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ELIZABETH BARRETT BROWNING, VICTORIANA Y FEMINISTA

Pilar Alcalá García


Para Edgar Allan Poe Elizabeth Barrett Browning fue un referente y Emily Dickinson la admiraba tanto que tenía un retrato de Browning en su habitación. Solitaria, melancólica, fóbica, adicta al opio por una dolorosa afección en la espalda, compuso varios de los mejores poemas de amor de la literatura inglesa. Elizabeth fue una feminista en la época victoriana, apoyó la unidad de Italia, hizo campaña por la abolición de la esclavitud, condenó el trabajo infantil y amaba a Homero. “La Safo de nuestro tiempo”, para Wilde; “la Shakespeare entre las mujeres”, según Ruskin.

Elizabeth Barrett Moulton-Barrett nació el 6 de marzo de 1806 en Coxhoe Hall, Durham, Inglaterra y murió el 29 de junio de 1861 en Firenze, Italia. Su padre era propietario de una plantación de azúcar en Jamaica y su madre provenía de una familia adinerada descendiente del rey Eduardo III. Elizabeth fue la mayor de doce hermanos y como la gran mayoría de niñas de su tiempo, fue educada en casa, con la ayuda de un hermano y un vecino suyo que la introdujo en el mundo de los autores griegos. Era muy joven cuando había leído autores de la talla de Shakespeare o Dante. Con veinte años, Elizabeth ya había publicado de manera anónima su primera obra: Ensayo sobre la mente y otros poemas.

Elizabeth Barrett Browning

Es una de las poetas más representativas de la época victoriana que también se dedicó a la novela y a la traducción. Mujer extraordinaria por su inteligencia que conquistó con su arte a numerosos autores de la época, es considerada como uno de los grandes talentos en lengua inglesa dentro del género lírico, en particular, el amoroso. Vivió una infancia privilegiada organizando producciones teatrales familiares con sus once hermanos. Recibió una esmerada educación, por eso desde niña se interesó por todo tipo de libros, sobre todo los clásicos, y antes de cumplir los diez años había leído en griego las obras de Homero. De salud delicada, no tuvo problemas hasta 1821, cuando el Doctor Coker le recetó opio debido a sus problemas nerviosos. En el año 1820 apareció su primer poema, “La Batalla De Maratón” y seis años después escribió Ensayo sobre el hombre y otros poemas. En 1928 falleció su madre y la familia se traslada a Londres y allí traduce el Prometeo encadenado de Esquilo y empieza a publicar algunos libros. Sabemos que no era muy dada a las relaciones sociales, pero hay que tener en cuenta la difícil situación que tuvo que vivir. Sufrió la pérdida de dos de sus hermanos. En 1838 Edward, su hermano favorito, muere ahogado, fue un tremendo golpe que la postró durante meses y del que nunca se recuperó completamente. Además, en la década de los 40 sufrió una lesión en la columna vertebral que le dejó inválida y la obligó a utilizar con asiduidad el opio para calmar los dolores. Se volvió una inválida ermitaña que pasó los siguientes cinco años en su habitación y viendo solo a una o dos personas, además de a su familia inmediata. Uno de aquellas personas era John Kenyon, un hombre rico y simpático, amigo de las artes.

En 1844 Elizabeth publicó una colección de poemas que incluía “El lamento de los niños” y “El galanteo de Lady Geraldine”; cuya introducción en la edición estadounidense fue realizada por Edgar Allan Poe, lo que la convirtió en una de las escritoras más populares, y lo que decidió a Robert Browning a escribirle diciéndole lo mucho que le gustaban sus poemas. Kenyon organizó la visita de Robert en mayo de 1845, y desde entonces, comenzó uno de los noviazgos más famosos de la literatura. Seis años mayor que él e inválida, Elizabeth no pudo ni imaginar que él la quisiese todo lo que decía hacerlo, y sus dudas las recogen los Sonetos de la portuguesa, que escribió en los siguientes dos años, durante el noviazgo. Pero el amor lo puede todo y Robert, como ya había hecho su héroe Shelley, se llevó a su amada a Italia, casándose una semana antes, como buenos victorianos. Se casaron en secreto en 1846, ya que el padre de Elizabeth había prohibido el matrimonio a todos sus hijos y jamás le perdonó su boda con Browning. La boda se celebró el 12 de septiembre en la iglesia de Santa Marylebone en Londres, en presencia de su leal doncella Elizabeth Wilson y del primo de Robert, James Silverthorne.

  Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso
que existías ya entonces, hace un año,
cuando yo estaba sola aquí en la nieve
y no vi tus pisadas ni escuché
tu voz en el silencio...

La pareja no soportaba al padre de ella así que una semana después, el 19 de septiembre de 1846, cuando iban a abandonar la ciudad hacia su propiedad alquilada en Little Bookham, Surrey, se marcharon primero a Francia y después a Italia, acompañados por Wilson y del querido perro de Elizabeth, Flush. En 1849, cuando Elizabeth tenía 43 años de edad, tuvo a su único hijo, Robert Wiedemann, a quien sus padres llamaban Penini.

Sonetos de la portuguesa

Quizá su obra más conocida e importante sea Sonetos de la portuguesa, escritos, en secreto antes de su matrimonio, para su esposo y publicado en 1850. Se trata de cuarenta y cuatro sonetos con textos amorosos cargados de sensibilidad, sinceridad y pasión. Dado el carácter íntimo de los mismos, la poeta dudó en publicarlos, pero su marido la animó a hacerlo porque los consideró sublimes. Por ese motivo decidieron editarlos como si se tratase de una traducción del portugués o escritos por la portuguesa, ya que Browning llamaba a Barrett mi “pequeña portuguesa”. Inmediatamente fueron reconocidos como poemas de la autora, y son considerados una de los mejores poemarios de amor de la literatura inglesa. Uno de estos sonetos, el número XLIII, empieza con una de las frases más conocidas del idioma inglés: “How do I love thee? Let me count the ways” (¿De qué modo te amo? Déjame que cuente las formas).

Entre 1848 y 1851 escribió Las ventanas de la Casa Guidi, la casa en la que vivieron en Firenze, en Piazza San Felice, donde hoy hay una placa que lo recuerda, casa que actualmente es un Museo. La placa se colocó en 1861 por “florentinos agradecidos” y rinde homenaje a Elizabeth Barret Browning por hacer con su verso un anillo de oro vinculante entre Italia e Inglaterra. No cabe duda de que es más conocida en su ciudad adoptiva por Las ventanas de la Casa Guidi y por su apoyo apasionado por el Risirgimento que en otros países. Antes de instalarse en Firenze pasaron unos meses en Pisa, hasta el 17 de abril de 1847, pero Pisa les aburría y decidieron marcharse a Firenze donde alquilaron un piso que rebautizaron como Casa Guidi, que encajaba con sus simpatías republicanas. Amueblaron ellos mismos el lugar, y redecoraron la sala con los colores de la olvidada bandera italiana del Risorgimento: rojo, blanco y verde. En el salón de esta casa los Brownings recibieron a muchos otros compañeros expatriados. “La elaborada gracia de la catedral de Pisa es una cosa, y la masiva grandeza de la de Firenze es otra cosa incluso mejor. Me dejoó anonadada, con una sensación de arquitectura sublime. En Pisa dijimos, ‘qué hermoso’; aquí no decimos nada. Es suficiente con respirar”. Elizabeth describió la Casa Guidi como “un lugar fresco, en un sitio fantástico a un paso de la Piazza Pitti, y con derecho a admisión diaria en los jardines de Boboli”. Las ventanas de la Casa Guidi fue publicado en dos volúmenes en 1851, simultáneamente en inglés y en traducción italiana. Firenze fue muy importante en la obra del matrimonio, no solo les dio material para sus creaciones, sino que les proporcionó libertad respecto a las antiguas convenciones. Firenze significó libertad y un alivio para sus vidas, ya que permitió el desarrollo de su individualidad y el alcance de su plenitud, ayudando a sus refrescantes y originales voces. Mientras Robert Browning encontró inspiración en la excentricidad de otros, como los artistas florentinos Andrea del Sarto o Fra. Filippo Lippi y otras figuras históricas y literarias, Elizabeth llevó sus expectativas socio-parentales hacia la subversión de la forma épica, tradicionalmente masculina.

Su obra más extensa y también más ambiciosa es el poema didáctico Aurora Leigh (1856), en la que recreó la vida de la periodista Margaret Fuller, que había muerto ahogada en un barco cuando volvía de regreso a los Estados Unidos. Aurora Leigh ofrece una visión más profunda de la que significo Florencia para ella. Notabilísima novela en verso libre de carácter didáctico, en el que defiende el derecho de las mujeres a la libertad intelectual y expone las preocupaciones de las artistas. Aparecen una gran variedad de ambientes, desde los círculos de la alta sociedad hasta los bajos fondos. Virginia Woolf consideraba que esta novela estaba al mismo nivel de los mejores escritos de Jane Austen, George Eliot y las hermanas Brönte. Por desgracia hasta 1978 Aurora Leigh no fue realmente recuperada en Inglaterra. La propia Virginia Woolf lamentó que “el destino no ha sido amable con la señora Browning como escritora”. Aurora Leigh fue una proto-feminista, una activista por los derechos de las mujeres cuando la palabra sufragismo no estaba en boga ni tampoco el concepto de feminismo como lo entendemos hoy en día. Pero lo suyo no es un planteamiento simplemente reivindicativo, contestatario, de activista de folletín y pancarta. Lo que hace a este poema una obra que trasciende barreras temporales, y se puede leer ahora con la misma intensidad que hace más de un siglo, es que no cae en estereotipos fáciles ni en reducciones maximalistas. Se trata de una trama dickensiana que sirve para presentar las injustas restricciones educativas y sociales que sufrían las mujeres, para definir una teoría literaria radical.

En 1855, en El Serafín y otros poemas, expresó sus sentimientos cristianos en forma de tragedia clásica. En 1860 publica Poemas antes del Congreso, donde expresa su apoyo a la unificación italiana. Al morir, en 1861, su esposo preparó sus Últimos poemas para la imprenta, que verían la luz en 1863. Ninguna otra poeta alcanzó el prestigio de Elizabeth entre los lectores cultos de Estados Unidos e Inglaterra en el siglo XIX. Hay que tener en cuenta, además, que tras la muerte de William Wordsworth en 1850 fue nominada para poeta laureada, aunque finalmente se eligió a Alfred Tennyson.

Si Virginia Woolf no hubiese publicado sus artículos en defensa de la poesía de Elizabeth Barrett Browning para el “Times Literary Supplement” de octubre de 1930, la autora de Aurora Leigh continuaría siendo ignorada por el público general.

Elizabeth está enterrada en una tumba diseñada por Frederic Lord Leighton, en el bello cementerio inglés de Firenze, en el Piazzale Donatello, un cementerio sin paredes y de forma ovalada.

 ¿De qué modo te quiero? Déjame que cuente las formas.
¿De qué modo te quiero? Pues te quiero
hasta el abismo y la región más alta
a que puedo llegar cuando persigo
los límites del Ser y el Ideal.
 
Te quiero en el vivir más cotidiano,
con el sol y a la luz de una candela.
Con libertad, como se aspira al Bien;
con la inocencia del que ansía gloria.
 
Te quiero con la fiebre que antes puse
en mi dolor y con mi fe de niña,
con el amor que yo creí perder
 
al perder a mis santos... Con las lágrimas
y el sonreír de mi vida... Y si Dios quiere,
te querré mucho más tras de la muerte.