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TRIBULACIONES DE UN CIENTÍFICO ESPAÑOL EN ALBUQUERQUE

Por: Ernesto Caballero-Garrido


Es complicado vivir con tranquilidad cuando cualquier noche puede ser la última. Cenar con el miedo a que una bala perdida atraviese una pared de madera que ni siquiera en Ikea pondrían de oferta. Este pensamiento era para mí algo tan abstracto como viajar a Marte, hasta que un día leyendo no sé qué periódico vi que se estaban planteando enviar a unos voluntarios al planeta rojo. Naturalmente poco después una bala atravesó las paredes de “corchopan” que los estadounidenses denominaban “casas” y la sopa hirviendo que estaban cenando se heló en mi boca.

El día que decidí irme no fue nada fácil, lo conservo en mi memoria como uno de los más amargos momentos, despedidas, lagrimas, gente a la que jamás he vuelto a ver pues han fallecido mientras que estaba viviendo en el país de las hamburguesas. Una experiencia dura como pocas, y por eso, haciendo un alarde de supervivencia me planteé escribir un blog con las anécdotas, en clave de comedia. Si algo nos ha caracterizado a los españoles y nos caracteriza dentro de nuestra idiosincrasia es, claramente, el humor. No me permití rendirme ni un momento, había que luchar con todo lo que tenía a mi alcance y desde luego partirme la caja con algunos de los contrastes a ambos lados del océano fue una gran terapia. No sólo de un lado, hubo mucha tela que comparar en ambos lados, honestamente creo que todos tenemos que aprender de todos, pero para eso el ego estadounidense ha de bajarse de su pedestal y comenzar a entender que algunos países aportamos una experiencia milenaria. Lo curioso es que un año después las editoras de 120 pies me contactaron y parimos un libro.

En parte por la terapia para no volverse loco y en parte para documentar la mezcla cultural comencé engancharme a mi blog. De manera semanal era mi cita con mi país y mi gente, aquellos que me pagaron mi carrera y mi doctorado, que confiaron en mí y que me ayudaron a ser un científico conocido en el mundo, con un nombre que significa algo. Cada semana les escribía con más y más intensidad. A veces llegaba a ser una droga, el sábado salía a correr y ansiosos llevaba a casa, ducha y comer algo rápido para preparar la tarde, una sesión de estudio y antes de cenar por fin llegaba el ansiado momento de comentar la anécdota del seminario del viernes anterior o la anécdota de un chico encantador que me guardó el móvil cuando lo perdí. A veces mostraba la belleza de la mezcla cultural hispano-anglosajona que había en el estado de “New Mexico”.

Cualquier cosa inspiraba una idea o una anécdota que tomaba forma en mi portátil mientras ansioso tecleaba y tecleaba con mi te de media tarde.

Las primeras tardes que pasé allí eran frías e inhóspitas. Conseguí que se hicieran mucho más llevaderas mientras en mi apartamento de madera me reía a mandíbula partida tecleando las anécdotas de la semana. Aún recuerdo el día que pasé un miedo terrible al pedir el número de la seguridad social. Entrar en las “SS” estadounidenses dista muchísimo de la versión española. Aquí entramos y a lo sumo lidiamos con una cola terrible, pero allí… bueno allí nada es igual. Basta decir que lo primero que vi fue una pegatina con “prohibido armas de fuego” desde luego gran resumen de lo que vería después. Otra tarde épica fue el día que describí como eran los supermercados y ya no me refiero al tamaño inmenso de los productos… sacos de palomitas “abrazables”. Honestamente nunca aprendí como coger una de esas cosas, literalmente no tenían asas ni agarraderas, por lo que probablemente los estadounidenses hayan evolucionado para agarrarlos con algún apéndice oculto. Sin embargo no todo era divertido, algunos contrastes eran muy tristes. Recuerdo varias conversaciones y recalco varias conversaciones, donde estadounidenses afirmaban que Europa no les gustaba porque era “muy vieja”. Tal vez había encontrado la razón por la que los extraterrestres sólo aterrizan en EEUU, prefieren las cosas nuevas o es que sus naves no pueden aterrizar si el asfalto no está mullidito… ¡vaya usted a saber!

Un comentario se me gravó en la neurona, curiosamente fue en una conversación muy inteligente con alguien de un nivel cultural elevado (no muy habitual), donde se coló un comentario que mostraba el ego estadounidense incluso en la gente con mucha cultura. Comentando mi intención de volver a Europa me dijeron: “pues vete a la costa Este, es muy similar a Europa”. ¿Similar?, me estaba vendiendo el atractivo de una zona por ser similar a algo donde yo ya he vivido… ¿y no es más lógico irse al original que a la fotocopia? Esta respuesta no pareció gustar.

Sin embargo aprendí cosas que sería bueno traer a esta sociedad, como la falta de prejuicios en cosas tan sencillas como el vestir. O incluso la gestión de I+D+i, pública o privada. Contrastes que nos ayudarían a crecer a todos si supiéramos escuchar. Un libro que no deja impasible a nadie, de una u otra forma te llegará dentro y dará mucho en que pensar.