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¿PARA QUÉ SIRVE LA POESÍA?

Por: Kepa Murua


Como no sirve para nada finalmente parece que sirve. No sirve para alcanzar el poder, pero sirve para responder al poder con sentimientos cercanos. No sirve para vivir, pero la poesía vive con las palabras. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros cuerpos, para reflexionar y sentir la belleza y hondura de las palabras que nos explican cómo somos. No sirve para amar, no sirve para gritar, no sirve para llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para que su tristeza te atraviese el pecho. No sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie, no sirve para lograr la paz. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, no sirve para emborracharse, no sirve para estarse quieto. Pero sirve para celebrar la vida, sirve para embriagarse de otros sentidos, para moverse por otros lugares. No sirve para la muerte. Sirve para la vida. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre. Como lo que no sirve, pero al final sirve.

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UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE

Por: Kepa Murua


Un poema nos aguarda después de recordar una experiencia inolvidable. Creemos que tras un paréntesis imprescindible para congelar en la memoria un recuerdo inevitable, el poema alcanzará su forma definitiva porque el poeta se hizo hombre con él. Pero el poema tiene su propia independencia y movimiento. Intuimos que todo puede ser un poema, pero somos conscientes del límite de esta aseveración cuando muchas experiencias quedaron en el primer esbozo o se congelaron en el tintero de la pasión y de la memoria. Observamos su primer fraseo y un cúmulo de palabras desordenadas nos obligará a volver a la historia pensada con el sentimiento del olvido alzándose eternamente en el horizonte. El poema lo es todo y es nada. A veces un primer verso, otras una repetición de palabras como un único vértice de lo que acontece por nuestras vísceras endemoniadas, y otras, el susurro de la mente cabalgando por nuestros oídos como el mar de un viento único que se abraza ante nuestros ojos. Estaba, pero no nos dimos cuenta, éramos, pero quisimos ser otros frente al paisaje de la poesía. El de la infancia, el de la vida, el amor, la soledad y la muerte, una única premonición a oscuras cuando se acerca el poema en su primera impresión y desdoblamiento. Tu voz y la mía, lo que pretendemos y no logramos, lo que quisimos alcanzar y apenas nos deja un rastro, como un olor que reconocemos, algo muy nuestro, pero que no sabríamos definir a ciencia cierta pese al poder que encierran las mismas palabras en la búsqueda de esa definición. El día que un mar no tenga tus ojos, el día que aciertes con ese olor y lo encierres entre las palabras, ese día, dejarás de escribir, o escribirás el último poema, quizá el mejor, el más bello. El único e irrepetible, pero entonces nadie, nunca nadie, sabrá que te estás pisando la identidad en un mundo de silencios y murmullos inevitables ante lo inevitable que es la vida en el itinerario del poema. 

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EL FENÓMENO POÉTICO

Por: Kepa Murua


El hombre ha necesitado dar mil vueltas sobre sí mismo para descubrir, después del eterno aburrimiento que depara la conclusión de las cosas más necias o los hechos repetidos, que la sociedad está presente y que, pese a la historia, no se ha movido tanto de sitio como parece. Digamos que el lugar es otro, pero que los problemas siguen siendo los mismos. Pocas veces somos conscientes de la fuerza premonitoria que tiene la palabra y la poesía lo hace desde dentro porque mira al hombre con total libertad, con sus carencias y atributos porque habla del individuo, porque habla de la dignidad del hombre en el caos de las ciudades sin ser la anarquía lo que retrata, porque reivindica la palabra y no es acción política lo que reivindica. Buscando al hombre con sus conflictos, buscando el entorno con sus dificultades, damos con la palabra a la espera de un entendimiento nuevo. Palabras que tampoco han cambiado tanto se descubren como nuevas porque se presentan desnudas en el instante que captura el poeta que intenta comprimir la realidad con todas sus consecuencias. En el mundo de los sentidos, cuando el mundo real y el imaginario se confunden y se reconoce el deseo por entender el devenir de la historia y la imposibilidad de abarcarlo todo, el poeta busca su propio conocimiento con sus errores al descubierto, con sus miserias y dudas, su memoria y recuerdo. El fenómeno poético es el valor de aquellas palabras que se atreven con el retrato del individuo y la respiración de los que apenas tienen voz, es el coraje de buscar a los otros en uno aun sabiéndose perdido, es la inevitable presencia en un mundo eternamente herido.