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ANDRÉI TARKOVSKI, EL ESPEJO DONDE MIRARSE (I)

Por: Evaristo Cadenas Redondo


 “Existe solamente la realidad y la luz.
No hay en este mundo ni oscuridad, ni muerte.
Estamos todos reunidos en la orilla del mar,
y soy de aquellos que recogen las redes,
cuando viene, en cardumen, la inmortalidad“.
 
Arséni Tarkovski.

EN EL PRINCIPIO

Hasta 2018 no me interesé verdaderamente por el genial director de cine ruso.

Fue en la exposición que en el Círculo de Bellas Artes permaneció abierta desde el 25-10-2018 hasta el 27-01-2019, dirigida por José Manuel Mouriño, con el título: “Andréi Tarkovski y El espejo. Estudio de un sueño“. La instalación expositiva estaba dedicada, principalmente, a El espejo (1975), una de sus películas más conocidas, y que se componía de fotografías de rodaje, páginas del guion, apuntes biográficos, bocetos y manuscritos inéditos. Todo perfectamente organizado y bellamente expuesto. El impacto mayor para mi atribulado corazón fue la bella presencia de su protagonista, Margarita Terekhova, en fotos y fragmentos en video. Con ella, entre otras cosas, empezó el embeleso y pasión por Tarkovski y su cine.

El ciclo sobre el director de cine y escritor ruso que el Círculo de Bellas Artes le dedicó, se compuso de conferencias de Rafael Llano, Carlos Ruta y Ángel Gutiérrez. Conferencias que he podido ver varias veces en You Tube, (pandemia habemus) que recomiendo fervientemente. Cada uno de los conferenciantes son especialistas, y conocedores de la vida y obra de Tarkovski.

Así mismo, no podía ser de otra manera, en el Cine Estudio del Círculo se pudieron ver las siete películas que componen la filmografía tarkovskiniana: La infancia de Iván, Andrei Rublev, Solaris, Stalker, El espejo, Nostalgia y Sacrificio. 

Como siempre es absolutamente necesario fijarnos bien, pero bien, en los datos y detalles biográficos de nuestro protagonista de hoy.

BIOGRAFÍA RESUMIDA

Entresacados del libro Martirologio (Diarios) publicado por Ediciones Sígueme (2011), resumo los siguientes datos biográficos:

El 4 de abril del año 1932, nace Andrei Tarkovski en Zavraje, Rusia. Sus padres fueron Arseni Tarkovski (1907 – 1989), poeta y traductor muy reconocido en su país, y María Vichnikova (1905 – 1980), correctora de pruebas en una imprenta. Se traslada la familia a Moscú.

En 1934 nace su hermana Marina. Su padre abandona a su madre.

En Moscú cursa secundaria y asiste a clase de pintura y música. En 1947 contrae la tuberculosis y pasa varios meses en un hospital. Inicia estudios de árabe y geología.

Trabaja un año como geólogo en Siberia. De vuelta a Moscú, 1955, se matricula en el Instituto Estatal de Cinematografía. Filma los cortometrajes Los asesinos, y No habrá más a partir de hoy. Como proyecto fin de carrera realiza La apisonadora y el violín.

En 1962 rueda La infancia de Iván que es galardonada con el León de oro en el Festival de Venecia.

Entre 1965 y 1966 rueda Andréi Rubliov y se estrena en Moscú en diciembre de 1966, pero no será distribuida hasta 1971. En 1969 se proyectó, fuera de concurso en el festival de Cannes.

En 1970 se divorcia de Irma Rauch, con la que había tenido dos hijos, y se casa con Larisa Egorkina. En agosto nace su hijo Andréi.

En 1972 se exhibe Solaris en el festival de Cannes donde recibe el Gran Premio especial del jurado.

En 1974 filma El espejo. En 1975 se estrena en Moscú.

En 1977 rueda en Estonia Stalker. Cuando la termina de rodar, la cinta se deteriora por errores técnicos. Sufre un infarto. A finales de año reescribe el guion y durante el verano de 1978 la vuelve a rodar.

En 1979 Stalker se proyecta en el festival de Cannes fuera de concurso. Empieza un viaje por Italia en compañía de su amigo Tonino Guerra, en busca de escenarios para rodar el guiónque habían escrito juntos y que se titulará Nostalgia. De aquella gira se realiza un documental titulado Tempo de viaggio, autorretrato del cineasta. En octubre fallece su madre y regresa a Moscú.

En 1980 reside en Italia trabajando sobre Nostalgia. En 1981 viaja a Inglaterra y Suecia. En marzo de 1982 vuelve a Italia para rodar la película y Larisa, su mujer, llega junto a él en septiembre.

En 1983 presenta Nostalgia en el festival de Cannes donde recibe el Gran Premio al cine de creación. Se retira a San Gregorio, un pueblo cerca de Roma, para escribir el guion de Sacrificio.

El 10 de julio de 1984 anuncia en Milán que no regresará a la Unión Soviética. En los primeros meses de 1985 reside en Berlín. De mayo a julio rueda en Suecia Sacrificio. Florencia le nombra ciudadano de honor y le concede una vivienda. En diciembre, estando en Estocolmo, le diagnosticaron un cáncer.

En 1986 consiguen, con la ayuda de Miterrand, que las autoridades de la Unión Soviética autoricen a su hijo Andréi a reunirse con su familia en París donde su padre estaba hospitalizado. Sacrificio es galardonada en Cannes con el Premio Especial del jurado. A lo largo de este año Tarkovski fue tratado de su enfermedad en Francia, Alemania e Italia, Muere el 29 de diciembre en París a la temprana edad de 54 años.  

El 3 de enero de 1987 se celebró el funeral en la iglesia ortodoxa de San Alexander Nevski de París. Su amigo Mastislav Rostrópovich tocó el violonchelo en la escalinata de la iglesia. Los restos mortales de Andréi Tarkovski recibieron sepultura en un cementerio ortodoxo de los alrededores de la capital francesa.

ANDRÉI TARKOVSKI COMO ESCRITOR Y DIRECTOR TEATRAL

Es necesario destacar la importancia que tuvo en la vida de Tarkovski la Literatura, el Teatro y la Poesía, que reflejaba magistralmente en cada una de sus películas. La gran cultura universal que atesoraba, unido a la influencia de su padre Arseni, poeta admirado y reconocido en su país, como se ha dicho, originó la inquieta y gran laboriosidad, de exigencia extraordinaria en cada una de sus obras.

Destacó, también, como escritor con obras fundamentales: Esculpir en el tiempo y Martirologio, (diarios), los guiones de sus películas. Escritos de juventud, y Narraciones para cine aparte de diarios de rodaje de cada una de sus películas, y otros escritos.

Adaptó y dirigió una versión de Hamlet que se representó en Moscú. En 1983, en el Covent Garden de Londres, puso en escena la ópera de M. Mussorgski, Boris Gudonov, siendo el director de orquesta Claudio Abbado. Al año siguiente, 1984, se vuelve a reponer Boris Gudonov.

Entre sus planes de futuro entraban la adaptación de varias obras de teatro y unos cuantos proyectos de futuras películas como por ejemplo una Pasión de Cristo según San Mateo, como Pasolini, decía, pero a mi manera.

En los diarios de su libro Martirologio, menciona a cerca de mil autores entre novelistas, poetas, filósofos, teólogos, historiadores, otros cineastas, La Biblia, Lao-Tse, compositores musicales, y de al menos veinte o treinta nacionalidades. Destaca su conocimiento de la cultura japonesa, por ejemplo. Su hijo Andréi, desde la Fundación Tarkovski, con sede en Florencia, se ha encargado, y lo sigue haciendo,  de difundir la obra total de su padre por todo el mundo. Lógicamente en este pequeño artículo no puede caber ni una ínfima parte de todo lo que hizo el gran Tarkovski, su influencia, y lo que representa.

EL CINE DE TARKOVSKI

Tarkovski era cristiano ortodoxo, antimilitarista, poeta, escritor, fotógrafo de polaroid, actor, y director de cine. En su libro Esculpir en el tiempo escribió que había rodado La infancia de Iván, para probarse a sí mismo si sería capaz de ser director de cine. Lo consiguió con creces. Una vez dado este primer paso con una obra maestra, luchó por conseguir más y más obras con su marchamo personal, todas distintas entre sí y geniales. De no haber sido por los problemas ajenos a su trabajo, me refiero al excesivo control, censura inquisidora, y dominio de la vida y obra por parte de las autoridades rusas, Tarkovski hubiera podido realizar muchas más obras y haber llegado a ser el mejor director de cine del mundo como dijo de él Igmar Bergman. Estamos, por tanto, ante un gran director de cine, minoritario, intimista, poético, personal, y trascendente. Un autor de cine de autor, permitan la redundancia. Ver cada una de sus películas significa encogerse el corazón para contener la emoción porque nos provoca lo que jamás habíamos pensado que se podría sentir ante una pantalla de cine.

Es tanto lo que se puede decir de su cine y manera de hacer, quedan tantos flecos y matices que contar, que es necesaria una segunda parte donde elaborar una presentación adecuada de cada una de sus siete películas.

Hoy mismo he terminado de leer su libro Martirologio, y como detalle significativo transcribo lo que escribió Tarkovski, en su cuaderno de notas, el día 15 de diciembre de 1986, muy pocos días antes de morir: “Todo el tiempo estoy en la cama sin sentarme, y me cuesta caminar. Dolor en la espalda y en la cadera (nervios)… Los brazos me duelen mucho. Como una especie de neuralgia. Me han salido unos bultos. Estoy muy débil ¿Me moriré?”.

Un nudo en la garganta y el pensamiento de que no hay derecho.

Dejo aquí esta apresurada presentación con una cita del propio Tarkovski: “Quiero que mi cine emocione como un gran haiku”.

Cuídense mucho. Pronto saldremos de esta. La luz de la poesía, y de la vida, nos alumbra. 

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MARINO BENEJAM Y LA FAMILIA ULISES

Por: Tomás Sánchez Rubio


Próximamente se cumplirá un nuevo aniversario del nacimiento de Marino Benejam. El 26 de enero de 1890 Marí Benejam i Ferrer vio la luz por primera vez en una casa de la calle del Roser de Ciutadella, localidad situada en el extremo oeste de la isla de Menorca, patria chica, asimismo, de José Roberto Torrent Prats, pintor contemporáneo suyo, conocido por sus claros y coloridos paisajes. En aquel momento ejercía la Regencia del trono de España María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XIII, mientras que Antonio Cánovas del Castillo detentaba —por quinta vez—  la presidencia del Consejo de Ministros. Casi ochenta y cinco años después, el 19 de enero de 1975, fallecerá Benejam en Barcelona.

TBO: Antología de las mejores historias de Marino Benejam

Marí —Marino— era el quinto de los siete hijos de Pere y Francina. A finales de siglo, la industria del calzado balear, muy dependiente del mercado antillano, se resintió con la pérdida de Cuba, y su padre, humilde artesano hormero, decidió trasladarse en 1907 con la familia a Barcelona. Allí ejercería como relojero, oficio que también conocía. Primero habitaron en un piso en el Paseo del Born; luego, en la calle Princesa. En 1902, a los doce años, Benejam se inscribe en la Academia de dibujo del profesor Manuel Alzamora, donde asiste a las clases hasta cumplir los dieciocho. Se matricula en l’Escola de Llotja, nombre que recibe entonces l’Escola de Belles Arts de Barcelona. Su padre pretende que trabaje en la relojería, pero él empieza a pensar en la posibilidad de dedicarse al dibujo humorístico y publicitario. En 1915 se inicia esporádicamente su colaboración en revistas humorísticas de escasa tirada, mientras ejerce como empleado de banca.  El 26 de junio de 1921 se casa con Lluïsa Bartolomé Barceló en la iglesia del Carme de Barcelona. De esta unión nacerán dos hijas: Lluïsa en 1922 y Roser en 1926. Vivían en un piso de la calle de Menéndez Pelayo, actualmente de Torrent de l’Olla, situado en el barrio de Gràcia. Durante los años treinta comienza a colaborar, como dibujante y guionista de historietas, en revistas como Pocholo, editada por Santiago Vives, o KKO, de la editorial Guerri.

Sus primeros seudónimos fueron Rino y Ferrer; no obstante, Benejam fue su firma más conocida. El nombre de Benejam pronto acabó asociándose con la revista TBO, y con la serie más popular de esta: La familia Ulises.

El TBO, conocida revista de historietas por varias generaciones, apareció por primera vez el domingo 11 de marzo de 1917, publicándose cada semana, con algunas interrupciones, hasta 1998. Procedía aquel primer número del taller de litografía de Arturo Suárez en Barcelona. Al principio, la revista estaba impresa en un solo color —azul—; mostraba en su diseño una gran influencia de En Patufet, revista infantil ilustrada y en catalán, nacida en 1904. El precio inicial era de 5 céntimos. Tomó su nombre de la zarzuela TBO, estrenada en el Coliseo del Noviciado de Madrid el 29 de abril de 1909, y escrita por el prolífico comediógrafo sevillano Eduardo Montesinos y el dramaturgo madrileño Ángel Torres de Álamo, ambos también periodistas. Las siglas hacían referencia al nombre de un periódico que aparecía en la obra. Como ha aclarado Rosa Segura, secretaria de redacción del TBO en dos etapas de su vida, y autora del libro de memorias Ediciones TBO ¿dígame? (Editorial Marré, 2006), el título sería sugerido por Joaquín Arqués, director de la publicación y gran aficionado al teatro y a las revistas líricas. Esto contradice diversas hipótesis, más o menos peregrinas, que han surgido sobre el nombre de la revista —como que la revista era editada por un inexistente Tomás Bauça Oliver—.

Viñetas de TBO

El caso es que unos meses después del primer número, entró como editor de la  publicación Joaquín Buigas Garriga, cliente del impresor Suárez. A partir de ese momento pasaron a utilizarse dos colores (rojo y negro) y se situó en la portada una historieta como ya se hiciera en Dominguín, revista infantil publicada por José Espoy entre 1915 y 1916, en lugar del chiste de una sola viñeta que aparecía en los primeros números. En diciembre de 1943, Buigas, junto a Emilia Estivill (viuda de Bartolomé Bauzá, con quien ya se había asociado Buigas anteriormente) y Emilio Viña se establecieron como Ediciones TBO Sociedad Limitada. El sello Buigas, Estivill y Viña SL continuó hasta 1983. A partir de 1986 fue publicada por Bruguera —cuyo embrión precisamente había sido la editorial El Gato Negro, creadora de Pulgarcito—, y entre 1988 y 1998 por Ediciones B, heredera de aquella.

En julio de 1934, en el número 891 de TBO, se publica la primera colaboración de Benejam en la famosa revista. Se trataba de una tira con cuatro viñetas titulada Un enfermo muy grave. Al año siguientecreó el personaje Melitón Pérez, cuya primera historieta apareció en el número 963 del 26 de noviembre. El personaje, parecido al protagonista de la serie sueca Adamson, de Oscar Jacobsson, es un hombre bajito y educado, con traje de chaqueta y sombrero, que desarrollaba su acción en cuatro viñetas mudas.  

Si bien durante unos años compaginó su trabajo en diversas publicaciones simultáneamente, además de dibujar recortables, cuadernos para colorear y felicitaciones navideñas, a partir de 1941 Benejam concentró toda su actividad gráfica en TBO. Junto con Manuel Urda —cuyo último trabajo fue la sección “De todo un poco”, dedicada a curiosidades y chistes cortos—  y Ricardo Opisso —detallista y sagaz como ya se ve en la portada del Almanaque de TBO para 1918—, fue uno de los dibujantes más prolíficos de la revista.

Benejam fue el creador de Aventuras de Morcillón y Babali (1946), un peculiar explorador y su ayudante, y continuó, a partir de 1951, tras las etapas de Nit, Tínez y Tur, la sección Los grandes inventos del TBO, con creaciones del ficticio y curioso profesor Franz de Copenhague. Aparte, realizaría también multitud de breves historietas sin personaje fijo. Sin embargo, será reconocido sobre todo por ser el creador de La familia Ulises en 1944. Esta saga popular y entrañable, además de ser particularmente mi serie preferida dentro de la revista, se afianzó de tal modo que se publicó regularmente en la contraportada, sin faltar ni una sola semana, entre los años 1952 y 1971. Fue a partir de 1968, al comenzar a tener problemas oculares por causa de la diabetes, cuando el dibujante José María Blanco Ibarz —creador en 1963 de la peculiar tribu africana de Los Kakikus— le sustituyó como ilustrador de La Familia Ulises. Blanco respetó siempre el estilo y el espíritu de Benejam, quien, menos de una década después, en 1975, fallecería en Barcelona de embolia cerebral.

Otras familias aparecerían posteriormente en la escena de la historieta cómica ilustrada en nuestro país. De ese modo tenemos a La familia Cebolleta, creación del genial dibujante Manuel Vázquez Gallego y que se estrenó en 1951 en las páginas de El DDT. Fue esta una de las tres más famosas de su autor —pienso que debido en buena parte al abuelo y a “sus batallitas”—, junto a Las hermanas Gilda (1949) y Anacleto, agente secreto (1965). Creaciones de Vázquez fueron, asimismo, las sagas de los Gambérrez y los Churumbel. Antes, en 1947, en la misma revista había aparecido La Familia Pepe, de Juan García Iranzo. Por su parte, de la mano del magistral Francisco Ibáñez nacería en Pulgarcito, en julio de 1958, La familia Trapisonda, un grupito que es la monda. Como todos los personajes de su creador, pronto se hizo muy popular.

Sin embargo, ¿qué hacía a La familia Ulises tan especial? ¿En qué se diferenciaba de las otras sagas posteriores? En primer lugar, es llamativo el detalle de que se les llame a partir del nombre de pila del padre y no del apellido. Porque ellos lo tienen: son los Higueruelo, residentes en Barcelona y con un chalé en San Agapito del Rabanal. Paradójicamente, aunque Ulises es el cabeza de la familia, podemos considerarla una historieta coral, donde el protagonismo recae en todo el grupo familiar. Cada personaje, a excepción, quizá, de los dos niños, tiene una personalidad muy marcada.

Colección de sellos, conmemoración TBO: familia Ulises

En mi opinión, el éxito de la serie estaba en ese realismo cotidiano que acercaba sus historias a las de tantas familias de clase media española de la posguerra, muy lejos del humor buscado a través de la reducción al absurdo, presente en otros personajes de historietas cómicas; también a esa crítica costumbrista, con su pizca de ironía, ternura, ingenuidad y cierta amargura, tradicional por otra parte en nuestras Letras. En algunos episodios vemos “un aire” a tipos y situaciones cercanos al cine del momento: El pisito (1958), El cochecito  (1960), Plácido (1961)… Se hace omnipresente la importancia de las apariencias, el temor al ridículo, a quedar en evidencia ante los demás, sobre todo da cara a los vecinos; también las aspiraciones y el anhelo de una vida algo mejor, el respeto —mitad por educación, mitad por conveniencia—  a la tradición y a las formas… Todo ello al final desembocará ineludiblemente en un conflicto que se acabará resolviendo con algún sofoco pasajero. La vida sigue. Los ascensos, la paga extra, el pavo de Nochebuena, las ansiadas vacaciones se viven realmente en familia, y es en familia donde se experimentan los cambios que va marcando la vida española: el bikini, la televisión, el turismo…

Don Ulises trabaja de empleado en una oficina; es un hombre bondadoso, algo apocado pero bonachón, simpático, generoso. Su esposa, Sinforosa, más prudente que su marido, pero algo aprensiva, por su parte vive para provocar la envidia de sus amistades y para casar a su hija mayor, Lolín, con algún pretendiente de buena posición. La bebida preferida de Sinforosa es el llamado «Zuavo», una mezcla de café con gaseosa muy popular en España de la postguerra. Lolín es algo rebelde y desconfiada, harta del ridículo en que queda, día sí y día no, la familia. La abuela Filomena es una señora de pueblo, experta en plantas medicinales, siempre con un refrán adecuado y que habla cometiendo frecuentes incorrecciones. Los más pequeños, preocupados siempre por cosas de niños, son Merceditas y Policarpito. Tresky es la mascota, un perrito alegre y entrañable, como lo es, al fin y al cabo, toda esa familia que llenaba tantas tardes de mi niñez y cuyas aventuras todavía hoy me complazco en releer cada cierto tiempo.

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CANCIÓN NAPOLITANA (TERCERA PARTE)

Por: Alfredo Piquer Garzón


V.-

En 1907 Munthe se casa en secreto con Hilda Pennington dos décadas después de divorciarse de su primera mujer. Munthe establece condiciones un tanto radicales de distancia e independencia para el matrimonio respecto a Hilda y en principio, ella sumisa, se atiene y acepta. Pero es, de hecho, un  mal comienzo. Los celos terminan por amargar a Hilda que se instala en Biarritz con sus hijos y en Suecia donde Munthe ha construido una casa que él nunca llega a habitar. Al final de la guerra Hilda y sus hijos viajarán a Capri, a San Michele, pero es Munthe el que se retira entonces a su otra residencia en Materita. 

En el mismo año de 1907, Victoria de Baden sube al trono de Suecia. Axel Munthe es un  cosmopolita que habla cinco idiomas: sueco, inglés, francés, italiano y alemán. Y leemos que conoce a la princesa heredera de Suecia y Noruega Victoria de Baden en la consulta de Roma y también que fue en Capri, en el hotel ‘Quisisana’. De cualquier modo es nombrado médico de la familia Real sueca y médico personal de Victoria. Continuaría siéndolo cuando esta se convirtió en reina de Suecia y hasta su muerte en 1930.

Victoria (Sophie Marie Vitoria 1862 -1930) Alteza Gran Ducal Princesa de Baden.  Princesa heredera de Suecia y Noruega, Duquesa de Värmland, Dama de la Orden de los Serafines, Dama de la Orden de las Damas Nobles de la Reina Maria Luisa se convierte, por acuerdo de las dos familias reales, en Reina de Suecia en 1881 como esposa de Gustavo V, príncipe heredero de Suecia y Noruega y finalmente Rey de Suecia por la ruptura de la unión Suecia Noruega( La relación entre Suecia y Noruega, unidas hasta ahora por el Tratado de Moss desde las guerras napoleónicas  fue fuente permanente de conflicto, llegando en 1905 a una declaración unilateral de independencia de Noruega en 1905. En 1907  la  huelga de los radicales y la victoria electoral de los  socialistas y liberales condicionaría el inicio del régimen parlamentario). De carácter conservador, se enfrentó en ocasiones al gobierno parlamentario y mantuvo cierto acercamiento a líderes nazis. 

Victoria era  hija del gran duque Federico I de Baden y de la princesa Luisa de Prusia, esta, hija a su vez del káiser Guillermo I de Alemania. Ultraconservadora y pro Alemana. Tuvo contacto cercano con el emperador alemán y en 1908 en una visita con Gustavo a Berlín, fue nombrada Coronel Prusiana honoraria. Se fotografió en alguna ocasión de uniforme militar. Fue impopular entre otros motivos por su actitud proalemana, notoria durante la Primera Guerra Mundial. (Dio un regalo personal a cada voluntario sueco alistado en el ejército alemán). Las ausencias de su propio país también  la hicieron impopular; se la describe como muy altiva y muy estricta con la disciplina; si algún miembro de la guardia olvidaba saludarla era arrestado.  Hereda aún una mentalidad que calificaríamos hoy de elitista y clasista. Le molestaron las victorias electorales socialdemócratas de 1917 y trató de evitar que participasen en  el gobierno.

Pensaba que la institución monárquica viene de dios.  Tuvo una buena educación musical, redactaba las notas de los conciertos de Franz Liszt para la corte. De gran talento artístico, tocaba bien el piano, interpretaba a Wagner sin partitura  y era aficionada a la pintura  y a  la fotografía. En sus viajes a Italia y Egipto  pintó cuadros e hizo numerosas fotos de calidad.  Su Matrimonio con Gustavo, tal vez por haber sido acordado, no fue feliz.  En 1890 -91 el matrimonio viajó a Egipto para intentar reparar su relación, sin éxito. En el terreno del rumor se dijo que a ella  le había interesado  alguna otra persona de la corte y también se ha especulado con la bisexualidad del propio rey Gustavo.  Pasada la década de los ochenta la relación matrimonial se  da por terminada. Sin embargo parece haber existido después cierta comprensión y tolerancia entre ambos. Durante los últimos años rara vez estuvo en Suecia; una visita a Finlandia en 1925 fue su última aparición oficial y aunque en 1928 sí estuvo en el cumpleaños de su esposo, no se mostró en público. Se ha contado que en la celebración, ella detrás de una cortina, ambos esposos se  saludan con la mano discretamente.

Sin embargo, retomada la relación,  Axel Munthe se convirtió en su médico personal y fue abandonando la consulta de la Piazza di Spagna en Roma para dedicarse sólo a ella. Frente al golfo de Nápoles, frente a Sorrento, por la pérgola de San Michele y las terrazas espléndidas de la villa sobre el mar, Victoria y Axel dan largos paseos. De noche, la reina toca el piano en conciertos íntimos para amigos y allegados. Las prolongadas estancias de Victoria en San Michele durante tantos inviernos desde 1908 han sugerido lógicamente la posibilidad de que fuesen amantes pero esto nunca se ha corroborado. Tal vez su relación no fue del todo aséptica como se desprende del texto de una carta de Victoria a Axel que M. Belmonte transcribe en su libro »Peregrinos de la belleza»: »Me gustaría poder arrodillarme para agradecerte esa maravillosa carta que me enviaste antes de abandonar Suecia. No sabes cómo me llegó al corazón, cómo me hicieron gritar de alegría esas palabras tan cariñosas que me diriges, querido mío, que llenas mi corazón y mi alma y toda mi vida. Dios te bendiga por esas benditas palabras que fueron directas a mi corazón e hicieron que todo se iluminará a mi alrededor cuando las leí». 

Sufrió depresión después del nacimiento de su primer hijo en 1882 y después de esto pasó a menudo los  inviernos en el extranjero. Por sus embarazos de alto riesgo  fue sometida a tratamientos con medicamentos perniciosos a base de mercurio, que seguramente fueron causa de sus enfermedades crónicas. Sufría además de bronquitis severa y posiblemente tuberculosis.  Concebido el viaje al sur como medio de mejorar su mala salud,  en otoño 1901 viaja a Italia y a Capri donde es  objeto de bienvenida oficial y una multitud popular la escolta desde Marina Grande hasta el hotel Paradise. Compró después  su propia residencia en Capri, una casa de campo rústica  de dos pisos que llamó ‘Casa Caprile’ y ajardinó y rodeó de un extenso parque.  Establecida ya su condición de paciente de Axel Munthe, este recomendó que pasará allí los inviernos lo que hizo hasta su muerte con intervalos,  sobre todo el obligado por causa de la Primera Gran Guerra periodo en que cesa el contacto con Munthe  porque este es probritánico y ella  proalemana. 

Hacia el final de su vida, Munthe recomienda que Victoria no vaya más a Capri y la reina regresa a Suecia donde construye una villa que le recuerde a la de Capri. Pero vuelve finalmente  a su casa en  Roma, villa Svezia, donde muere en 1930 a los 67 años.

La edición sueca de La Historia de San Michele de marzo 1930 salió dedicada a la Reina Victoria. La reina tiene tiempo apenas de ver un ejemplar porque muere al mes siguiente. A un lado de la cama está el rey Gustavo y al otro lado su médico, Axel Munthe, que le coge la mano y en el momento de la muerte se vuelve hacia él y le dice: »ven pronto». La relación entre ambos había durado 37 años.

Después de una entrevista con Axel Munthe, Indro Montanelli dijo de él que siempre tenía un billete en el bolsillo para viajar a Capri porque, decía: »incluso morir, es diferente en Capri’‘. Sin embargo, pasó los últimos años de vida en Suecia como invitado del rey Gustavo y murió en el Palacio de Estocolmo a los 91 años. Incinerado, sus cenizas fueron esparcidas en el mar del norte. Una placa conmemorativa de  él y su familia se encuentra en el cementerio civil de Roma.

Su naturaleza filantrópica le llevó a atender a los pobres gratuitamente y en varias ocasiones arriesgó su vida para ofrecer ayuda médica en guerras, desastres, epidemias  etc. Como defensor de los animales compró el monte Barbarosa para crear un santuario para las aves.. Y sin embargo se ha escrito también sobre su carácter final e hipotéticamente  misántropo y su visión pesimista de la vida.  San Michele pudo ser en ese sentido un refugio que construyó para estar solo; »Un hombre puede vivir sin esperanzas, sin amigos, sin libros, hasta sin música mientras pueda escuchar sus propios pensamientos y oír el canto de un pájaro fuera de la ventana y la voz lejana del mar».

Y frente a los farallones de Capri, donde aquel aedo ciego de la antigüedad cantó que tal vez las sirenas llamaron con su canto dulcísimo a Odiseo Ulises, en la ribera de todo el golfo de Nápoles parece que fuese el mar el que cantase con la tristeza y la nostalgia antigua y extraña de una época  desaparecida, aquella canción que también entonaron  las voces de Enrico Caruso o Bruno Venturini y decía: » Vide ‘o mare de Surriento, che tesoro tené nfunno, chi ha girato tutto ‘o munno nun l’ha visto comm’a ccá. Ma nun me lassà, nun darme stu turmiento, torna a Surriento, famme campà.»


Bibliografía

»Peregrinos de la belleza . Viajeros por Italia y Grecia».  Maria Belmonte Acantilado Madrid 2015

» Infinite Variety. La vida y la leyenda de Marchesa Casati» Scott D. Ryersson

» la Settimana’’  INCOM 19 Feb 1949 ( artículo Indro Montanelli)

http://luisantoniodevillena.es/web/noticias/luisa-casati-la-vida-obra-arte/

https://en.wikipedia.org/wiki/Luisa_Casati

‘’La divina marchesa. Arte e vita di Luisa Casati dalla Belle Époque agli anni   folli’’ Venezia. Palazzo Fortuny 4 ottobre 2014-6 Marzo 2015

‘’La Historia de San Michele’’ Axel Munthe  Editorial Juventud, Barcelona 1957

‘’Axel Munthe: The Road to San Michele’’ Bengt Jangfeldt  Bloomsbury Publishing PLC 2016.

‘’Lo que no conté en La Historia de San Michele’’   Axel Munthe Ediciones de la Gacela. Madrid. 1942

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LA NARANJA MECÁNICA O EL PODER DEL LENGUAJE

Por: Tomás Sánchez Rubio


La reina María II de Inglaterra había nacido en el palacio de Saint James de Londres el 30 de abril de 1662. Educada en la religión protestante, subió al trono después de la llamada Revolución Gloriosa que precedió a la deposición de su propio padre, el rey católico Jacobo II. María reinó sobre Inglaterra, Escocia e Irlanda junto a su marido y primo, Guillermo III, príncipe de Orange, desde 1689 hasta su muerte por viruela, acontecida el 28 de diciembre de 1694 en el Palacio de Kensington de la capital británica. Fue enterrada en la Abadía de Westminster. Aunque ella era la soberana por derecho de sangre, cedía a Guillermo la mayor parte del poder siempre que éste se hallaba en Inglaterra. Sin embargo, dirigía el reino cuando su marido se encontraba al mando de las tropas en el extranjero, demostrando ser una gobernante poderosa, firme y eficaz. Tras su muerte, Guillermo gobernaría en solitario.

Contemporáneo de la monarca británica fue Henry Purcell (1659-1695), compositor barroco, alumno de John Blow y considerado uno de los mejores de todos los tiempos. Al morir tempranamente de tuberculosis, Purcell también sería enterrado con honores en la Abadía de Westminster. Su ópera más célebre fue Dido y Eneas (1689) con libreto de Nahum Tate, poeta irlandés. A quien no conozca la mencionada ópera, le recomiendo encarecidamente su impresionante aria Lamento de Dido, también conocido como «When I am laid in earth”.

El Londres del otoño de 1694 se vio sorprendido por la viruela, que produjo más de mil fallecidos. El propio rey cayó enfermo. María lo cuidó y se contagió ella misma de la enfermedad. Las crónicas nos cuentan que el 21 de diciembre, sabiendo su destino, puso en orden sus asuntos y dispuso cómo habrían de ser sus exequias. La soberana falleció el 28 de diciembre. Dada la epidemia, el clima y las indecisiones políticas, las honras fúnebres no se iniciaron hasta el 21 de febrero, planeándose el traslado del féretro a la Abadía de Westminster para el 5 de marzo. En honor de su soberana, compuso Henry Purcell Música para el Funeral de la Reina María; una marcha sencilla, pero a la vez estremecedora y solemne.

Trescientos años más tarde -por algo los clásicos son clásicos-, dicha composición, concretamente su parte primera, “Man that is born of a woman”, sería utlizada por el genial compositor Walter Carlos (posteriormente Wendy Carlos) como parte de la banda sonora de La naranja mecánica(Stanley Kubrick, 1971), película basada en la novela del mismo nombre escrita por Anthony Burgess. En la cinta Carlos incluiría adaptaciones de varias obras clásicas al lado de temas del siglo XX -desde el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, hasta el tema «I Want to Marry a Lighthouse Keeper» de Erika Eigen- con un fantástico resultado…

Pero hablemos ahora del libro del que saldría aquella magistral película, cuya génesis y proceso de creación resultó peculiar.

A Clockwork Orange (traducido como La naranja mecánica) es una novela de casi doscientas páginas obra del escritor británico Anthony Burgess, publicada en 1962 en el Reino Unido por la editorial Heinemann. John Anthony Burgess Wilson, más conocido como Anthony Burgess -si bien firmaría algunas obras como John Burgess Wilson o Joseph Kell-, nació en Mánchester el 25 de febrero de 1917, falleciendo en Londres el 22 de noviembre de 1993. Su obra, tanto literaria como musical, fue prolífica; su vida, realmente intensa. La suya era una familia ligada a la música: su madre, Elizabeth Burgess, era cantante y bailarina, mientras que su padre, Joseph Wilson, tocaba por la tarde el piano en salas de baile al tiempo que vendía enciclopedias por las mañanas. Tanto su madre como su hermana Muriel fallecieron en 1918, debido a la epidemia de gripe que azotaba entonces a gran parte de Europa. La muerte de Elizabeth impactó profundamente a Anthony, hecho visible en sus futuras obras literarias. Burguess estudió Literatura Inglesa en la Xaverian College y en la Universidad de Mánchester. En 1940 ingresa en el Cuerpo Médico del Ejército Real Británico, así como en el Cuerpo Educativo del mismo, donde permanecerá hasta 1946. En 1942 se casaría con Llewela Isherwood Jones, una joven compañera de clase a la que dedicaba bonitos poemas.

Burgess trabajó como oficial de formación en Brunéi y Malasia después de la guerra. En 1959, encontrándose en este último destino, sufrió un desmayo durante una clase. Le fue diagnosticado un tumor cerebral inoperable con pocas probabilidades de vida a largo plazo. Este hecho lo inspiró a escribir con la intención de que su mujer, Lynne, pudiera vivir en el futuro de los ingresos provenientes de los derechos de autor. Se retiró de la enseñanza y se convirtió en escritor a tiempo completo. Escribió cinco novelas y media en un año. El fatal diagnóstico, que le auguraba algo más de un par de años de vida, no se vio confirmado finalmente por los hechos, conviviendo con la enfermedad durante bastante tiempo más. Esta circunstancia suele citarse como ejemplo de la influencia beneficiosa que la actividad artística tiene sobre la salud humana…  El caso es que la «media» novela escrita con la convicción de una muerte cercana, se convertiría después en su obra literaria más famosa… A partir de aquel momento, escribió y publicó alrededor de cincuenta libros, que abarcaban una amplia variedad de temas, a lo largo de su carrera -entre ellos, una veintena de novelas-. Cultivaría la crítica literaria, el ensayo y la crónica periodística.

Burgess afirmó en su momento que el título A Clockwork Orange se derivaba de luna vieja expresión “cockney” -argot o jerga rimada tradicional propia de ciertos barrios de Londres-: «as queer as a clockwork orange», que podría traducirse como «tan raro como una naranja de relojería». En su posterior ensayo Clockwork oranges, el autor menciona que «este título sería ideal para una historia acerca de la aplicación de los principios pavlovianos (de condicionamiento clásico) o mecánicos a un organismo que, como una fruta, cuenta con color y dulzura». El nombre aludiría, pues, a las respuestas condicionadas del protagonista a los estímulos relacionados con la maldad, parte del método al que es sometido para desterrar los impulsos criminales de su mente; respuestas, en suma, que coartan su libre albedrío.

Desde el principio, asimismo, se creyó ver una referencia a la palabra orang, de origen malayo y que significa “persona” (de donde se deriva el término “orangután”). A partir de ahí, Burgess tendría la intención de titular su libro originalmente como A Clockwork Orang y que, tras una ultracorrección, terminaría teniendo el título que conocemos hoy. Así pues, lo que el título significaría es El hombre mecánico, aludiendo al hecho de que una máquina puede programarse para desempeñar una tarea, pero siempre al costo de quitarle otra función. Esto se relaciona en el libro con la imposibilidad del protagonista de provocar daño, a su incapacidad para defenderse tras ser sometido al método experimental Ludovico destinado a apartar a los delincuentes de la violencia, técnica psicológica de rehabilitación conductista que logra por el momento curar a todo un líder de una pandilla de ladrones, un delincuente juvenil cuyos placeres son, aparte de escuchar música clásica, el sexo, las drogas y la «ultraviolencia».

Por otro lado, en el libro existe un episodio que parece basado en un incidente vivido por el escritor y su esposa en 1944, cuando ella fue asaltada por la noche en Londres por cuatro marines estadounidenses desertores, quienes la robaron, golpearon y violaron. Dado que se encontraba embarazada, la paliza le provocó un aborto.

Lo cierto es que un libro que trata sobre la libre voluntad y la moral; la manipulación de los individuos por parte de los sistemas políticos y la represión; pero también sobre la violencia y el carácter gregario de las sociedades humanas.

Debemos resaltar, como hecho importante, la capacidad de nuestro escritor para los idiomas (conocía el malayo, ruso, francés, alemán, español, italiano y japonés, además del inglés, su idioma nativo, así como algo de hebreo, chino, sueco y persa. Ello se vería reflejado en la invención del Ulam, lenguaje prehistórico ficticio, para la película En busca del fuego, de 1981; pero sobre todo en el lenguaje propio en que se expresan el protagonista y sus compañeros en La naranja mecánica: el nadsat.

El libro, narrado en primera persona por Alex, el protagonista, está escrito con abundancia de expresiones del nadsat, una ficticia jerga adolescente, mezcla de palabras de lenguas eslavas, sobre todo del ruso, así como de ciertas voces del cockney -mencionado anteriormente- y de la lengua gitana, aparte de términos inventados por el propio autor. Burgess escribió que su libro, leído de forma sistemática, era como «un curso de ruso cuidadosamente programado». Ciertamente, «nadsat» es el equivalente ruso del «teen» inglés. En ruso, todos los nombres de los números de 11 a 19 terminan en «nadsat»; análogamente en inglés, todos los nombres del número 13 al 19 terminan en «teen». Resulta significativo que el escritor uniera inglés y ruso en un idioma propio de bandas juveniles violentas. Recordemos que el libro fue escrito en 1962, momento en el que la Guerra Fría vivía latente en el imaginario de todos, y el futuro distópico de la novela parecía una idea cuanto menos irónica y cínica para muchos. Por otra parte, la creación de un lenguaje artificial tipo podía fácilmente contribuir a la atemporalidad de la obra.

El libro en su edición original británica no incluía glosario. La primera edición en español (Minotauro, Barcelona, 1976), traducida por Aníbal Leal, basada en la edición inglesa publicada en 1972 por Penguin Books, cuenta con un glosario nadsat-español donde colaboró el autor proponiendo la mayor parte de las posibles equivalencias y algunas variantes fonéticas.

Respecto a la versión cinematográfica del libro, a la que hicimos referencia al comienzo de este artículo, diremos que no estuvo exenta de polémica, ya que, aparte de sus escenas de violencia explícita, se unió el desacuerdo del autor por no haber tenido en cuenta Kubrick el capítulo XXI del libro en la película, que no aparecía en la primera edición estadounidense del libro, pero sí en las siguientes. En dicho capítulo, se cuenta cómo Alex DeLarge, al librarse del efecto Ludovico, vuelve a sus fechorías hasta encontrarse con su viejo “drugo” -”amigo” en nadsat– Pete y su esposa, el único de sus compañeros de quien no habíamos tenido más noticias después del encarcelamiento de Alex y que ha rehecho su vida. Al verlo, comprende que ya es hora de madurar y cambiar: la elección moral del bien proporcionaría al final del libro un mensaje positivo.

La película no se estrenó en España hasta el 27 de noviembre de 1975, en versión original subtitulada en cines de arte y ensayo, que eran salas autorizadas en 1967 para proyectar películas que la censura no autorizaba en salas comerciales, con la condición de que estuviesen en su idioma original y subtitulado. Había sido por primera vez proyectada el 24 de abril de 1975 en el XX Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI 1975). Conoció una enorme expectación y una asistencia masiva de jóvenes universitarios de todo el país, formándose enormes colas durante todo el día horas para conseguir una entrada. Nuevamente fue proyectada en la clausura del SEMINCI el 27 de abril de 1975. La película fue muy bien recibida llegando a estar durante un año ininterrumpido en carteleras. Fue la tercera película con mayor número de espectadores en España en 1975. Fue reestrenada con doblaje en castellano, y ya en salas comerciales, el 7 de marzo de 1980. En el doblaje intervino el propio Stanley Kubrick, eligiendo a quienes doblarían los personajes de la película. El doblaje fue dirigido por Carlos Saura, traducido por Vicente Molina Foix y ajustado por el actor de doblaje Víctor Agramunt. Se grabó y se realizó en 1979. El protagonista, Alexander DeLarge, encarnado por Malcolm McDowell, fue doblado por el actor Pedro Mari Sánchez (Ciudad Real, 1954). Nuevamente consiguió bastante éxito la película, llegando también a estar bastante tiempo en cartelera. Fue reestrenada en 1982, 1984 y por última vez en 2009, de manera limitada.

Fue a principios de los 80 cuando vi la película en el veterano cine Florida de Sevilla, situado en la avenida Menéndez y Pelayo -cerraría a mediados de los 90-. Aquella tarde salí de la proyección fascinado. Había algo distinto en esa película que hacía que te sintieras de todo menos indiferente. Días más tarde, me compré la cassette de su banda sonora en unos grandes almacenes, así como el libro que aún conservo. Todavía hoy, cuando le hablo a mis alumnos de Literatura Universal de la obra, disfruto enseñándoles y comentando algunos términos de nadsat

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EL EXORCISTA: UN HITO EN LA HISTORIA DEL CINE

Por: Tomás Sánchez Rubio


El 2 de abril de 1974, en el Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles, se celebró la XLVI edición en la entrega de los premios Óscar a las obras cinematográficas estrenadas durante el año anterior. La ceremonia fue presentada por Diana Ross, John Huston, Burt Reynolds y David Niven. La protagonista de aquella velada fue la cinta El golpe, dirigida por George Roy Hill y con un reparto encabezado por Paul Newman y Robert Redford, tándem que ya había conocido el éxito con Dos hombres y un destino (1969), bajo las órdenes del mismo realizador. De las diez candidaturas a las que fue nominada, ganó siete, entre ellas la de mejor película.

Sin embargo, esa misma noche también se presentaba un filme con el mismo número de nominaciones, si bien los galardones se quedaron finalmente en dos: mejor guion adaptado y mejor sonido. Se trataba de El exorcista, dirigida por William Friedkin, realizador de éxito cuyo labor de dirección había sido premiada dos años antes por The French Connection, cinta protagonizada por Gene Hackman y Fernando Rey. El exorcista contaba con un interesante y solvente plantel de actores tanto principales como secundarios, si bien ninguno de ellos podía ser considerado “una estrella”. Se repartían los papeles protagonistas: Ellen Burstyn, en el papel de Chris MacNeil, madre de Regan; Jason Miller, también escritor, como el melancólico y angustiado padre Karras -personaje que había rechazado Stacy Keach-; Linda Blair, de tan solo catorce años, como Regan Macneil; y el versátil y prolífico actor sueco Max von Sidow, encarnando al exorcista, el sacerdote Lankester Merrin.

El argumento del filme puede resumirse en pocas líneas: Regan es una niña de doce años víctima de fenómenos paranormales que conllevan inquietantes cambios en su persona y la manifestación de una fuerza sobrehumana. Su madre, aterrorizada, tras someter a su hija a múltiples análisis médicos que no ofrecen ningún resultado, acude a un joven sacerdote de la Universidad de Georgetown con estudios de psiquiatría. Este se halla convencido de que el mal puede no ser físico, sino espiritual, es decir, que la niña es víctima de una posesión diabólica. Por ello, tras el correspondiente permiso eclesiástico y  con la ayuda de otro sacerdote, de más edad y con experiencia en ese campo, se dispone a  practicar un exorcismo.

La película se había estrenado en EE.UU y Cánada en plenas navidades -26 de diciembre- de 1973. En España lo haría el 1 de septiembre de 1975. Podemos calificar su éxito como rotundo, considerándose una de las pocas películas del género de terror en lograr una excelente acogida tanto de crítica como de público, hasta el extremo de convertirse en un clásico de la historia del cine, así como en un fenómeno cultural que ha acabado marcando a varias generaciones de espectadores a nivel internacional. El impacto del filme fue tal, que durante las primeras proyecciones numerosos espectadores sufrieron desmayos, ataques de llanto, crisis nerviosas; algunos sencillamente no fueron capaces de esperar al final para abandonar la sala…

Aparte de recibir un notable número de premios -entre los que se cuentan cuatro Globos de Oro-, en una encuesta realizada en 2008 -entre más de seis mil personas- por la prestigiosa compañía cinematográfica y musical británica HMV, El exorcista fue elegida como la mejor producción de terror de la historia, situándose por delante, en aquel momento, de El resplandor, de Stanley Kubrick, Halloween, de John Carpenter, y Pesadilla en Elm Street, de Wes Craven.

En el año 2000 la Warner Bros. Pictures reestrenó la película en formato remasterizado, siguiendo la moda en la industria del cine de aquellos años de realizar nuevos montajes con escenas no incluidas en la versión original. En verdad, estas no aportaban cambios significativos al desarrollo del filme. Las nuevas escenas incluían las primeras visitas de la Regan al hospital, o bien la famosa imagen de la niña bajando las escaleras de su casa a cuatro patas, a modo de araña, con la espalda curvada. También aparece la conversación entre los sacerdotes Karras y Merrin en la escalera de la casa de la familia MacNeill, así como una especie de epílogo, que ofrecía un nuevo final, en el que el teniente de policía Kinderman conversa con el padre Dyer sobre la dualidad del bien y del mal.

En nuestro país, Radio Nacional de España realizó el 30 de junio de 2010 una adaptación radiofónica de El Exorcista protagonizada por Fernando Huesca como el padre Karras, Miguel Rellán como Merrin, Elena Rivera como Regan MacNeil y la veterana Lourdes Guerras en el papel de la madre de esta. Dicha dramatización fue grabada en directo cara al público desde el Centro Cultural La Casa Encendida de Madrid, y emitida en RNE el 4 de julio del mismo año.

Como premisas del éxito de la película se han señalado, aparte de una serie de efectos visuales, novedosos en aquellos momentos, la austeridad y el realismo de la historia. Efectivamente, los hechos acaecen en una familia monoparental, pero cuyos miembros llevan una vida que podemos denominar “normal”. La irrupción de lo sobrenatural en la cotidianidad de unas personas que trabajan, estudian o se relacionan como tantos pobladores del planeta, provocará en los espectadores, como poco, un cierto desasosiego. Por otra parte, existe un acentuado componente de transgresión por cuanto los ataques a formas y ritos sagrados de la religión católica -y precisamente en un ámbito eclesiástico como es el entorno de la venerable Universidad jesuita de Georgetown-, son visibles y explícitos. La cinta ponía de manifiesto, del mismo modo, la dicotomía entre ciencia y laicismo contemporáneo por un lado, y formas de creencia y religiosidad aparentemente “superadas” en el siglo XX. El director de la cinta llegó a afirmar que se trataba de toda una «parábola del cristianismo, de la eterna lucha entre el bien y el mal…»

Por otro lado, tenemos el sentimiento de culpa permanente que siente uno de los protagonistas, quien, siendo sacerdote, lo hace asemejarse a la figura de esos detectives atormentados que suelen protagonizar las películas de asesinatos en serie. A este respecto, podríamos señalar que tales sentimientos de culpa, basados en unos objetivos profesionales o vocacionales que le apartan de supuestos deberes familiares, pueden ser compartidos por muchas personas de toda condición… Otros ingredientes para el interés y sensación despertadas por El exorcista podrían ser el contraste entre la inocencia de la niña, Regan, frente a sevicia del espíritu maligno; o bien la aparición del elemento arqueológico y legendario, siempre atractivo para buena parte del público.

Debemos tener en cuenta que, antes del lanzamiento de la película, nada como “aquello” había aparecido en la pantalla: hasta ese momento, el terror se limitaba a monstruos “tradicionales” como Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo o bien casas embrujadas y malditas. La posesión demoníaca no había sido aún explorada, y el éxito del filme dará lugar a una serie de secuelas -le siguieron una segunda y tercera parte- e imitaciones de desiguales calidad, enfoque y fortuna.

Por lo dicho anteriormente, no es de extrañar que la polémica acompañara al estreno y a la existencia misma de El exorcista. La filmación sufrió una serie de incidentes que hicieron coincidir su primera proyección con las fiestas navideñas. Desde un primer momento, muchos la catalogaron como una película blasfema que aprovechara las fiestas religiosas para “propagar la palabra del Maligno”. A este respecto, debemos tener en cuenta que no había pasado demasiado tiempo de los terribles asesinatos de personas inocentes perpetrados en California por parte de la llamada “Familia Manson”. No obstante, algunos de los miembros más influyentes de las Iglesias católica y presbiteriana  aplaudieron el filme por su “contribución a la propagación de un mensaje religioso positivo”. Recordemos que, al fin y al cabo, la cinta termina “bien”…

En cuanto a la fuente del argumento debemos recordar que la película se basa en la novela homónima de William Peter Blatty, y cuya lectura recomiendo por diversas razones, entre las cuales destaca la profundidad psicológica en el tratamiento de los personajes. Precisamente fue el propio autor del libro quien adaptó el guion para la versión cinematográfica, ganando, como hemos señalado más arriba, el Óscar en tal categoría.

Blatty, había nacido en Nueva York, el 7 de enero de 1928, y fallecido ese mismo mes, pero de 2017, en Bethesda. Tuvo cuatro hermanos, y estudió con los jesuitas, a quienes admiraba. De periodista pasó a escribir guiones de películas de éxito como El nuevo caso del inspector Clouseau (1964), dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Peter Sellers.  Afirmaba que comenzó a escribir El exorcista en la década de 1950, tras leer sobre un caso real de posesión satánica que aquejó a una joven de catorce años de Maryland a finales de los 40. Blatty quedó tan impresionado con el fenómeno paranormal que investigó todo lo relacionado sobre posesiones satánicas.

Publicó el libro en 1971 en Estados Unidos, llegando a vender cerca de trece millones de ejemplares. El éxito de ventas no fue inmediato, sino que se debió sobre todo a la aparición del escritor en un programa de entrevistas muy popular en Estados Unidos, The Dick Cavett Show, donde llamaron a Blatty para sustituir a un invitado que se había puesto enfermo. En España se edita por primera vez en 1975 en la prestigiosa editorial Plaza & Janés, como primer título de la colección Manantial, dedicada a autores contemporáneos. Le siguieron en dicha colección novelas como Odessa, de Frederick Forsyth; Avenida del parque, 79, de Harold Robbins, o Banco –continuación de la afamada Papillon– de Henri Charrière. La portada era de la ilustradora Roser Muntañola, y la traducción se debía a la lingüista y profesora argentina Raquel Albornoz.

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LOS AFORISMOS DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Por: Jose Luis Morante


Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- Puerto Rico, 1958) es una figura clave de la literatura española contemporánea. Sobre este autor tutelar se han prodigado los estudios sistemáticos, casi siempre nucleados en torno a la poesía y, en ocasiones, sobre las complejas dimensiones biográficas que no acaban de alejar algunas sombras: el desafío permanente a la vida social desde un aislamiento casi huraño, la independencia estética, el incansable afán perfeccionista  y esa imagen de escritor aséptico, poco enlazado con el convulso paréntesis histórico que le tocó vivir. Pero lo concerniente a su producción aforística parece ocupar un segundo plano, aunque sea una pared básica del edificio alzado en el discurrir, a pesar del ejemplar rescate realizado por Antonio Sánchez Zamarreño. Tras veinte años de esfuerzo investigador, el hispanista solventó algunos obstáculos básicos como la dispersión, la multiplicidad de versiones o la temática heterogénea para dejarnos una versión canónica de la aforística  de Juan Ramón. El libro Ideolojía, volumen cuarto del corpus completo Metamórfosis, explora un territorio esencial y sirve de introducción a otras antologías como las preparadas por Andrés Trapiello, Juan Varo que alumbran visiones parciales, ya que el escritor estuvo activo durante más de medio siglo haciendo de sus aforismos un elemento de continuidad entrelazado con su obra poética.

Aforismos e ideas líricas selecciona entre el voluminoso despliegue lapidario –el mismo escritor cifraba en más de cincuenta mil sus textos breves- una muestra  fuerte, de más de ochocientos aforismos, una selección suficiente y capaz de recuperar una competente guía de argumentos repleta de inteligencia y sensibilidad creativa. Esa maduración coherente del trabajo aforístico se distribuye en seis tramos que aglutinan un fértil quehacer extendido en el tiempo entre 1897 y 1954. En él se perciben algunas influencias de base, desde los magisterios más tempranos de Kempis, Nietzsche, Marco Aurelio, Pascal o Chamfort hasta los derivados de su formación en la Institución o de contemporáneos como Antonio Machado y Miguel de Unamuno.

La exploración argumental es ecléctica. La perspectiva creadora evoluciona o rehabilita intereses, pero siempre se caracteriza por una relación intensa entre existencia y labor literaria. Concede a su enfoque una fuerte dimensión ética impregnada de pensamiento filosófico.

Para Juan Ramón Jiménez la perfección no es un concepto abstracto sino un camino que recorre con fervor interminable hacia la plenitud: “Pensemos más con las manos”, escribió en uno de sus aforismos, como si en él la provisionalidad no tuviese sosiego y necesitase estar sometida a la inquietud y a la perenne revisión. Hechizado por la perfección, buscaba el equilibrio total de la obra, el anhelo de lo completo.

Aforismos e ideas líricas
Juan Ramón Jiménez
Edición, selección y prólogo de José Luis Morante
Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, 2018

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SYLVIA PLATH | EL ARTE DEL PRECIPICIO

El Atelier

Por: Inma J. Ferrero


El camino se disolvía alumbrado por la luz del sol, devolviéndome a la ceguera de la ruidosa calle. A veces me pregunto si la soledad habita a la sombra del gentío, y si al apurar la última de sus gotas nuestro perfil se sumerge en la oscuridad que todos llevamos dentro.

Quizá el abandono de Ted Hughes, fue el último empujón para alguien que vivía surcando precipicios. La poeta Sylvia Plath se vio abandonada, vio cómo Assia Wevill le había robado a su gran amor, cómo se había quedado con su marido. Sus últimos días fueron un péndulo entre la depresión y la euforia, la consecuencia de pastillas para dormir y píldoras para poder despertarse. Meses en los que escribió sus mejores poemas medio enferma y sin apenas dinero.

Sylvia Plath, llamada Sivvy familiarmente, nació el 27 de octubre de 1932 en Boston, Massachusetts (Estados Unidos). Era hija de los maestros Otto Emil Plath, profesor universitario de alemán y biología en la Universidad de Boston, y Aurelia Schober, profesora de inglés y alemán. Ambos eran de ascendencia alemana. Sylvia tenía un hermano menor llamado Warren, nacido en 1935. Tras el nacimiento de Warren, la familia Plath se trasladó a Withdrop, localidad costera que provocó un vital contacto con el mar para la pequeña Sylvia.

Con pocos años comenzó a escribir poesía. Era una niña frágil, sensible, inteligente e insegura, inseguridad que fue amplificada cuando en 1940 falleció su padre a causa de la diabetes. Sufrió habituales depresiones y varios desórdenes mentales desde su adolescencia. Tras la muerte de Otto, la familia Plath se mudó a Wellesley.

En el instituto publicó su primer texto, un relato corto titulado “And Summer Will Not Come Again” que vio la luz en la revista “Seventeen”.

“Sunday At The Mintons”, publicada en 1952 durante su etapa universitaria en la revista “Mademoiselle”, fue su primera historia galardonada. Dos años antes, Sylvia había ingresado en el Smith College de Northhampton. En este centro permaneció entre 1950 y 1955, período en el que se intentó suicidar por primera vez. Más tarde, tras conseguir una beca Fulbright, viajó a Inglaterra para acudir a la Universidad de Cambridge.

En 1956, y en el Reino Unido, conoció y se casó con el británico Ted Hughes (nacido en 1930). Ambos tuvieron dos hijos, Frieda, nacida en 1960, y Nicholas, nacido en 1962. Su luna de miel la pasaron en España.

El primer título publicado por Sylvia Plath fue el poemario “El Coloso” (1960). Su principal libro es su novela “La Campana De Cristal” (1963), de carácter autobiográfico y firmada con el seudónimo de Victoria Lucas. Poco tiempo después de la aparición de este libro, Sylvia, poeta y novelista de gran sensibilidad y rica imaginería que se convertió en un icono feminista, se suicidó el 11 de febrero de 1963 en Londres. Está enterrada en el cementerio de la iglesia de Santo Tomás de la localidad británica de Heptonstall. Tenía 30 años de edad en el momento de su muerte, y su depresión crónica, su inestabilidad emocional y el affaire amoroso de Hughes con Assia Guttman, la esposa del poeta David Wevill, acrecentaron una vulnerabilidad que llevó a la muerte a la joven Sylvia. Assia también se suicidó, ella en el año 1969.

De manera póstuma aparecieron los libros de poemas “Ariel” (1965), uno de los títulos clave en su bibliografía, “Cruzando El Agua” (1971) y “Árboles Invernales” (1972). En 1977 se publicó una colección de cuentos, fragmentos de sus diarios y ensayos titulada “La Caja De Los Deseos” (1977), libro titulado en su versión original “Johnny Panic And The Bible Of Dreams”.

En el año 1981 se le otorgó el Premio Pulitzer por su obra poética recogida en “Poemas Completos” y un año después aparecieron sus “Diarios” (1982). También ha sido publicado un libro de relatos titulado “Johnny Panic y La Biblia De Sueños”.

POEMAS

 

El jardín solariego

Las fuentes resecas, las rosas terminan.
Incienso de muerte. Tu día se acerca.
Las peras engordan como Budas mínimos.
Una azul neblina, rémora del lago.

Y tú vas cruzando la hora de los peces,
los siglos altivos del cerdo:
dedo, testuz, pata
surgen de la sombra. La historia alimenta
esas derrotadas acanaladuras,
aquellas coronas de acanto,
y el cuervo apacigua su ropa.

Brezo hirsuto heredas, élitros de abeja,
dos suicidios, lobos penates,
horas negras. Estrellas duras
que amarilleando van ya cielo arriba.

La araña sobre su maroma
el lago cruza. Los gusanos<
dejan sus sólitas estancias.
Las pequeñas aves convergen, convergen
con sus dones hacia difíciles lindes.

 

Lorelei

No es noche ésta de ahogarse:
luna llena, reacio
río bajo luz suave,
acuosas nieblas bajan
tupidas como redes
cuyos dueños reposan,
traduciéndose en vidrio
lúcido mientras flotan
las torres del castillo
hacia mí hiriendo el rostro
del silencio. Ascienden
sus miembros poderosos
y álgidos, pelo grave
más que mármol, y cantan
de un mundo más amable
que ninguno. Estos cantos,
hermanas, sobrepasan
al oído gastado
que aquí, en el campo, escucha
bajo el orden impuesto.

La armonía caduca
el orden que vosotras
sitiáis con vuestras voces.

Vivís entre las rocas
de oníricas promesas
de refugio. De día
bajáis de la pereza,
de altas ventanas. Peor
que vuestro enloquecido
canto o mudez. La voz
de vuestro fondo llama:
embriaguez del abismo.

Oh río, veo tu larga
y honda línea argentina,
esas diosas de paz.

Piedra, piedra, me abismas.

 

Carta de amor

No es fácil expresar lo que has cambiado.
Si ahora estoy viva entonces muerta he estado,
aunque, como una piedra, sin saberlo,
quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo.

No me moviste un ápice, tampoco
me dejaste hacia el cielo alzar los ojos
en paz, sin esperanza, por supuesto,
de asir los astros o el azul con ellos.

No fue eso. Dormí: una serpiente
como una roca entre las rocas hiende
el intervalo del invierno blanco,
cual mis vecinos, nunca disfrutando
del millón de mejillas cinceladas
que a cada instante para fundir se alzan
las mías de basalto. Como ángeles
que lloran por la gente tonta hacen
lágrimas que se congelan. Los muertos
tenían yelmos helados. No les creo.

Me dormí como un dedo curvo yace.
Lo primero que vi fue puro aire
y gotas que se alzaban de un rocío
límpidas como espíritus. y miro
densas y mudas piedras en tomo a mí,
sin comprender. Reluzco y me deshojo
como mica que a sí misma se escancie,
igual que un líquido entre patas de ave,
entre tallos de planta. Mas no pienses
que me engañaste, eras transparente.

Árbol y piedra nítidos, sin sombras.
Mi dedo, cual cristal de luz sonora.
Yo florecía como rama en marzo:
una pierna y un brazo y otro brazo.

De piedra a nube iba yo ascendiendo.
A una especie de dios ya me asemejo,
hiende el aire la veste de mi alma
cual pura hoja de hielo. Es una dádiva.

 

Espejo

Soy de plata y exacto. Sin prejuicios.

Y cuanto veo trago sin tardanza
tal y como es, intacto de amor u odio.

No soy cruel, solamente veraz:
ojo cuadrangular de un diosecillo.

En la pared opuesta paso el tiempo
meditando: rosa, moteada. Tanto ha que la miro
que es parte de mi corazón. Pero se mueve.

Rostros y oscuridad nos separan
sin cesar. Ahora soy un lago. Ciérnese
sobre mí una mujer, busca mi alcance.

Vuélvese a esos falaces, las luciérnagas
de la luna. Su espalda veo, fielmente
la reflejo. Ella me paga con lágrimas
y ademanes. Le importa. Ella va y viene.
Su rostro con la noche sustituye
las mañanas. Me ahogó niña y vieja

 

Una vida

Tócala: no se encogerá como pupila
esta rareza oviforme, clara como una lágrima.

He aquí ayer, el año pasado: palmiforme lanza,
azucena, como flora distinta
De un tapiz en la quieta urdimbre vasta.

Toca este vaso con los dedos: sonará
como campana china al mínimo temblor del aire
aunque nadie lo note o se anime a contestar.

Los indígenas, como el corcho graves,
todos ocupadísimos para siempre jamás.

A sus pies las olas, en fila india,
no reventando nunca de irritación, se inclinan:
en el aire se atascan,
frenan, caracolean como caballos en plaza de armas.

Las nubes enarboladas y orondas, encima.

Como almohadones victorianos. Esta familia
de rostros habituales, a un coleccionista,
por auténtica, como porcelana buena, gustaría.

En otros lugares el paisaje es más franco.

Las luces mueren súbitas, cegadoramente.

Una mujer arrastra, circular, su sombra, de un calvo
platillo de hospital en torno, parece
la luna o una cuartilla de papel intacto.

Se diría que ha sufrido una particular guerra relámpago.

Vive silente.

Y sin vínculos, cual feto en frasco, la casa
anticuada, el mar, plano como una postal,
que una dimensión de más le impide penetrar.

Dolor y cólera neutralizadas,
ahora dejad la en paz.

El porvenir es una gaviota gris, charla
con voz felina de adioses, partida.

Edad y miedo, como enfermeras, la cuidan,
y un ahogado, quejándose del frío, se agazapa
saliendo a la orilla.

 

Traducción de los textos Jesús Pardo

 

Bibliografía

 

Wikipedia

La red

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SENDERO DE SENTIMIENTOS | MARGARITA CAMPOS SÁNCHEZ

Aquel sillón de cuadros

Por: Inma J. Ferrero


Decía Almudena Grandes «Luego alcance a comprender, que el tiempo nunca se gana, y que nunca se pierde, que la vida se gasta, simplemente» Y es que, este es el tema central de este poemario que hoy presentamos el vivir en toda la dimensión de la palabra. En “SENDERO DE SENTIMIENTOS” de Margarita Campos Sánchez, la poeta nos habla en primera persona del saber vivir, de macharse el alma con cada sentimiento, a pesar de la herida que pueda causarnos. Por ello es este un sendero que debe recorrerse a pleno latido. Latido que nos lleva desde lo cotidiano a lo universal, y que da sentido al transcurso de los días a través de los momentos.

“Despierta,
que la vida te pertenece.
Solo tú debes vivirla.
No pienses en plegarte
cuál rama de olivo tierna.”

(Momentos, pág. 23)

“SENDERO DE SENTIMIENTOS” es una declaración poética sincera, pero también se trata de una poética dura e inflexible, donde los ángulos difusos que conforman la realidad son plenamente tangibles. Ya que, a través del verso, la poeta expresa sus dudas, miedos, anhelos e ilusiones, y como no, en este poemario la autora también nos habla de amor, pero no solo limitándose al amor hacia el amado, sino el amor más universal, mezclado sabiamente en su paleta vital ejemplo del vivir bien aprovechado.

“Si pintar se pudieran los besos y
las caricias pudiéramos plasmar.
Si diéramos color a la risa
y llenáramos de trazos al amor.”

(Pinceles, pág. 201)

La poesía de Margarita Campos Sánchez es intimista, fluyente, sincera, rítmica y ecléctica. Dónde el verso adquiere la personalidad pura de la voz sin subterfugios. Desnudos sus poemas del artificio de la retórica, adquieren una dimensión vital, dónde los sentimientos se muestran a flor de piel reclamando el derecho de alcanzar las más altas cimas. Este libro formado en su mayor parte por poemas cortos dará al lector la sensación de vértigo, la sensación insaciable de llegar al siguiente verso como único modo de alimento. Se advierte en este libro la transparencia en la expresión de percepciones y sentimientos abiertos de par en par; sin embargo, la poeta hace un uso magistral de la cadencia rítmica que otorga musicalidad y sublimación a las emociones, como en toda buena poesía debe suceder. Abunda el lirismo de la palabra buscando la sonoridad en la forma en cuanto a lo que se pretende transmitir. Destacan igualmente los paralelismos, las metáforas, y las personificaciones bien logradas de elementos percibidos por el sujeto poético que reflejan el estado anímico del mismo.

“Susurra este viento palabras dulzonas
como azúcar morena que derretida llega y
endulza sus hojas,
las palmeras la lamen golosas.”

(Palmeras, pág. 213)

Como ya he señalado, Margarita Campos Sánchez partiendo de los aspectos más cotidianos, nos va introduciendo y haciendo cómplices de sus más íntimos recovecos interiores: la soledad, la nostalgia, las heridas, pero siempre dejando la puerta abierta al amor, parte importante a lo largo de todo el poemario. Ya que es la conquista de este bálsamo el que endulza el alma y de donde surge la esperanza y la fuerza para continuar el camino. Otra parte esencial de este libro es la forma de concebir las sensaciones a través de la claridad expresiva sin ambages ni máscaras que permiten el acercamiento con el lector, quien recibe esa carga emotiva de forma directa como si de una música se tratara.

“Nuestros corazones laten
un poco más fuerte
ante este nuevo tiempo.
Solo faltas tú.
Dulce amor ausente.”

(Belleza, pág. 27)

De “SENDERO DE SENTIMIENTOS” de Margarita Campos Sánchez puedo decir como conclusión que es un poemario donde la emoción se convierte en voz poética que trasciende la estricta realidad que nos rodea y que se transforma de este modo en bella melódica que no deja indiferente.


“SENDERO DE SENTIMIENTOS”
Margarita Campos Sánchez
Editorial: Círculo Rojo
Colección: Poesía
ISBN: 978-84-9194-143-9
Formatos: Tapa blanda
Tamaños: 15×21
Páginas: 277

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“REGRESAR A CHILE”, DE JAVIER DÍAZ GIL | EL RETORNO A LA INFANCIA DE LA TIERRA.

Por: José María Herranz Contreras


Siempre se vuelve a los orígenes, suele decirse, a los ancestros. Tal es la necesidad de sentirnos partícipes de una comunidad, de la propia identidad. Participar de una “comunión” especial con el paisaje –las gentes y la propia naturaleza- es lo que subraya nuestra pertenencia a la comunidad humana, como bien subraya Aureliano Cañadas en el acertado prólogo de este nuevo trabajo, el más reciente, que nos entrega el poeta Javier Díaz Gil.

En este poemario el autor regresa simbólicamente a un lugar en el que nunca estuvo y que conformó el espacio mítico de su mundo artístico y moral, especialmente por la memoria de Pablo Neruda, el chileno universal que tanto cantó la naturaleza y el amor, y que tuvo la gran suerte de morir poco antes del golpe de estado del general Augusto Pinochet, el equivalente a nuestro Franco patrio. Gran suerte porque no conoció ni sufrió en persona las atrocidades del genocida contra sus gentes y que sumió al país en una terrible dictadura. El libro arranca con una cita, precisamente, de Pablo Neruda y otra de Ángel González. Preceden al texto dos prólogos, uno escrito por Aureliano Cañadas y el otro por María Eugenia López. Mientras el primero abunda en los aspectos interiores del viaje iniciático del poeta a esa tierra virgen e imaginaria –aprovechando el periplo físico, la anécdota del viaje, y remarcando una íntima comunión con la naturaleza- el segundo prólogo incide de forma más oscura y dramática, sólo sugiriéndolos, sobre la muerte, la tortura y la persecución política –el terror- que el dictador ejerció contra su pueblo.

Se vuelve, pues, decíamos, a los orígenes, aunque nunca se hubieran conocido, pero sí se hubiera formado parte de ellos en algún momento remoto del alma o quizá en otra vida. El libro se divide en un poema introductorio, “Iré a la infancia de la Tierra”, y en doce estadios, que marcan el itinerario del viaje simbólico y físico a lo largo de Chile. En ese lugar mítico la naturaleza es virginal y pura, pero también descomunal e inhumana. Intenta el poeta humanizarla –y lo consigue- comulgando con ella, haciéndola suya, entregándose al gran ser vivo y germinal que ella es. Ecos de la memoria de Neruda se suceden a lo largo del texto, evocación de la soledad, desolación que le producen los grandes desiertos y glaciares de Atacama y la Patagonia, compasión y recuerdo para las víctimas de la dictadura de Pinochet, sobrecogimiento sagrado ante la fuerza brutal de la naturaleza pura y viva que nos engendró.

El poeta es arrojado a la soledad personificada en el cielo inmenso, el océano, los desiertos, los glaciares, las descomunales cordilleras de los Andes, la dura luz y el viento despiadado, el silencio, en suma. Esa enajenación, ese disolverse en las fuerzas naturales, son descritas certeramente en los versos:

La palabra necesaria
alimento del dolor
y su remedio.

Saber que es posible
morirse
de silencio.

Todo viaje conlleva una experiencia drástica con la soledad. Pareciera que fuese necesario olvidarnos de nosotros mismos para encontrarnos, ya que al fin y al cabo nuestra identidad casi siempre es falsa:

En este final de travesía y niebla
permitidme levantar la vista,
reconoceros de nuevo,
reconocerme a mí mismo
en medio de esta noche
-la que me está alcanzando-.

José María Herranz y Javier Díaz Gil

El símbolo del ángel también orbita a lo largo del texto –metáfora muy querida por el autor en sus anteriores libros-, y sobre todo y finalmente la salvación por el amor, la recuperación del cuerpo amado, los ojos y la caricia de quien nos aguarda, aquello que realmente ancla al poeta a la tierra, a la vida concreta, tras esa comunión intensa con las fuerzas inmensas del sol, el viento y el mar. Completa también este tránsito por Chile, sin solución de continuidad, el paisaje humano de sus ciudades –lugar de acogimiento, contrapunto de los otros lugares descritos-, la memoria de las víctimas de la dictadura, y la compasión que siente por ellas, especialmente con un poema homenaje a Marcelo Eduardo Salinas Eytel.

Debo destacar también la cuidada edición de Lastura, especialmente la foto interior de la cubierta, y el índice tan original que detalla los lugares recorridos por el poemario. Con este libro, felizmente, se consolida la ya larga y destacada carrera literaria de Díaz Gil como poeta al que debemos seguir atentamente y al que debemos agradecer una poesía íntima, sincera y clara, que nos hace meditar y descubrir aquello que de, tan evidente, muchas veces lo tornamos oscuro.


REGRESAR A CHILE, de Javier Díaz Gil.
Prólogos de Aureliano Cañadas y María Eugenia López.
Lastura Ediciones. Colección Alcalima de poesía nº 98.
Toledo, 2017.
ISBN: 978-84-947779-5-0