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FRANCISCO ACOSTA | LA FILOSOFÍA PIANÍSTICA DE LAS TECLAS SENTIDAS

Por: Inma J. Ferrero


Francisco Acosta conjuga la interpretación pianística con su labor como profesor de piano, lenguaje musical, coro, Introducción a la Historia de la Música y Armonía Elemental en la escuela Municipal de Música de Las Cabezas de San Juan (Sevilla). Al mismo tiempo, desarrolla un intenso trabajo como compositor, labor que realiza siempre de un modo muy ligado al lenguaje pianístico que tan bien conoce.

¿Cuándo comenzaste tus estudios de música?

De niño jugaba con los teclados Casio PT-80. Unos instrumentos minúsculos que se acompañaban armónicamente con una sola tecla que reproducía el acorde tríada. Ahí empezó mi periplo con el piano. Más tarde y, a una edad ‘avanzada’ (27 años) según los cánones estándar, cursé mis estudios oficiales en el Conservatorio Superior de Música “Manuel Castillo” de Sevilla y abundé en mi formación en muchas Master Class organizadas por los Conservatorios Superiores de Música de Sevilla, Madrid, Barcelona, Córdoba y otras instituciones privadas; cursos impartidos por catedráticos de piano y compositores de prestigio internacional como Guillermo González, Ana Guijarro, Juan Miguel Moreno Calderón, Ramón Coll, Luca Chiantore, Javier Van Baumberghen, Emilio Molina, Leo Brouwer, Fernando Velázquez, etc.

¿Por qué el piano y no otro instrumento?

Mi interés por el piano se lo debo a Jon Lord y a Beethoven. De adolescente era muy entusiasta de Jonathan Douglas Lord (Jon Lord), el teclista de la banda británica de hard rock Deep Purple. Me gustaba mucho el rock a la par que Beethoven, Chopin o Schubert. Me maravillaba las proezas armónicas que conseguía Jon Lord con su órgano Hammond y cómo fusionó el rock y la música clásica en el disco Concerto for Group and Orchestra. Álbum en directo de Deep Purple, lanzado en diciembre de 1969 acompañado por la Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Malcolm Arnold y grabado en el Royal Albert Hall de Londres. Por otra parte, desde niño siempre me interesó Beethoven como compositor a través del piano. Fue un excelente pianista y todas sus composiciones pasaban por el filtro de este completo y bello instrumento (¡el instrumento rey!). Esto era algo que me atraía bastante. Luego su monumental obra me atrapó de por vida.

¿Qué hizo que eligieras ser compositor?

Siempre quise componer, pero cualquier intento se me hacía vano. Soñaba con escribir una música importante y cuando miraba a mi alrededor y contemplaba la inmensa literatura pianística que ha existido a lo largo de la historia, se me quitaban las ganas de hacerlo. ¿Qué tenía yo que decir después de varios siglos de pianismo? Nada (me respondía). Así pasó mucho tiempo hasta que me encargaron unos conciertos de Ludovico Einaudi, actualmente el compositor con más nombre en el piano a nivel popular. Quizá sea atrevido catalogar su música de clásica, pero ahí están sus ventas. Pues bien, este tipo de repertorio englobado en el minimalismo como corriente artística emergente, me dio la clave para indagar por ahí. Lejos quedan las grandes formas clásicas del piano y su complejidad estructural (estoy pensando en la forma sonata y la fuga, por ejemplo), y el minimalismo me permitía activar mi fantasía al servicio de la música. Así que di rienda suelta a mi imaginación y de ahí nacieron Hydromuria y Andrómeda, dos discos que me siguen dando muchas satisfacciones. El primero es un homenaje a Julio Cortázar y el segundo homenajea a la ciencia. Literatura y ciencia me interesan tanto como la música. Actualmente trabajo en una nueva creación propia: Mapa del Frío, Op.7. Música incidental para piano inspirada en el libro La acústica de los iglús, de la periodista y escritora Almudena Sánchez. Una especie de banda sonora que recrea una narrativa donde se evidencia la fragilidad del ser humano. Y este otoño saldrá mi disco Efecto Mozart – Piano Adaptation. Monográfico dedicado al compositor más popular dentro de la música clásica, y embajador de equilibrio y buen gusto. Adaptaciones a piano para acercar este tipo de música de manera sencilla. Un trabajo de divulgación.

¿Dedicas mucho tiempo al estudio de la técnica?

Es el caballo de batalla de cualquier pianista, aunque en mi caso, que me dedico más a la docencia y a la composición, dedico menos tiempo a la técnica del que quisiera (todas las horas son pocas); al fin y al cabo no soy concertista al uso. Las tareas de pulcritud técnico/expresivas requieren de una dedicación exclusiva al 100 %; por las razones antes expuestas no es mi caso.

¿En qué se diferencia la visión que tiene sobre la música un compositor y un músico que sólo es intérprete?

El compositor crea mundos sonoros a partir del conocimiento que tenga de cada instrumento. Componer para piano siendo pianista es dar vida a los dedos sabiendo caminar por el teclado. Quien mejor supo hacer esto fue Chopin. Sin embargo Beethoven ideaba unas combinaciones que a veces eran casi inhumanas llevarlas al teclado, y Schumann excedió esos límites. Luego vinieron los impresionistas y la escala hexátona, y el calado sonoro a que fue sometido el piano necesitó de una técnica muy distinta. Había que ‘flotar’ sobre las teclas. Pero en definitiva la visión global sobre la música debe ser una condición común en ambos casos.

¿Sigues algún método de inspiración o la inspiración fluye de modo natural?

En mi caso soy muy metódico. Siempre digo que soy un artesano de la música. Ideo combinaciones sonoras que a priori sé que funcionan (armónicamente hablando). Crear una pequeña célula y que se vaya desarrollando haciendo uso de la artesanía, como una pieza de orfebrería aplicando mucha parsimonia y ensayo/error. La inspiración puede aparecer una vez que ya he construido los cimientos de la composición. Es más, si no hay momentos de inspiración en ese andamiaje, deshecho lo escrito. Señal de que no me convencerá nunca.

Desde el punto de vista del compositor. ¿Cómo ves el panorama musical actual?

¡Ufff…!, tanta tecnología ha facilitado el camino para la composición que uno ya no sabe dónde está el talento y dónde actúan los programas informáticos de composición. Hoy en día existen miles de software para componer, así que el panorama actual es de una oferta extralimitada y puede resultar hasta indigesta (como en casi todo). En mi caso, compongo a la vieja usanza: lápiz y papel pautado en mano y sentado al piano; nada de grabaciones enlatadas donde poder escoger infinidad de propuestas. Me gusta crear desde la nada más absoluta.

También te dedicas a la enseñanza. ¿Estás de acuerdo con el modo actual de enseñanza de la música?

Me dedico a la enseñanza como profesor de música a nivel elemental en una Escuela Municipal de Música (concretamente en Las Cabezas de San Juan -Sevilla-). Teniendo en cuenta que mi destino no es la enseñanza pública obligatoria, tengo quizás una visión sesgada de la realidad. A mis clases llegan alumnos ávidos de conocimiento en el campo de la música y por esa parte mi satisfacción puede que sea superior al resto de docentes que tienen que lidiar con estudiantes que asisten a una asignatura de manera obligatoria. Y como toda obligación, si la capacidad innata del alumno no es acorde con la asignatura se produce el típico rechazo. Distinto es cuando el alumno entiende que estudiar la materia que sea será algo beneficioso para su desarrollo humano, intelectual y cultural.

¿Qué te parecen las redes como modo de acercamiento a los estudios musicales? Tú tienes cuenta en Facebook y YouTube dedicado a este fin.

Las redes sociales son el vehículo de nuestro tiempo y la herramienta perfecta para interactuar individual y colectivamente. Esto acerca cualquier tipo de estudios. En mi caso aprovecho mi canal de Facebook y YouTube para ofrecer clases de lenguaje musical online y de manera gratuita. Me gusta la enseñanza, y compartir conocimientos me satisface; al igual que yo me nutro de otras personas. La revolución tecnológica de los últimos años nos ha traído esta apabullante globalización, y yo encantado de poder disponer de tan amplia ventana. Por ejemplo, vivo en Sevilla, pero mi música se gestiona desde Hamburgo y Glasgow a nivel internacional por la compañía Emubands, una agregadora digital que cada mes me envía un detalladísimo informe estadístico de mis discos; eso me parece estar en el mejor de los tiempos.

¿Piensas que la música clásica es elitista? ¿y el público que acude a los recitales?

Por tradición tiene ese ‘sanbenito’. Históricamente el acceso a la música clásica (o música culta) estaba en manos del poder de la iglesia, de aristócratas, nobles, burgueses, o familias socialmente influyentes. Hoy en día está democratizada, aunque todavía se perciben flecos de elitismo. Asistir a conciertos de música clásica sigue siendo en muchos casos (no en todos, lógicamente) un escaparate como estatus social. Evidentemente las posibilidades de consumir música clásica no pasa sólo por recitales; en este aspecto aplaudo la cantidad de plataformas digitales que invitan a escuchar todo tipo de música y en cualquier momento.

Desde tu visión actual ¿Qué le dirías a los jóvenes que comienzan en la música?

Que la música entra por el corazón, lo moviliza todo ahí dentro, pero las emociones que activa tienen que recorrer muchos caminos para hacer de esta actividad la profesión a la que te quieres dedicar. Uno nunca sabe por dónde se moverán los caprichos del destino, pero no hay que desesperar. El recorrido es tan largo como hermoso. Y que la curiosidad por aprender mantenga vivo tu espíritu.

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UNA METÁFORA DE LA VIDA

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


– Hola, señora Kent.

– Buenas tardes, mi querido alumno. ¿Qué tal tu mano?

– Mal.

– Ya dura esa tendinitis.

– Me voy acostumbrando.

– No leas mientras tocas los ejercicios de Liszt. Así no puedes relajar la muñeca porque se te va el santo al cielo y el daño aumenta. Concéntrate en la posición de la mano y piensa en el peso de todo el brazo; después olvida que tienes brazos.

– Sigo las instrucciones del maestro húngaro. Según él hay que practicar durante tres horas diarias sus ejercicios de mecanismo y automatización. Y leer al unísono un buen libro para distraer la mente de tan ingrata tarea.

– No seas ingenuo, a Liszt le leía la condesa Marie d’Agoult mientras practicaba esos acrobáticos ejercicios. Además, tus manos no son las de él. Nunca podrás tocar sus obras.

– Cierto, mis manos tienen otro ser. Liszt derriba castillos a cañonazos y después corta una orquídea con los dedos entumecidos; y nadie lo nota. Yo quiero cultivar esas orquídeas.

– Cada uno se sirve del capricho de la naturaleza. A ti te obsequió de mano pequeña…, pero de corazón y vida para la música. No malgastes ese material.

– Pues aléjeme de este endemoniado músico y sírvame la mano de Chopin (abrí mis dedos en un gesto impetuoso delante de sus narices).

– Sí, será lo mejor. Y para empezar estudia este Preludio. La pieza es un compendio breve del espíritu de su poética.

– Pero antes, estimada profesora, permítame hacerle una reflexión.

– Sí, claro, dime.

– ¿Qué mira un pianista cuando toca?

– No te entiendo. A ver, explícate.

– Me explico. Pienso que mirar es un acto donde el mundo existe solo para uno. No existen dos miradas iguales como no existen dos personas iguales. Ya sabe que sentarse al piano es hacerlo fuera del mundo. La materia corporal se desvanece y lo único que queda es la expansión de la música. La mirada del pianista encierra un submundo de tantos mundos alrededor. Abstraerse mientras tocas en un local atestado de gente que oye tu música sin percatarse de que ahí hay un hombre embargado por la emoción de los sonidos intentando abrirse camino. La banqueta del piano es una metáfora de la vida donde vamos llenando nuestra soledad a golpe de miradas. La mirada del pianista es la esencia del todo, del que observa de soslayo e inventa historias de vidas para asegurarse un delirio de la suya propia.

Miss Florence Kent hizo una mueca de extrañeza ante mi disertación. Suspiró y abrió un libro de partituras desgastado por el uso, buscó en el índice el «Preludio Op. 28/4», se sentó al piano, comenzó a tocar y yo me derrumbé ante aquel elegíaco chant des profondeurs.

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EL FAUNO

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


Querida y admirada profesora, al fin he concluido mi transcripción a piano del poema sinfónico Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy, inspirado en la obra homónima de Stéphane Mallarmé. Ya conoce mi amor por esta época histórica del arte, por la pintura impresionista como nueva forma de expresión estética y por la poesía francesa simbolista de finales del siglo XIX. Esto llevado a la música es lo que la imaginación espera encontrar en esos mundos insinuados, tan lejos de la realidad como necesarios para enmendar los límites de lo racional. ¿Recuerda el cuadro de Monet como origen al término impresionismo?, sí, aquellas vistas brumosas del puerto de El Havre y que el pintor francés titularía Impresión, sol naciente, en 1872. ¿Recuerda también la magnífica novela El retrato de Dorian Gray, donde Óscar Wilde se sirvió de elementos del simbolismo para tejer esos estados del espíritu hedonista que tanto cultivó? Recuerde también a su álter ego en la novela, Lord Henry Wotton, y su filosofía: “la satisfacción de los deseos de placer por encima de cualquier cosa”. Pues eso me evoca esta partitura. ¡Cuánta belleza!

Llevaba mucho tiempo pensando en cómo afrontar esta composición porque es de una complejidad musical extrema. Está basada en el sistema dodecafónico y hexátono, y eso la convierte en una creación con múltiples direcciones. Se presta a una constante y fértil rearmonización. ¡Un auténtico delirio acústico! Despierta en mí todos los mundos quiméricos posibles. El estímulo que todo artista necesita. Era el eslabón que faltaba en mi paráfrasis a piano sobre la historia de la música sinfónica. Es una pieza muy representativa de la música impresionista y tenía que incluirla obligatoriamente. Así que, después de tantos quebraderos de cabeza y mucha satisfacción, es hora de tomar un respiro y salir a caminar. Hoy hace menos viento que ayer, el día está soleado y el frío es más llevadero.

Le dejo estos primeros versos de El Fauno de Mallarmé y, como diría el citado Lord Henry: “lo único que vale la pena en la vida es la belleza y la satisfacción de los sentidos.”

¡Estas ninfas quisiera perpetuarlas! Tan claro, su ligero encarnado, que en el aire revuela abatido de espeso letargo. ¿Amaba un sueño?

Ya sabe cuánto me gusta esta correspondencia; ¡mantengámosla siempre viva! Le escribo sentado en la banqueta de mi piano, hoy, 14 de febrero de 2019.

Suyo, su alumno que nunca la olvida.

(Carta a mi profesora de piano Miss Florence Kent)

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PRELUDIO DE NIEBLA

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


¿Os acordáis cuando hacíamos autostop? Siendo estudiante lo practiqué mucho. Es invierno, media tarde. Un preludio de niebla anuncia bajada de temperatura. A pesar del frío decido salir de casa para hacer una visita sorpresa a un buen amigo. A los dos nos gusta leer y escuchar música, así que quiero enseñarle mi última adquisición literaria y musical. Ataviado con una carpeta de apuntes y una pequeña mochila me lanzo a la carretera a dejarme llevar en coche por cualquier desconocido. En el zurrón llevo un ejemplar de Niebla junto a un disco de Preludios para piano. ¡Qué alegría se llevará mi amigo al verme llegar con nuestros adorados Unamuno y Scriabin! (Pienso). Mis manos comienzan a sufrir el viento helado y el frío se cuela por mi espalda pero, a los pocos minutos de espera, un turismo rojo me rebasa y frena en el arcén.

– ¡Eh, chaval! ¿Adónde te diriges?

– A Cádiz.

– Sube, te llevamos.

Entro en el coche y doy las gracias. Les comento que soy estudiante y quiero visitar a un amigo para darle una sorpresa que le encantará. Ellos no hablan. Seguimos así varios kilómetros. El silencio empieza a levantar mis sospechas. No sé, intuyo un mal presagio.

– ¡Sorpresa! ¡Ahora verás! (me dice el copiloto volviéndose hacia mí).

Son tres; dos chicos delante y una chica detrás, a mi lado. El conductor da un volantazo brusco y se pierde por una carretera de servicio hacia los campos de algodón. Mi sorpresa es tremenda cuando el copiloto me amenaza con un enorme cuchillo. La chica comienza a registrarme y, pálido y sin dar crédito, me quedo paralizado.

– ¡Venga, danos todo lo que tengas de valor! Y si no colaboras te arrojaremos al canal de desagüe y cuando las fuerzas te fallen morirás. Al encontrarte pensarán que sufriste un resbalón y caíste golpeándote en la cabeza, y perdiendo el conocimiento te ahogaste.

– ¡Sólo tengo un libro y un disco de piano…!

– ¡He dicho algo de valor, no esa mierda!

Hago ademán de coger la cartera para sacar el poco dinero que llevo y de un golpe rápido abro la puerta del coche y corro. Vuelo como un condenado y me pierdo en la vegetación de los sembrados. Oigo gritos a mis espaldas, pero yo tengo alas; soy el haz de luz del rayo. Miguel y Alexander brincan dentro de la mochila y corren conmigo dándome ánimos de salvamento. Rescato lo más preciado que tengo: mi libro y mi disco de piano. Hoy sigo teniendo especial predilección por Unamuno y Scriabin. ¡Yo sé cuánto valen…!

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OTRAS REALIDADES | FRANCISCO ACOSTA

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


De niño tenía la extraña costumbre de escaparme de clase. Me sentaba cerca de la puerta del aula y aprovechaba el menor descuido del maestro para escabullirme y salir pitando de allí. Cuando mi madre me veía entrar en casa sonreía y siempre me preguntaba lo mismo: «¿Otra vez olvidaste el lápiz?». Era mi peregrina e inocente excusa. Ella me entendía y sabía que mis fugas tenían sentido; me conocía. He reflexionado toda mi vida sobre esto, porque aún hoy sigo escapando para buscar otras realidades. Todas las encuentro en la ficción del arte; desde los mundos creados por los literatos, pasando por la abstracción de la música (esos genios de lo intangible), hasta la policromía de los grandes pintores del expresionismo abstracto, ese entramado de representación caótica que tanto significa para mi mundo creativo. Lo ficticio (esta palabra no debería existir) beneficia la vida: la otra realidad, la única si uno cierra los ojos y aprieta los dientes. Hallarse en una burbuja de cristal blindado para protegerse de lo prosaico. Abstraerse del mundanal ruido exterior para sobrevivir a sus envites convertido en un mar desafiante. Ese comportamiento (huir del colegio como de mí mismo) me mantuvo siempre muy vivo. Han pasado los años y uno sigue estando en ese punto de partida en el que cada amanecer es un folio en blanco al que hay que manchar irremediablemente con muchos tachones. Chopin sabía bastante de eso. Su vida fue una lucha constante en busca de la nota que lo aplacara; de la frase musical que atrajera sus emociones y quedaran (las emociones) custodiadas en el pentagrama con más garabatos de la historia. Lo excelso, lo delicadamente bello; el silencio. Y así vamos haciendo ensayos generales para representar el papel que nos toca vivir sin aparentar caídas. Beethoven, por ejemplo, ancla su música en la cadencia engañosa. Existe en él una manifestación de la huida, del constante correr hacia lo inesperado abriendo muchas realidades porque la suya no la soporta. Él es una perenne modulación, una transición de difuso horizonte. No resuelve, quiere ser consciente de esto para alcanzar la ingravidez y saltar hacia cualquier lado. Siempre hay que tener un proyecto de vida para no abdicar. Y en el arte, en esos mundos inventados para sufragar la realidad aunque el barro gotee, la vida se abre camino e imagina la inmortalidad.

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MANIÁTICA DONCELLA TRASLÚCIDA

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


No, no es la misma sangre azul esmerilada la que inunda su mano blanca. No es la sangre primigenia de cualquiera de nosotros, es el manantial que derrama ternura en cada yema de sus dedos. El Nocturno de Chopin está creado con el delicado polvo de ala de mariposa mezclado con hiriente hacha de revolución interna despiadada. Frédéric canta a la opresión del genocidio y calma sus ansias besando con labio blando el marfil de su piano. Cada sonido es una huella de amor; no lo puede evitar. Llegó a París buscando refugio artístico, y lo logró. Aclamado por lo más selecto de la sociedad Chopin gestó sus Nocturnos para piano en cada sacudida emocional que lo zarandeó, y fueron muchas. De alma cándida y espíritu trascendente encontró en el piano aquello de lo que escapar. Sus melancolías y sus arrebatos de furia (flores y bombas) confluyen en un ir y venir de armonías rayanas en lo impresionista (afrancesamiento de una nueva e incipiente ruta musical). El Nocturno es su forma musical por antonomasia donde el polaco despliega toda su artillería sonora. Los presenta plácidos y cuasi inocentes, para volcar, en un clímax ardoroso, la meta de su vida. Después la calma, el sigilo, la llanura tras el descenso de las montañas. El destino de esa música es narrarte la vida en pocos minutos. Ahí está todo lo que la condición humana siente. El tránsito vital en el camino del hombre. Estamos hechos de emociones y su piano se apodera de todas. La mano de Chopin es vapor de agua y su pecho un volcán de acordes turbulentos que te describe. El hijo de Justyna nace con cada rayo de sol y aspira a grandes bocanadas el oxígeno que sus maltrechos pulmones tuberculosos bloquean. ¡Ay…!, avanzar, siempre avanzar asombrándonos de lo que ya conoces  pero quieres repetir el placer que da brillo a tus ojos. El piano de Chopin es una maniática doncella traslúcida de labios violáceos. Su Nocturno es un barco fantasma que navega en aguas abrasadoras; a veces avista tierra pero no ancla porque el mar es hipnótico y su inmensidad atrapa. Y ahí las aventuras son fuente de vida; ¡Para qué arribar si la poesía está servida en los océanos de sus Nocturnos!

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ALA QUEBRADA DE ÁNGEL

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


 

 

¿Por qué una obra musical está escrita en un tono y no en otro? ¿Cuáles son las razones? Do Mayor es el tono que con más exactitud da el sentimiento de eternidad en contraposición a la bemol menor, que es la tonalidad de más densa sombra y muestra la funesta imagen sonora de ala quebrada de ángel.

Los grandes compositores a lo largo de la historia han tenido muy en cuenta sus recónditas sensaciones y han dado forma, con esa bella intuición natural de genio, al carácter que cada música exige. Dar vida a una pieza musical es tirar de oficio e inspiración; una tarea delicadísima sólo al alcance de muy pocos. Aunque existen las llamadas reglas de composición en función del destino musical deseado, luego está lo que aleja de la ortodoxia, de la norma; ahí aparece la sacudida artística que provocará que levantes tu mirada, suspires y comulgues con la vida.

Crear se asemeja a un naufragio, pero naufragar no es ahogarse. El compositor, sintiendo que se sumerge en el abismo, agita los brazos para mantenerse a flote; esa agitación de los brazos con que reacciona ante su propia perdición es la impronta que sellará su paso por el arte. Mientras siga latiendo, el corazón del artista obedecerá a sus pasiones./p>

El creador idea su obra a partir del amplísimo carácter de la tonalidad y sus posibilidades (oscura, alegre, triste, melancólica, divertida, nostálgica, irónica, juguetona…). Conoce la misión de la nota do para ‘entristecer’ al si en la tonalidad de mi menor (Preludio Op.28/4, de Chopin). Sabe que cuando un acorde de mi menor es tensionado con un intervalo de quinta aumentada, la música irrumpe con rebeldía y se condensa en ese entramado armónico que proclama toda una corriente artística: Romanticismo.

La tonalidad empieza a sufrir un desvanecimiento y Claude Debussy, por ejemplo, se refirió a su pieza Reflejos en el agua afirmando que contenía sus más recientes descubrimientos en ‘química armónica’. Su música es la alquimia de los sonidos después de someterla hasta la extenuación a la escala hexátona, una de las secuencias más exóticas de la acústica (nuevos usos de la disonancia). Así, a finales del s. XIX, había nacido el Impresionismo. Una nueva era se abría paso y los sonidos se convirtieron en cuerpos etéreos, se colaron por rendijas nunca antes conocidas y la música tuvo una proyección cósmica.

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19 IMPRESCINDIBLES | EN LA HISTORIA DE LA MÚSICA CLÁSICA

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


1 Johann Pachelbel (1653-1706. Alemania). Figura clave del periodo Barroco, su obra constituye una contribución importante en el desarrollo de la música sacra. Durante muchos años vivió en Viena. Su Canon en Re (1680) es una obra llena de calma, profundidad y espiritualidad, donde sus compases se asemejan a los latidos del corazón. Es la pieza clásica más popular de todos los tiempos. Compuesta en origen para tres violines y bajo continuo, las diversas versiones para todo tipo de instrumentos y agrupaciones, son inimaginables. Sin duda una pieza de inspiración casi divina.

2 Henry Purcell (1659-1695. Inglaterra). El compositor inglés más importante del Barroco. Definió el estilo musical en la Inglaterra del siglo XVII. Cultivó todos los géneros con inteligencia y brillantez. La Música para el funeral de la reina Mary (1695), compuesta para el fallecimiento de la reina María II, esposa de Guillermo de Orange, fue encomendada a él. El Londres del otoño de 1694 se vio sorprendido por la viruela, con más de mil fallecidos. La reina cayó gravemente enferma y, sabiendo su destino, puso en orden sus asuntos y dispuso cómo habría de ser su funeral. La soberana falleció el 28 de diciembre y Purcell compuso para sus funerales una de las músicas más bellas y sobrecogedoras de la historia.

3 Georg Friedrich Händel (1685-1759. Alemania). Inició su carrera en Alemania como organista y fue dueño de una sólida cultura musical y humanística. Enseguida viajó a Italia, donde pasó varios años y pudo familiarizarse con las distintas escuelas operísticas. Volvió a su patria, y sus últimos años los pasó alternativamente en Alemania, Inglaterra e Irlanda, donde produjo intensamente, conservando siempre su alta jerarquía de compositor. Escuchad la Sarabande de la Suite nº4 (1706), pertenece a su época de juventud y ya demuestra su inmensidad como compositor.

4 Alessandro Marcello (1673-1747. Italia). Noble intelectual italiano destacando sobre todo en su faceta musical. Aunque sus obras se tocan con escasa frecuencia hoy en día, Marcello está considerado como uno de los grandes compositores del Barroco. El Concierto para Oboe (1710), fue escrito a comienzos del siglo XVIII y se ha convertido en su obra más famosa. Es además uno de los conciertos para oboe más interpretados dentro del repertorio barroco.

5 Antonio Vivaldi (1678-1741. Italia). Uno de los músicos más prolíficos en la historia de la música clásica. Fue compositor, violinista, empresario, profesor y sacerdote católico. Sacerdote y pelirrojo, fue apodado Il prete rosso («El cura rojo»). Es especialmente conocido, a nivel popular, por ser el autor de la serie de conciertos para violín y orquesta Las Cuatro Estaciones. El Invierno de Las Cuatro Estaciones (1725), es una buena muestra de su elegancia y creatividad.

6 Johann Sebastian Bach (1685-1750. Alemania). Considerado el Antiguo Testamento Musical. Su obra es el hito musical más importante en la historia de la música. De una gran extirpe de músicos, su legado artístico es el mayor y más poderoso referente para las generaciones venideras. Hablar de Bach es hablar de la definición de música por excelencia. La Cantata BWV 156 (1729), corrobora el porqué su música se ha utilizado a lo largo de los siglos como sustento de la armonía académica más ortodoxa.

7 Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791. Austria). El genio más precoz en la historia de la música. A los cuatro años ya tocaba el clavicordio y el violín, y componía pequeños minuetos. Tenía una memoria prodigiosa y una gran capacidad para improvisar frases musicales. No era un niño como los demás. Creó la música perfecta que todos deseamos escuchar una y otra vez. Es el mayor representante del Clasicismo dado su equilibrio en las formas musicales. Compuso una obra original y poderosa que abarcó todos los géneros musicales. Fue músico/criado con un sueldo muy modesto y con el cargo de maestro de conciertos al servicio de Hieronymus von Colloredo, príncipe-arzobispo de Salszburgo, que se mostró autoritario e inflexible provocando en Mozart una total falta de libertad a la hora de componer. Mozart se sentía prisionero, sentía que no progresaba y acabó abandonando su puesto para viajar por Europa como músico independiente. Fue un personaje rebelde e impredecible, y de una agitada vida personal marcada por las conspiraciones en su contra y su fallecimiento prematuro. Escuchad su brillante Andante de la Sinfonía Concertante (1779).

8 Ludwig van Beethoven (1770-1827. Alemania). El Nuevo Testamento Musical, el genio romántico, el hombre atormentado y fascinante capaz de componer las piezas más sublimes, vivió su tiempo con extraordinaria intensidad. Nació en la Bonn de la Ilustración, creció y se empapó del racionalismo y el antidogmatismo que darían forma a su obra posterior, hasta Viena, capital de la música europea donde el compositor culminó su carrera. La incomprensión de la crítica, su delicada salud, sus fracasos amorosos y su irremediable sordera, que no impidieron su consagración como genio mítico, hicieron de Beethoven un artista con sitio de honor en el Olimpo de los Dioses. Heredero del Clasicismo entró en contacto directo con la sensibilidad romántica, convirtiéndose en un semidiós de la música y por tanto idolatrado. Su coraje y su capacidad de resistencia ante la adversidad incendió el más brillante y puro espíritu creativo. Sufrió mucho, pero fruto de ese sufrimiento supo desarrollar los recursos para soportarlo a través de la alegría (su novena sinfonía, con la Oda a la Alegría, de Schiller, da fe de ello). Fue un héroe dispuesto a plantar batalla al destino porque se sabía en deuda con el don que la naturaleza le había otorgado: la música. Escuchad uno de los momentos cumbres en la producción beethoveniana, el Allegretto de la Séptima Sinfonía (1812); en palabras de Wagner: “La apoteosis de la danza”.

9 Franz Schubert (1797-1828. Austria). Considerado el introductor del Romanticismo musical y gran compositor de lieder (breves composiciones para voz y piano), fue uno de los principales compositores austríacos. Sólo vivió treinta y un años, aún así fue capaz de escribir una cantidad considerable de música de altísima calidad artística, de gran belleza e inspiración. Admiraba profundamente a Beethoven, muriendo un año después que su ídolo. Schubert llevó una vida bohemia rodeado de intelectuales, sobre todo amigos poetas. De este entorno procede el famoso término Schubertiade: reuniones de artistas que se reunían en torno a la música y a la lectura. Poseedor de una inagotable inspiración melódica, en sus últimos años escribió piezas magistrales. El bello lied Sueño de primavera (1827), identifica la luminosidad creadora de Schubert.

10 Félix Mendelssohn (1809-1847. Alemania). Niño prodigio y uno de los mejores compositores románticos del siglo XIX. De una educación exquisita del más alto nivel, creció en una familia culta y preocupada por su formación dado el talento desbordante que siempre manifestó desde niño. Fue un músico reclamado por los círculos más cultos y elitistas del país. De talante humanista, siempre estuvo rodeado de escritores, filósofos y renombrados artistas. Un claro ejemplo de ello fue su amistad con Goethe. Mendelssohn de niño era frecuentemente invitado a tocar el piano en la casa del gran escritor. Sintió verdadera pasión por la educación musical siendo uno de los fundadores del Conservatorio de Leipzig en 1842. Recorrió toda Europa y dio al mundo de la música una sensibilidad, espontaneidad y delicadeza extraordinarias. Mendelssohn fue uno de los músicos más valorados en vida. Aparte de su música, una de sus mayores aportaciones fue rescatar la obra del maestro más grande de todos los tiempos, Johann Sebastian Bach, estrenando en 1829 el oratorio La Pasión según San Mateo. Escuchad el poético lied En las alas del canto (1834).

11 Edvard Grieg (1843-1907. Noruega). Su madre, notable pianista, fue quien le inculcó el amor por la música. Grieg buscó las raíces del folklore escandinavo como inspiración musical. El piano fue su medio vital de creación, de ahí la gran producción de obras pianísticas. Su música está intensamente relacionada con la cultura nórdica. Produjo muchas piezas de pequeño formato de hermosa y dulce inspiración, pero dos de sus grandes creaciones lo hicieron inmortal: Concierto para piano y la suite de la música incidental para el drama Peer Gynt de Henryk Ibsen. Escuchad La Mañana de Peer Gynt (1876).

12 Pyotr Ilych Tchaikovsky (1840-1893. Rusia). Estudia derecho y música. Y aunque comienza a trabajar como funcionario en el Ministerio de Justicia, poco tiempo después lo deja para dedicarse plenamente al estudio profundo de la música, inscribiéndose en el recién abierto Conservatorio de San Petersburgo, donde se gradúa y llega a ser profesor de teoría musical. Tchaikovsky se casa con Antonina Milyokova, una ex-estudiante suya, pero su relación no funciona (la manifiesta homosexualidad de Tchaikovsky rompe su matrimonio). Tiempo después de separarse, Tchaikovsky inicia una amistad a distancia por correspondencia con Nadezhda von Meck, viuda empresaria acaudalada muy admiradora de Tchaikovsky del que se enamora y al que apoya económicamente. Se escriben durante 14 años con la única condición de nunca conocerse en persona. Ella se convierte en su mecenas, así Tchaikovsky pudo dejar de dar clases en el Conservatorio y dedicarse exclusivamente a componer. El mecenazgo termina cuando Nadezhda se entera de los devaneos sentimentales de Tchaikovsky con otros hombres. No está muy claro cómo murió Tchaikovsky, algunas crónicas hablan de suicidio (veneno) al no integrarse en la sociedad por su condición sexual y otras de una epidemia de cólera. Dotado de una poderosa inspiración y sensibilidad musical, escribió los más bellos pasajes en la historia de la música. Escuchad la escena más famosa de su ballet El lago de los cisnes (1877).

13 Johannes Brahms (1833-1897. Alemania). Consumado pianista que junto al violinista Joseph Joachim (quién lo presentó al compositor Robert Schumann), fue uno de los nombres cumbres del post-romanticismo. Schumann quedó tan sorprendido con las composiciones de Brahms, que escribió un apasionado artículo en una revista de la época sobre el joven compositor. Brahms fue director del teatro de la corte en Delmont. De carácter reservado, con problemas para relacionarse con las mujeres (estuvo enamorado de Clara Wieck, esposa de Schumann), compuso una música vasta en instrumentación, tremendamente inteligente y emotiva. Se traslada a Viena, donde consiguió el puesto de director de la Singakademie. Logró fama en toda Europa por el estreno de su Requiem Alemán. Posteriormente fue nombrado director de la Gesellschaft der Musikfreunde, aunque en 1874 dejó este puesto para, de esta manera, dedicar todo su tiempo a la composición. Se le conoce como el sucesor de Beethoven (su primera sinfonía se decía que podría haber sido la décima de Beethoven). Uno de los momentos más excelsos de su música es la Sinfonía nº 3 -movimiento III- (1883).

14 Anton Dvořák (1841-1904. República Checa). En Praga obtiene prestigio como violinista y compositor. Al poco tiempo consigue tocar en la orquesta del Teatro Nacional de Praga y se reconoce su mérito por sus Danzas eslavas. Por su tercera sinfonía obtiene una beca del gobierno de Austria. En Reino Unido es nombrado miembro de honor de la Sociedad Filarmónica de Londres y se le otorga el título de Doctor Honorario de Música por la Universidad de Cambridge. También recibe la Orden de la Cruz de Hierro, el doctorado Honoris causa por la Universidad de Praga y un lugar en la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y Berlín. Viaja a Rusia y Estados Unidos, siendo nombrado director del Conservatorio Nacional de Nueva York, donde compone la famosa Sinfonía nº9 del Nuevo Mundo y el Concierto para violonchelo y orquesta. Regresa a su tierra y es nombrado profesor en el Conservatorio de Praga. En Praga escribe poemas sinfónicos y obtiene un reconocido éxito en el ámbito de la música dramática con la Ópera Rusalka. Una música muy característica suya es la Danza Eslava nº2 (1886).

15 Camille Saint-Saëns (1835-1921. Francia). Hizo su debut como pianista con tan sólo 10 años de edad. Cursó estudios de órgano y armonía en el Conservatorio de París. Fue un gran virtuoso pianista y organista. Estudioso de la Ciencia, además de excelente matemático, perteneció a la Sociedad Astronómica de Francia. También fue escritor de filosofía y poesía. Fundó la Société Nationale de Musique. Personalidad arrolladora con una gran formación intelectual. Heredero del Romanticismo, sus producciones musicales son enérgicas y líricas. Compuso su gran fantasía zoológica, El carnaval de los Animales, una suite graciosa y ligera, como un divertimento para ridiculizar a compositores e intérpretes de la época. Sus composiciones sinfónicas y, sobre todo, sus conciertos para piano, siempre fueron obras muy valoradas. Quizás el pasaje más bello de su Carnaval sea El Cisne (1886).

16 Jules Massenet (1842-1912). La ópera francesa tiene en Massenet a uno de sus creadores más sensibles y refinados. Estudió en el Conservatorio de París donde consiguió el prestigioso Gran Premio de Roma, que permitía a los galardonados residir durante una temporada en la Villa Médicis de la capital italiana. A su regreso a París, Massenet compuso sus primeras óperas; espontaneidad e inspiración melódica constituirán los rasgos más característicos de su producción escénica. Cuando compone Thaïs ya es un músico consagrado en los grandes coliseos operísticos. Fue nombrado profesor del Conservatorio de París y su legado dramático eclipsó otras obras importantes de su catálogo. El momento más espléndido en la producción de Massenet es el intermezzo sinfónico para violín solista y orquesta La Meditación de Thaïs (1894).

17 Gustav Mahler (1860-1911). Fue más conocido en vida como uno de los más importantes directores de orquesta y de ópera de su momento, pero después ha venido a ser reconocido como uno de los compositores post-románticos más significativos. Centró todos sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied. Sus composiciones se caracterizan por una manifiesta heterogeneidad, por introducir elementos de distinta procedencia (apuntes de melodías populares, marchas y fanfarrias militares) en un marco formal heredado de la tradición clásica vienesa. Empleó una armonía disonante que fue más allá del cromatismo utilizado hasta entonces. Mahler puede considerarse el más directo precursor de la Segunda Escuela de Viena. Compuso diez sinfonías y, a partir de la Quinta, su música empezó a teñirse de una trágica y terrible expresión. Sus sinfonías tercera y quinta fueron usadas en la banda sonora de la película Muerte en Venecia del director italiano Lucchino Visconti (película basada en la novela homónima de Thomas Mann). Escuchad el apacible y espectacular Adagietto de la 5ª Sinfonía (1902).

18 Samuel Barber (1910-1981). Considerado niño prodigio, cursó estudios en el Curtis Institute of Music de Filadelfia, una de las academias de música más prestigiosas del mundo. Su música se ciñe a las formas y armonías relativamente tradicionales. La mayor parte de su obra es marcadamente melódica y ha sido descrita como neorromántica. Sus canciones, acompañadas por orquesta o piano, se encuentran entre las más populares del repertorio clásico del siglo XX. Su Sonata para piano (1949), se convirtió en la primera gran obra norteamericana para piano. El melancólico Adagio para cuerdas (1938), es la obra más popular de Barber.

19 Joaquín Rodrigo (1901-1999). A los tres años pierde la vista casi por completo a causa de una epidemia de difteria. Su innata vocación musical se empezó a desarrollar en Valencia, donde fue trasladado para ingresar en el Colegio de Ciegos, y pronto se convirtió en un excelente pianista. Estudió en el Conservatorio de Valencia. Posteriormente se trasladaría a París, donde hizo sus primeros trabajos de composición. Estrenó en Barcelona el «Concierto de Aranjuez» para guitarra y orquesta, y su Adagio (1939) le elevaría hasta la cúspide de la música española. Tuvo tanto éxito que pasó a ser considerado el mejor compositor español de la posguerra, ejerciendo influencia sobre la evolución de la guitarra. Se creó un puesto en la Universidad para él (1947), fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1950), se le concedieron la Cruz de Alfonso X el Sabio (1953); la Cruz de la Legión de Honor (1963) y elegido miembro de la Academia Latinoamericana (1968). El 21 de mayo de 1996, obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, la primera vez que un compositor se alzó con este galardón. La sensibilidad de Rodrigo logró dignificar la guitarra como instrumento de concierto.

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ANATOMÍA DEL CAOS

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


El arte se extiende más allá de cualquier definición. Desde libros que revolucionaron la literatura por su maestría clásica en la forma y su poderosa narrativa, hasta los osados artefactos líricos ricos en originalidad. Yendo al terreno pictórico, nos encontramos con el arte abstracto de Kandinsky o Pollock, en contraposición con el equilibrio velazquiano, por ejemplo. Planteo estas dos miradas del arte que poco tienen que ver entre ellas, o tal vez mucho. Dicho esto, para mí existe una debilidad por lo novedoso, así que me es muy fácil encumbrar el tintineo perlado que suena a través de las paredes de cristal de una composición musical rompedora de cánones ortodoxos y que tan viva se me representa. No atenerse a reglas, a normas que encorseten la imaginación es un avance hacia lo desconocido que siempre esconde algo difícil de explicar, un orden caótico; la trascendencia del ser. Pero, ahora bien y, como dijo Stravinsky, «hay que conocer las reglas para transgredirlas». El discurso artístico debe ser entendible desde la interpretación del receptor, no debería haber mayor precepto que este. El criterio siempre está en el ojo propio. Y es en esa ‘no explicación’ donde el melómano debe bucear. Es curioso, pero desde el ejercicio de oyente, uno intenta reescribir lo que intuyes del pensamiento del compositor (ejercicio vano, pues cada mirada es única). Yo celebro este tipo de música por distinta. Me gusta que mi oído perciba más allá de la propia intuición natural. Pongamos ejemplos sobre esta dualidad de miradas: Velázquez o la perfección del realismo, versus Pollock o la anatomía del caos. Los dos me fascinan igualmente. El mensaje de una obra de arte debe tener un gran agujero de entrada y saber encontrar el velo exacto del paladar. Otro ejemplo, en este caso musical y de un mismo creador: Beethoven. Para mí el artista por antonomasia. El más grande hacedor de bellezas. Existen, no dos, sino tres estilos beethovenianos (también han existido a lo largo de la historia del arte muchas literaturas, pinturas, etc…, de gran aportación exótica muy interesante y necesaria). El Beethoven neoclásico, que gusta de la estabilidad en la estructura. Después vendrá el Beethoven romántico, el huracán todopoderoso que zarandeó las emociones; lirismo y pasión. Y por último, el Beethoven incomprendido, el que se adelantó a su tiempo doscientos años. El Beethoven de «música fea», el que escribió la Gran Fuga opus 133 y recibió insultos e improperios de todo tipo. Pero esa obra, junto a los últimos cuartetos de cuerda, fue la puerta de entrada a todas las músicas que vendrían después.

Entre notas musicales naturales y alteradas existen doce sonidos. Nunca antes se habían utilizado los doce sonidos sin orden jerárquico, porque esta práctica corría el riesgo de provocar la atonalidad, esa sensación tan molesta al oído profano; pero estaban ahí, y Beethoven utilizó su prodigiosa creatividad para dar un pellizco en el estómago y decir: «He ido más allá de lo que tu gusto estético podía imaginar. Escoge lo que quieras».

¿Quién merece pues el cetro de oro del arte? Todos, por supuesto. El arte debe tener la sustancia de tantos sabores como paladares. La innovación hacia mundos insospechados es la que mantiene viva la llama de la creación. Seamos doctos amantes de la línea quebrada. La belleza se nos muestra tanto en la simetría del orden natural como en los caminos irregulares. Y abundando en otro compositor, fue Frédéric Chopin, el gran músico romántico, el que supo nadar en estas dos aguas. Su estructura rítmica en la Mazurca clásica fue contrapuesta con los adornos de notas en grupos de valoración especial utilizado en muchos de sus Nocturnos y que tanta expresividad extrajo de ahí. Un compositor que se sirve de elementos clásicos y vanguardistas, y que supo combinar con exquisito gusto, merece un lugar de honor en el Olimpo de las Artes. Lo universal es hermoso cuando se hace particular.

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SECRETOS Y DEUDAS

Por: Francisco Acosta (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


Toda percepción artística se define a través de la reacción del que observa, lee, escucha, o incluso saborea (mezclar sabores que impresionen al paladar es otra forma de arte). Esa reacción provocará diferentes estados de ánimo. Existe un mensaje en la obra artística que define al receptor (al margen del autor). Cada persona es única e intransferible, así que el contenido expuesto artísticamente es tan válido como personas hay. El caso de la música es muy particular. Es un lenguaje que, aunque se pueda escribir en partitura, obedece al mundo de la abstracción. Esa cualidad intangible y que se extingue en el tiempo de manera fugaz es algo mágico.

Es como un destello en cascada que no tiene punto de retorno. ¿Cómo lograr nuevamente el éxtasis de un pasaje que nos ha emocionado? Es aquí donde se dan la mano literatura, pintura, etc y música. Pero veremos cómo las distintas actividades artísticas difieren de la música. Si cuando lees un libro, un pasaje te deja petrificado, sólo tienes que volver sobre él y releerlo cuantas veces gustes. En cuanto a la pintura, sólo has de permanecer ante un cuadro el tiempo que quieras para captar el mensaje de la imagen. Pero en la música esto va más allá y ocurre cuando el compositor hace repetir las células temáticas con una intención más poderosa. Ese mismo pasaje se reexpone con una elaboración más desarrollada, ampliando el espectro emocional. Y así se llega a la coda final, a una inundación concentrada de todo lo anterior. Frase a frase el discurso sonoro llega a un entendimiento final. Y si bien es cierto que cuando se escucha música grabada (no en directo) existe esta posibilidad de reproducir aquellos pasajes que tanto nos gustaron (simplemente dando a stop y retrocediendo hasta donde nos plazca), y que ya sabes lo que vendrá, ya conoces el resultado; no ocurre así con la música en directo dada a licencias improvisatorias. La mejor música que el siglo XIX legó a la humanidad nunca se registró en partituras, fueron las fecundas e inspiradas improvisaciones a piano de los grandes intérpretes las mejores obras que se compusieron en vivo y murieron con ellos. Pues eso mismo sucede con las transcripciones a piano que tanto me gusta hacer. Adaptaciones donde reservo un espacio para la creatividad ‘in situ’. Sólo la música en directo es capaz de perpetrar tal hazaña. Hay un énfasis, un estado de ánimo en el intérprete, con su fe por ofrecer lo que nunca antes se ha escuchado ni se escuchará, que lo conduce a superar ese momento imbuido por la magia del directo dejándose llevar por una hipnosis de fantasía musical. No hay mayor gozo que fantasear sobre la base armónica de una pieza musical. En el siglo XX, los músicos de jazz, basándose en el cifrado armónico barroco, idearon un mecanismo para tales recursos de improvisación, así nace el cifrado armónico internacional o cifrado americano; un sistema codificado que resume el análisis vertical de la música y ayuda al intérprete desde una visión rudimentaria de la estructura musical. A partir de esos primarios elementos básicos todas las posibilidades se abren para generar una nueva composición en tiempo real. He discutido mucho al respecto con profesionales de la música clásica la posibilidad de transgredir la obediencia literal a la partitura (algo que ya hacían grandes compositores/intérpretes, véase Liszt, Rachmaninov, Beethoven, Chopin, etc). Relato ahora una anécdota personal: El día que desafié a mi profesora Miss Florence Kent, fue con una interpretación de una sonata para piano de Scriabin.

La pieza en cuestión era endiabladamente complicada. El músico ruso, influenciado por tantas corrientes artísticas, ideaba una arquitectura acústica donde explotaba al máximo el timbre del instrumento, su inagotable imaginación lo llevaba a la extenuación sonora. “Miss Kent, hoy quiero revelar un secreto que me acompaña desde niño. Voy a tocar una pieza que usted conoce muy bien, pero deje que concluya, escúchela al completo” -le dije a mi profesora-. Cuando finalicé la interpretación ella me miraba con un asombro inusual y dijo: “Nunca pensé que esta pieza pudiese sonar así. Me ha maravillado, pero que no se enteren los academicistas seculares que pululan por aquí, te expulsarían inmediatamente del Conservatorio”. “No creo -dije-, esto mismo ya lo hacía Arthur Rubinstein y muchos otros pianistas. Es más, Rubinstein en su juventud ganó un concurso de piano inventándose la mayoría de las notas. ¡Menudo era el polaco!” “Querido alumno -inquirió ella-, no intentes compararte con el maestro y además te recuerdo que a Satie lo expulsaron del Conservatorio de París por no querer seguir las pautas de estudio establecidas”. “No me comparo -dije-, sólo defiendo que la imaginación del intérprete puede recrear una nueva obra a partir de lo escrito. ¿Qué me dice de Godowsky y sus revisitados estudios de Chopin? ¿O de las improvisaciones sobre pasajes de ópera del gran Richter en aquel teatro infame?” “¡Calla, insensato…! -dijo ella- ¿Acaso quieres hundirme? ¡Ya está bien por hoy, sal de mi vista inmediatamente…! Reflexiona. Mañana te espero a la misma hora”. Miss Florence Kent era paciente conmigo y mis impertinencias. Yo sabía que en el fondo estaba de acuerdo conmigo, pero se vio tan reflejada en mí que aquello la violentó. Mi secreto era el suyo también y nunca me lo dijo, lo descubrí en ese momento, en su mirada. A partir de su reacción tuve una deuda muy grande con ella. Hubo un consentimiento reprimido que supe leer en sus ojos. Yo la adoraba. Mi batir de alas removió tanto aire ese día que todavía hoy siento el frescor en mi cara.