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Y LLEGÓ JACKIE ORMES

Por: Tomás Sánchez Rubio


En el año 1911, Marie Curie, una de las mentes más brillantes de su tiempo, ganó el Premio Nobel de Química. En 1903 había conseguido el de Física juntamente con su marido  Pierre —fallecido tres años después— y el investigador Henri Becquerel. Se le reconocían, literalmente, «sus servicios en el avance de la química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento». Fue la primera persona en obtener o compartir dos galardones de la Academia Sueca.

A primeros de agosto de aquel mismo año de 1911, veía la luz por primera vez en Pittsburgh, Pensilvania, Zelda Mavin Jackson, más conocida como Jackie Ormes. En aquella ciudad había nacido en 1874 la escritora Gertrude Stein, una de las pioneras de la literatura modernista, así como importante coleccionista de arte contemporáneo. En Pittsburgh, asimismo, el dramaturgo August Wilson se inspiraría para escribir, en los años 80 del siglo XX, la obra Fences, basada en la vida de un hombre afroamericano que lucha contra los prejuicios raciales en que vive su comunidad.

Jackie Ormes

Como el protagonista del drama de Wilson, Jackie Ormes también era una chica afroamericana en un país donde los recelos relacionados con el color de la piel se traducían con frecuencia, sobre todo en los estados sureños, en leyes y actos de violencia contra la igualdad de los derechos fundamentales. El esfuerzo y el tesón de esta mujer en tales circunstancias resultan, sin duda, un valor añadido a sus increíbles dotes artísticas naturales. Efectivamente, Ormes fue una humorista gráfica de marcado talento y sensibilidad, no solo para captar, sino también para representar, en clave paródica y personal, todo aquello que la rodeaba. Artista ilustradora, periodista y escritora comprometida, sería conocida como la primera mujer de color en producir tiras cómicas en la prensa a nivel nacional.

Hija de Mary Brown Jackson y William Winfield Jackson, comenzó a dibujar y a escribir durante la secundaria. Publicó sus primeras caricaturas, de compañeros y de profesores, en el anuario de la escuela. Durante esta etapa, escribió una carta al editor del Pittsburgh Courier, un periódico semanal afroamericano que salía los sábados, donde realizó su primer trabajo como reportera al cubrir un combate de boxeo; desde entonces se convertiría en una amante de este deporte. Posteriormente pasó a ser correctora en la misma publicación. Poco más tarde ejerció ya como editora independiente, escribiendo sobre asuntos  judiciales  y cuestiones sociales. Se casó con el contable Earl Ormes en 1931, con quien tuvo una hija, Jaqueline, que murió a los tres años a causa de un tumor cerebral.

Como humorista gráfica, alcanzó una gran popularidad por ser la creadora de las tiras de prensa Torchy Brown in Dixie to Harlem y Torchy in Heartbeats, así como de las viñetas Patty-Jo ‘n’ Ginger y Candy, que se publicaron en los periódicos estadounidenses de tirada nacional Pittsburgh Courier —mencionado anteriormentey The Chicago Defender, desde 1937 a 1956, siendo la primera dibujante afroamericana en conseguirlo. Se retiró de la caricatura en 1956, aunque continuó con su producción artística, mientras una artritis sobrevenida precozmente se lo permitiera, pintando murales y retratos. Fue miembro de la junta directiva fundadora del Du Sable Museum of African American History, en Chicago, el más antiguo dedicado al estudio y la preservación de la historia, la cultura y el arte afroamericanos. Como coleccionista de muñecas, Ormes contaba con unas ciento cincuenta figuras, participando activamente en el Guys and Gals Fantastique Doll Club. Murió el 26 de diciembre de 1985 a los setenta y cuatro años, a causa de una hemorragia cerebral, siendo enterrada junto a su marido —fallecido casi una década antes—, en el Hope Cemetery de Salem, Ohio. Ese mismo año se había estrenado El color púrpura, película dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Whoopi Goldberg. El drama se basaba en la novela homónima de Alice Walker, que dos años antes había ganado el Premio Pulitzer. Su argumento giraba alrededor de una niña afroamericana a  principios del siglo XX, Celie, de catorce años, y de su difícil existencia de maltrato y soledad durante los posteriores treinta.

En Torchy Brown in Dixie to Harlem, la protagonistaera una adolescente de Mississippi que encuentra la fama cantando y bailando en el prestigioso Cotton Club de la Gran Manzana. El viaje de Torchy desde su tierra natal a Nueva York reflejaba, ni más ni menos, el desplazamiento de muchas personas que se aventuraron hacia el norte durante la conocida como Gran Migración Afroamericana. Tras cesar la publicación de la serie a finales de los 30, dibujó dos historietas más: Candy, sobre una divertida empleada doméstica, y Patty Jo and Ginger, cuyas protagonistas eran dos hermanas totalmente distintas: la menor, decidida y con una clara conciencia social y política; la mayor, callada y presumida, iba siempre vestida a la moda. En 1947, Ormes firmó un contrato con la compañía de muñecas Terri Lee, a fin de vender una muñeca inspirada en su personaje Patty-Jo. Se trataba de la primera muñeca de color “realista” fabricada en Estados Unidos. Al igual que en la caricatura, se representaba a una niña real, en contraste con la mayoría de muñecas, que eran tipo bebé.

A partir de agosto de 1950, el Pittsburgh Courier comenzó a publicar un suplemento a color de ocho páginas, donde Ormes reinventó a su personaje Torchy, convirtiéndola en una nueva tira cómica que llamó Torchy in Heartbeats. Esta vez, la protagonista se había convertido en una mujer sofisticada e independiente cuyas aventuras transcurrían en tanto que buscaba “el amor verdadero”. Ormes se sirvió del personaje para visibilizar diversos temas relevantes de la época, mostrando una imagen de una mujer de color que, en contraste con las representaciones estereotipadas de los medios de comunicación, aparecía como  inteligente y decidida.

Las heroínas de Jackie Ormes son mujeres fuertes e independientes con una clara conciencia social y política, que luchan por alcanzar sus metas desafiando día a día a unas normas sociales conservadoras en relación con el sexo y la raza. Propuso a sus lectoras un modelo de mujer en que podían creer, apoyar e incluso aspirar a convertirse. Por supuesto, tras la Segunda Guerra Mundial, en pleno macartismo, fue investigada por el FBI… No obstante, ampliamente reconocida en vida, Nancy Goldstein escribió en 2008 una biografía sobre Ormes, publicada por la editorial de la Universidad de Michigan, titulada The First African American Woman Cartoonist.

Por supuesto, tampoco debo dejar de mencionar, para finalizar el presente artículo, a una contemporánea de Jackie Ormes y compatriota nuestra: la infatigable Rosa Galcerán Vilanova. Nacida en Barcelona en 1917, fallecería poco antes de cumplir los noventa y ocho años en 2015. Ilustradora, publicista y poeta, como dibujante de historietas fue pionera en un tiempo en el que la profesión era mayoritariamente masculina en nuestro país. Galcerán realizó sus primeras publicaciones en la revista Porvenir en 1937. Entre 1942 y 1946, se unió a la productora Diarmo Films colaborando en las primeras películas de animación junto a Arturo Moreno: El capitán Tormentoso (1942), Garbancito de la Mancha (1945) —primer largometraje de dibujos animados realizado en color de Europa— y Alegres vacaciones(1948). Alternó este trabajo con colaboraciones en la revista Mis chicas, de la editora Consuelo Gil Roësset. Al finalizar ese periodo, y hasta 1971, desarrolló la mayor parte de su trabajo en las publicaciones femeninas de la Editorial Toray. Principalmente, trabajaría para la revista Azucena donde  fue dibujante, guionista, fundadora, y además creadora de la colección Cuentos de la Abuelita. Como poeta, fue miembro del grupo literario Poesía Viva y del Seminario de Investigación Poética. En 1997, publicó el libro Poemes de Tardor y en 2004 Sons y Ressons.

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MARINO BENEJAM Y LA FAMILIA ULISES

Por: Tomás Sánchez Rubio


Próximamente se cumplirá un nuevo aniversario del nacimiento de Marino Benejam. El 26 de enero de 1890 Marí Benejam i Ferrer vio la luz por primera vez en una casa de la calle del Roser de Ciutadella, localidad situada en el extremo oeste de la isla de Menorca, patria chica, asimismo, de José Roberto Torrent Prats, pintor contemporáneo suyo, conocido por sus claros y coloridos paisajes. En aquel momento ejercía la Regencia del trono de España María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XIII, mientras que Antonio Cánovas del Castillo detentaba —por quinta vez—  la presidencia del Consejo de Ministros. Casi ochenta y cinco años después, el 19 de enero de 1975, fallecerá Benejam en Barcelona.

TBO: Antología de las mejores historias de Marino Benejam

Marí —Marino— era el quinto de los siete hijos de Pere y Francina. A finales de siglo, la industria del calzado balear, muy dependiente del mercado antillano, se resintió con la pérdida de Cuba, y su padre, humilde artesano hormero, decidió trasladarse en 1907 con la familia a Barcelona. Allí ejercería como relojero, oficio que también conocía. Primero habitaron en un piso en el Paseo del Born; luego, en la calle Princesa. En 1902, a los doce años, Benejam se inscribe en la Academia de dibujo del profesor Manuel Alzamora, donde asiste a las clases hasta cumplir los dieciocho. Se matricula en l’Escola de Llotja, nombre que recibe entonces l’Escola de Belles Arts de Barcelona. Su padre pretende que trabaje en la relojería, pero él empieza a pensar en la posibilidad de dedicarse al dibujo humorístico y publicitario. En 1915 se inicia esporádicamente su colaboración en revistas humorísticas de escasa tirada, mientras ejerce como empleado de banca.  El 26 de junio de 1921 se casa con Lluïsa Bartolomé Barceló en la iglesia del Carme de Barcelona. De esta unión nacerán dos hijas: Lluïsa en 1922 y Roser en 1926. Vivían en un piso de la calle de Menéndez Pelayo, actualmente de Torrent de l’Olla, situado en el barrio de Gràcia. Durante los años treinta comienza a colaborar, como dibujante y guionista de historietas, en revistas como Pocholo, editada por Santiago Vives, o KKO, de la editorial Guerri.

Sus primeros seudónimos fueron Rino y Ferrer; no obstante, Benejam fue su firma más conocida. El nombre de Benejam pronto acabó asociándose con la revista TBO, y con la serie más popular de esta: La familia Ulises.

El TBO, conocida revista de historietas por varias generaciones, apareció por primera vez el domingo 11 de marzo de 1917, publicándose cada semana, con algunas interrupciones, hasta 1998. Procedía aquel primer número del taller de litografía de Arturo Suárez en Barcelona. Al principio, la revista estaba impresa en un solo color —azul—; mostraba en su diseño una gran influencia de En Patufet, revista infantil ilustrada y en catalán, nacida en 1904. El precio inicial era de 5 céntimos. Tomó su nombre de la zarzuela TBO, estrenada en el Coliseo del Noviciado de Madrid el 29 de abril de 1909, y escrita por el prolífico comediógrafo sevillano Eduardo Montesinos y el dramaturgo madrileño Ángel Torres de Álamo, ambos también periodistas. Las siglas hacían referencia al nombre de un periódico que aparecía en la obra. Como ha aclarado Rosa Segura, secretaria de redacción del TBO en dos etapas de su vida, y autora del libro de memorias Ediciones TBO ¿dígame? (Editorial Marré, 2006), el título sería sugerido por Joaquín Arqués, director de la publicación y gran aficionado al teatro y a las revistas líricas. Esto contradice diversas hipótesis, más o menos peregrinas, que han surgido sobre el nombre de la revista —como que la revista era editada por un inexistente Tomás Bauça Oliver—.

Viñetas de TBO

El caso es que unos meses después del primer número, entró como editor de la  publicación Joaquín Buigas Garriga, cliente del impresor Suárez. A partir de ese momento pasaron a utilizarse dos colores (rojo y negro) y se situó en la portada una historieta como ya se hiciera en Dominguín, revista infantil publicada por José Espoy entre 1915 y 1916, en lugar del chiste de una sola viñeta que aparecía en los primeros números. En diciembre de 1943, Buigas, junto a Emilia Estivill (viuda de Bartolomé Bauzá, con quien ya se había asociado Buigas anteriormente) y Emilio Viña se establecieron como Ediciones TBO Sociedad Limitada. El sello Buigas, Estivill y Viña SL continuó hasta 1983. A partir de 1986 fue publicada por Bruguera —cuyo embrión precisamente había sido la editorial El Gato Negro, creadora de Pulgarcito—, y entre 1988 y 1998 por Ediciones B, heredera de aquella.

En julio de 1934, en el número 891 de TBO, se publica la primera colaboración de Benejam en la famosa revista. Se trataba de una tira con cuatro viñetas titulada Un enfermo muy grave. Al año siguientecreó el personaje Melitón Pérez, cuya primera historieta apareció en el número 963 del 26 de noviembre. El personaje, parecido al protagonista de la serie sueca Adamson, de Oscar Jacobsson, es un hombre bajito y educado, con traje de chaqueta y sombrero, que desarrollaba su acción en cuatro viñetas mudas.  

Si bien durante unos años compaginó su trabajo en diversas publicaciones simultáneamente, además de dibujar recortables, cuadernos para colorear y felicitaciones navideñas, a partir de 1941 Benejam concentró toda su actividad gráfica en TBO. Junto con Manuel Urda —cuyo último trabajo fue la sección “De todo un poco”, dedicada a curiosidades y chistes cortos—  y Ricardo Opisso —detallista y sagaz como ya se ve en la portada del Almanaque de TBO para 1918—, fue uno de los dibujantes más prolíficos de la revista.

Benejam fue el creador de Aventuras de Morcillón y Babali (1946), un peculiar explorador y su ayudante, y continuó, a partir de 1951, tras las etapas de Nit, Tínez y Tur, la sección Los grandes inventos del TBO, con creaciones del ficticio y curioso profesor Franz de Copenhague. Aparte, realizaría también multitud de breves historietas sin personaje fijo. Sin embargo, será reconocido sobre todo por ser el creador de La familia Ulises en 1944. Esta saga popular y entrañable, además de ser particularmente mi serie preferida dentro de la revista, se afianzó de tal modo que se publicó regularmente en la contraportada, sin faltar ni una sola semana, entre los años 1952 y 1971. Fue a partir de 1968, al comenzar a tener problemas oculares por causa de la diabetes, cuando el dibujante José María Blanco Ibarz —creador en 1963 de la peculiar tribu africana de Los Kakikus— le sustituyó como ilustrador de La Familia Ulises. Blanco respetó siempre el estilo y el espíritu de Benejam, quien, menos de una década después, en 1975, fallecería en Barcelona de embolia cerebral.

Otras familias aparecerían posteriormente en la escena de la historieta cómica ilustrada en nuestro país. De ese modo tenemos a La familia Cebolleta, creación del genial dibujante Manuel Vázquez Gallego y que se estrenó en 1951 en las páginas de El DDT. Fue esta una de las tres más famosas de su autor —pienso que debido en buena parte al abuelo y a “sus batallitas”—, junto a Las hermanas Gilda (1949) y Anacleto, agente secreto (1965). Creaciones de Vázquez fueron, asimismo, las sagas de los Gambérrez y los Churumbel. Antes, en 1947, en la misma revista había aparecido La Familia Pepe, de Juan García Iranzo. Por su parte, de la mano del magistral Francisco Ibáñez nacería en Pulgarcito, en julio de 1958, La familia Trapisonda, un grupito que es la monda. Como todos los personajes de su creador, pronto se hizo muy popular.

Sin embargo, ¿qué hacía a La familia Ulises tan especial? ¿En qué se diferenciaba de las otras sagas posteriores? En primer lugar, es llamativo el detalle de que se les llame a partir del nombre de pila del padre y no del apellido. Porque ellos lo tienen: son los Higueruelo, residentes en Barcelona y con un chalé en San Agapito del Rabanal. Paradójicamente, aunque Ulises es el cabeza de la familia, podemos considerarla una historieta coral, donde el protagonismo recae en todo el grupo familiar. Cada personaje, a excepción, quizá, de los dos niños, tiene una personalidad muy marcada.

Colección de sellos, conmemoración TBO: familia Ulises

En mi opinión, el éxito de la serie estaba en ese realismo cotidiano que acercaba sus historias a las de tantas familias de clase media española de la posguerra, muy lejos del humor buscado a través de la reducción al absurdo, presente en otros personajes de historietas cómicas; también a esa crítica costumbrista, con su pizca de ironía, ternura, ingenuidad y cierta amargura, tradicional por otra parte en nuestras Letras. En algunos episodios vemos “un aire” a tipos y situaciones cercanos al cine del momento: El pisito (1958), El cochecito  (1960), Plácido (1961)… Se hace omnipresente la importancia de las apariencias, el temor al ridículo, a quedar en evidencia ante los demás, sobre todo da cara a los vecinos; también las aspiraciones y el anhelo de una vida algo mejor, el respeto —mitad por educación, mitad por conveniencia—  a la tradición y a las formas… Todo ello al final desembocará ineludiblemente en un conflicto que se acabará resolviendo con algún sofoco pasajero. La vida sigue. Los ascensos, la paga extra, el pavo de Nochebuena, las ansiadas vacaciones se viven realmente en familia, y es en familia donde se experimentan los cambios que va marcando la vida española: el bikini, la televisión, el turismo…

Don Ulises trabaja de empleado en una oficina; es un hombre bondadoso, algo apocado pero bonachón, simpático, generoso. Su esposa, Sinforosa, más prudente que su marido, pero algo aprensiva, por su parte vive para provocar la envidia de sus amistades y para casar a su hija mayor, Lolín, con algún pretendiente de buena posición. La bebida preferida de Sinforosa es el llamado «Zuavo», una mezcla de café con gaseosa muy popular en España de la postguerra. Lolín es algo rebelde y desconfiada, harta del ridículo en que queda, día sí y día no, la familia. La abuela Filomena es una señora de pueblo, experta en plantas medicinales, siempre con un refrán adecuado y que habla cometiendo frecuentes incorrecciones. Los más pequeños, preocupados siempre por cosas de niños, son Merceditas y Policarpito. Tresky es la mascota, un perrito alegre y entrañable, como lo es, al fin y al cabo, toda esa familia que llenaba tantas tardes de mi niñez y cuyas aventuras todavía hoy me complazco en releer cada cierto tiempo.