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CHOPIN Y LISZT

Por José Marcos Gamarra (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


Es una noche musical de salón muy típica de París en pleno siglo XIX y tiene como invitados de honor a dos de las figuras más representativas del piano: Frédéric Chopin y Franz Liszt. La velada se desarrollaba de los más tranquila y apacible con ambos pianistas interpretando lo mejor de su repertorio para deleite de la alta aristocracia parisina. En cierto punto de la velada musical, Liszt siente que Chopin acapara elogios y aplausos por sus bellas composiciones. Sin quedarse atrás, Liszt propone apagar las velas para que ambos intérpretes toquen en la oscuridad y se genere cierta mística para poder apreciar mejor los sonidos. En cierta parte del recital y justo cuando le tocaba el turno a Chopin, Liszt le interrumpe sin que nadie se dé cuenta por la oscuridad del salón y toma su lugar para tocar el piano. Luego de la interpretación delicada y fina de Liszt, la audiencia inunda el salón de aplausos. En ese momento Liszt ordena prender las velas dando por descubierta la identidad del verdadero intérprete: Liszt quien en ese momento toma la palabra y en voz alta dice:

“Mi estimado Frédéric, ahora hazme el favor de sentarte al piano y tocar, haciendo que la gente crea que es Liszt quien lo hace.”

Esta anécdota ampliamente conocida sirve para desnudar a dos personalidades especiales y muy opuestas de la música del romanticismo. Sin duda, ambos pianistas eran necesarios mutuamente púes formaban parte de una ecuación, un estado de equilibrio dentro del ambiente musical. Dos grandes artistas que nos han entregado lo mejor de ellos pero como humanos no han dejado de ocultar sus cualidades, emociones y debilidades.

Chopin era introvertido, depresivo y habitaba un mundo íntimo, perfecto y por ello, rehuía del público. Consciente de ello en cierta ocasión expreso:

“No estoy hecho para dar conciertos; el público me intimida, me siento asfixiado por su impaciencia precipitada, paralizado por sus miradas curiosas, mudo ante esas fisonomías desconocidas”.

Liszt por el contrario amaba los recitales de piano, lugar perfecto para demostrar todo su virtuosismo y gustaba mucho el contacto social. Chopin era muy frágil de salud. Por el contrario la salud de Liszt era robusta. Chopin un ciudadano polaco, orgulloso de su país que añoraba su tierra de origen, buscaba siempre la compañía de compatriotas. Liszt por el contrario, se convirtió en un ciudadano de toda Europa durante sus años de peregrinaje por distintos países.

Liszt admiraba a Chopin por sus bellas composiciones pero no por su sonido débil. Por su parte, Chopin admiraba a Liszt por su amplio dominio del instrumento más no por sus composiciones. Consciente de ello, cierta vez comento:

“En mi vida de artista hay tres carpetas: En la primera están las obras de mi juventud de famoso, la he cerrado para siempre y he tirado la llave al mar. En la segunda se encuentran algunas obras a las que he perdonado debido a su buena intención. La tercera contendrá mi auténtica obra, y en unos pocos años, se sabrá, eso espero, lo que quiero poner en ella”.

Se ha hablado de cierta rivalidad entre ambos pianistas. Lo cierto es que en una época en donde el compositor no es precisamente el intérprete de sus obras y la personalidad del artista toma parte vital y crucial dentro de la relación música – público, los sentimientos estaban exacerbados y lo egos, deseosos de reconocimiento y admiración.

Existen ciertas cartas polémicas de Chopin a Delfina Potocka que fueron descubiertas en 1945 por la musicóloga Paulina Czernicka. En ellas, Chopin describe a Liszt de una manera muy peculiar y poco amable:

“Cuando pienso en Liszt como artista creador, me lo represento maquillado, montado en zancos y soplando fortissimo y pianisssimo, en las trompetas del Jericó……o bien lo veo hacer grandes discursos sobre el arte, discutir sobre la potencia creadora y sobre el mejor método para crear. ¡ y sin embargo, en materia de creación es un asno! Sabe todo mejor que nadie. Quiere llegar a la cima del parnaso montado en el pegaso de otro. Esto entre nosotros…..Es un excelente encuadernador que pone bajo cubiertas las obras ajenas….”

La carta prosigue con más adjetivos poco generosos a Liszt descalificándolo como compositor y atribuyéndole solo habilidades de galán y orador.

Se ha dudado la autenticidad de estas cartas por parte de los defensores de Chopin los cuales ponen en duda todas las frases vertidas en ellas. Lo cierto es que los originales nunca fueron entregados y solo hay copias de las famosas cartas pero nunca fueron entregadas al excelente biógrafo de Chopin, Edouard Ganche quien pidió pruebas tangibles hace años.

Liszt una vez comentó en relación a Chopin: “No sabría aplicarse un análisis inteligente de los trabajos de Chopin sin encontrar bellezas de un orden muy elevado, de una expresión completamente nueva, y de una contextura armónica tan original como sabia. En él la audacia se justifica siempre; la riqueza, incluso la exuberancia, no excluyen la claridad; la singularidad no degenera en extravagancia barroca: los adornos no están desordenados y el lujo de la ornamentación no recarga la elegancia de las líneas principales”. Muchas frases públicas de admiración por parte de Liszt hacia Chopin denotan no solo un dominio personal y social sino una astuta manera de relacionarse con el entorno.

Lo cierto, es que era evidente que ambos artistas conocían sus virtudes, verdades y las diferentes dimensiones de su forma de ser e interactuar socialmente y esto era visto por personajes de la aristocracia muy cercanos a ellos. Cierro este artículo con una carta de Antonio Wodzinski, amigo de Chopin hacia su madre:

“Tienes razón, mamá, Frédéric no ha cambiado: ¡Solo está más hermoso! Nos vemos todos los días. Hemos ido a la ópera y a los italiens, para escuchar los puritanos……….Oh, sí mamá pudiese venir aquí en la próxima primavera, con Félix y María…! Frédéric se levanta del piano y dice: No te olvides de escribirles que los quiero terriblemente, sí, de veras, terriblemente…..”

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LISZT Y EL NARCISISMO

Por José Marcos Gamarra (Profesor de Piano. Compositor y Pianista)


“Alto, muy delgado, pálido, de grandes ojos verdes que brillaban como las olas bajo el sol, rasgos muy marcados por el sufrimiento, de movimientos vacilantes; parecía deslizarse en lugar de caminar; preocupado y al mismo tiempo inquieto, como un fantasma que estuviera esperando que el reloj diese la hora para desaparecer de nuevo entre las sombras……Recuerdo el brillo de sus ojos, sus gestos y su sonrisa, por momentos formal y de una profunda amabilidad; por momentos irónica y cáustica”. Estas palabras pertenecen a la condesa Marie d´ Agoult y describen de manera efusiva y romántica, al profundo amor de su vida por quien abandonó a su marido e hijas en Paris. El personaje al que nos estamos refiriendo es, sin duda alguna, la primera estrella del piano del romanticismo: Liszt.

Franz Liszt nació en Hungría en 1811. A lo largo  de su vida,  tuvo pocos motivos de queja en lo que a  salud física se refiere  a diferencia de sus contemporáneos Chopin o Schumann. Las primeras lecciones de piano fueron impartidas por su padre, Adam Liszt, quien rápidamente percibió el talento innato de su hijo.  Siendo alumno de Czerny  y de Salieri, el joven Franz despierta la admiración de los nobles de su país natal quienes deciden apoyarle con una gran inversión de dinero  para desarrollar y potenciar su talento musical algo que el joven pianista aprovecho de manera inteligente.

«Liszt reinventó el recital de piano en Europa…»

De personalidad extravertida, arrolladora y con un dominio basto sobre el teclado del piano, Liszt tenía una capacidad sobre humana para solucionar problemas musicales. En cierta ocasión un flautista llamado Alfred Nicholson iba a interpretar una composición propia en do mayor. Pero el piano estaba afinado un semitono más bajo que la flauta y el perplejo pianista que debía acompañarlo afirmó que no le era posible hacerlo. El joven Franz tomo de inmediato su lugar y transcribió la pieza mentalmente a primera vista mientras la ejecutaba en el piano de do a do sostenido ante el asombro del público.

Liszt reinventó el recital de piano en Europa que, hasta entonces, se había limitado a veladas en salones lujosos en  donde una docena de nobles eran testigos del arte de sus intérpretes. También inventó otro fenómeno artístico denominado duelo musical que consistía en medir el virtuosismo de dos pianistas frente a frente teniendo como testigo a una audiencia atónita. Esto nació a raíz de la rivalidad entre Liszt y el talentoso pianista Sigismond Thalberg que duró desde 1836 hasta 1842. Thalberg realizó  muchas giras  por Europa como Liszt, tocando de manera adrede en los mismos lugares, inmediatamente antes o después que Liszt, con el fin de mostrar a la alta sociedad  de la música quien era el mejor pianista. Esto no fue del agrado de Liszt quien lo retó a un duelo que se llevó a cabo el 31 de marzo de 1837. Al final del encuentro y luego de haber interpretado obras de virtuosismo extremo, ambos recibieron ovaciones de pie y continuaron sus giras por Europa sin volver a desafiarse.

«La personalidad de Liszt es compleja, dinámica, interesante y muy apasionante…»

Liszt, es el ejemplo perfecto de un  “rock star “del siglo XIX como señala el célebre pianista chino Lang Lang en su libro autobiográfico. Y no es para menos púes fue Liszt quien  cambió el concepto y posición  del artista que era comparado hasta entonces como un trabajador más. Exigió siempre el más grande respeto de su público aristocrático hacia sus recitales de piano y no tuvo reparos en reclamar de la manera más irónica ante faltas que él consideraba como graves. En cierta ocasión tocaba en San Petersburgo para el Zar Nicolás I de Rusia y este no paraba de conversar con su acompañante en pleno recital. Enfurecido por esta falta, Liszt dejo de tocar el piano. El Zar contrariado por tal conducta  pidió una explicación a lo que el célebre pianista húngaro respondió: “Cuando el Zar habla, todos debemos callar”. Entendido el mensaje, prosiguió el recital con el más profundo silencio por parte del Zar y el  público.

La personalidad de Liszt es compleja, dinámica, interesante y muy apasionante y encierra una poderosa característica que ya debe de haber sido el análisis de muchos entendidos en la psicología: el narcisismo.

La personalidad narcisista esta descrita como aquella que tiene un sentido grandioso de su propia existencia. Las desilusiones o fantasías  de éxito ilimitado, belleza o amor están a la orden del día. Son personalidades que se consideran  especiales y únicas queriendo siempre estar rodeado de gente de su mismo nivel es decir, personales  especiales o de un gran  estatus social. Requiere además  excesiva admiración por parte de un público el cual muchas veces es creado y llevado por ellos mismos. El individuo narcisista, se aprovecha de los demás para conseguir sus propios fines. Tiene muy  poca, o carecen completamente de, empatía. Son envidiosos y pueden llegar a devaluar a personas que hayan recibido una condecoración  al pensar que ellos son más merecedores de la misma. Finalmente este tipo de personas  muestran conductas arrogantes  y prepotentes.

Es conocida la posición de Liszt de ayudar a causas nobles en su etapa madura. Sin embargo, sobran los indicadores que le retratan como una persona altamente egocéntrica con una desesperada necesidad de estimulación constante por  su tendencia al aburrimiento. Ello se refleja claramente en sus recitales de piano y en  su vida afectiva púes  tenía en su haber varias docenas de amantes de todas las edades denotando su terrible necesidad de ser admirado y deseado.  Su personalidad  también se ve plasmada dentro de  sus composiciones sobre todo en las obras para piano provistas  de una parafernalia de adornos y  fantasías muchas de ellas innecesarias. Es muy significativa, la relación entre la personalidad y la obra de este gran compositor cuya propuesta es válida y con muchos  seguidores que ven en su trabajo un desafío para crecer técnicamente dentro del piano. Cabe resaltar, finalmente,  su gran preocupación por profundizar en sus conocimientos de filosofía y  música  llegando a ser un gran orquestador y organista. Liszt es, sobre todo, una gran personalidad del siglo XIX que elevo al pianista al rango de estrella.