Los poetas nos entristecemos en exceso por la poca atención que la sociedad nos concede. No debiéramos andar tan quejumbrosos. En el fondo, esa entelequia que llamamos sociedad no hace caso a nadie. Vivimos tiempos donde reina lo pasajero, es moneda común la falta de sustancia y son bandera los mensajes publicitarios, las ocurrencias de red social y la comida rápida, gustosa y resultona aunque nos siente como un tiro.
La mayor de las famas en esto de la poesía, como en tantos otros campos, es flor de un día, puesta de sol efímera, musiquilla ocasional. Si los mejores investigadores, los personajes solidarios, los políticos decentes o los héroes sociales resultan flor de un día, pasan por las noticias como un rápido brillo y se extingue su memoria en menos que canta un gallo, ¿por qué debería prestarse más atención a los poetas? Lo que más le interesa a la mayoría de esta sociedad adocenada es la estupidez que cualquier insensato suelte en un programa televisivo dedicado a esa víscera llamada corazón, lo más jaleado y discutido es cualquier insignificancia de un jugador de fútbol, lo más comentado es algún morboso crimen que, no se sabe por qué, es aireado por los medios de comunicación en detrimento de otros muchos igual de terribles (todo sea por la audiencia aunque se quede en cueros la decencia). La poesía, arte de primera fila desde el principio de los tiempos, es en la actualidad oficio raro, de tipos poco prácticos —a decir de los prácticos más simples y desinformados—. Pero no es esto lo peor, lo más triste es que, ante el ignorante desprecio social, los poetas se encierran en sus guaridas y la emprenden a dentelladas contra los congéneres en vez de hacer causa común y mostrarle al mundo, con toda firmeza, que la poesía es necesaria para que el mundo sea mejor. Andan los vates a la greña, unos contra otros. Los menos, enquistados en camarillas de cierto prestigio, más endogámico que otra cosa, monopolizando y repartiéndose el poco pastel que usurpan en la feria de las vanidades y ninguneando a cuantos pudieran hacerles sombra. Los más, nadando como pueden en la misma feria pero sin que les dejen sitio en alguna noria que les dé un respiro.
Raza esta de los poetas, cainita como pocas, que amontona galardones, prebendas y atenciones para unos pocos y hurta al presente y al futuro voces notables que terminarán en el más abyecto olvido. Batiburrillo sofocante que suma a la indiferencia del vulgo la prepotencia de algunas editoriales, academias excluyentes, medios de comunicación ignorantes y críticos de pacotilla.
Más vale no preocuparse, escribir lo mejor que se pueda y confiar, a imitación de lo que dijera Arnaldo Amalric, aquel inquisidor canalla, en que el futuro reconocerá a los suyos;. Extremo, por cierto, que no creo que les funcionase a los más de siete mil masacrados de Béziers, entre cátaros y católicos. Ni les va a funcionar a los poetas.
El otro día, estuvo en mi casa un amigo, hombre de carrera, preparado, sensible. Sobre la mesa del salón estaba el número 55 de la magnífica revista literaria «Cuadernos del Matemático», que dirige el poeta Ezequías Blanco. En la cubierta y contracubierta, a sangre, sendos dibujos del famoso grafitero portoriqueño Sen2, de sus series pop. Realmente llamativos y actuales.
Mi amigo la observaba con atención.
—Es una de las revistas literarias mejores de España —le dije—, si no la mejor:
relatos, artículos y mucha poesía.
—¿Poesía —se extrañó—, pues yo hubiera dicho que era algo de moda, de
videojuegos o algo así.
—¿Es que por llevar poesía —le pregunté— debería tener en la portada flores, un
paisaje brumoso o ser de color crema con títulos en caligrafía inglesa?
—Pues no sé, claro… es que me sorprende así tan moderna tan… no sé.
Sonreímos ambos
Y es que la gente normal, sencilla o complicada, los «de fichar» que dijo una vez el poeta Fernando Beltrán, los que andan en la brega diaria, fichen en un trabajo o no, sin pararse en versos o cualquier otro aspecto artístico, tienen una opinión del asunto poético bastante deformada: suelen identificar a los poetas con gente lánguida, proclives a las florituras verbales y al suspiro, fuera de la realidad y anclados en tiempos remotos.
Se trata de un error generado en la etapa romántica y agrandado en nuestra época que tiene del Romanticismo una idea equivocada pensando que sólo es sinónimo de enamoramiento, ojos en blanco, suicidios y tuberculosis galopante. Ni el romanticismo es literalmente eso —recuérdese el lema Sturm und Drang (tormenta e ímpetu)— ni la poesía tiene que deambular por territorios trasnochados, ensoñaciones irreales y paisajes desmayados.
La culpa sin duda es de la ignorancia general, pero también de los poetas que le damos más al lloriqueo amoroso que a otros temas (Homero se cabrearía) y andamos creyendo que lo nuestro es canela fina y exclusiva y que nuestras torres siguen siendo cristal etéreo y quebradizo en vez de buena piedra sillar que alterne las vidrieras luminosas con robustos muros.
Somos culpables de que muchos, alejados de su lectura, imaginen que la poesía es adorno decadente y superfluo, en vez de un elemento literario de primer orden y un arte destinado a promover la emoción, agitar las conciencias, remover el mundo y ofrecer la visión más intensa, hermosa, solidaria, simbólica y precisa del ser humano y del mundo que compartimos.
No es que debamos ponernos antipáticos, pero sí firmes y dejar alto el pabellón de la sensatez y la buena literatura poética, más allá de poses melifluas, palabrería pretenciosa, escapes de la realidad y exquisiteces de salón.
Algo estamos haciendo francamente mal para contribuir a la mala gestión poética de nuestro sistema educativo y al alejamiento popular de la poesía. Si a los recitales de poetas acuden sólo los poetas y poco más es como para cambiar de estrategia o dedicarnos a otra cosa. Me pongo a ello.
«¿Cómo sería un mundo sin críticos literarios? Igual que
ahora, pero con unos cuantos embaucadores menos»
(Carlos Pujol, Cuadernos de escritura)
No cabe duda de que los críticos tienen que existir, ¡a alguien habrá que tomar el pelo y no hacer ni caso!
Proliferan en el mundo de la crítica los profesionales de la voz de su amo, esos que ensalzan el libro de la editorial que les paga o el del escritor que pertenece al grupo mediático para el que escriben. También abundan los que se dedican a poner bien los libros de amigos y conocidos y atacan o, en el mejor de los casos, ningunean los de aquellos con los que no tienen relación, desconocen o están directamente enemistados. Este es otro tipo de voz de su amo, pero más doméstica e igualmente torticera e intolerable.
Siempre recuerdo la frase de Groucho Marx: «Estuve tan ocupado en escribir la crítica que nunca pude sentarme a leer el libro». O aquella terrible de François Mauriac: «Un mal escritor puede llegar a ser un buen crítico, por la misma razón por la cual un pésimo vino puede llegar a ser un buen vinagre».
Podríamos también recordar que cuando el joven Jacinto Benavente, hijo de un prestigioso pediatra, estrenó por primera vez, un crítico famoso de la época aseguró: «No ha llamado Dios al hijo del doctor Benavente por el camino del teatro». ¡Hace falta tener buen ojo! ¿Que también hay buenos críticos? ¡si, por supuesto! pero aquí estamos hablando de la
mayoría.
De los críticos de cine, por citar otra variante, baste con decir que empezamos a ser legión los que buscamos las críticas de ciertos profesionales, y si se dedican a poner mal una película, ya sabemos que hay que ir a verla porque es interesante. Hay ejemplos a patadas de películas que fueron denigradas y hoy son consideradas obras maestras, mientras abundan las elogiadas por la crítica que resultan poco menos que soporíferas.
Hay un tipo de crítico realmente notable, el de los que se dedican al mundo del arte pictórico. Muchos de ellos han tenido fama de cuentistas en grado sumo. La palabrería que a veces utilizan es una sarta de pretenciosos asertos repletos de terminología al uso pero con casi nada dentro; eso sí, suena a que saben mucho. Es típico el ejemplo de las tonterías que pueden llegar a decir en la famosa obra de Yasmina Reza, «Arte»; en la que uno de los protagonistas se deshace en elogios ante un cuadro blanco y vacío. Hay otros ejemplos como la patata fotografiada por Kevin Abosch que llegó a valer más de un millón de dólares o la «mierda de artista»; enlatada, de Piero Manzoni, que también valoraron ciertos críticos y que alcanza precios desorbitados.
Pero últimamente se ha producido un efecto muy peligroso: Los críticos aficionados han crecido como la espuma, en cierto modo todo el mundo se considera crítico. ¿Dónde? en las redes sociales, en los blogs, en multitud de páginas de Internet.
Y esto sí que ya es para nota de hecatombe. Sin el más mínimo conocimiento —tampoco es que tengan mucho ciertos críticos renombrados—, la patulea de escribientes en pantalla, la soldadesca del «me gusta»;, el «like»; o como lo llamemos, dispara alabanzas sin cuento para sus amigos y lo hace casi siempre sin argumentos y muchas veces, esto es lo más sorprendente, sin leer el asunto al que ponen sus parabienes. No hablo por boca de ganso.
Hay veces que uno pone un relato, un artículo, un poema en una red social y nada más colocarlo, sin apenas respirar, ya cae algún «me gusta»; de esos; que uno piensa ¿pero qué es lo que le gusta a este si no le ha dado tiempo de leer más que el título?
Este afán crítico me recuerda a veces a algunos jubilados —cada vez son menos— que apoyados en una valla, por matar el tiempo, se dedican a «vigilar»; las obras y criticar si los ladrillos están bien puestos o la pasta de cemento es la adecuada, aunque hayan trabajado toda su vida en una mercería.
¿Que cualquiera puede opinar? Pues claro que sí. ¿Que las opiniones de cualquiera pueden ser muy válidas y hay que tenerlas en cuenta? Por supuesto, y más teniendo en cuenta lo que llevamos diciendo de los críticos «profesionales». Pero hago una propuesta clara: Más vale que nos olvidemos de los críticos en general y nos dediquemos a fomentar nuestro pensamiento crítico personal, que surja de la reflexión, la experiencia acumulada, el experimento cuidadoso y la ponderación equilibrada.
Podremos equivocarnos, pero será nuestra equivocación y no la de cualquier tuercebotas en facebook o en los periódicos prestigiosos.
¡Vade retro el homo sapiens, paso al homo ludens! o lo que es lo mismo: ¿Para qué ponerte a pensar y argumentar sin histrionismo, con voz tranquila y equilibrada si puedes soltar un mensaje publicitario gritando un poco, poniendo voz de rapsoda del siglo XIX, pronunciando con un acento medio francés y medio gilipollas, o haciendo un perfomance que la mayoría de las veces no es más que eso que ya hacían hasta las monjas en los años 70?
Y no es que el juego (ludum) no sea de vital importancia para el desarrollo humano, es que pasada la infancia, podría irse, sin abandonar del todo el entretenimiento, a etapas de mayor contenido. Y ahí es donde empieza a patinar buena parte de la modernidad, que algunos malintencionados llaman «modernez» con la clara intención de desprestigiarla ¡ya ves tú!
¿Que a qué viene todo esto? Pues a la terrible sensación que me asalta periódicamente —no soy original porque le pasa a mucha gente— de habitar el reino de la banalidad, de la falta de sustancia, del pensamiento aborregado.
Escribía Clifford Simak en uno de sus relatos de ciencia ficción: «Hemos sido reducidos a números: el de la Seguridad Social, el de Hacienda, los de las tarjetas de crédito, los de las cuentas corrientes, los de tantas otras cosas. Estamos siendo deshumanizados y, en la mayoría de los casos, con nuestro consentimiento, ya que este juego de los números parece hacer la vida más fácil, pero más a menudo porque nadie se molesta en protestar» (¿ciencia ficción?).
No sé qué diría Simak, muerto en 1988, si nos viera hoy que, además de lo dicho, andamos perdidos entre claves de acceso informático, avatares diversos, nombres de usuario y otras lindezas.
Y no es que todo eso sea malo en sí, es que lleva a muchísimos ciudadanos a la despersonalización, al ocultamiento personal entre una masa de forajidos igualmente despersonalizados; en definitiva hacia el extremo absurdo de ser pasto de manipuladores de cualquier pelaje: políticos, publicitarios, chamanes religiosos, adivinos, empresarios sin escrúpulos y otros manipuladores sociales.
Y no es lo peor que el fútbol tenga a bastante personal adocenado, ni que tantos hayan sustituido el pensamiento y la conversación por la cháchara tonta del tuit o del Whatsapp, lo peor es que el Arte y la Literatura se están contagiando a marchas forzadas. Y vuelvo con esto a las primeras frases de este artículo: He visto a mucha gente poner los ojos en blanco y babear con insustanciales mensajes, «modernos y rompedores», como el de esa jovenzuela llamada Ajo, que anda soltando sus micropoemas —así los llama—, como si fuesen el no va más de la arquitectura poética. Cierto que la muchacha es eficaz en un escenario, pero sus corifeos y epígonos son los que suelen hacer gala de cretinismo al servicio de lo que les haga pensar por sí mismos lo menos posible. (*)
Entre otras frasecitas de mejor corte —nada que no hiciera Gómez de la Serna hace mucho y con más calado—, la señorita Ajo va y dice, alargando algunas letras y a modo de cantinela: «Me pongo nerviosa tranquilamente porque soy transparente y efervescente…», y al personal se le hace el culo gaseosa con la profundidad del mensaje.
Claro que tendrá que ser así, si periodistas de toma pan y moja como Ruth Toledano, poeta ella y cronista y todo de la Villa de Madrid, por obra y parte de afinidades políticas y una pizca de paridad de género, dice que esta «micropoetisa» es muy buena y que «se vuelve enorme como un gran poema«, mientras que «los recitales de poesía suelen ser un tostón«. En el artículo en que he leído estas afirmaciones, llega a decir la Toledano: «Mientras el gran poeta sigue leyendo su testamento vital frente a la pequeña audiencia, que quizá ya esté muerta de fortuna o aburrimiento, aquí, sin embargo (no le vamos a embargar nada al pobre gran poeta), la micropoetisa se ha metido al personal […] en el bolsillo del bolso«. (**)
Pues nada, ¡viva la señorita Ajo y sus frases ingeniosas! ¡viva el aliento poético de la Toledano! ¡Vivan el Whatsapp, el usar y tirar, la bisutería, lo descafeinado, lo desnatado y la madre que los parió! Del pensamiento elaborado estamos pasando al tuit ingeniosillo y aún es mucho; deberíamos terminar en el gruñido a secas que es más rápido y no veáis lo que expresa.
Enrique Gracia Trinidad (*) Enlace de una actuación de María Josefa Martín de la Hoz, alias «Ajo». A mi modo de ver, con cierta dosis de inteligencia, algún detalle original y otra buena cantidad de elementos ya vistos muchísimas veces. Está bien, pero tampoco es para suponer que el «pobre gran poeta», que dice Ruth Toledano, mate de aburrimiento a la audiencia. https://www.youtube.com/watch?v=MsixXzQ_LEQ
(**) Enlace de un recital de Jaime Sabines , considerado uno de los grandes, en el que puede apreciarse que los asistentes no estaban precisamente «muertos de aburrimiento» sino todo lo contrario. (He elegido a Sabines por no provocar innecesariamente polémica comparativa ya que no era español, falleció no hace mucho y dijo estos versos ante una audiencia no precisamente «pequeña». https://www.youtube.com/watch?v=evr7wBgabV8
* Haz click en el nombre de los autores para ver sus poemas!
Evaristo Cadenas
Villaquejida (León) 1950. Estudia Bachillerato en Villablino y Magisterio en León. Viene a Madrid en 1973. Empieza a escribir poesía y relatos de forma habitual en 2001. Ha colaborado, como tertuliano y presentador, en programas de radio y televisión en emisoras locales.
Le han publicado poemas, relatos, y dibujos en diferentes revistas literarias y libros de poesía colectivos. Algunos de sus micro relatos han sido leídos en el programa “Todos somos sospechosos” de Radio 3 de R. N. E. Es miembro de la Junta Directiva de Versos Pintados del Café Gijón y de la tertulia Aula de Encuentros del Círculo de Bellas Artes. Finalista del Premio de Poesía del C. B. A., en 2006, un premio de micro relato en Radio 3 de R. N. E. y el 30 de Noviembre de 2011 le han concedido el XII Premio de Poesía del C. B. A.
Escribe artículos sobre cine, cuando el tiempo se lo permite, en la revista digital Proverso, dirigida por la poeta Inma J. Ferrero. Desde Octubre 2016 dirige y coordina la Tertulia Poética y Literaria de Retiro “Poesía y amigos en Pacífico”, en el Centro Sociocultural Clara Campoamor.
NUDO EN LA GARGANTA
Soy el que comienza a no existir y el que solloza todavía. Antonio Gamoneda
Pocas veces me habréis oído hablar del mar.
En mi paisaje de nacimiento las únicas olas
eran las de las cebadas junto a los tesos.
El cimbrear de los tallos
humedecía los ojos de las espigas.
Mi madre me ponía el abrigo viejo
para acostarme bajo la encina
mientras segaba la mies con la hoz.
Dormía entre la hojarasca
habitado de sueños con cuchillos
que asesinaban insectos para los pájaros.
Pocas veces hablo del mar.
A las cinco de la tarde continuaba
el trabajo en la era, y la trilla
esparcía esporas de insolación.
Cuídate, hijo, de la fiera
que acecha tras las parvas.
Nunca hablo del mar.
Mis manos cogen la herramienta
con la que domesticar a la bestia del frío
que corrompe la serenidad de la nieve.
Mi madre hervía una sopa
en la cocina de carbón. Toma hijo, no llores.
¿Para qué hablar de lo que no sé?
Aquí, a la brigada de los hondones,
me encuentro a salvo del huracán
y de la noche en la que aúllan los perros.
No existo más allá de la memoria,
y mi madre hace mucho que murió.
Me he propuesto invertir en ángeles guardianes
que vigilen éste inhóspito nudo en la garganta.
Nació en Valencia en 1985, aunque desde los 2 años vive en Madrid con su familia. Su pasión por la Literatura empieza desde muy niño, devorando los libros de Los Cinco, los clásicos de aventuras y las colecciones del Barco de Vapor. Durante muchos años lee todo lo que se le pone a la vista: periódicos, revistas, libros de entretenimiento y libros de estudio. Sus autores preferidos son Arturo Pérez-Reverte, Gabriel García Márquez y Camilo José Cela, entre otros. Desde los 16 años empieza a escribir algunos poemas, epigramas, palíndromos y más tarde greguerías. Es licenciado en Derecho y diplomado en Relaciones Internacionales por la Universidad Pontificia Comillas (ICADE), donde también hizo dos cursos de Administración y Dirección de Empresas. Durante esta etapa colabora en la revista universitaria Glasnost, con artículos y poemas que encuentran una gran acogida entre la comunidad universitaria.
Francisco ha publicado un total de 9 libros, todos ellos con la Editorial Círculo Rojo: Artes Marciales (2011), Ficcionario (2011), Versos dispersos (2012), Viaja a Santa Fe (2015), Tiempos difíciles (2016), La gran boda medieval de Sébastien y Camille (2016), Namasté Katmandú (2017), El crimen de Archidona (2018) y 35 días en Tailandia (2018).
SIN TI
Sin ti te estoy pensando a todas horas,
te elevo a las regiones más etéreas,
te mezo, subo y bajo y doy la vuelta,
te sueño del ocaso hasta la aurora…
Sin ti te estoy penando sin descanso,
te llevo en los bombeos de mi sangre,
te siento en huesos, alma, mente y carne,
te busco entre las palmas de mis manos…
Sin ti vuelco hacia ti toda mi vida,
y te convierto en una obra de arte.
Sin ti yo sólo vivo para amarte.
Contigo… Yo no sé lo que te haría.
Ana Galán Vigo nació en A Coruña. Licenciada en Psicología y Diplomada en Magisterio ha dedicado toda su vida profesional a la enseñanza, como maestra en E. Primaria y como orientadora en la E. Secundaria. Es autora de los poemarios Celdas de luz (2014), Detrás de la sonrisa (2016), Desnudez del hilo (2018) con la editorial Lastura. Tiene poemas editados en varias antologías y en revistas como Calicanto, Piedra del Molino, Álora, Cuadernos del Matemático, Luces y Sombras, Frontera D, La hoja azul en blanco… Premio Círculo de Bellas Artes 2015 y finalista en el premio Soledad Escassi del CBA 2015. Ha participado en numerosos recitales y certámenes poéticos y desde el año 2006 frecuenta tertulias como, Taller de Enrique Gracia Trinidad, Gerardo Diego (Café de Oriente) y el Aula de encuentros del Círculo de Bellas Artes donde continúa. Ha dirigido el programa semanal de poesía Contrapartida en Radio Círculo.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años… Konstantin Kavafis
La vida es un velero en alta mar.
Crecerás siendo tú mismo
si de esa isla no pierdes la visión.
Es necesario audaz sabiduría:
cuándo ir a toda vela,
cuándo el placer del agua.
Tensar cabos no es fácil,
debes atar y desatar sin miedo.
Tal vez se rompan contra ti,
la piel abierta,
sin nada que cubra la herida.
Sal y sol formarán cicatriz en el olvido.
Ordena cada rumbo,
capea temporales
resistiendo a la furia de las olas.
Que no te importen los naufragios,
el reto es continuar con otras velas,
que los astros alarguen tu destino.
Mas si nunca alcanzaras Ítaca
tenla siempre en el corazón.
Y no lo dudes,
recoge en el cuaderno de bitácora
el prodigioso hilo azul,
marino de experiencias.
Desnuda tu palabra ante el papel.
Natural de Baños de la Encina ( Jaén ) dónde transcurre su infancia entre calles de piedra y el olor a geranios y lilas de los patios de sus abuelas , lo recuerda como un lluvia fresca que baña todos sus anhelos. Actualmente reside en Linares (Jaén).
Tiene publicados los libros Partos de luz, Anida en mi ser y junto al poeta de Huelva Pedro Javier Martín Pedrós Violines sin música. Sus versos han sido incluidos en diferentes antologías, colabora en blogs y revistas literarias, así como en distintos proyectos solidarios. Es coordinadora del blog literario Siempre Poesía.
Para Ana la expresión SIEMPRE POESÍA es un llamamiento a estar siempre vivos , a no quedarnos indiferentes ante la belleza que pasa delante nuestra , ante el sufrimiento o ante los interrogantes en la búsqueda de nosotros mismos. Es un llamamiento a abrir el corazón, a sentir ese relámpago que nos estremece. Por eso cree que es necesaria compartirla y tenerla presente en nuestro día a día.
DAME TU VOZ
Ayer soñé contigo
y tu sonrisa era amplia
como las alas de un pájaro.
Tú creías que la vida
era otra cosa,
pero una nace a veces así, torpe
y todo cuanto toca
se va convirtiendo en cenizas.
A veces, es tarde para rectificar toda una vida
y no acostumbrarse a envejecer
detrás de los cristales.
Yo te dije que apenas ayer mismo,
eras una muchacha
con calcetines blancos
y hoy, te miras al espejo
encogida de hombros,
avanzando insegura entre las sombras.
Levanta tu mirada
y respira toda el agua del cielo,
recuerda siempre la primavera en las calles
el perfume de los besos, a cada paso.
No te quedes desnuda como el desierto.
Dame tu voz
que es mi propia voz,
el canto de un ave aturdida, cruzando el aire
consumida de sueños y tristeza.
¿EN QUÉ PAISAJE RESPIRAN LOS SUEÑOS?
¿En qué paisaje
respiran los sueños?
Un cielo sin aves
es parecido
a una tristeza
en los ojos,
a un poeta sin tinta
arrastrado a la dimensión
de los cuerdos.
No te quedes como
un árbol sin hojas,
sin viento,
ausente de brotes,
como una carta
sin noticias dulces,
como una ausencia de aire
en la sangre.
Allí, en los silencios del alma,
escucha la música
que cantan las estrellas.
Actualmente preside a la Asociación Literaria Verbo Azul, desde la que realiza una constante labor de difusión de la poesía como forma de vida, como afirmación de la propia existencia, y codirige junto a Juan José Alcolea su revista “La hoja azul en blanco”. Su obra literaria se ha visto reconocida en varios certámenes entre los que podemos destacar las XLIII Justas Poéticas de la Ciudad de Dueñas (Palencia), el XVI Concurso Internacional de Poesía “Palomar Teresiano de Gotarrendura” (Ávila), el Premio de Poesía “Pedro Marcelino Quintana” de Arucas (Gran Canaria) por el poemario “Traigo en vilo los ojos y las ganas”, el XXI Premio Nacional de Poesía “Poeta Mario López” de Bujalance (Córdoba) por el poemario “Noticia del Asombro”, el XVI Premio Internacional de Poesía “Luis Feria” de la Universidad de la Laguna. el Premio “Flor de Jara” de la Diputación de Cáceres, en su edición de 2017, por “Acaso el espejismo” o el Premio Barcarola de Poesía 2018, por “El ruido transparente”. De corte fundamentalmente intimista, reflexivo, su poesía ha evolucionado hacia la esencialidad, hacia la búsqueda del conocimiento exterior en la indagación de la propia identidad.
LLEGARON DE LA LUZ
LLEGARON DE LA LUZ, desposeídos
de su antiguo lenguaje.
Consagraron las piedras al abrigo del día.
Desoyeron los gritos de los héroes.
En un claro del bosque escogieron la noche
y un lugar junto al fuego.
(Madrid, España, 1950). Autor de más de cuarenta publicaciones, veintiséis de ellas de poesía. Muestras de su obra han sido traducidas a nueve idiomas y figura en antologías o publicaciones de quince países.
Tiene en su haber una docena de reconocimientos literarios por distintos libros, además del Vicente Gerbasi por el conjunto de su obra.
Se dedica a la divulgación cultural (conferencias, cursos, talleres literarios teatro de voz, recitales, radio, etc.). Biografía completa en wikipedia.
HABRÁ QUE TRABAJAR
(Homenaje a Gabriel Celaya)
Era un arma cargada de futuro, pero ahora no es más que un tirachinas, una honda con poca precisión, una regla de escuela convertida en espada, una simple correa con vocación de látigo y el palo de una escoba que quisiera ser lanza.
Era el aire que a veces respiramos, pero ahora se asfixia, tose y respira con dificultad, enferma del pulmón de su conciencia, fatigada y a punto del desahucio.
Era tan necesaria como el pan de cada día, pero la han puesto a régimen sin gluten, medio vegetariana y medio torpe, ni maneja el cuchillo ni rebaña la salsa; siempre se queda hambrienta y sin consuelo.
Fue poesía-herramienta y ahora sirve de poco, lujo sin trabajar en los aceros, cultural vanidad, torpe grito con muy poco futuro, que ni mira de frente ni dice las terribles y bárbaras verdades.
Madrid 1951. Licenciado en Filosofía y Letras, especialidad de Historia Antigua, en la U.C.M., Graduado en Artes Aplicadas y Oficios Artísticos (Escuela nº 10 Madrid), en 1985. En 1998 obtiene el grado de Doctor en Bellas Artes por la U.C.M. Desde 1985 y hasta 1999 ha sido profesor numerario de las Escuelas de Artes Aplicadas. Desde 1999 y hasta la actualidad es ‘Profesor Titular de Universidad’ de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Realiza numerosas exposiciones individuales y colectivas nacionales e internacionales de su obra plástica y obtiene diversos premios. Es desde 2005 Coordinador del Grupo de Poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Organiza y coordina numerosos recitales, así como programas de radio en el Círculo de Bellas Artes. También varios recitales en la red de Bibliotecas de la Comunidad. Desde 2011 y hasta 2016 ha organizado, coordinado y presentado el Ciclo de poesía y música ODISEA en “Libertad 8” en Madrid. Ha publicado sus poemas en varias Antologías y revistas literarias. Asimismo ha realizado lecturas individuales en diversos ámbitos poéticos como la Tertulia Rafael Montesinos, la Asociación Prometeo, la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, etc. En 2002 fue Premio de Poesía del Círculo de Bellas Artes y en 2010 finalista del “Ciudad de Mérida”. En 2009 publica el poemario «Paleografías», y en 2012 publica «Mar sobre este altar», ambos de Ediciones Vitruvio; También en 2012 publica «Memoria de Naufragios» de Legados (Netwriters) Ed. En 2016 publica “Tu oscuro nombre” en Ed. “Cuadernos del Laberinto”. En 2017 edita “Circe” y “Museo”, ambos en “Línea de Sombra” Ediciones.
MÁS ANTIGUA TODAVÍA TU BELLEZA EXTRAÑA…
“Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
Dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra…” Vicente Aleixandre
“Pero quien sabría por dónde entrar en su corazón” Saint John Perse
«Ojalá que la espera no desgaste mis sueños» Marilyn Monrae
Más antigua todavía tu belleza extraña
tu belleza triste, oh gacela, oh torre,
tu única mirada que contempla el vacío,
la eternidad oscura de tus ojos
sobre las tristes sábanas y la inyección letal
en tus venas azules.
Te he visto fugazmente, cercenado pájaro
del olvido; los flashes de las cámaras
disparando sus efímeras luces
cada vez que apareces. Te he visto
asesinada sobre un lecho de sábanas
revueltas en el apartamento de Manhatan.
No te toca el viento ni la lluvia
sino el ardiente hálito del dios único
que calcina la arena azul en el poniente
donde la carne espera la nueva luz del día;
sino el amor y el fuego del desierto y el légamo del río
y la frescura de la brisa que sopla entre las cañas
de papiro. Hembra sagrada, mujer, triste tu pecho,
triste e invisible tu sexo, que aún suenan como arpas
y sistros. Triste tu piel, que el lino transparente
proclama como olas en el silencio de la orilla.
Pero se alzan jubilosos los ibis y los ánades
cuando acaso transita sobre el agua
la germinal llamada de tu pasión sin límite
y se detiene el disco del sol en su transcurso
y derrama sus manos infinitas;
¡Si el mismo rey envidia tu pecho, y tu piel
y tu sexo, quizá oscuro, como la historia
mítica y milenaria de tu nombre.
En tu mirada, a un lado, el tiempo y el vacío
la lóbrega ebriedad imparable de los días
como el sacral silencio de lo eterno;
al otro la añoranza de un rio inacabable,
de una patria lejana y lacerada.
Quizá quieras volver a casa, tan lejos
en esa oscuridad donde las voces bárbaras
de ignominiosos guardias y esta bruma, esta lluvia,
aherrojan tu libertad ardiente de hembra regia
y el asesino a sueldo de la CIA o el FBI
confiesa el crimen execrable en su lecho de muerte
cuando ya ha prescrito y nada le amenaza.
Dime dónde descansa tu cuerpo embalsamado
resérvame un lugar a tu lado en la tumba
oculta en otra tumba en Westwood Village,
bajo la arena de poniente donde yaces.
Reina de todas las reinas de la tierra,
navío de la luz, bella esposa del tiempo.
No pueden las palabras describir la inocencia
ni tu ausencia absoluta, la beldad terrible
de la muerte. El oro de tu piel y el escondido brillo
de tu secreto persistente amor, ya transgredidas
todas las falsas puertas, ya quebrada la arcilla
con el sello que guardaba tu nombre por los siglos.
Madre admirable, purísima belleza
poderosa, clemente, torre de oro,
y lapislázuli, vaso fiel de placer, tú luminaria
del alba, casa digna de veneración,
inspiración de todos los escribas,
vencedora de la Duat y del Amenti
inmarcesible símbolo de Manhatan,
rubia solar, princesa de Mittani
¡Oh Norma Jean , Nefer, silente herida en Hollywood
en Brooklyn y El Amarna, tú la más bella
entre todas las bellas!
Poeta, narrador y ensayista. En 1975, dos años después publicar El día en que el pueblo reventó de angustia, que lo revela como uno de los creadores más originales de la literatura argentina del interior, se exilia con su familia a París y luego a Barcelona, tras ser amenazado de muerte por la Alianza Anticomunista Argentina.
En España desarrolla casi toda su obra literaria. Su poesía – Conjeturas acerca del tiempo el amor y otras apariencias, Sílabas de arena, Nadadores de altura, O las estaciones, Lecciones de tiempo, En la noche yerma, etc.- es valorada por la musicalidad, la precisión y su hondura metafísica. Igualmente ha experimentado con la Poesía visual, serie de imágenes que Unaria Ediciones publicó en 2013 en una edición numerada.
En diciembre de 2015, el Gobierno de Córdoba (Argentina) le concedió el Premio Reconocimiento al Mérito Artístico por el conjunto de su obra y su defensa de la libertad de conciencia y de los derechos de autor. Actualmente es Coordinador del Área de Literatura y Pensamiento de la Agencia Córdoba Cultura y Director del suplemento cultural El Corredor Mediterráneo.
ASTEROIDES
Un niño llama con su lengua sucia, me llama
y lo sigo, camino tras él, amigo, voy tras
él por montañas y hondonadas de basura,
pisando la inmundicia, cruzando riachuelos
corrompidos.
En el cielo de los desdichados
no hay cometas. En el cielo de los desdichados
los ángeles planean en círculo como algunos
pájaros. La noche capital. El tiempo quieto.
Ya no vivo aquí, no puedo seguirte, le digo,
creo decirle, pero lo sigo y desde la cima
descubro la ciudad, la nación que generales
y gerentes crearon en el basural, guardada
por cancerberos albinos.
Me hablas con tu lengua
viciada. Sé que la visión te duele, amigo,
insistes, y, aunque ya no viva aquí, te sigo,
no puedo irme, todavía sigo en este lugar,
cerca de ti, donde late el dolor.
El dolor es
real, me dijiste cuando los perros nos mordieron.
Me hiero para sentir, pero el dolor ya murió.
Está muerto. La luz se apaga, amigo. Veo la
oscuridad. He esperado, quizás aún espero,
pero ahora, llegado el momento, pregunto
¿queda algo ? ¿además del dolor queda algo?
…
Una nota suena en el aire y la luz del alba
empuja la noche hacia su derrota.
Nada, nadie, dirá, podrá decir, que el día
no sucedió, que la existencia es un
espejismo o el sueño de un extraño.
No hay moral ni inteligencia en el existir.
La razón, acaso la única razón
del día, ajena a toda justicia, es
aproximar el hombre, esa pulsión de
sangre en el corazón de las sombras,
al latido y la visión de la eternidad.
La violencia, el hambre, el destierro y
el amor, todo ocurre en el día y al fin,
una nota tiembla en el aire, la luz decae,
la tarde se agota y el sol, con un rubor
de sombras, deja en el horizonte
la arrebolada estela de su naufragio.
….
sabrás, amigo, que la sangre llegará
al ocaso y a esa playa, donde boquean
los peces que alguna vez fueron hombres,
habitantes de las ciudades, pecios de
civilización hundidos en el fondo
de mares hace tiempo muertos.
Entonces,
volcarás el vino en la mesa, sobre
la espalda tus sueños cargarás y huirás
del dolor. Marcharás. Te irás. Caminarás
hasta que al atardecer de un día cualquiera
mirarás atrás y, flotando en el polvo,
antes de que el aire o la última luz del
día se los lleve, verás el temblor de los
espejismos.
En ese instante, hermano,
en la greda del camino también verás
más breves y hondas tus huellas, aunque la
bolsa de los sueños ya esté vacía.
Si Alberti pudo escribir aquello de «yo nací —¡respetadme!— con el cine», bien se me puede permitir a mí decir que yo me crié con el cine y que también eso merece un respeto.
Hay mucho cine en nuestra vida, en la de todos los que a estas alturas estamos vivos porque en realidad todos hemos nacido con el cine en una u otra etapa.
Los mayores echarán de menos aquello del cine mudo en blanco y negro y las grandes obras maestras, el surrealismo, el expresionismo alemán, la Nouvelle Vague, los grandes musicales… Y recordarán El acorazado Potemkin, Un perro andaluz, El gabinete del doctor Caligari, Ciudadano Kane, Lo que el viento se llevó, Ladrón de bicicletas o Cantando bajo la lluvia. Además de los clásicos de Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd o Laurel y Hardy,
Otros llevarán en su equipaje algunas más o menos tan antiguas como aquellas: Los diez mandamientos, Horizontes de grandeza, La casa de té de la luna de agosto, Kartum, Ben Hur, El Cid, Aventura en Roma, 55 días en Pekín, El tormento y el éxtasis, Al este del Edén o aquella curiosidad religiosa que fue La historia más grande jamás contada, con un reparto espectacular de estrellas encabezado por un jovencísimo Max Von Sydow en el papel de Cristo.
No sé si observamos que en cuanto te descuidas, durante toda la segunda mitad del siglo XX, por citar una época gloriosa del cine, si no se te cruzaba Gregory Peck conquistando el oeste o matando ruiseñores, o Burt Lancaster cuidando pajaritos en Alcatraz, nadando de piscina en piscina, o de príncipe decadente Gatopardo, siempre se nos aparecía Charlton Heston en plan épico, vestido de Moisés, del Cid, de Juan el Bautista, de terrateniente contra la marabunta de hormigas, de Buonarotti, de Señor de la Guerra medieval o de astronauta en un futuro donde los simios son los amos del cotarro. Podría haber citado a muchos otros, pero lo pongo a él como paradigma porque anduvo un poco denostado por su presidencia de la Asociación Nacional del Rifle, mientras se olvidaba su lucha por los derechos civiles, junto a Brando, Gadner, Newman, Joséphine Baker, Dylan, Joan Baez, Belafonte o Sidney Poitier, coincidiendo en aquella marcha en que Luther King dijo lo de «I have a dream’. Y es que, con demasiada frecuencia olvidamos la obra de los artistas porque sus ideas sociales o políticas no coinciden con las nuestras: nos cargaríamos la historia de seguir por ese camino.
En fin, amigos, que me da un poco de nostalgia, ahora, cuando va terminando la segunda década del siglo XXI y siguen viéndose las grandes obras maestras del Séptimo Arte, pero alternando con otras de distinto magisterio aunque más espectaculares y ruidosas; ahora que los efectos especiales predominan sobre diálogos y argumentos, ahora que menudean más las series, como si los espectadores necesitasen capítulos cortos en dosis continuadas —algo de droga tiene el asunto—; ahora que son más negocio los videojuegos que las películas y las grandes salas desaparecen o están más llenas de butacas vacías y palomitas que de espectadores.
El mundo cambia a marchas agigantadas, y no entusiasma tanto Rock Hudson, el gigante en la extraordinaria película homónima, junto a Elizabeth Taylor y James Dean, como el gigante Gotzilla de este siglo, mucho más formidable que los godzillas de mediados del XX.
Y hablando de gigantismo: Ojalá no olvidemos los nuevos espectadores que en esto de las pantallas, aunque ahora sean minúsculas, «cabalgamos —Newton dijo— a hombros de gigantes».
La otra tarde, paseando por mi ciudad de Madrid, me dio por pensar —ya ves tú qué manía— que estamos en un mundo donde el engaño está de moda.
No porque no haya existido siempre —el engaño es consustancial al ser humano— sino porque ahora lo hemos perfeccionado. Debe ser el progreso.
Son apariencia mentirosa o artificio la cirugía estética, los avatares y otras identidades fingidas en Internet, las frutas abrillantadas de los mercados, las dietas y potingues milagrosos que prometen mejor aspecto a damas y caballeros.
Son engaños consumados la democracia que aparentando bondad supone mentir a los ciudadanos con su propio permiso. Son mentira las promesas electorales.
Son falsas todas las publicidades que nos rodean, las estadísticas, las noticias que nos cuentan los medios cada uno según sus intereses, las ofertas de bancos que nunca nos dicen lo de la letra pequeña, las pólizas de seguros que incumplen en cuanto pueden lo prometido.
Son artificio hueco los rituales eclesiásticos y el boato de otros ritos seglares llenos de costumbre y vacío, el currículum de cualquier hijo de vecino —inclúyase el de un servidor—. También la diplomacia que convierte la falsedad en un arte.
Y hasta es engaño el arte, al menos en cuanto remedo de la realidad, porque muchos creen que la imita, pero en el fondo nos ofrece una realidad totalmente nueva, sea en palabras, óleos, notas musicales o diseños de los que ahora presume hasta el gato. Este engaño en el arte es al menos una creación que incluso mejora la realidad.
No hay forma de escapar al engaño más que dejándose engañar y engañando nosotros al mismo tiempo.
Pero —ahora que vuelvo a pensarlo—, no es una moda. Mentí al llamarlo así —mira por dónde, otra mentira—. Una moda tiene como sustancia el ser pasajera y mucho me temo que la mentira, el disimulo y el fingimiento son práctica creciente, inseparables compañeros de la vida. No han dejado de existir a lo largo de los siglos y tal vez no lo hagan jamás. Si ya lo decía Discépolo: “Que el mundo fue y será / una porquería, ya lo sé. / En el quinientos seis / y en el dos mil, también.” ¡Toma! ¡y en el dos mil dieciséis y en el dos mil veinte y en los que vengan!
Que la función crea el órgano es una verdad de tomo y lomo. No voy a entrar en las disquisiciones de los expertos científicos que, todo sea dicho, muchas veces afirman algo categóricamente para darse cuenta, después, que han metido la pata hasta el corvejón y nuevas investigaciones les dejan con el culo al aire. Desde mi ignorancia científica, opino que Lamark era un genio —se quedaría ciego, pero qué vista tenía el hombre—, y escribir aquello de que la «función crea el órgano y la necesidad la función» hace más de doscientos años es para quitarse el sombrero. Aunque aún haya gente por ahí, con la boina fundamentalista enroscada, empeñándose en negar la mayor y maldecir de él, de Darwin, del evolucionismo y de la madre mitocondrial que nos parió a todos.
Está claro que al oso hormiguero se le afiló el morro y le creció la lengua a base de pescar hormigas en sus hormigueros; que el murciélago emite ultrasonidos generando un sonar que suple lo que sus ojos bastante cegatos le niegan; que al guepardo se le alargaron las extremidades y le creció más el corazón para poder ser el cazador más rápido de las llanuras; que el camaleón aprendió a cambiar de color para ocultarse de sus depredadores y engañar a sus víctimas y que la jirafa, como le gustan las hojas más altas y tiernas, tuvo que inventarse un cuello más alto.
Todo eso a través de muchísimo tiempo, muchas variaciones desechadas y muchos fracasos de la adaptación y la especialización.
Pero ahora, ando convencido de que todo va mucho más rápido, al menos en la especie humana, y estoy seguro de que no falta mucho para que llegue el día en que empiecen a verse niños que nazcan con los pulgares afilados como he dicho en el título de este escrito.
Tanto trabajar con los pulgares sobre el teclado más o menos «qwerty» de sus teléfonos, tanto usar el teléfono para todo y a todas horas del día, la Naturaleza terminará por ir reaccionando y tal vez no necesite de siglos de adaptación, que para eso somos la especie dominante (o eso creemos). Veremos cómo los pulgares se van afilando, agudizándose justo a la medida de las pequeñas y táctiles teclas mientras desaparecen las uñas ya inútiles.
Claro que alguien anda diciendo que no, que antes de que la función telefónica del whatsapp convierta los pulgares en palillos chinos más o menos curvados, habrán empezado a generarse los mensaje a través del habla o incluso del propio pensamiento. De ese modo no tendrá lugar el proceso de adaptación de los dedos pólices. Claro que unos cuantos años más de whatsappeo incontinente, de texto predictivo, de teclados anglosajones y de emoticones, y los usuarios compulsivos se habrán quedado sin lenguaje suficiente, sin palabras entendibles, con lo que difícilmente podrán hablarle coherentemente al aparato. Eso, siempre que les quede pensamiento bastante para saber exactamente qué diablos quieren comunicar.
Nos esperan épocas maravillosas de pulgares afilados o de gruñidos digitales.
Es curioso comprobar que algunas veces estás de acuerdo con algo y, sin embargo, no estás de acuerdo —siempre pensé que la contradicción es una de las esencias del ser humano—.
Hoy es una de esas veces, cuando constato que a los premios literarios de este país que tienen distintas modalidades les ocurre siempre lo mismo: económicamente, dotan muchísimo más a la novela que a la poesía.
Recordemos algunos, aunque la crisis de la segunda década del siglo XXI haya modificado las cantidades: El Tiflos con 17.000 € para la novela y 10.000 para la poesía; el Ciutat de Palma con 26.000 y 12.000 respectivamente; el Ciudad de Salamanca, con 15.000 y 8.000; y no digamos uno de los más grandes que fue el Ciudad de Torrevieja, que dotó a la novela con más de 360.000 € y a la poesía con 18.000, hasta que se acabó por el endeudamiento de su ayuntamiento (que no me extraña por la presunción de querer ser uno de los mejor pagados del castellano, desde una ciudad relativamente pequeña).
Cabe preguntarse: ¿Las distintas valoraciones se deben a la diferencia entre el tamaño de las novelas y los poemarios? ¿Es porque la novela es la lectura preferida de los españoles? ¿Es por el supuesto mayor tiempo que se tarda en escribir una novela? ¿Será cuestión de intensidad?¿O es sencillamente «al peso»?
Si fuera por el tamaño, prevalece el continente sobre el contenido lo que en comercio tiene cierto sentido, pero en literatura es un despropósito. Si es por la preferencia de los lectores, habría que considerar la calidad y la maltratada educación lectora de los españoles. Si se trata del tiempo utilizado, debería medirse bien el tiempo real de gestación y si corresponde a las horas escribiendo o a las horas, días, años de pensamiento, emociones y vida que tanto una novela como un poemario pueden requerir. Si hablamos de intensidad, entre una buena novela y un buen libro de poemas sospecho que hay mucha más intensidad en el último, pese a su menor tamaño (o tal vez por eso mismo). Si es «al peso», nada que objetar, suele pesar mucho más una novela, pero con ese criterio las obras completas de Neruda podía costar tanto como el Quijote.
Obsérvese que estoy hablando de coste y, en todo caso, de valoración, no de valor. Y a esto debe añadirse que el precio de venta de una novela parece más rentable que el de un libro pequeño; no en vano buscan los grandes vendedores de libros, volúmenes de los que se dicen «gordos», aunque se les note el relleno.
Respetando absolutamente a los novelistas y a sus lectores, debo dejar claro que, a mi modo de ver, la poesía supera a la novela, prevaleciendo la intensidad por la cantidad. Si un novelista y su lector necesitan quinientas páginas para contar un amor que durará más allá de la muerte, recuérdese que Quevedo lo solucionó en un soneto de menos de cien palabras, y aún más, lo clavó en los dos últimos versos del mismo: «serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más polvo enamorado». Claro que puede que el lector que no desee poner sus neuronas emocionales a trabajar, prefiera que le cuenten con todo detalle cómo son las cenizas, cómo se enamoró el polvo antes de serlo, dónde, cuándo y hasta cómo se llamaba la cuñada del difunto enamorado.
Recordando a Ortega —»Las ideas se tienen, en la creencia se está»—, alguien tuvo la idea de que la novela tenía más precio que la poesía y debía premiarse mejor, y todos le han seguido, fieles a la marcha inconsciente del rebaño, sin pararse a pensar más que como tenderos. Yo estoy más en la creencia de que no es el precio, sino el valor el que está del lado de los poemas.