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EL CUERPO SEGÚN ZAHARA

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


El cuerpo es interpretado por el sujeto que lo encarna, es así como la poética del cuerpo entiende que el verso es el generador de su identidad corporeizada y quien integra al cuerpo en una realización consigo mismo, toda la corporeidad se proyecta en la capacidad del sujeto de idear – se a través de relaciones incluso difíciles de comprender. Zahara, con su libro “Teoría de los cuerpos” (Editorial Aguilar, colección Verso&Cuento, 2019) nos declama que el cuerpo es insondable, planteándonos una invitación incansable a la creatividad de la relación corpórea que hace salir a la luz el significado profundo de las vidas vividas en un cuerpo.

El hecho de rescatar al cuerpo y reclamarlo como crítica de la razón poética hace que sea necesario distinguir la comprensión de la transmisión de informaciones. La primera sitúa activamente al lector/a en la base de la acción; la segunda lo contextualiza como agente de recepción. Pero lo relevante es que la persona que lea los poemas de la autora ubetense sea capaz de indagar el origen de su corporeidad en el conjunto de sus vivencias. Esto nos ofrece el convencimiento de que lo auténtico es vivir lo que es real y que el cuerpo tiene como propiedad justamente el riesgo inmediato de una realidad que es vivida significativamente por nuestro organismo de forma global.

Se trata del primer poemario de Zahara, que destaca por su originalidad expresiva al tiempo que elabora una fenomenología propia en tanto que “lo que mi cuerpo es para el otro”, una alteridad basada en cuerpos que se mueven, se repelen e imantan con sus iguales.  Según Sartre (1943, edición 1997), el cuerpo que “yo existo” es lo que “yo trasciendo” hacia nuevas combinaciones complejas, y por eso mi cuerpo pertenece para el otro, una corporeidad que es “utilizada y conocida por otro”, generando nuevas relaciones corpóreas; es la llamada tercera dimensión ontológica el cuerpo.

La concepción del cuerpo en los poemas de Zahara delimita tres espacios corporales (R.B.J.T. Allenby, 1991; T.S. Blyth and E.F. Robertson, 1985): “Clausuras de un cuerpo”, “Correspondencias de los cuerpos” y “Extensión de un cuerpo”, que constituyen una explicación cotejable con la filosofía del siglo XX (Sartre, Meleau-Ponty, Popper y otros). La hermenéutica de “La teoría de los cuerpos” es una perspectiva que facilita la comprensión de una relación circular del propio cuerpo, en cuyo seno emerge la conceptualización de las preocupaciones y maneras de entender la vida y las relaciones generacionales.  No en vano, la autora atiende relaciones que se acabaron, amores afines y correspondidos, momentos difíciles que desdoblan las expectativas puestas, la complicidad sexual,… “cuerpos” que la poeta analiza de forma intensa a lo largo de las páginas de su libro.

La dualidad entre el alma y el cuerpo (donde se encuentra la conciencia de sí misma)  es una magnífica oportunidad para sentir la ambigua congoja de vivir, esa pulsión de las intimidades que se repliegan sobre los secretos de la intimidad.  La vida se revela en la contingencia del propio cuerpo, tan casual y al límite. En los poemas, semaforismos y relatos cortos de Zahara, la conciencia se encarna en un cuerpo que se representa en el mundo, resultando que el cuerpo es la ecuación reversible de la irrealidad bella. De ahí que la paradoja del cuerpo, según Zahara, es que no hay cuerpo sino en situación y no hay situación sino por el cuerpo, puesto que la autora lo entiende en términos de ganar terreno en la comprensión de la misma paradoja.

En definitiva, se trata de un poemario elegante, con prólogo del poeta Ben Clark, donde los isomorfismos vitales se proponen en una mirada pedagógica abierta que no solo propone condiciones de viabilidad para el desarrollo armónico de la corporeidad, sino un marco de concreción posible del hecho poético como objeto de vida de la propia humanidad. Es la principia mathematica de Zahara.

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ANTOLOGÍA VI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESÍA “CIUDAD DE ÚBEDA”

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


Ya desde la imagen de portada se nos invita a ahondar en las raíces de la palabra. Es ella quién se sirve del poeta para perpetuarse en el viento y en la memoria. Estamos ante una antología de poesía que ya en su mismo título, acertado y significativo, se nos convoca a desdoblar la mirada, a hacerla nueva y múltiple, a volver nuestra lectura a una multiplicidad de connotaciones que trae el lugar y su sentido, señalando la llegada al actual escenario literario de una apuesta intelectual y social de encuentro y experiencia vital: Úbeda, patrimonio de las letras.

Esta antología, repleta de voces poéticas, de poemas que surgen de múltiples formas de percepción, de identidades diversas, de estilos y de registros, de vivencias y de encuentros, es una labor necesaria para acercar a los lectores, una visión de conjunto de la poesía que se escribe actualmente, dentro de una realidad social cambiante y discontinua desde la riqueza que pueden aportar las diversas miradas líricas a nuestra historia literaria. Máxime cuando estas traspasan nuestras fronteras con la presencia de otros países. La Antología VI Encuentro Internacional de Poesía “Ciudad de Úbeda” (tarQus Editorial, 2019) da a conocer en su conjunto a los creadores del momento actual. No están todos los que conforman el panorama literario actual, pero son los que están en este momento haciendo protestación de la palabra a través del verso y de la vida, en sus múltiples manifestaciones culturales.

Así, en sus páginas, descubriremos textos de gran intensidad poética, con riesgo en el lenguaje, lucidez y compromiso, textos donde nos van dejando el testimonio escrito de sus vidas, reivindicaciones e inquietudes de autores y otros más reconocidos. Y éstos son los poetas: Maritxé Abad i Bueno, David Álvarez Sánchez, María del Carmen Aranda, Naulé Arvelo, Rocío Biedma, Clara Blázquez, María Callealta Torres, Miguel Ángel Cañada Castellano, Carmen Castejón Cabeceira, Antonia Cerrato Martín – Romo, Carlos Cisneros Domínguez, Jorge Colmenero Jurado, Rosa Contreras, Flavia Falquez, José Antonio Fernández García, Sagrario Fernández Valverde, Inma J. Ferrero, Nicola Foti, María del Carmen Gallego Banderas, Ana García Briones, Eva García Madueño, Raquel Gil Espejo, René González Medina, Esther Gonzáles Sánchez, Laura Gutiérrez Cortés, Vicente Jiménez García, Juan Ramón Jiménez Simón, Lola Lirola, María Ángeles Lonardi, Rafael Luna García, Francisco Luque Bonilla, José Márquez Montero, Pedro Javier Martín Pedrós, Yolanda Martínez Aranda, Paco Mateos, Inmaculada Nogueras Montiel, Carmen Ortigosa, Carmen Pérez García, María Piña, Almudena María Puebla, Sole Raya, Pilar Redondo, Isabel Rezmo, José Rodríguez Infante, José Romero Martín, Ángel Marcelo Saffores Arrúa, Ivonne Sánchez Barea, Tomás Sánchez Rubio, Cristóbal Sanz Sánchez, Ayla Selenne, Carlos Franco Vargas Ruíz, Alejandro Vico Alonso, Yadira Vidal Vailladiego, Eva Yárnoz y Mabel Zaves.

El trabajo de edición, riguroso, corre a cargo del poeta y editor Ángel Marcelo Saffores, de tarQus Editorial. En la contraportada de la antología, el equipo organizador de Úbeda Encuentro Poético reivindica “el papel del poeta como rico transmisor y defensor de la cultura; como agente transformador de la sociedad”, en el que cada poeta antologado aporta sus virajes líricos con la singularidad de que quienes nos han precedido en el cerro de la palabra: San Juan de la Cruz, Miguel Hernández y Antonio Machado. Como “la poesía es un encuentro”, se constata una evidencia: la profunda conexión entre el momento poético más reciente y la intergeneracionalidad pedagógica de quienes vivimos del verso y de la palabra. Buena parte de este camino es lo que nos abre este libro, que se convierte en un catálogo de mapas poéticos abierto.

Cada uno de los poetas está representado con uno o dos poemas y todos aportan textos inéditos también. En ellos vemos a un colectivo cuyo lenguaje y experiencia vital nos hablan de un ansia de aprendizaje, del coraje necesario para arriesgar, de la difícil aventura de volar. Y esa aventura cobra forma en muchos de estos autores en palabras que, como aves en vuelo.

Otra de las temáticas que en cierto modo es hilo del entramado de la Antología Poética VI Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de Úbeda y que también está presente en los poetas de la antología, dibujando dentro de la diversidad, de gustos, estilos e idearios estéticos distintos, una cierta unidad de contexto, un lugar de condicionamiento común y un espacio lírico e histórico compartido e inconfundible, es la conciencia del tiempo. Ese sucederse de la palabra y la historia vital en un espacio concreto, que podemos caracterizarlo con el tema clásico emblemático machadiano y que luego han desarrollado tanto otros poetas, podría servirnos como referencia de aproximación a los antologados, casi como eje de una lectura en la plural identidad de este grupo de participantes en el evento literario. Así lo atestiguan en su tono vivencial sus versos cuando la temporalidad de estos poetas se va desgranando no sólo en la extensión horizontal sobre la página sino también en la verticalidad de sombras y luces que pone el transcurso vital sobre su palabra: desde el amanecer hasta la noche, y así un día tras otro.

Esta antología, diseñada con el cuidado y el esmero tarQus Editorial, supone un manual de referencia para la poesía, al ofrecernos una panorámica de autores, de poemas con giros inesperados, de voces propias que nos hablan del instante y de la vida, de lo que les inquieta, de las ciudades, del sexo, de las flores, de los sueños, de las tradiciones y costumbres, de los escritores que les influyen, etc. Todos los poetas de la Antología, a través de la palabra, cultivan la humanidad, por lo que su presencia se prolonga más allá del soporte papel, a través de las redes sociales, en un creativo ejercicio de libertad.

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IDA VITALE | POESÍA REUNIDA

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


Ida Vitale (1923), la última galardonada con el Premio Cervantes, de la que Tusquets publicó en 2017 su “Poesía Reunida (1949-2015)”, tuvo en Juan Ramón Jiménez, a uno de su primeros y más influyentes maestros. Del poeta de “Platero y yo” heredó la obsesión por las correcciones y la búsqueda de una lírica depurada, exacta, exigente y muy transparente en formulaciones con escasa concesión a la anécdota.

La vida real y la vida literaria de esta poeta tienen tendencia a confluir en la palabra, que la repiensa y la moldea, con la intención de componer una historia. Para ella, la vida parte de no entender las reglas que la rigen. De ahí que no es partidaria de retocar ningún verso, pues piensa que cada poema ya escrito es una etapa pasada, procediendo a escribir algo nuevo.

Hay un poema de “Palabra dada” (1953) en el que Ida Vitale sintetiza muy bien su inquietud lírica. Responde a la desazón que ha acompañado a muchos poetas posteriores a las vanguardias históricas: si «todo ha sido dicho», cómo dar con una voz que sea a la vez «nueva, extrema y mía». Su primer poemario, “La luz de esta memoria” (1949), es ya un libro maduro en el que encontramos versos como estos (Elegías en otoño):

La muerte abre sus parques y su perfume invade los olores terrestres.

Una autora, además, con una gran variedad de registros (de la escritura instintiva a estrofas clásicas como el soneto o la décima) y procedimientos retóricos, incluido el de la intertextualidad. Y es que Ida Vitale, en esencia, escribe de las grandes cuestiones de la humanidad. Como la “La gran pregunta”:

¿Qué hacer? ¿Abrir al mar la estancia de la muerte? ¿O enterrarse entre piedras que encierran amonitas fantasmas y prueban que fue agua este humano desierto?

Se puede decir cualquier cosa, pero no de cualquier modo. La clave de su poética es buscar la palabra dada y que lo defina en toda su amplitud, y evitando que la idea esencial se diluya en los ornamentos de la escritura.

Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días

De estos versos destacan dos ideas fundamentales. La primera, hay que recordar el verso de Verlaine “De la musique avant toute chose”, transmutar las palabras en canción, en canto. Es decir, hacer de la poesía una composición musical. Y, la segunda, unas sílabas que se personifican para poder ejercer una función salvífica frente a las situaciones problemas de la vida, y sustituirlas en un poema donde la palabra crea, sostiene, reconforta, acompaña, en definitiva, vivifica en el alma de quien lo lee, a la manera de los salmos davídicos.

También ello da idea de la fuerte convicción de esta poeta en el poder del lenguaje, de su fe en la poesía, que incluso llega a ver el mundo a través de él, así, en “Tarea”, que ha de ser la del poeta, la de quien vive y aspira a vivir poéticamente, se puede decir “Abrir palabra por palabra el páramo”, lo que vendría a ser un paso más a partir de lo que Baudelaire había escrito: “la Naturaleza es un templo […] por allí pasa el hombre a través de bosques de símbolos”.

De Aristóteles a Gabriela Mistral, de Montaigne a María Eugenia Vaz Ferreira, de Rimbaud a Nietzsche, incluido la influencia de José Bergamín, Vitale reúne en el arca de estas páginas un heterogéneo muestrario de palabras y versos, de canticos y memoria, de finitud y celebración, poniendo todo ese bagaje en relación con la literatura y con su propia vida. Al fin, es una de las voces más ricas y sugerentes del panorama literario.

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PATRICIA BENITO | DEL SOFÁ Y DEL LADO.

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


De corteza insegura, débil, cerrando los ojos, en la calma de quién contempla el desierto… Las emociones en las que transita Patricia Benito nos lleva a la geografía íntima de su alma, en  (…) los pedazos que no me atreví a rescatar de naufragio. Una necesidad que la autora vive en (…)  un duelo a vida contra el espejo. Reafirmación que resurge de su propia voz por sentir el pulso vital y creativo de sí misma.

“Tu lado del sofá” (editado por Aguilar en “Verso & Cuento”, 2018) puede considerarse como una relectura de una nueva mirada. Algunos de sus versos se prestan a una deconstrucción constante, no solo por la emotividad de sus palabras, sino por su capacidad para retratar algunos de los aspectos más complejos del ser humano.  Esa despedida poética es, a su modo, una forma de arrojar luz sobre nuestra propia realidad.

Patricia Benito quiere, después un “carpe diem” vital, recuperar el descanso donde “el sol ponía la irreparable hora del descanso (Dámaso Alonso). Junto al sofá, la autora se implica en una tarea, característicamente épica, siguiendo la tradición greco-latina de la quietud provocada por el amor (en una sala de espera). Es el genio femenino cultivado por Apolonio de Rodas, Virgilio y Ovidio; y antes que estos, en cierto modo por Safo, forjadora de una pedagogía del “cerrar los ojos” que es recreada por la poeta a lo largo de sus poemas.

Esa valentía al abandonarse, a pesar de todo, en “un cuarto creciente a medio tiempo” es un auténtico canto a la magia de lo cotidiano, al pequeño lugar que ocupamos en el mundo. En “Tu lado del sofá” recoge historias que revelan su habilidad para reflexionar poéticamente acerca de las mismas, en una hermenéutica de final abierto tan característico en nuestro devenir. Una constante de su poética es la trazabilidad del “Vive, joder, vive” a una aceptación de todo cuanto aconteció y de la ausencia, generando un proceso interno de aprendizaje tan real como la vida misma. Solo así se puede contemplar los retales del alma con una mirada educativa que es urgente incorporar.  En este sentido, la autora nos anima a cambiar el foco de sitio, dejando de atender lo que ocurre fuera de nosotros mismos como si fuera lo más importante y de consentir que la toma de decisiones favorezca el miedo, y en su lugar poner la emoción en el centro de todo nuestro quehacer, atendiendo al cuidado de uno/a mismo/a. Esto supone organizar los momentos del “sofá” de modo que se garantice esta centralidad de la vida: que todo cuanto nos ocurra contribuya a la sostenibilidad personal. Conlleva que en los muchos casos en que el día entre en conflicto con la noche, se le dé prioridad absoluta al primero, al tiempo que se reflexiona y se contemple a la segunda. Por eso, el poemario tiene la finalidad de</>

Escribirte a ti en vez de hacerlo sobre ti.
Esa sutil diferencia que lo hace nuestro
o de todos los demás.

Y, además, admite con humildad la capacidad regeneradora de las caídas:

Nada tan difícil de asimilar
como llegar a casa
y que todas las cosas
sigan donde las dejé.

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EL SOL Y SUS FLORES | RUPI KAUR

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


el sol y sus flores

qué te pasa con los girasoles pregunta
señalo el campo de amarillos que hay fuera
los girasoles adoran el sol le digo
solo cuando llega se levantan
cuando el sol se marcha
inclinan la cabeza en señal de duelo
eso es lo que el sol les hace a esas flores
eso es lo que me haces tú a mí

-el sol y sus flores-

La valentía de Rupi Kaur al compartir pensamientos, recuerdos y momentos muy íntimos y dolorosos con sus lectores, en una pedagogía de la imagen sobre el ser humano, constituye el trasfondo vital del poemario “El sol y sus flores” (Seix Barral, 2018). Para la autora, el areté (virtud) no es sólo la meta a la que aspiramos, sino también fuente de las mejores acciones y pasiones del alma; es capaz de disponernos a realizar los mejores actos y a obrar, bien y siempre mejor, de acuerdo con la recta razón:

“lo que hay en el alma es un modo de ser o una actividad. Y puesto que la actividad es mejor que el modo de ser, y la mejor actividad que el mejor modo de ser, y que la virtud es el mejor modo de ser, entonces la actividad de la virtud del alma es lo mejor. Pero la felicidad era también lo mejor; luego la felicidad es la actividad de un alma buena” (Ética Eudemia 1219a27-37)

Para esta poeta e ilustradora, la virtud del ser humano será también la voz rebelde  por el cual el hombre y la mujer se hacen buenos. Con ello, nos advierte de la importancia de la educación liberadora en la adquisición de una toma de conciencia ajustada a las necesidades del mundo; afirma en el poemario,

«dice que debería sentarme con las piernas cerradas/ como una mujer/ o los hombres se enfadarán y pelearán/ dijo que puedo evitar todo ese alboroto/ si aprendo a comportarme como una señorita/ pero el problema es/ que ni siquiera tiene sentido/ no puedo entender el hecho/ de que tengo que convencer a la mitad de la población/ de que mi cuerpo no es su cama»

El amor, la amistad, la familia, la pérdida, la rabia, el deseo, la feminidad, la belleza, el dolor, el rechazo, el autoconcepto, y el cuerpo entre otros, son “metaforizados” a través de las flores como espacio de aprendizaje sanador de las circunstancias negativas del ser humano, del mundo y de la sociedad. En contraposición a Leteo, al que el poeta llega muchas veces gracias a las drogas, en una suerte de evasión total a la que aspira, por representar éste el olvido  y por ser mucho más dulce que la realidad. Además, la poeta amplía su percepción poética con una serie de reflexiones constructivas sobre el devenir del tiempo, la búsqueda de la identidad, las raíces familiares, etc. dotando a la obra de una mixtura ilustradora (en blanco y negro), cercana al minimalismo, que hace posible la comprensión acerca de lo que nos quiere transmitir la autora.

El poemario se estructura en  cinco secciones —“marchitarse”, “caer”, “enraizar”, “levantarse”, “florecer”—, en una combinación de sensibilidad y audacia, donde la fe  se encuentra con la crítica, donde lo íntimo (la familia, los inmigrantes, la mujer, etc.) coexiste con la urgencia social.

ésta es la fórmula de la vida
dijo mi madre
al abrazarme mientras yo lloraba
piensa en esas flores que plantas
cada año en el jardín
te enseñarán
que las personas también
deben marchitarse
caer
arraigar
levantarse
para florece

Su espontaneidad poética se refuerza en la ausencia de signos de puntuación y de mayúsculas en toda su composición. Incluso los textos ocupan desde una sola línea hasta varias páginas. En definitiva, una poesía desnuda y despojada de formalismos donde se visibiliza el exilio de la memoria.

Asimismo, el sol surge como el lugar propio de la poeta, la palabra sobre la que construye no solo la belleza, la literatura, sino también las flores recuperadas, la memoria personal y familiar, pero también la colectiva. Aquí la naturaleza viene al encuentro del entorno urbano, para dulcificar la estética del hormigón y para conjurar la alienación contemporánea.

Al fin, Rupi Kaur nos trae en esta obra una escritura sin ataduras ni convencionalismos, despojada de cualquier elemento que pueda desviar la atención del lector: creatividad en estado puro al servicio de la palabra y del compromiso. Sin duda, un libro que ejemplifica perfectamente las premisas de una poesía abierta a la diversidad, donde el genio femenino no es una temática encerrada en sí misma, ni una postura estética, ni una moda, ni un recurso literario, sino una virtud empoderadora de la humanidad.


NOTA BIOGRÁFICA DE LA AUTORA:

Rupi Kaur​ (Punjab, India, 5 de octubre de 1992) es una poeta, ilustradora y actriz hindú-canadiense. Con cuatro años emigró con sus padres a Canadá. Durante su infancia, su madre le inspiró para dibujar y pintar, especialmente cuando aún no sabía comunicarse en inglés con otros niños en el colegio.

En el instituto comenzó a difundir sus textos de forma anónima y en 2013 empezó a escribir con su propio nombre en tumblr. En 2014 trasladó su trabajo a Instagram,​ añadiendo ilustraciones de trazos simples y minimalistas. Toda su obra está escrita en minúsculas y el único signo de puntuación empleado es el punto. Esto lo hizo para honrar a la escritura Gurmukhi, presente en sus raíces. Sus libros están pensados para ser una experiencia fácil de leer para el público, con dibujos simples para enfatizar las palabras. Algunos temas que menciona especialmente son el abuso, el amor, la feminidad y el desamor.

Su salto a la fama mundial se produjo con la publicación de Milk and Honey, 2014 (Otras maneras de usar la boca) y The Sun and her Flowers, 2017 (el sol y sus flores), dos libros de prosa poética.

«el sol y sus flores» (título original: The Sun and her Flowers, 2017) ha sido publicado por la Editorial Seix Barral en su Colección Los Tres Mundos. Traducción del inglés por Elvira Sastre, 2018. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 256 páginas.

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MÓNICA GAE | NUDOS

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


En Nudos (Valparaíso Ediciones, 2018), la poeta Mónica Gae estira las teorías de universos paralelos, pura física cuántica llevada al terreno del daño, para contarnos las hechuras de un cuerpo roto cuando se ha amado de verdad. Allí donde se encuentran la ceguera y el perdón, sea en una realidad o en otra, el amor lo amplifica.

Cuando estamos frente al poemario de Gae sobresale el empleo de diversos medios expresivos donde el daño es un privilegio de los vivos, algo que perdimos desde hace mucho, razón por la cual dedica su obra “a mis fantasmas”. El interés por promover el daño como un «derecho» se basa en dos líneas de argumentación poética principales. Por un lado, de tanto mirar, no vemos; de todo lo que nos hablan, no oímos; en cuanto poseemos, somos insensibles. Y el daño es el sentido que nos despierta a nuestra humanidad y está presente en el grito concentrado que encierra las entrañas del alma de la poeta. Y, por otro lado, el poemario Nudos es la metáfora de nuestra capacidad de sentir; y aunque no asumimos su “estética”, es un brillo que hace crecer a todas las personas.

Si lográramos, por un instante, hacer una cuerda con las palabras que dejamos en casa (primera parte del poemario), la mirada descubriría una espiral de complejidad, reproducción exacta de cualquier instante de la vida: múltiples elementos en juego, innumerables interacciones; todo vibrando a la vez para configurar la materia, para lograr las formas, para inspirar sentido, para incrustar espíritu en lo materializado, a través de un amoroso soplo de origen desconocido, renovador de cada instante cósmico: qué soy, quién se asoma a través de mis ojos, quién o qué alienta mi voluntad, provoca mis emociones, hace tierno mi corazón, llena mi mente de inquietudes.

Desde mi punto de vista, al poemario Nudos no lo define únicamente un cuerpo roto, determinada por la evolución del amor a ciegas y del perdón sin necesidad de atavismos. Tampoco sus circunstancias en la cuerda donde la palabra se define por el anhelo y la nostalgia. Al ser humano lo define lo que él representa en la evolución de la impronta que posee para vivir y sobrevivir a las imperfecciones de la vida, la capacidad para transformar las incertidumbres que recibe, el impulso que le lleva a buscar por senderos nunca franqueados lo que pudo haber sido y no fue, la capacidad de amar y de empatizar, especialmente cuando el recuerdo nos recuerda que nos hacemos los muertos. ¿Cómo relatar, en este frío invierno, en la penumbra que produce la luz del fuego, metáfora de la penumbra en la que vivimos, con el tono de voz de las confidencias, esa dulce introducción donde la autora nos invita a su funeral?

En esa emergencia, en la expresión humana, última y compleja forma tras incontables mutaciones, el duelo muestra su absoluta capacidad de creación transformándose en vida consciente, para continuar y dar a luz más vida. Es la resiliencia como arte de conducir bajo la lluvia o como acordarme de ti cada vez que vuelvo a casa (segunda parte del poemario).

Mónica Gae es una poeta visual que escribe buena poesía sin escribirla,  no tomándolo como definitiva, sino limitada por la temporalidad de su conciencia individual. Su pluma cohesiona una hermenéutica de la palabra donde juega a los contrarios, a las yuxtaposiciones líricas y a la matriz de los tiempos verbales, tan necesario como propio de los procesos en el que se construye la toma de conciencia de lo que somos y que alienta la marcha hacia la consciencia a la que pertenecemos y a la que nos dirigimos. Una pedagogía vital que está alerta a las emergencias (caja de sorpresas) que se producen en los procesos para acompañar con determinación y en un susurro tuyo, desde su nacimiento hasta la muerte, la reflexión acerca de si las piedras hablan o si la luna es medicina para el mal de amores (Octavio Paz). En la estela de Baudelaire, Mónica Gae halló la idea de belleza como opio divino para el corazón, como estos versos perfectos de su autoría:

(…)
buscando el verso perfecto
y por fin lo he encontrado,
solo lo componen tres palabras
y me lo escriben tus manos cada mañana:

«Buenos días, pequeña.»

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LA CHICA NO OLVIDA | IRENE X

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


“(…) ni uno más”, es el encaje de los poemas cortos que desprende, como en un puzzle, cada verso de “La chica no olvida” (2018, Espasa), de Irene X. Te seduce, y no puedes dejar de seducirte, especialmente de la realidad que esconde cada uno, y del feminismo latente en cada página. La pedagogía de la autora es especial, la del no – olvido. De ahí podemos tomar una de las referencias más importantes al evocar a los personajes de La Odisea de Homero. En el poemario de Irene X, el no olvido aparece como un bello canto urgente y como una búsqueda del ser humano que ha sido olvidado, o que cree haber caído en el olvido, en una paráfrasis vital expresada dentro del canto IX de la Odisea. ¿En qué sentido? En que despierta la curiosidad sobre el propio entorno; permite abrirnos a una historia de las mentalidades – de las emociones, más que a una historia conformista; anima a las personas a preguntar por qué no conocen su historia, y estimula a expresarla, abriendo el diálogo sobre esos puntos de vista (no como verdades acabadas). En definitiva, a llevar la historia personal a ser parte de la Historia. Y con voz de mujer.

En “La chica no olvida” identificamos en sus versos una serie de ´no olvidos´ recurrentes en su práctica literaria, que a fin de cuentas se erigieron como las categorías apriorísticas de la condición humana: el no olvido por enseñar a emplear la libertad, el de afrontar el miedo, a confrontar los celos, a enfrentar el desencanto, el de comprender la vulnerabilidad y el de aprender a ir a la deriva. Todos ellos son caminos posibles para apoyar los procesos vitales de las personas. Al abordar la categoría “La chica no sonríe” se indica el reclamo de una libertad que no te encierra sino que te abre a la vida, mirando este recuerdo con ojos de “se me caen los dientes”. Contextualizándolo en la perspectiva de la autora, este poema aparecería no como un dispositivo oculto sino como un agente conector dentro de los procesos de formación del ser humano. El olvido como olvido puede asustar, pero el no olvido como dispositivo para abrir opciones de creación es esencial en la madurez humana.

A partir de ahí se deduce que es necesaria una prognosis de la vida. Esto es, proyectar, pronosticar, profetizar, prever, interpretar, adentrar, anticipar, augurar, adelantar, disipar la duda, saber de antemano, dosificar el presente, vadear las olas de lo desconocido y acercarse a la orilla. Con el no olvido es una de esas cosas que todos sabemos usar, pero de la cual nadie sabe qué quiere decir. Irene X nos enseña opciones de vivir mientras se ejercer el derecho a no olvidar, por el que nos debemos permitir regalar nuestro tiempo.

Con la lectura de este poemario observamos que es importante reconocer que somos seres vulnerables, pero ante la vulnerabilidad no podemos dar espacios para ir a la deriva. En consecuencia, es necesario poder pensar en la construcción de posibilidades que se puedan visualizar desde el no olvido y no dejarlas convertidas en simples utopías, hay que dar razón de fe en el devenir del mundo.

El no olvido le reclama espacio a lo femenino. El no olvido pide a gritos no ser olvidado, la mujer tiene la necesidad de ocupar nuevos espacios que le permitan potenciar su construcción de conocimiento. En realidad, este reclamo más que un reclamo por el no olvido vendría a ser una llamada a la memoria que se inserta en la historia. Debemos considerar que el olvido es para no olvidar; el no olvido hace presencia y debe estar en cada momento de construcción del ser humano, en la línea de un nuevo género literario (“Me fui porque quería quedarme”):

“En este libro el dolor es un

recuerdo, no una herida que escuece”

Con ello, Irene X agradece al olvido el no olvidar la tristeza, la pérdida de los zapatos, la lluvia, la flaqueza, la poca vergüenza, la pérdida de aire, los recuerdos, el sexo de la risa, la inocencia, el amor, ….

El poemario comienza con una poética llamada a la humildad: “La poesía es un género literario”. Los poemas que componen el libro es un constante eternizar las depresiones y los desencantos de tantas mujeres que evidencian la efímera identidad, matizada por el dolor y la oscuridad. La pasión, con sus desengaños y su épica del recuerdo, la mirada solidaria,….es lo que vive la autora y quiere visibilizarlos en el rostro de tantas chicas, como la chica que ilustra la cubierta del libro.

El emocionante planteamiento literario de Irene X es ofrecer una catarsis consigo misma, a través de poemas largos, casi narrativos, con los breves. El dolor expresado, incluso, en un único verso en una desconstrucción del olvido. Una necesidad que realimenta sus propios límites como mujer, y sus posibilidades de transformación como ser humano.

Permitidme finalizar esta reseña con un poema de mi autoría:

“Necesitamos no olvidar algo,
¿pero qué?
¿Y cómo podríamos olvidar aquello
que ni siquiera olvidamos
que debemos no olvidar?”


BIOGRAFÍA IRENE X

Irene Domingo Longares, conocida con el pseudónimo de Irene X, nació el 5 de mayo de 1990, en Zaragoza. Estudió Magisterio Infantil y se formó profundamente en el campo de la creación literaria; estudiando desde guión de cine, hasta escritura narrativa y creativa. Tras colaborar con varias revistas, periódicos, blogs,  acaba viviendo en diversas ciudades y decantándose por la poesía.

Su obra poética se ha desarrollado, sobre todo, a través de las redes sociales, además de fotografías, canciones y vídeos, así como con recitales en directo.

En 2013 publicó su primer libro “El sexo de la risa” (Editorial Origami), al año siguiente apareció “Grecia” (Editorial Origami y Harpo Libros), y le siguió, en 2015, “No me llores”. En 2016 publicó “Fe ciega” (Harpo Libros). Y en 2017, “Single” (Harpo Libros). Ha ganado el Premio Espasa de Poesía 2018 con su libro “La chica no olvida”.

 

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“ESTRUCTURAS DISIPATIVAS” DE CLARA JANÉS

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


“Fuera del propio ser / queda la realidad, / que está en el tiempo, / y el movimiento es su fantasía”

La poesía de Clara Janés desvela la “resonancia, / que cruza el corazón / y lo llena de luz comunicante / anulando los límites /que establece el otro / al enunciarse”. De ahí las frecuentes interacciones de su poesía con el conocimiento científico en la incorporación a su poética de los conceptos claves de la mecánica cuántica. “Estructuras disipativas” (Tusquets Editores, 1983), libro en cuyo título se hace referencia directa al término con el que el físico Ilya Prigogine (¿Tan solo una ilusión?, Tusquets Editores, 1983) define el mecanismo por el cual la materia alcanza un nuevo estado, pasando del orden al desorden, y ese modo de creación que surge justamente del caos es el que le permite adquirir propiedades inéditas, pues los procesos de la realidad dependen de un enorme conjunto de circunstancias inciertas.

“Estructuras disipativas” sigue el esquema de los sistemas no lineales, en la superposición de movimientos, en las yuxtaposiciones y en los contrastes, que construyen un sistema análogo al de la dinámica de las olas. Por eso, como en toda su obra, la trama de este poemario se teje con una amplia variedad de hilos, todos interrelacionados, donde hace uso de la transdisciplinariedad del conocimiento. Lo científico aparece como alegoría en el texto poético, metáfora en tanto en cuanto “Estructuras Disipativas” es visto como expresión de “islas de orden en un océano de desorden” (Prigogine, 1984) lo que favorece la ruptura epistemológica con determinados modos conceptuales, provocando los cambios y modificando la visión que se posee de la realidad.

Las palabras de Janés son un isomorfismo simbólico capaz de crear un mundo poético totalizador en el que, tanto el significado como las contradicciones de la física cuántica, se reflejan en el significado y las contradicciones del texto poético. Una poesía en el que la relación caos – orden hace posible su transferencia discursiva hacia los flujos lingüísticos que declaman el espíritu, en las líneas de San Juan de la Cruz y de María Zambrano.

La escritura poética de la autora siempre está en movimiento, en busca de la vibración de las palabras, donde, conjuga el devenir de la materia hacia el espíritu (Cántico 34, Cántico Cósmico, 1991, Ernesto Cardenal). En el poema titulado «Vórtice» (Estructuras, 47), se da cuenta de la realidad del ser, de ese (su) tiempo fuera del tiempo que busca en el movimiento la posible fantasía de su significado, su razón vital.

¿Adónde va esta ola?
Si vuelve sobre sí misma
me rechaza y desaparece,
si me envuelve, me abarca
y desaparezco,
si se detiene, se niega como ola.
Cuando alcanza el nivel del salto
advierte:
fuera del propio ser
queda la realidad,
que está en el tiempo,
y el movimiento es su fantasía,
pero fuera del tiempo,
¿qué significa la quietud
y el ahora en punto
del día?

En el poema titulado «Y la quietud» (Estructuras, 15-16), el referente poético y recursivo del vacío alcanza un nuevo orden en el espacio, pues la quietud es, ahora, “el punto microscópico / del movimiento / elevado al infinito”, la “alta fantasía” de la resonancia del propio ser. Es a partir de ahí cuando el poema se llena “de aliento de vida / y de números y flores…”. Poniendo de manifiesto que somos seres “cuánticos” en el espacio y en el tiempo, moradores de un universo en constante movimiento que, por incertidumbre ordenada, genera nuevos espacios de encuentro.

Hay un proceso de apertura en el poema pues cuando Clara Janés se sitúa en esos momentos de cruce en los que existen iguales probabilidades o posibilidades tanto de integración y continuidad (vida) como de escisión y discontinuidad (muerte generadora de vida), es entonces cuando el poema lleva a cabo un proceso de integración de posibilidades y se abre al movimiento del ser y del universo, a modo de abrazo cósmico (Estructuras, 57).

Podría seguir.
Aquí me bifurco en dos
y os digo:
el dos es uno
y el uno es dos
y el dos no se detiene.
Es el aquí y el allí,
el tú y el yo,
la luz y la oscuridad,
el lugar de lo animado
y aquel que no conocemos.
Pero ahora
mira el gesto,
quietud y movimiento,
acaso la curva recta,
el abrazo abierto.
No,
no me detengo.

¿Dónde está el equilibrio poético en Clara Janés? En Estructuras 55-56, los versos mantienen un estado único donde el equilibrio léxico que nace de los contrarios hace desaparecer las fluctuaciones del poema; sin embargo, el no equilibrio permite la disipación, la desorganización, el caos, lo impreciso, lo indeterminado, el desorden, lo irreversible, que sumergen al conjunto de estrofas en el devenir lineal del tiempo. Nada vuelve a ser lo mismo. La vida es un tiempo irreversible, el acontecer que afianza cada uno de los versos con que modulan el poema:

Da un paso
y se torna mano,
coge un puñado
de aire
vida
y de otro lado
afianza
el salto.
El brote
es el mero instante
que enarbola
en equilibrio
entre futuro y pasado
firme
sobre el hilo
soterrado
del ser.
Vivir, dice,
es
tensar el arco,
estar
en la danza
y sostenerla
en la cuerda
del funámbulo.

Para Clara Janés, la vida, como el poema mismo, es un hecho natural y escritural irreversible, y es en estos procesos irreversibles donde la variable tiempo se hace presente. Y la unidad en “la curva / entre el origen inalcanzable / y el infinito” (Estructuras, 61) es esencialmente el principio creador, inherente las fluctuaciones, de la realidad. Por eso, para ella la poesía es un diálogo constante con la naturaleza y el conocimiento; el devenir como “principia poética” en la vida del poeta: puntos de voz, trayectos, constelaciones, caos, … entre la ficción y la palabra.


BIOGRAFÍA AUTORA

Poeta, novelista, ensayista y traductora nacida en Barcelona en 1940. Clara Janés es licenciada en Filosofía y Letras y Maitre és Lettres por la universidad de la Sorbona en literatura comparada. Entre su obra poética, traducida a más de veinte idiomas, destacan títulos como Las estrellas vencidas (1964) Límite humano (1974), En busca de Cordelia (1975), Poemas rumanos (1975), Antología personal (1979), Libro de alienaciones (1980), Eros (1981), Diván del ópalo de fuego (1996), La indetenible quietud (1998), El libro de los pájaros (1999) y Paralajes (2002). Además ha escrito novelas como Los caballos del sueño (1989) y El hombre de Adén (1991), así como la biografía La vida callada de Federico Mompou (1975), el libro de viajes Sendas de Rumanía (1981) y el de recuerdos de infancia y adolescencia Jardín y Laberinto (1990).

En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra, que incluye traducciones de autores como Vladimír Holan y Jaroslav Seifert, Marguerite Duras, Nathalie Sarraute, Katherine Mansfield o William Golding.

Su obra poética también ha sido galardonada con importantes premios entre los que se cuentan: Premio Ciudad de Barcelona por Vivir, Premio Ciudad de Melilla por Arcángel de sombra y Premio de Poesía Gil de Biedma por Los secretos del bosque.

 

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EL ABRAZO CONTRARIO | RAFAEL SARAVIA

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


EL ABRAZO CONTRARIO
RAFAEL SARAVIA
Editorial: S.L. BARTLEBY EDITORES
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788494767104

Merece la pena resaltar el prólogo de Antonio Gamoneda, que subraya la actualidad del poemario de Rafael Saravia, “El abrazo contrario” (Bartleby Editores, 2017), con quien comparte la entropía emocional y la abstracción de la palabra en el espacio fragmentado del texto, dentro de un mundo en el que el ser humano está aplastado por la ideología dominante que le condena a la irrelevancia. “El abrazo contrario” es un poemario elegante, tanto que acierta a desvelar la conciencia poética que subyace en las citas de Pier Paolo Pasolini, Antoine de Saint-Exupéry y William Blake. Por eso, el autor se muestra tal como es, con gusto y estilo personales que devienen desde el fondo de su persona; sus versos no transitan por los límites y fronteras del mundo, sino por su compromiso con la sociedad con la realidad de su tiempo sin “encasillarse” en esquemas preestablecidos. Rafael Saravia abraza al mundo, pero no como lo hace el mundo, sino con la desolación que genera un movimiento contrario, una pedagogía discrepante con la vida, pues la opacidad elegante del lenguaje le convierte en un autor capaz de subrayar el mensaje que quiere transmitir dotándole de múltiples significados.

La sociedad cada día es más compleja y navega en un mar de incertidumbre; son múltiples los vaivenes de la cotidianeidad y uno de los puntos claves sobre el cual recae con mayor impacto, sin temor a equivocación, es la poesía. Razón por la cual la intención del “El abrazo contrario” es centrar su interés en reflexionar sobre la acción poética cotidiana desde la perspectiva de la de-construcción del abrazo como proceso significativo para comprender toda una revolución cuyo comienzo pasa por considerar el abrazo que des-une como la antesala del anhelo por su contrario, el abrazo que “levanta la piedra / (…) su discurso de luz”:

“Sólo unos pocos sabemos lo difícil que es dejar de soñar.
Sólo unos pocos de miles más
somos capaces de atar el hambre
produciendo tensos vacíos de esperanza”

Rafael Saravia, en “El abrazo contrario”, entiende la poesía como una disolución de la palabra, haciéndola perder su identidad, para iniciar una nueva búsqueda generadora de un nuevo verbo en su escritura. En cada verso, el autor es fiel a las posibilidades constructivas del lenguaje, restaurando con precisión el sentido último de la escritura total. Las tres secciones del poemario (“Barrios de sal”, “Tejer fronteras”, “Derramas de

luz”) constituyen un recorrido comprometido por las inquietudes del ser humano, por el amor en toda su hondura y por la conciencia ecológica, manifestadas en una estética liberadora. Lo contrario es una medicina, una liberación de la homogeneidad del mundo. La poesía ayuda a avanzar a iluminar ese movimiento de “contrarios” necesario para que la luz trasluzca en esperanza. ¿Con qué método? Rafael Saravia lo indica con claridad y didáctica poética: “(…) /tumbarse boca arriba, /notar crecer la hierba en la espalda, /fracturar el tiempo incómodo y poder mirar, /sin más, /el calor azul de lo importante”.


BIOGRAFÍA DEL AUTOR  

Rafael Saravia poeta, editor y fotógrafo. Nace en Málaga en 1978 pero vive en León desde muy temprana edad. Desde el 2012 ejerce como columnista para el Diario de León. Fundador del Club Cultural Leteo y Ediciones Leteo, en su labor de gestor cultural ha traído a su ciudad a escritores de la talla de Antonio Gamoneda, Gonzalo Rojas, Fernando Arrabal, Martin Amis, Houellebecq, Adonis, Amelie Nothomb, Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Ledo Ivo o Juan Gelman además de multitud de jóvenes poetas de varias nacionalidades. Como editor ha publicado más de cuarenta libros de autores de la talla de Ildefonso Rodríguez, Miguel Suárez, Eduardo Milán, etc. En el ámbito literario, ha colaborado con diversas publicaciones nacionales e internacionales (Ágora, Cuadernos Hispanoamericanos, Turia, Nayagua, The Children´s book of american birds, Entrelíneas, Punto de Partida –UNAM-, etc) así como en recitales (España, Portugal, Brasil, Italia, México, etc) y páginas web.

Tiene publicados los poemarios “Pequeñas conversaciones” (Leteo, 2001; Amargord, 2009), “Desprovisto de Esencias” (Renacimiento, 2008), “Llorar lo alegre” (Bartleby, 2011), “Carta Blanca” (Calambur, 2013) y en México “La transparencia de las cerraduras” (Atrasalante Ediciones, 2014). Participa en las antologías “Novilunio” (1998), “Petit Comité” (2003), “Antología del beso, poesía última española” (2009), “A Pablo Guerrero, en este ahora” (Ed. El Páramo, 2010), “Por donde pasa la poesía” (Baile del Sol, 2011) o “En legítima defensa” (Bartleby, 2014) entre otras. Suya es la edición y el prólogo del libro “El río de los amigos, escritura y diálogo en torno a Gamoneda” (Calambur, 2009) con colaboraciones de Gonzalo Rojas, Jaime Siles o Juan Carlos Mestre entre otros y la edición de la antología “Barcos sobre el agua natal. Poesía hispanoamericana desde el siglo XXI” (Leteo/Literal, 2012) elaborada conjuntamente con Jocelyn Pantoja.

En el ámbito fotográfico ha desarrollado tres exposiciones individuales “Nos queda la memoria”, en el Varsovia “Ramblas” y “Contrastes” para la Junta de Castilla y León. También otras cuatro colectivas “No tan mayor”, “Arrabalescos”, “Aleteos del camino” y “Estupor y Temblores” ésta última junto a Chema Madoz entre otros.

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MICROGRAFÍAS | IRENE SÁNCHEZ CARRÓN

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


MICROGRAFÍAS
Irene Sánchez Carrón (Autor)
Editor: VISOR
ISBN-10: 849895326X
ISBN-13: 978-8498953268

Pequeñas aclaraciones…

Celebrar las pequeñas cosas de la vida, aparente insignificantes, pero trascendentales en el devenir de la vida, constituye el factótum meditativo y templado de una poesía que reivindica una mirada que va más allá del caos y del orden, de la fragilidad y de la fortaleza, del misterio a la claridad. “Micrografías” (Visor, 2018), de Irene Sánchez Carrón, es un poemario de pequeños brillos que nos devuelve la humanidad perdida por tantas sin razones “como si no hubiese lugar / donde guarecerse”.

Con versos de calidad, Irene Sánchez realiza un examen de conciencia de las experiencias claves sobre las que ha ido construyendo su vida: impresiones de euforia y derrota, de sufrimientos y goces extremos, en sus “lazos/cajas vacías/envoltorios”. Se sabe seducida por “los ojos resignados de los que no han dormido y reciben el día como una rosa efímera”. En las composiciones, la autora se encamina hacia la memoria de los años vividos. Todo lo es en su relación apasionada. En sí, la poeta se confiesa como una “molusca gongorina” cuando Pablo Neruda exclama:

“Más la línea espiral, no sostenida
sino por aire y mar, oh
escalera, scalaria delicada,
oh monumento frágil de la aurora
que un anillo con ópalo amasado
enrolla deslizando la dulzura”

En la parte central de su obra, Irene Sánchez nada en cierto modo a contracorriente, utilizando el sabio manejo de los tiempos poéticos. De la infancia a la caducidad del tiempo, de la vitalidad a la fragilidad de lo cotidiano; tan magistral sus versos como “Un descuido y la agenda resbala de tus manos. / (…) / Días desparramados por el suelo, / tareas esparcidas por la acera, / (…) / Nombres desportillados, / direcciones marchitas, / planes hechos añicos. // ¿Cómo / recomponer tu vida?”

De ahí que la poeta se expresa en una pedagogía de la memoria evocadora, donde se asienta en gran medida su propio origen, cuando las horas transitan y necesita proyectarse en su hijo. O en su familia. Para abrazarse al desafío de repensar el vínculo intergeneracional ya que no es posible seguir sosteniendo la singularidad y la homogeneidad como punto de llegada. Quién lea los poemas de Irene Sánchez encontrará como punto de partida a la pluralidad que inevitablemente se constituye en el fin último de la existencia. Esto permite pensar, no ya en ‘una’ infancia o adolescencia sino en múltiples infancias y adolescencias, para dar cuenta a los distintos modos de contratiempos imprevistos. A partir de esta consideración nos interesa preguntarnos respecto de si al adoptar una mirada hacia la interioridad, desde la contingencia de lo esencial, no se estaría “limitando” la reflexión acerca de los traumas vitales. Desde un punto de vista sociohistórico, también surge la pregunta sobre cómo entender la poesía en momentos en los que la misma ya no constituye la promesa de un yo poético que alcanza la estabilidad en lo inestable del mundo.

Micrografías es un poemario donde la autora plantea una dialéctica en la que ella misma es quién construye el conocimiento en busca de su liberación del entorno opresivo: la conciencia ecológica, el papel de la religión, la mujer como persona que “deja de esperar / para gozar sin límites cada minuto mío”. Es revelador cómo la poeta comprende el mundo a partir del espacio donde los individuos imprimen ciertos significados en una interacción constante, donde ella misma reelabora nuevas construcciones, con el fin de acrecentar las bases de una identidad (ella misma) afiliada a una “puerta entornada /huye el tiempo veloz, la luz se extingue/ Un final / como tantos finales”. Por eso, el poemario impresiona por la fuerza vital de Irene Sánchez, quien nos enseña a experimentar la emoción del destino.


Irene Sánchez Carrón nació en 1967 en Navaconcejo, pueblo situado en el Valle del Jerte (Cáceres). Ganadora del Premio “Valbón” 1996 de Valencia de Alcántara (Cáceres) y del Premio “Hermanos Argensola” 1997 de Barbastro (Huesca), con el poemario “Porque no somos dioses”, publicado en 1998. Con el libro “Escenas principales de un actor secundario” obtuvo el Premio Adonais 1999 (Rialp, 2000). En 2001 colaboró en el libro conjunto “Siete poetas, siete poemas y una canción” publicado por la editorial De la Luna Libros. En esta misma editorial publicó en 2002 un pequeño libro de canciones titulado “Sevillanas”. Su obra “Atracciones de feria” apareció en 2002 en la colección Abezetario, publicada por la Diputación de Cáceres. En septiembre de 2008 obtuvo el premio de poesía Antonio Machado con el poemario “Ningún mensaje nuevo” publicado en la editorial Hiperión.