se ha escrito mucho sobre las hermanas Brontë: Charlotte autora de la exitosa “Jane Eyre”, Emily y su pasional “Cumbres Borrascosas” , y Anne autora de la más realista de las novelas  escrita por las tres hermanas “Agnes Grey”; pero poco sobre la Emily poeta. La periodista y escritora Angeles Caso, estudiosa de la familia, publicó su vida novelada en “Todo ese fuego”, y desde hace tiempo rescata los versos de Emily traduciéndolos al castellano; a ella como a muchos otros, el universo Brontë la atrapó desde un primer momento.

Dicen que por los páramos de Yorkshire, en los días nublados y ventosos, se puede ver a una pareja entre la niebla. ¿Son acaso Heatcliff y Catherine, o Emily y su amado hermano Bronwell?.

“Ven, camina conmigo/ no hace mucho existíamos/ pero la muerte ha robado nuestra /compañía/-como el amanecer se roba el rocío-.” (Poema “Ven, camina conmigo”)

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BLANCA ANDREU, PURA POESÍA

Por: Carmen García González


 “Hace ya mucho tiempo/naufragaron los hombres” 

Blanca Andreu nace mediterránea y atlántica al mismo tiempo. Abre sus ojos en  La Coruña en 1959, pero pasa su infancia y adolescencia en Orihuela (Alicante); de ahí, de esta doble corriente acuática, surge su amor por el mar; le conmueve su visión, la belleza de estos dos mares tan distintos, incluso dice que en un viaje a las islas Cíes, en un día soleado y azul, cree reconocer las costas de Grecia en las ondulaciones del litoral gallego.

“Navego/ sobre trigo celeste/entre piedras azules sobre campos marinos”  

Blanca inicia sus estudios de  Filología en Murcia y se traslada a Madrid, en esta ciudad esteparia  entabla amistad con Francisco Umbral que le introduce en los círculos literarios madrileños; es aquí donde conoce al que será su marido , el escritor Juan Benet y donde deja sus estudios.

En 1980 con sólo veinte años  gana el premio Adonáis de poesía con un poemario de sugerente título: “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall” que lejos de ser un reconocimiento y una alegría para ella- recogiendo el segundo verso de la estrofa que abre este artículo- Blanca más que triunfar, naufraga entre los hombres, lo ha dicho muchas veces: “Ganar el premio Adonáis me hizo mucho daño”.

Poemario de lenguaje surrealista y  considerado como el punto de partida de la llamada generación postnovísima, este premio le valió  la inmersión en un mundo literario poco generoso con los recién llegados, quizás porque sorprendió su juventud y su maestría, llegaron a decir que era “una novicia de la poesía”, incluso que su poesía era una mera sucesión de metáforas vacías, una suma de imágenes sin explicación, la propia Blanca afirma que la vetaron directamente.

“Cinco poemas para la marcha en el paisaje de sábana de hielo
un páramo es encaje antepasado
iniciales bordadas hace ya tres mil días
y alguna mancha de amor”

Cinco poemas para abdicar. “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall”

La herida ya estaba abierta para ella; sin embargo, demostró que aunque no se iba a convertir en una poeta prolífica, había llegado para quedarse.

En 1982 gana el premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo con su poemario “Báculo de Babel” (Ed. Hiperión). Este mismo año le conceden el premio Ícaro de poesía.

“Sangro de veras sangro luz que se escapa y es en mí donde las
cabalgaduras se reúnen para arrancar con orlados  cascos ancas
de piedra atenazada la asesina vegetación del tomillo  y las llamas
de mayo”                                                        

Báculo de Babel

Versos como trazos surrealistas que no hace falta entender, ni desmenuzar, sólo sentir.

Después vendrían  “Libro de las Bestias. Primer fisiólogo”(Ed. El Crotalón) en 1984 y “Capitán Elphistone” (Ed. Visor) en 1988.

Blanca sigue escribiendo desde el dolor y para el dolor, con un lenguaje denso, barroco, con imágenes difíciles:

"Animal de la perfección, tu último rostro me niega
tu caligrafía amarga en el hondo lugar de mayo
tu salvación de espada que se desploma, de sangre pálida,
tu absoluto sin ángeles ni mares libres."

Libro de las bestias. Primer fisiólogo

La poeta se ha casado en 1985 con Juan Benet, con el que compartirá su vida hasta que él fallece en 1993. El escritor poco amante de la poesía según ella misma, la aconseja, la guía, la ayuda en su caminar literario.

Hasta 1994 no vuelve a publicar y será con una recopilación de sus poemas de toda la década de los ochenta “El sueño oscuro” (Ed. Hiperión), este poemario hace honor a su título y a su manera de trabajar y sentir la lírica, siempre tormentosa y desgarrada.

“Amor mío, amor mío, tú sin día para ti,
enjambrado entre espejos y entre cosas malas,
muerta la palabra trascendental
y las ya antiguas anémonas de égloga,
muerta esta versión, que  ahora oscuro y declino”

El sueño oscuro

Fallecido su marido Blanca vuelve a La Coruña, donde vive desde entonces. En sus entrevistas confiesa que se ha encontrado perdida muchas veces y que gracias a amigos como el padre Vicente Ferrer vuelve a la vida.

Esa vida que nos va cambiando según pasa el tiempo y que Blanca refleja en una escritura menos amarga, más clara, menos herida. Empieza a huir del dolor que dice que encumbran los adolescentes y los jóvenes poetas, pero que en realidad no es lírico, sino cruel y del que se debe huir a toda costa para no seguir naufragando. En “La tierra transparente” (Ed. Sial 2001), premio Internacional de Poesía Laureá Melá, vuelve al mar, al origen:

“Vi un sembrado celeste/ hecho de cristal vivo/ parecía una pradera de zafiros/ de tréboles azules y violetas”

La tierra trasparente”       

Hablando de mar, su último poemario “Los archivos griegos” (Fundación José Manuel Lara 2010)  es el resultado de un viaje y una larga estancia en Atenas y la isla de Paros. Blanca amante de Grecia desde su niñez se encuentra que forma parte del paisaje heleno, en su poemario la naturaleza se hace presente incluso en sus recuerdos y homenajes a sus seres queridos: Vicente Ferrer y Juan Benet, a este último lo ve personificado en un ciprés de la Acrópolis.

“Verás, ciprés, hermano/ de los lirios/ me recuerdas a un hombre/ que amé y murió/ y que era como tú alto y oscuro…”
                                                                 
“Los archivos griegos”

La poeta confiesa que cada vez que ve un libro, ve un árbol, quizás hay demasiados libros publicados, ella que no se prodiga demasiado, pero que ha dejado plasmado en este poemario  lo mejor de su obra, producto de su madurez; poemas  que se escapan de las convenciones y de las etiquetas, poemas hermosos y libres, como ella.

“Gacela blanca/  vuelas/ sobre el arco de la ola/ como un inacabable  lirio blanco /o una rosa / de sal/ interminable.” 
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RECORTES DE UN CORAZÓN HERIDO: POR LA ESPERANZA | MATÍAS ESCALERA CORDERO

Por: Carmen García González


Recortes de un corazón herido: por la esperanza«
Matías Escalera Cordero
Ediciones Huerga y Fierro, 2019
ISBN: 978-84-120015-8-7

Dice Matías Escalera que solemos identificar sin problema ninguno a los culpables de los males y de las injusticias que sufrimos; que la mayor parte de esos culpables son obvios, pues su culpabilidad está fuera de toda duda; pero que no somos conscientes de hasta qué punto nosotros participamos de ese mal y de esas injusticias; que ese mal y esas injusticias anidan también en nosotros, pero que nos resulta muy incómodo reconocernos como parte del problema.

Recortes de un corazón herido: por la esperanza, cuya primera edición acaba de publicarse por la editorial Huerga y Fierro (2019) es el último de los poemarios publicados por su autor, aunque, casi al mismo tiempo, se ha publicado una antología bilingüe de su obra titulada Poemas del tiempo y del delirio/ Poems Of Time And Delirium por la editorial neoyorkina Artepoética Press Inc.

Matías Escaleras Cordero es autor y activista al mismo tiempo. Fue profesor de Lengua y Literatura durante varios años en la Universidad de Ljubljana (capital de Eslovenia), hasta que empezó la guerra de los Balcanes. Y toda esa vida se nota en su escritura.

Es un autor, además, completo; su obra abarca desde la poesía y la narrativa, hasta la crítica y el ensayo o el teatro. Como novelista tiene varios títulos publicados, Un mar invisible (2009), El tiempo cifrado (2014), Historias de este mundo (2010). En su faceta teatral, recibe el premio Margarita Xirgu por su obra El refugio, en 2009; de él dice, el director teatral y crítico Ernesto Filardi: «No me parece exagerado afirmar que el teatro necesita a gente como Matías Escalera, para dejar de una vez el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura».

Y eso es, precisamente, lo que hace con su poesía, desde su primer poemario Grito y realidad (2007), al anterior a este, Del amor (de los amos) y del poder (de los esclavos) (2016), pasando por Versos de invierno para un verano sin fin (2014) y Pero no islas (2009). Todos vinculados a la corriente llamada “Poesía de la Conciencia Crítica”, según la denominación de Alberto García-Teresa.

En su último poemario, Recortes de un corazón herido: por la esperanza, aparte de utilizar con maestría la palabra y todo su bagaje cultural, Matías Escalera vuelve a recoger el testigo de una poesía incómoda, aquella que hay que leer dos veces para reflexionar y entender exactamente qué mensaje trasciende de cualquiera de sus versos; su título ya es una pista, nada es casual en este poemario, tampoco su portada, el diseño del monumento a la III Internacional del artista constructivista Vladimir Tatlin (1885-1953), que nunca llegó a construirse, es una metáfora de la esperanza concebida desde esta perspectiva materialista e histórica que ensaya el autor.

Así, pues, el espacio real del sentimiento o del principio esperanza, como señala Ernst Bloch, no es el futuro, pues el tiempo futuro aún no existe, sino el presente. El tiempo de la esperanza es el presente, en efecto, y a través de una lírica de aspecto aparentemente narrativo, pero de densidad lírica incuestionable, Matías Escalera disecciona, en cuatro partes, la quimera o sentimiento real de la esperanza. Cierto aire de desengaño y derrota sobrevuelan todas sus páginas: el dolor por el paso del tiempo, por las batallas no ganadas y por los maniqueísmos estériles; el autor contempla con desolación que todo aquello por lo que la gente común ha luchado durante siglos y decenios acaba muchas veces diluyéndose en el agua del libre mercado, pero, al final, algo que merece la pena preservar, aunque no siempre, prevalece.

Pero la poesía de Matías Escalera está concebida, además, para aprender, por eso en ella tienen cabida otras artes y áreas del pensamiento, el cine, la música, la propia literatura, las artes plásticas, la historia y la filosofía. Una poesía que, por esta razón y por la intención inicial del autor, generalmente, se sitúa fuera del propio yo, porque fuera del yo están los otros: los desheredados, los trabajadores, las mujeres, los poetas engreídos, los héroes, los vagabundos, los asesinos, los amos… Lo realmente importante.

Y también los héroes en los que el ser humano deposita habitualmente la esperanza, esa ilusión perversa que nos hace creer que nuestros sueños tienen alguna oportunidad de cumplirse, errónea ilusión de la que el ángel del Paraíso, el del poema “Soñamos”, nos saca de un plumazo:

No hay esperanza
No hay esperanza: se os ha repetido hasta el empacho
Reconocedlo al fin…

Aunque, justo al final del poemario, en “Destino lunar” nos muestra, mediante una emocionante y espectacular metáfora de la esperanza desesperada, a la luna transitando por el cielo nocturno, que, con sus velas de majestuosa embarcación blanca y redonda, se adentra en la oscuridad de la noche, quizás con la escondida ilusión del día.

…Y navega, y navega… Casi imperceptiblemente… A cumplir un destino circular, solitario, conocido desde el principio de los tiempos, casi eterno, sin esperanza (o no tal vez)

Este quito poemario de Matías Escalera, Recortes de un corazón herido, es, así, un libro, una poesía, que nos interroga y se interroga, que nos conmueve y nos hace pensar, todo a un tiempo. Una poesía que se parece a esa torre invertida de Tatlin hacia lo profundo, o hacia los sueños incumplidos, de su portada.

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ELOGIO DEL VERSO

Por: Carmen García González


“Y daría igual que fuéramos eternos”

Parece falaz o incluso infantil pretender que un verso( como este del poema “Una vida mejor” de Guadalupe Grande) o varios influyan de tal manera en la vida de una persona que esta llegue a cambiar sus esquemas de vida por una frase; pero como todo en el universo humano puede ser factible, desde lo más excelso hasta lo más execrable; un verso puede también convertirse en la llave que guíe nuestra vida hacia otros derroteros.

La Poesía , ese arte minoritario y pobre: pobre porque no se mueve en los márgenes crematísticos en los cuales bailan otras artes, minoritario (que no elitista aunque lo parezca) porque muchos poetas no llegan a la gran masa, a no ser que a algún cantante de moda se fije en ellos y ponga música a sus poemas; desvestida hace ya mucho tiempo de los corsés que la constreñían en su forma y por tanto muchas veces en su fondo (léase rima y métrica) se ha convertido en el triunfo de la palabra.

Sabemos que artesanos de ella hay muchos, basta con utilizar un vocabulario variado, contar sílabas, acentuar, dotar de ritmo y ser correcto gramaticalmente; en definitiva, saber escribir bien, incluso utilizar algunas técnicas que enseñan en los talleres de escritura para poder escribir un poema. Todos podemos hacerlo… pero…genios de la palabra ¡hay tan pocos!

Aquellos que además de maestría saben llegar a lo más hondo del ser humano, ”tocar la fibra” de las emociones, hacer llorar, sentir, amar, soñar… dejar al lector o al que escucha recitar un poema, sumido en sus propias cavilaciones acertando de lleno en la diana de nuestro ser, ése, ése es el Poeta con mayúsculas.

Cuando Miguel Hernández escribe: “Y yo que creí que la luz era mía…”
Nos está hablando de la fragilidad del ser humano que se ha creído en algún momento de su vida omnipotente. Miguel está encarcelado y al borde de su final, reflexiona sobre su vida llena de luz y de sombras. Esa fragilidad del ocaso nos llega y hace que pensemos sobre nuestra propia debilidad. Somos mortales, pasajeros…

Octavio Paz en su poema Ladera Este dice:

“La casa está habitada por una mujer rubia / la mujer está habitada por el viento” qué soledad no nos trasmite, qué bruma no nos envuelve… La levedad del tiempo, el silencio…

“Y soy una mujer. Apenas algo / carne desnuda, sola , desarmada” . Muchas mujeres se sentirán identificadas con este poema de Ángela Figuera Aymerich, qué sentimiento femenino tan universal y qué poeta tan desconocida.

El laureado Pablo Neruda en su poemario “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. En el primer verso de su poema número veinte , el más conocido de todo el libro se lamenta:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche…” ¡Y quién no se ha sumido en la tristeza una noche junto a la ventana contemplando el oscurecido cielo!…¿,Cómo puede un poeta unir palabras tan sencillas y crear un universo tan grande?

Ahí reside la grandeza de un poema, en ese verso que nos ancla a su lectura, o que resuena en nuestros oídos una y otra vez porque el poeta, ese ser que puede ser incluso un desalmado, ha sabido expresar lo que llevamos dentro y no nos atrevemos a decir, el mundo interno del ser humano dibujado por veinticuatro caracteres.( si el poema está escrito en castellano)

Cada lector, cada amante de la poesía, tendrá sus propios versos, los que recuerda de un poema que leyó, que escuchó en un recital, que le susurraron en el oído. Al principio se ha hablado de los músicos que cogen la letra de un poema y lo hace universalmente conocido; muchos, primero han escuchado esas canciones y luego se han dado cuenta que eran versos de Machado, Hernández, Benedetti…

Eso me recuerda a una actuación en un teatro; en el escenario un hombre declamando un texto que parecía un monólogo y resultó ser un poema de Luis Alberto de Cuenca titulado “La Malcasada” del que solo recuerdo estos versos: “Me dices que Juan Luis no te comprende…./ ¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?/ ¿Que dé un golpe de estado libertario?”. A partir de ahí, a veces cuando algo me resulta imposible yo misma me digo “¿Qué quieres que haga yo? / ¿Que de un golpe de estado libertario?”

Buscando mi propio verso, aquel que como una tormenta arrasó mi yo interno cuando lo leí primera vez porque el mundo que me ofrecía ya me era conocido encontré : “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. No necesita más; el resto del poema de Cesare Pavese, no me es indiferente pero a pesar de leerlo muchas veces solo este verso martillea mi interior.

Existen tantos y tantos versos que nos envuelven, nos transportan, nos reconocen… “Se me va de los dedos la caricia sin causa“ de Alfonsina Storni,

El Poeta…es semejante al príncipe de las nubes…/ sus alas de gigante le impiden caminar”, del poema El Albatros de Charles Baudelaire. La atormentada Silvia Plath en su poema Espejo escribe: “Su rostro con la noche sustituye las mañanas/ Me ahogó niña y vieja”. El gran Francisco de Quevedo termina uno de sus sonetos más famosos con una frase desoladora: “Y no hallé donde poner los ojos/ que no fuese recuerdo de la muerte”. Antonio Colinas relaja el espíritu diciendo: “En la noche de los páramos negros estoy solo y profundamente en paz”. Y Walt Whitman, el poeta optimista, vital, enaltecedor de la naturaleza y la alegría del ser humano, nos aconseja en el último verso de su poema “No te detengas”: “No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas”.

Emplazo a los que lean estas líneas que busquen el suyo entre las miles de poesías que han leído a lo largo de su vida , y si no han leído nunca poesía, que lo intenten, a lo mejor descubren un placer oculto el encontrar en las palabras de otros, aquello que nosotros mismos no sabemos, queremos o somos incapaces de definir.

Y cómo no terminar este texto de la misma manera que lo empecé, con otro verso , esta vez de nuevo del poeta norteamericano Walt Whitman:

“¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! nuestro temeroso viaje está hecho…