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MARÍA PIZARRO: «SI QUIERES HACER LA POESÍA TU PROFESIÓN, ES COMPLEJO, VOCACIONAL Y REQUIERE UNA DISCIPLINA».

Por: Isabel Rezmo


La poesía es un lugar reivindicativo. Un lugar para vernos, para conocer nuestras limitaciones, nuestras heridas. Nuestras posibilidades o nuestro afán.

El poeta se desgasta y se regenera, se convierte en una piedra angular para sí mismo y para los demás. Para el mundo que le rodea. No importa la realidad que vivas, o las inclemencias o variables que desate la rutina diaria.

Las posibilidades son infinitas y su figura se enaltece, no por lo externo, que eso es la capa que nos envuelve y nos muestra lo exterior o lo más inmediato. La poesía es un medio para convencernos de nuestros propios valores y nuestra posición. Este es el caso de la poeta que Proverso trae este mes: la cordobesa Maria Pizarro.

En estos años pensar en Córdoba es pensar en Maria Pizarro. Pensar como poeta, como mujer comprometida.

María Pizarro, poeta y actriz nacida en Conquista (Córdoba) Experta Universitaria en Criminología y Licenciada en Arte Dramático.
Es la coordinadora en Córdoba del “Festival de poesía y arte “Grito de Mujer” y de la Antología Digital “Quejío, Córdoba con Grito de Mujer”. Su obra poética se recoge en diversas revistas y antologías de España y América.
Ha publicado los libros “Lyrica 75” (Editorial La Fragua de Metáforas, 2011) “Miembro fantasma” (Editores Florentinos, 2015) con el que obtuvo el Premio Solienses. En 2017 publica “Caja de Retratos” (Detorres Editores) El libro de haikus “La libertad de la herida” con la Editorial Iruya, presentando en Buenos Aires y Montevideo, fue publicado en 2019. Miembro del comité organizador de la Iª Feria del libro Hispanoárabe, organizada por el Circulo CIHAR, celebrada en Córdoba en enero de 2017, presentó la edición bilingüe árabe-español del capítulo “Miembro fantasma” de su libro homónimo. (Editores Florentinos, 2017) Pertenece a la corriente Crue Poétique, y algunos de sus poemas han sido traducidos al francés.

RP- ¿Cuándo te acercaste a la poesía por primera vez?

MP: En la escuela, cuando tenía 12 años. Cuando nos trasladamos a vivir a Córdoba desde mi pueblo natal, Conquista.

RP: ¿La poesía es un don, una vocación?

MP: Escribir poesía tiene un poca de los dos. El lenguaje poético, que no es sencillo para una niña, lo practicas como un juego. Es una habilidad como jugar a la goma, por ejemplo, que era lo que hacían otras niñas cuando llegué al barrio de Cañero a finales de los setenta. Pero ya si quieres hacer de ello tu profesión, es complejo, vocacional y requiere una disciplina.

RP: ¿Dónde encuentras tu “voz poética”?

MP: En la calle, en los libros, en el cine…

RP: Escritores/poetas que te hayan marcado especialmente?

MP: Rosalía de Castro, García Lorca, Rafael Alberti, Cernuda, son autores de mi juventud. Con este último llegué a montar un espectáculo teatral con dos actrices cordobesas.  Ahora leo a poetas hispanoamericanos.

RP: ¿Algún verso que recuerdes especialmente?

MP: “El amor, cuando cabe en una sola flor es infinito” de Antonio Porchia, me acompaña desde la adolescencia.

RP: ¿La poesía nos domina?

MP: Al contrario, nos hace libres, nos permite pensar.

RP: La actualidad poética nos viene marcada por esta terrible pandemia. ¿Para el poeta crees que va a suponer nuevas perspectivas creativas, de expresión; incluso de comunicación?

¿Cómo analizas esta situación?

MP: Lo que en principio podría parecer muy frío, como escuchar un recital en la pantalla del ordenador, ha permitido acercarnos a grandes festivales internacionales que para mí era impensable hace unos años.  Eso ha sido un avance, que creo que ha venido para quedarse, el uso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, como individuo, la situación me ha desbordado: he sufrido con el dolor de los demás. Es más, he perdido a un ser querido y he pasado la enfermedad.

RP: ¿Qué ha supuesto para ti organizar junto a Sergio Carlos Pérez Rodríguez en estos años, Grito de Mujer?

MP:  Es una experiencia muy enriquecedora y es una lucha silenciosa. Mientras continúen produciéndose asesinatos de mujeres de manos sus parejas o exista una muerte más por el hecho de ser mujer, no me quedaré tranquila si ese año no organizo junto a Sergio Pérez el Festival: es un compromiso personal con las víctimas. Hemos creado una familia en torno a Quejío, Córdoba con Grito de Mujer. Y esta familia de artistas solidarios: músicos, poetas, artistas plásticos cada vez es más grande, y espero que perdure, que veamos juntos el cese de la violencia a las mujeres y niñas. Es cuestión también que las leyes nos amparen.

RP: “La libertad de la Herida es tu último libro”. Un libro de Haiku que has publicado con la editorial Iruya en 2019. ¿Las heridas en cierta manera nos liberan, atajan el dolor para encontrar un rastro que defina la liberación? ¿Dependemos de ellas? ¿Qué ha significado este libro para ti?

MP: Este libro es una mirada al mundo y al dolor ajeno, que es una de mis grandes preocupaciones como creadora. He utilizado la forma japonesa con cierta libertad y me he permitido hacer poesía social. Dejo un ejemplo:

En las cunetas
con latas olvidadas
los fusilados.

RP: ¿Para terminar qué proyectos tienes en mente?

MP: Algunos proyectos quedaron en el tintero por la pandemia. Espero retomarlos,  y proseguir con la andadura de La libertad, que salió a finales de 2019.

RP: Gracias María por tu tiempo

MP: Gracias a vosotras. El tiempo está para eso, para compartirlo.

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DANTE ALIGHIERI, 700 AÑOS ETERNIDAD

El Atelier

Por: Inma J. Ferrero


No es necesario haber leído a los grandes autores de la literatura universal para sentir sus huellas en frases o conceptos del lenguaje cotidiano. ‘Kafkiano’ dibuja los efectos de un desesperante trámite burocrático, ‘quijotesco’ describe un emprendimiento aventurero o una persona soñadora, valiente, incluso irreverente. Lo mismo pasa con ‘dantesco’: así aunque no hayamos leído ninguno de los 100 cantos que componen la Divina comedia, podemos utilizar dicho adjetivo en situaciones llenas de terror, dignas del escalofriante Infierno que retrató con tanta contundencia Dante Alighieri, “el poeta supremo” de Italia.

Estatua de dante alighieri en florencia, italia

Por su enorme dimensión, no resultan exageradas las variadas celebraciones que se han preparado por toda Italia y el resto del mundo para rememorar su huella a 700 años de su muerte.

Se desconoce la fecha exacta de nacimiento del poeta y escritor italiano, pero se calcula que fue entre el 21 de mayo y el 21 de junio de 1265, en Florencia, Italia. Falleció el 14 de septiembre de 1321.

No se sabe cómo ni dónde se educó, pero tenía amplios conocimientos en muchos campos y dominaba varias lenguas. Con nueve años vio por primera vez a Beatriz Portinari, de la que se enamoró platónicamente y que se convirtió en su musa, si bien apenas tuvo contacto personal con ella. Beatriz murió en 1290, y un año más tarde Dante se casó con la que había sido su prometida desde muy joven, Gemma di Manetto, con quien tuvo cuatro hijos.

Su primera obra, La vita nuova, compuesto por poemas líricos y capítulos en prosa, muestra su relación con el amor y en particular con Beatriz. Interesado en la política, desempeñó varios cargos como embajador y magistrado, hasta la ocupación de Florencia de la facción güelfa opuesta a la de Dante, apoyada por el Papa Bonifacio VIII.

Dante se vio obligado al exilio, y viajó de ciudad en ciudad mientras creaba La divina comedia, su obra más ambiciosa y considerada como una de las obras más importantes de la literatura universal. Florencia lo condenó a muerte, por lo que nunca pudo volver a su ciudad natal y falleció en Rávena, donde fue enterrado.

Sepulcro del poeta Dante Alighieri

Nunca habrá otro Dante. No sólo porque Dante Alighieri, fuera un genio irrepetible, sino también porque las condiciones actuales probablemente no son las idóneas para la aparición de un nuevo Dante. Pensemos en la personalidad del autor, aunque no sabemos mucho de su vida, a través de sus escritos podemos percibir que se muestra seguro de su idiosincrática teología católica y de su sistema de valores, que difería lo bastante de los dictados oficiales del Vaticano como para que algunos de sus escritos fueran prohibidos; tenía suficiente certeza acerca de su propia comprensión de los asuntos religiosos como para describir el inexplorado territorio del purgatorio y contarnos qué aspecto debería tener la santísima trinidad; estaba seguro de que las distintas religiones se equivocaban al situar a sus líderes en el infierno; sostenía con fuerza la opinión de que debemos tener dos gobernantes, un emperador universal y un papa, para regir sobre toda la humanidad. Todo esto permitió a Dante escribir la Divina Comedia, porque le daba la posibilidad de diseñar el infierno, el purgatorio y el cielo, así como a todos sus habitantes, y de describir su propio viaje por esos ámbitos.

A medida que fueron pasando los años, y los corpus de conocimiento y los sistemas de creencias se multiplicaron, el poema de Dante, con sus inflexibles puntos de vista, tuvo un recorrido difícil. España fue el primer país, aparte de Italia, que leyó y tradujo a Dante. La Inquisición, sin embargo, en reacción contra la incipiente diferenciación cultural, retrocedió ante la condena de Dante de varios dogmas católicos. Esto retrasó en España durante siglos la repercusión amplia de Dante. En el siglo XVIII, a ciertos creadores de tendencias culturales franceses, como Voltaire, les parecían bárbaras las descripciones que hacía Dante de los castigos infernales, de manera que lo enterraron, aún más, bajo su desaprobación. A lo largo del siglo XIX la teología y la ideología de Dante siguieron siendo las razones principales para impedir o permitir la lectura de su poema. En el siglo XX, después de la II Segunda Guerra Mundial, lo tacharon de demagogo, de extremista.

Con todo, Dante es más popular ahora en todo el mundo de lo que quizá haya sido nunca en cualquier otro momento de la historia. Y esto sucede a casi setecientos años después de empezar a escribir su poema.

A medida que ganamos distancia con respecto del rígido sentido de la realidad que tenía Dante, la realidad que él inventó meticulosamente en la Comedia se vuelve más accesible para todos nosotros. Es casi como si en un mundo que se ha diversificado en tantas religiones, sectas y culturas, la visión de Dante pudiera por fin ser compartida por todos nosotros -es decir, no nos pertenece a ninguno. Y esto es así porque  con el paso del tiempo la ideología política de Dante y la mayoría de sus certezas teológicas ya no suscitan polémica. Todos podemos creer en el poema, sin tener en cuenta nuestros antecedentes. Así, el poema en realidad logra finalmente lo que Dante se propuso: crear una nueva unidad.

Sepultura de Beatrice Portinari

Bien es cierto que seguramente no es así como Dante hubiera querido que leyéramos su poema. Sin embargo, la mayor parte de nuestro arte y nuestra cultura no se aprecia en el contexto que sus creadores imaginaron. Y sinceramente,  estoy segura de que el poema de Dante nunca se ha leído bajo el punto de vista que él quería. Dante, por lo que hemos podido averiguar, pretendía sinceramente que sus lectores creyeran que él en efecto realizó ese viaje por los tres reinos de la vida después de la muerte, como Eneas o san Pablo, a quienes menciona al comienzo de su poema. Pero no he encontrado ninguna prueba clara de que ningún lector se tomara esta pretensión en serio, incluso en tiempos del propio Dante. Ni siquiera su hijo Pietro, que escribió el primer comentario sobre el poema.

Pero esto es parte de lo que hace que la literatura sea excitante y siga viva: transformamos la literatura cada vez que la leemos, igual que Dante transforma a Virgilio, su autor favorito, al reclutarlo como personaje central de la Comedia. Virgilio incluso adquiere un nuevo destino en el plan de Dante -un destino agridulce, como guía valiente, pero también como ciudadano permanente del infierno-. Parte de la fascinación que Dante sentía por Virgilio viene del hecho de que si la Eneida contaba los orígenes de Roma, Dante estaba intentando arreglar la identidad presente y futura de Italia. Así que Dante integra a Virgilio en esta nueva visión. Aunque en su historia Virgilio resulte abandonado finalmente en el infierno, Dante se asegura de que su poesía no se abandone.

La Divina Comedia marca el origen de la literatura moderna: una literatura de ideas. De manera que aunque ajustamos constantemente nuestros paradigmas literarios, siempre llevamos con nosotros a Dante. Encontramos en él conceptos nuevos, nuevos principios, nuevos detalles, nuevos recuerdos para  que nos acompañen en el devenir de nuestro viaje. Es por esto que leer a Dante es tan importante, porque al leerlo lo seguimos haciendo nuestro a través de nuestra propia visión actual, y aunque leamos una traducción del texto, hallamos un Dante que tiene su propio valor, independientemente del texto original. Ya que la traducción de La Divina Comedia, es otra manera de desafiar constantemente al texto y de redescubrirlo. Lo que me lleva a la conclusión de que he leído La Divina Comedia  no sólo para descubrir lo que dice, sino también para descubrir lo que podría estar diciendo mañana. ¿Y tú por qué la lees?

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TERESA DE ÁVILA, DIVINA PASIÓN

Por: Carmen Garcia Gonzalez


“Esta divina pasión/ del amor en que yo vivo/ ha hecho a Dios mi cautivo/ y libre a mi corazón; / y causa en mí tal pasión/ ver a Dios mi prisionero/ que muero porque no muero”

Dice Rafael Álvarez “el Brujo”, actor y dramaturgo, en su magnífico espectáculo “Dos tablas y una pasión”  que Teresa de Ávila no llegó al arte y a la mística a través de la religión, sino que fue precisamente al revés, que la contemplación del arte (en este caso la visión de un cuadro donde se representaba a Jesucristo y María Magdalena), de la belleza artística, le llevó a la religión.

Siglos más tarde, la impresión que le causó al escritor francés del siglo XIX Sthendal la visión  de la Florencia renacentista, daría lugar a lo que se llamaría “el síndrome de Sthendal”, que se produce cuando algo que observamos  nos parece tan maravilloso que nos trasciende más allá de la realidad, una especie de embriaguez súbita que nos inunda ante algo realmente bello. Quizás eso fue lo que le ocurrió a Teresa.

“Alma, buscarte has en Mí / y a Mí buscarme has en Ti.”

La Iglesia pronto la hizo santa, debía tener buenos amigos al igual que poderosos enemigos.  Para Teresa, descendiente de judíos conversos, el fantasma de la limpieza de sangre siempre revoloteo sobre su vida y escritos. En una sociedad donde la Iglesia regía la vida de todos, no ser “cristiano viejo” era una mancha en el buen nombre de una familia, y la Santa Inquisición podía hacer acto de presencia en cualquier circunstancia y acusar de hereje incluso al más beato.

Cómo dijo don Quijote: “Sancho con la Iglesia hemos topado”, Teresa topó con la Iglesia, aunque más bien fue la Iglesia quién topó con ella para encontrarse con una de sus más grandes reformadoras.

La biografía de Teresa de Ávila o Santa Teresa de Jesús es bien conocida. Nace Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada el 28 de marzo de 1515 en Ávila y muere en Alba de Tormes de tuberculosis en octubre de 1582. Es beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Lo que se dice una carrera meteórica.  Nombrada doctora de la Iglesia Católica en 1970, es la primera mujer que  ostenta este título. “Doctores tiene la Iglesia” dicen, pero doctoras en dos mil años de cristianismo solo tres: ella, Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza, Santa Teresita del niño Jesús.

Sin embargo, lo que nos ocupa en este artículo no es su santidad, sino su   poesía.  La trasposición del ardor religioso a los más bellos poemas de amor místico que con San Juan de la Cruz y Fray Luis de León iluminan la literatura en castellano.

Teresa y Juan se conocen cuando ella tiene cincuenta y dos años y el veinticuatro. Qué poder de convicción no tendría nuestra mística en esa España, dueña de un Imperio en donde nunca se ponía el Sol, que fue capaz de hacerle olvidar su intención de retirarse a la cartuja del Paular, (pensaba dedicarse a la oración apartada del mundo) para  que la siguiese a fundar el primer convento masculino de la orden del Carmelo.

“Vámonos a enriquecer/ a donde nunca ha de haber/ pobreza ni desconsuelo/ hijos del Carmelo…..Hermanos, si así lo hacemos/ los contrarios venceremos/ y a la fin descansaremos/ con el que hizo tierra y cielo/ hijos del Carmelo.”

Si Teresa hubiera nacido en este siglo, estoy segura de que le encontraríamos al frente de muchas manifestaciones convertidas en una activista. Ella en sí, en su condición de mujer, tuvo que  luchar toda su vida por “ser” y no dejar de “ser” y no pudo desarrollar toda su energía y creatividad  más que a través de la religión; porque si a los siete años –como dicen las crónicas- ya quiso escaparse para ir a recorrer mundo, y a los catorce escribió una novela de caballería, qué poder podía enclaustrarla. Un marido físico casi le hacía esclava, pero un marido espiritual podía ser la salvación para una personalidad tan arrolladora.

“Si el amor que me tenéis/ Dios mío, es como el que os tengo./Decidme: ¿en qué me detengo”.

Entre  deambular por las tierras de Castilla fundando conventos de la orden del Carmelo, enfrentarse a la Inquisición por su idea de reforma de la orden que a veces veía en ella una hereje, y tener trances místicos (algunos  opinan que tales trances no eran más que la manifestación de ataques epilépticos), Teresa de salud delicada, pero de voluntad recia sacaba tiempo para escribir. Aunque su orden se debía a la humildad y a la pobreza, ella  provenía de familia hidalga y culta. Amante de la lectura (le volvían loca los libros de caballería), la propia Teresa reconoce en sus escritos que le cuesta ponerse a ello, pero que lo hace para transmitir a sus monjas su ideario. Escribe de forma sencilla y amena, sin demasiado artificio, tratando de desarrollar su mensaje y hacerlo entendible. Así utiliza el castellano y no el latín (también criticada por esto, ya que el latín se consideraba la lengua culta de los eclesiásticos,  pero incomprensible para el pueblo llano). Es de destacar su prolífica correspondencia, escribió más de cuatrocientas cartas a diversos personajes importantes de la época (entre ellos Felipe II) dejando en ellas su impronta de una mujer con carácter y determinación.

Sus obras, aparte de la poética, se dividen en dos categorías: las llamadas autobiográficas y las de carácter místico. En las autobiográficas encontramos: “El libro de la vida” donde nos cuenta sus aficiones, gustos, y sus comienzos. Nos habla por primera vez del fenómeno de la “transverberación”, ese éxtasis o trance que se apoderaba de la santa y en el cual entraba en contacto con la divinidad y que tan bien esculpió el artista barroco Gian Lorenzo Bernini. Le sigue  “El libro de las Fundaciones” donde continúa de manera sencilla explicando su reforma del Carmelo y reúne cartas, diarios, notificaciones…

En sus obras místicas  “Camino de perfección”, un guía de espiritualidad en principio para sus monjas y extensibles a los seglares; y en “Las moradas” o “el Castillo Interior”, donde explica los laberintos que el alma debe de traspasar para llegar a la pureza más absoluta; Teresa complica un poco ese lenguaje sencillo y espontáneo, utilizando metáforas y alegorías aunque sin perder su frescura.

Luego tenemos sus poemas, unos treinta, repletos de amor a Dios, representado en la figura de su hijo Jesucristo. Poemas sencillos pero a la vez rebosantes de pasión. En sus versos el amor místico cantado de manera austera sobrecoge, el amor  al ser supremo aparece tan puro que inquieta:

“Dichoso el corazón enamorado/que en solo Dios ha puesto el pensamiento/ por él renuncia todo lo criado/ y en él halla su gloria y su contento”

Pero…  ¿y si sus poemas no son más que la exposición de un deseo casi carnal barnizado por un patina religiosa?  Teresa es un volcán de actividad constante  pero en Alba de Tormes le sorprende la enfermedad. Allí fallece de tuberculosis, sin haber publicado ninguno de sus escritos y sin saber que su cadáver será mutilado y repartido como amuleto. ¿Qué pensaría al saber que siglos más tardes un dictador dormiría cerca de su brazo incorrupto? Quizás nos contestaría: “Solo Dios basta”.

“Nada te turbe/, nada te espante…Quien a Dios tiene/ nada le falta/ Sólo Dios basta”

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¿PARA QUÉ SIRVE LA POESÍA?

Por: Kepa Murua


Como no sirve para nada finalmente parece que sirve. No sirve para alcanzar el poder, pero sirve para responder al poder con sentimientos cercanos. No sirve para vivir, pero la poesía vive con las palabras. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros cuerpos, para reflexionar y sentir la belleza y hondura de las palabras que nos explican cómo somos. No sirve para amar, no sirve para gritar, no sirve para llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para que su tristeza te atraviese el pecho. No sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie, no sirve para lograr la paz. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, no sirve para emborracharse, no sirve para estarse quieto. Pero sirve para celebrar la vida, sirve para embriagarse de otros sentidos, para moverse por otros lugares. No sirve para la muerte. Sirve para la vida. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre. Como lo que no sirve, pero al final sirve.

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ELEGÍA: ALFREDO PIQUER

Aquel sillón de cuadros

Por: Inma J. Ferrero


El poeta Alfredo Piquer bajo el título “Elegía”, publicado en Huerga y Fierro editores, nos muestra un paisaje donde la memoria, tanto familiar como la de aquellos amigos que dejaron su huella, es la piedra angular. “Mi madre mientras cose las muñecas / de la guerra, mi madre entre banderas rojigualdas, católica, de blanco / como un lirio entre los lirios”. Este poemario nos atrapará desde la primera de sus páginas hasta la última. Haciendo más que evidente que este magnífico poeta se mueve como pez en el agua entre los poemas de este libro.

En una primera lectura podemos apreciar las luces y las sombras que envuelven este poemario, y que nos acompañarán a lo largo de todo nuestro periplo poético. Nos encontramos ante un canto íntimo, llegando a veces a la más profunda nostalgia.  “Ahora que el bramido del tiempo y del absurdo/ se ensordece y se apaga lentamente / y la memoria pugna por restañar su herida; …” 

Dividido en cuatro partes y un epílogo, en el fondo y forma es un poemario vivo, afilado y rico de matices, un poemario que da muestras de las vivencias, anhelos y esperanzas del autor. En lo formal, Alfredo Piquer opta por el verso libre. Dando así una mayor  intensidad y dramatismo a la obra y haciendo que sean sus versos cortantes como cuchillos que necesitan llegar al alma, y así comprenderse en lo más profundo de nuestro ser. Todo esto propicia cierta sensación de vértigo, que nos precipita en la lectura díscola y nerviosa de todos los versos que forman dicho poemario y que habrán de formar parte de las baldosas que van cimentando nuestra opinión como lectores. Se nos muestra una maraña de latitudes poéticas, desde el poema corto, que nos deja hambrientos, al poema largo que nos deja saciados, aunque con ganas de un nuevo poema del que seguir alimentándonos. Cada sensibilidad rescatará de esta cantera de sentimientos su propia conclusión, su propio yo, su propio sentir  tejido en la telaraña de este genial poeta a lo largo de todos y cada unos de sus versos. “Callada y abatida bajo el trazo que escinde / el resplandor del pelo y de los labios y la niebla y la nieve desplegando su frío / blanco sobre la falda”.

La lectura de este poemario forja una comunicación estrecha e intima entre poeta y lector, una suerte de solidaridad que nos lleva a sentir en nuestra propia piel cada una de los anhelos que forman parte de este libre. Alfredo Piquer, a través de un lenguaje rico en matices, en metáforas, nos conduce a través de la nostalgia, la soledad, la angustia de la ausencia y de la pérdida más sentida y arrebatada «Porque solo la muerte supone la única huida / del largo desamor y la miseria».  Nos sitúa en el mismo centro de la acción, de su experiencia  vital. Y nos hace dejar nuestra posición de meros lectores, para hacer nuestro su universo emocional, para compartir un sentimiento, que todos hemos sentido a lo largo de nuestro viaje en la vida. “Mece la cuna Elizabeth enajenada y triste, / mirando el vacío…”.

Debo incluir necesariamente, la temática mitológica tan ligada a la figura de “Ulises”, que Alfredo Piquer deshila de manera magistral “Odiseo está loco, solo a él le obsesiona / optar por la memoria, si al final, como a todos, / solo le espera la muerte…” También viaja en esta obra el recuerdo a sus poetas románticos, tanto alemanes como ingleses.

Este es sin duda un poemario que no se debe dejar de leer, que no nos dejará indiferentes ante su lectura y posterior compresión, y que recomiendo a todo aquel lector que sienta preferencia por la poesía con cierta reminiscencia romántica, que se sienta atraído por las profundidades del sentir humano. Por la poesía desgarrada que nos lleva a pensar que una vez perdimos la luz y que nuestros días se nublaron en una profunda desesperanza, pero que siempre hay un resquicio que nos llenará e iluminará de nuevo el camino.


ELEGÍA

Autor: Alfredo Piquer

Editorial: Huerga y Fierro Editores

ISBN: 9788412226614

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LARGA VIDA A LA TERTULIA

El Atelier

Por: Inma J. Ferrero


Son tiempos complicados para las reuniones, los eventos sociales o los encuentros entre amigos. La pandemia y los confinamientos, aislamientos y las varias restricciones sociales a las que hemos estado (y seguimos estando) sometidos en estos últimos meses han tenido evidentes consecuencias en nuestra manera de ver la vida. La pandemia del coronavirus ha dejado un sentimiento agravado de soledad.

Soledad que ha sido mitigada en muchos casos por las video llamadas de familiares, de amigos y en casos como el mío, de las video reuniones de las tertulias literarias a las que pertenezco.

Pero ¿Qué son las tertulias?: son reuniones que, con un tono coloquial, se celebran periódicamente en casas o en cafés para hablar de literatura o de política o para compartir ideas, gustos y aficiones.

En España, las tertulias tienen su origen en las Academias del Siglo de Oro. En Madrid fueron famosas a comienzos del siglo XVII la Academia Selvaje y la Academia Mantuana.  La Academia Selvaje o Salvaje, también llamada Del Parnaso, surge en 1612 en la casa que el caballero Francisco de Silva tenía en la calle Atocha. El nombre de Selvaje venía del apellido del anfitrión: Silva. En esta Academia literaria, a la que asistió Miguel de Cervantes, cada miembro debía adoptar un seudónimo relacionado con el amor. Fueron frecuentes los certámenes literarios o justas poéticas. En la Academia Mantuana fue donde Lope de Vega leyó su “Arte nuevo de hacer comedias”. Por otra parte, existían las tertulias teatrales, donde los críticos hablaban de las obras representadas en los corrales de comedias, y hacían frecuentes alusiones a Tertuliano.

En el siglo XVIII brilla con luz propia la tertulia de los neoclásicos, en la Fonda de San Sebastián, la primera tertulia moderna de nuestra literatura. Dirigía la tertulia Nicolás Fernández de Moratín y  asistieron José Cadalso, Iriarte, Samaniego, Meléndez Valdés, Jovellanos, Goya, … Y en su última etapa también fueron contertulios varios autores del Romanticismo. En la tertulia se hablaba de literatura, de amores y de toros, de las tragedias italianas y francesas, y su orientación era más bien italianizante que pro-francesa. Estaba prohibido hablar de política. Los autores reunidos allí aspiraban a renovar la poesía, librándola de la tradición barroca, y pensaban crear también un nuevo teatro según los postulados estéticos del Neoclasicismo.

Era frecuente que los nobles convocaran en sus palacios a los escritores para que recitaran sus obras. Algunos, deseosos de diversión, citaban a escritores enemistados entre sí por el gusto de verles discutir.

La creación de Sociedades Económicas de Amigos del País a fines del siglo XVIII facilitó la creación de tertulias. Por su parte, la difusión de la prensa escrita, que se solía leer en los cafés y casinos, animó la charla y el debate en torno a la actualidad.

Las sociedades patrióticas, generadas en el breve período de libertad que supuso el Trienio Liberal (1820-1823), impulsan el auge de las tertulias madrileñas. En casi todos los cafés vibran encendidas las voces de los liberales y también de los conservadores. Tras la tiranía de Fernando VII renacen las tertulias.

Entre 1830 y 1849 tiene lugar una de nuestras tertulias literarias más importantes, la del Parnasillo, que congregó a los poetas románticos en el Cafetín del Príncipe. Este café, situado junto al Teatro del Príncipe (hoy teatro Español), congregó a decenas de escritores, entre ellos: Larra, Espronceda, Zorrilla, Bretón de los Herreros, Ventura de la Vega, Mesonero Romanos, etc. El cafetín del Príncipe era largo y estrecho y carecía de toda comodidad. Sin duda los románticos lo eligieron precisamente por su carácter decadente y porque allí nadie los importunaba. Tras las tertulias, algunos escritores se dedicaban a gastar bromas a los sufridos paseantes del Madrid nocturno.

En 1837 se constituye el Casino de Madrid, escenario de las tertulias de la clase dirigente. En la segunda mitad del XIX y durante el primer tercio del siglo XX las tertulias de la buena sociedad proliferan en los salones de los palacios madrileños (Palacios de Parcent, de Bauer, del marqués de Monistrol, Casas de las marquesas de Bolaños y Esquilache, Casa de Emilia Pardo Bazán…) En estas reuniones se combina la tertulia con recitales de poetas y actuaciones de músicos y cantantes. En los cafés públicos no estaba bien vista la participación de mujeres en las reuniones, por ello Concepción Arenal tuvo que vestirse de hombre para poder asistir a la tertulia del Café Iris. Las tertulias de las peñas taurinas fueron muy numerosas en los cafés y tabernas de Madrid. Otro tipo de tertulias se ha celebrado tradicionalmente en las reboticas de las farmacias (caso de la farmacia Deleuze) o en la trastienda de las librerías (caso de la librería Moya).

Los cafés históricos de Madrid, tristemente desaparecidos en su mayor parte, congregaron a escritores, artistas y amantes del saber. Fueron célebres las tertulias del café de Fornos, el café Suizo, el café Colonial, la Granja del Henar, el café de Las Columnas, el café de La Montaña… En el inicio del siglo XX, el Nuevo Café de Levante congrega a numerosos tertulianos. En palabras de Valle-Inclán: “el Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias”. Valle-Inclán ha sido el tertuliano por excelencia de nuestra literatura. En su última etapa frecuentaba la tertulia de La Cacharrería, en el Ateneo.

uizás la tertulia más conocida de nuestro siglo XX haya sido la que tuvo Ramón Gómez de la Serna en el café-botillería de Pombo, tertulia inmortalizada en el famoso cuadro de Gutiérrez Solana. En el café del Prado, cerca del Ateneo, se sentaron en distintas épocas Bécquer, Ramón y Cajal, Menéndez y Pelayo, Buñuel o Lorca. En la cervecería de Correos se reunía García Lorca con otros poetas de la Generación del 27.

En el entrañable Café Lyon, incomprensiblemente transformado en pub irlandés, se congregaban varias tertulias: la de José Bergamín, la del banco azul, formada por miembros del gobierno de la República, la de Pittaluga, la de Valle-Inclán, o la de la Ballena alegre, de los falangistas. En el otro Lyon, “El Lyon D´or” se reunía la tertulia de los narradores de la generación de 1955, presidida por Antonio Rodríguez Moñino. Allí se citaban Rafael Sánchez Ferlosio, e Ignacio Aldecoa, entre otros.

Con la llegada de la Democracia, resurgen con fuerza las tertulias. En la Transición se crearon en Madrid nuevos cafés que reproducían el modelo de los desaparecidos cafés decimonónicos. Cafés como el Ruiz, el Manuela, el Despertar, La Aurora, el Central, etc. En Malasaña se reúne la tertulia de los presocráticos, a la que asisten Agustín García Calvo y Fernando Savater. Isabel Escudero, por su parte, creó la tertulia sobre el amor. La tertulia del Café Gijón congrega a escritores como Manuel Vicent o Francisco Umbral. Las tertulias inundan las emisoras de radio, permitiendo a muchos miles de oyentes incorporarse a estas charlas que salen de los cafés para expandirse a través de las ondas. Las tertulias audiovisuales marcaron la época de la Transición y de las primeras décadas de libertad. Lo que nos lleva a la pregunta ¿Existen las tertulias en la actualidad tal y como eran o han desaparecido? ¿Si existen han evolucionado o se han estancado en su definición del siglo pasado?

Actualmente no concebimos la Tertulia como  una manera de juntarse en un sitio estratégico y estar caliente. A la que se acudía desde las cuatro de la tarde hasta las nueve —hora a la que la mujer ya tenía la cena hecha—, y se tomaba un café y mucha agua, o se veía a quién arrimarse para poder tomar algo.

Después de todo lo dicho, y a pesar de muchas voces que dicen lo contrario, creo que las tertulias siguen existiendo, seguimos quedando en bares, bibliotecas, ateneos etc.: para recitar, hablar, estar juntos… Pero ¿Por qué son importantes las tertulias? Desde mi punto de vista, tenemos necesidad de expresarlos, de socializar, y una tertulia es una forma de juntarse menos seria, menos aburrida, menos academicista (en algunos casos) y más divertida e informal, aunque no por ello menos profunda. Y esto es así porque estamos en una sociedad donde todo el mundo tiene algo que aportar. Por ello la tertulia tiene un futuro largo, un futuro lleno de riqueza y pasión que la llevará a sobrevivir siglo tras siglo.

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PACO MATEOS: «LA POESÍA PARA MÍ ES UNA SEGUNDA VIDA. LO MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA UN TIEMPO CON VISOS DE ETERNIDAD QUE NO ACABA NUNCA.»

Por: Isabel Rezmo


Según Ricardo Gullón Lorca sobre la poesía asegura que «es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas«. O también que «no tiene límites». Nos puede estar esperando en el quicio de la puerta en las madrugadas frías, cuando se vuelve con los pies cansados y el cuello del abrigo subido. Sin embargo, le dice a Gerardo Diego: «Pero ¿qué voy a decir yo de la poesía? ¿Qué te voy a decir de esas nubes de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la poesía».

Luis Cernuda hacen evocar la figura del poeta, como la de un Bécquer actual, errando melancólico por climas de triste lejanía. Cernuda es un contemplativo. Atraído por el mundo y su contradictoria hermosura, hecha de sangre y sueño, de placer y angustia, buscó en su primer libro el «Perfil del aire», aspiró a una exactitud de concepto cercana a la noble escuela de Jorge Guillén. 

Desde esta perspectiva de este papel del poeta humano, contemplativo, Proverso presenta este mes a un poeta que se mueve entre la vida, la pasión, lo humano y una lírica y una fuerza como pocos demuestran. Hablamos de Paco Mateos. Hablamos de un poeta dedicado en cuerpo y alma a la vida y a la poesía con las connotaciones que eso conlleva.

Poeta escritor. Conferenciante. Nació en Lora de Estepa, Con la luna en Capricornio en 1953. Descubrió a Bécquer a los catorce y Machado a los dieciséis desde entonces no ha parado de escribir. Paco Mateos es dueño de un lenguaje poético, luminoso y musical con marcadas influencias de los mundos y formas flamencas así como de la tradición andaluza. Pero quizás lo que mejor defina su ya larga y prolija producción poética sea la presencia constante de la poesía amorosa en toda su obra. El Poeta se ha consolidado como una de las voces más vigorosas de la poesía andaluza, participa en numerosos encuentro y recitales y la presencia de su voz poética es constantes en las redes sociales. Poeta comprometido con su tierra y con la luz, solidario frente al dolor y las tragedias de su tiempo, pertenece al grupo de poetas de Sevilla, “Poetas por la Paz”.
Paco es autor de los siguientes libros: «Al Sur del corazón» “El Alba rumorosa” “Del color de las nubes!,“Las Cuatro Esquinas del Tiempo.”, “A la sombra de abril”, El lánguido candor de la rosa de otoño”, “La Flor del deseo” y “La Venus del Jazmín” editada en mayo 2019 en amazon
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RP: Buenas tardes Paco, ¿Qué importancia tiene para ti la poesía?

PM: La poesía para mí es una segunda vida. Lo más importante de la vida un tiempo con visos de eternidad que no acaba nunca.

RP: ¿Crees que se ha perdido  el sentido más romántico y visceral de la poesía?

PM: No se escribe, se siente con el alma, se escribe con el alma y todo transido del fulgor y la luz melancólica de la palabra poética.

RP: ¿Cuándo te acercaste a ella por primera vez?

PM: Con 5 años, yendo de la mano de mi madre a la estación del tren de Casariche andando seis kilómetros y nos sorprendió la luz intensísima de un amanecer que aún pervive detenido en mis ojos.

RP: Uno de los rasgos en tu poesía es el lirismo que te inunda ¿qué poetas te han influido o te han marcado?

PM: Antonio Machado, Luis Cernuda, Federico García Lorca y Miguel Hernández.

RP: ¿El amor es tu principal impulso para escribir?

PM: Sí. El amor en todas sus formas y maneras. El amor intemporal, libre, desatado, pasional, lúbrico. El amor su fuerza cósmica, la historia, el mundo y todo sus derivados giran en torno a él. Sin él no existiría el arte, ni la música, ni el cine, ni la literatura.

RP: ¿Hay posibilidad de separar el hombre del poeta?

PM: Sí. Si rotundamente sí. Una es la vida cotidiana banal, intrascendente, fútil por la que transitamos como número descabalgado y solo sin más fin que nacer y morir y otra la luz interior deslumbrante cósmica esa que nos hace crear mundos donde la belleza, el dolor y el sentir el mundo que trasmina su esencia, su infinitud. El universo tocado por la mano primera a tientas como un niño que descubre el misterio mismo de existir.

RP: ¿Has descubierto ya todo lo que era preciso,  o crees que aún falta mucho por vivir y saber?

PM:Como bien dijera nuestro dilecto poeta sevillano don Antonio Machado. “Hoy es siempre todavía”. Cada día, cada instante, cada soplo de la vida que te alienta, cada luz, cada tarde nunca el poeta siente de la misma manera, los poetas inventan la vida a cada paso y aún después de morir siguen abrazados a los versos.

RP: Un verso que ahora mismo  recuerdes…

PM: Un verso de un poema en prosa de Luis Cernuda en su libro “OCNOS” en donde el poeta cuenta la vuelta a un hotel en  la frialdad de una madrugada desolada y nos dice: “Y siempre pueda verte / frente a los ojos míos / sin miedo y sobresaltos de perderte”

RP: ¿Qué hay de Paco Mateos en cada libro que has escrito? ¿Qué encontramos en ellos?

PM: El yo impersonal con el que escribo es mi luz y mi sombra. Sombra que no es mía sino de los que antes de mí vivieron y escribieron en esta tierra milenaria que canta por los siglos fiel a la tradición y su maestro mi poesía es andaluza, luminosa, honda, transida, de música y de ritmos identitarios. Poesía en busca de la luz, del alma de las cosas, de la naturaleza en su estado más puro.

RP: ¿Cómo estás viviendo esta época de pandemia?

PM:Con dolor, pero también con rebeldía y creando incesantemente porque debemos los artistas aportar al mundo nuestra luz como consuelo frente a tanta desolación, el arte tiene la obligación de permanecer, de afirmarse frente a todo. Eso tan sencillo y tan difícil nos salva.

RP: A modo de despedida, algo que quieras señalar.

PM: Quiero despedirme, con unos versos que esta vez no son míos sino de ubetense Joaquín Sabina “Que el fin del mundo, nos pille bailando”.

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UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE

Por: Kepa Murua


Un poema nos aguarda después de recordar una experiencia inolvidable. Creemos que tras un paréntesis imprescindible para congelar en la memoria un recuerdo inevitable, el poema alcanzará su forma definitiva porque el poeta se hizo hombre con él. Pero el poema tiene su propia independencia y movimiento. Intuimos que todo puede ser un poema, pero somos conscientes del límite de esta aseveración cuando muchas experiencias quedaron en el primer esbozo o se congelaron en el tintero de la pasión y de la memoria. Observamos su primer fraseo y un cúmulo de palabras desordenadas nos obligará a volver a la historia pensada con el sentimiento del olvido alzándose eternamente en el horizonte. El poema lo es todo y es nada. A veces un primer verso, otras una repetición de palabras como un único vértice de lo que acontece por nuestras vísceras endemoniadas, y otras, el susurro de la mente cabalgando por nuestros oídos como el mar de un viento único que se abraza ante nuestros ojos. Estaba, pero no nos dimos cuenta, éramos, pero quisimos ser otros frente al paisaje de la poesía. El de la infancia, el de la vida, el amor, la soledad y la muerte, una única premonición a oscuras cuando se acerca el poema en su primera impresión y desdoblamiento. Tu voz y la mía, lo que pretendemos y no logramos, lo que quisimos alcanzar y apenas nos deja un rastro, como un olor que reconocemos, algo muy nuestro, pero que no sabríamos definir a ciencia cierta pese al poder que encierran las mismas palabras en la búsqueda de esa definición. El día que un mar no tenga tus ojos, el día que aciertes con ese olor y lo encierres entre las palabras, ese día, dejarás de escribir, o escribirás el último poema, quizá el mejor, el más bello. El único e irrepetible, pero entonces nadie, nunca nadie, sabrá que te estás pisando la identidad en un mundo de silencios y murmullos inevitables ante lo inevitable que es la vida en el itinerario del poema. 

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ELIZABETH BARRETT BROWNING, VICTORIANA Y FEMINISTA

Pilar Alcalá García


Para Edgar Allan Poe Elizabeth Barrett Browning fue un referente y Emily Dickinson la admiraba tanto que tenía un retrato de Browning en su habitación. Solitaria, melancólica, fóbica, adicta al opio por una dolorosa afección en la espalda, compuso varios de los mejores poemas de amor de la literatura inglesa. Elizabeth fue una feminista en la época victoriana, apoyó la unidad de Italia, hizo campaña por la abolición de la esclavitud, condenó el trabajo infantil y amaba a Homero. “La Safo de nuestro tiempo”, para Wilde; “la Shakespeare entre las mujeres”, según Ruskin.

Elizabeth Barrett Moulton-Barrett nació el 6 de marzo de 1806 en Coxhoe Hall, Durham, Inglaterra y murió el 29 de junio de 1861 en Firenze, Italia. Su padre era propietario de una plantación de azúcar en Jamaica y su madre provenía de una familia adinerada descendiente del rey Eduardo III. Elizabeth fue la mayor de doce hermanos y como la gran mayoría de niñas de su tiempo, fue educada en casa, con la ayuda de un hermano y un vecino suyo que la introdujo en el mundo de los autores griegos. Era muy joven cuando había leído autores de la talla de Shakespeare o Dante. Con veinte años, Elizabeth ya había publicado de manera anónima su primera obra: Ensayo sobre la mente y otros poemas.

Elizabeth Barrett Browning

Es una de las poetas más representativas de la época victoriana que también se dedicó a la novela y a la traducción. Mujer extraordinaria por su inteligencia que conquistó con su arte a numerosos autores de la época, es considerada como uno de los grandes talentos en lengua inglesa dentro del género lírico, en particular, el amoroso. Vivió una infancia privilegiada organizando producciones teatrales familiares con sus once hermanos. Recibió una esmerada educación, por eso desde niña se interesó por todo tipo de libros, sobre todo los clásicos, y antes de cumplir los diez años había leído en griego las obras de Homero. De salud delicada, no tuvo problemas hasta 1821, cuando el Doctor Coker le recetó opio debido a sus problemas nerviosos. En el año 1820 apareció su primer poema, “La Batalla De Maratón” y seis años después escribió Ensayo sobre el hombre y otros poemas. En 1928 falleció su madre y la familia se traslada a Londres y allí traduce el Prometeo encadenado de Esquilo y empieza a publicar algunos libros. Sabemos que no era muy dada a las relaciones sociales, pero hay que tener en cuenta la difícil situación que tuvo que vivir. Sufrió la pérdida de dos de sus hermanos. En 1838 Edward, su hermano favorito, muere ahogado, fue un tremendo golpe que la postró durante meses y del que nunca se recuperó completamente. Además, en la década de los 40 sufrió una lesión en la columna vertebral que le dejó inválida y la obligó a utilizar con asiduidad el opio para calmar los dolores. Se volvió una inválida ermitaña que pasó los siguientes cinco años en su habitación y viendo solo a una o dos personas, además de a su familia inmediata. Uno de aquellas personas era John Kenyon, un hombre rico y simpático, amigo de las artes.

En 1844 Elizabeth publicó una colección de poemas que incluía “El lamento de los niños” y “El galanteo de Lady Geraldine”; cuya introducción en la edición estadounidense fue realizada por Edgar Allan Poe, lo que la convirtió en una de las escritoras más populares, y lo que decidió a Robert Browning a escribirle diciéndole lo mucho que le gustaban sus poemas. Kenyon organizó la visita de Robert en mayo de 1845, y desde entonces, comenzó uno de los noviazgos más famosos de la literatura. Seis años mayor que él e inválida, Elizabeth no pudo ni imaginar que él la quisiese todo lo que decía hacerlo, y sus dudas las recogen los Sonetos de la portuguesa, que escribió en los siguientes dos años, durante el noviazgo. Pero el amor lo puede todo y Robert, como ya había hecho su héroe Shelley, se llevó a su amada a Italia, casándose una semana antes, como buenos victorianos. Se casaron en secreto en 1846, ya que el padre de Elizabeth había prohibido el matrimonio a todos sus hijos y jamás le perdonó su boda con Browning. La boda se celebró el 12 de septiembre en la iglesia de Santa Marylebone en Londres, en presencia de su leal doncella Elizabeth Wilson y del primo de Robert, James Silverthorne.

  Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso
que existías ya entonces, hace un año,
cuando yo estaba sola aquí en la nieve
y no vi tus pisadas ni escuché
tu voz en el silencio...

La pareja no soportaba al padre de ella así que una semana después, el 19 de septiembre de 1846, cuando iban a abandonar la ciudad hacia su propiedad alquilada en Little Bookham, Surrey, se marcharon primero a Francia y después a Italia, acompañados por Wilson y del querido perro de Elizabeth, Flush. En 1849, cuando Elizabeth tenía 43 años de edad, tuvo a su único hijo, Robert Wiedemann, a quien sus padres llamaban Penini.

Sonetos de la portuguesa

Quizá su obra más conocida e importante sea Sonetos de la portuguesa, escritos, en secreto antes de su matrimonio, para su esposo y publicado en 1850. Se trata de cuarenta y cuatro sonetos con textos amorosos cargados de sensibilidad, sinceridad y pasión. Dado el carácter íntimo de los mismos, la poeta dudó en publicarlos, pero su marido la animó a hacerlo porque los consideró sublimes. Por ese motivo decidieron editarlos como si se tratase de una traducción del portugués o escritos por la portuguesa, ya que Browning llamaba a Barrett mi “pequeña portuguesa”. Inmediatamente fueron reconocidos como poemas de la autora, y son considerados una de los mejores poemarios de amor de la literatura inglesa. Uno de estos sonetos, el número XLIII, empieza con una de las frases más conocidas del idioma inglés: “How do I love thee? Let me count the ways” (¿De qué modo te amo? Déjame que cuente las formas).

Entre 1848 y 1851 escribió Las ventanas de la Casa Guidi, la casa en la que vivieron en Firenze, en Piazza San Felice, donde hoy hay una placa que lo recuerda, casa que actualmente es un Museo. La placa se colocó en 1861 por “florentinos agradecidos” y rinde homenaje a Elizabeth Barret Browning por hacer con su verso un anillo de oro vinculante entre Italia e Inglaterra. No cabe duda de que es más conocida en su ciudad adoptiva por Las ventanas de la Casa Guidi y por su apoyo apasionado por el Risirgimento que en otros países. Antes de instalarse en Firenze pasaron unos meses en Pisa, hasta el 17 de abril de 1847, pero Pisa les aburría y decidieron marcharse a Firenze donde alquilaron un piso que rebautizaron como Casa Guidi, que encajaba con sus simpatías republicanas. Amueblaron ellos mismos el lugar, y redecoraron la sala con los colores de la olvidada bandera italiana del Risorgimento: rojo, blanco y verde. En el salón de esta casa los Brownings recibieron a muchos otros compañeros expatriados. “La elaborada gracia de la catedral de Pisa es una cosa, y la masiva grandeza de la de Firenze es otra cosa incluso mejor. Me dejoó anonadada, con una sensación de arquitectura sublime. En Pisa dijimos, ‘qué hermoso’; aquí no decimos nada. Es suficiente con respirar”. Elizabeth describió la Casa Guidi como “un lugar fresco, en un sitio fantástico a un paso de la Piazza Pitti, y con derecho a admisión diaria en los jardines de Boboli”. Las ventanas de la Casa Guidi fue publicado en dos volúmenes en 1851, simultáneamente en inglés y en traducción italiana. Firenze fue muy importante en la obra del matrimonio, no solo les dio material para sus creaciones, sino que les proporcionó libertad respecto a las antiguas convenciones. Firenze significó libertad y un alivio para sus vidas, ya que permitió el desarrollo de su individualidad y el alcance de su plenitud, ayudando a sus refrescantes y originales voces. Mientras Robert Browning encontró inspiración en la excentricidad de otros, como los artistas florentinos Andrea del Sarto o Fra. Filippo Lippi y otras figuras históricas y literarias, Elizabeth llevó sus expectativas socio-parentales hacia la subversión de la forma épica, tradicionalmente masculina.

Su obra más extensa y también más ambiciosa es el poema didáctico Aurora Leigh (1856), en la que recreó la vida de la periodista Margaret Fuller, que había muerto ahogada en un barco cuando volvía de regreso a los Estados Unidos. Aurora Leigh ofrece una visión más profunda de la que significo Florencia para ella. Notabilísima novela en verso libre de carácter didáctico, en el que defiende el derecho de las mujeres a la libertad intelectual y expone las preocupaciones de las artistas. Aparecen una gran variedad de ambientes, desde los círculos de la alta sociedad hasta los bajos fondos. Virginia Woolf consideraba que esta novela estaba al mismo nivel de los mejores escritos de Jane Austen, George Eliot y las hermanas Brönte. Por desgracia hasta 1978 Aurora Leigh no fue realmente recuperada en Inglaterra. La propia Virginia Woolf lamentó que “el destino no ha sido amable con la señora Browning como escritora”. Aurora Leigh fue una proto-feminista, una activista por los derechos de las mujeres cuando la palabra sufragismo no estaba en boga ni tampoco el concepto de feminismo como lo entendemos hoy en día. Pero lo suyo no es un planteamiento simplemente reivindicativo, contestatario, de activista de folletín y pancarta. Lo que hace a este poema una obra que trasciende barreras temporales, y se puede leer ahora con la misma intensidad que hace más de un siglo, es que no cae en estereotipos fáciles ni en reducciones maximalistas. Se trata de una trama dickensiana que sirve para presentar las injustas restricciones educativas y sociales que sufrían las mujeres, para definir una teoría literaria radical.

En 1855, en El Serafín y otros poemas, expresó sus sentimientos cristianos en forma de tragedia clásica. En 1860 publica Poemas antes del Congreso, donde expresa su apoyo a la unificación italiana. Al morir, en 1861, su esposo preparó sus Últimos poemas para la imprenta, que verían la luz en 1863. Ninguna otra poeta alcanzó el prestigio de Elizabeth entre los lectores cultos de Estados Unidos e Inglaterra en el siglo XIX. Hay que tener en cuenta, además, que tras la muerte de William Wordsworth en 1850 fue nominada para poeta laureada, aunque finalmente se eligió a Alfred Tennyson.

Si Virginia Woolf no hubiese publicado sus artículos en defensa de la poesía de Elizabeth Barrett Browning para el “Times Literary Supplement” de octubre de 1930, la autora de Aurora Leigh continuaría siendo ignorada por el público general.

Elizabeth está enterrada en una tumba diseñada por Frederic Lord Leighton, en el bello cementerio inglés de Firenze, en el Piazzale Donatello, un cementerio sin paredes y de forma ovalada.

 ¿De qué modo te quiero? Déjame que cuente las formas.
¿De qué modo te quiero? Pues te quiero
hasta el abismo y la región más alta
a que puedo llegar cuando persigo
los límites del Ser y el Ideal.
 
Te quiero en el vivir más cotidiano,
con el sol y a la luz de una candela.
Con libertad, como se aspira al Bien;
con la inocencia del que ansía gloria.
 
Te quiero con la fiebre que antes puse
en mi dolor y con mi fe de niña,
con el amor que yo creí perder
 
al perder a mis santos... Con las lágrimas
y el sonreír de mi vida... Y si Dios quiere,
te querré mucho más tras de la muerte.
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Y LLEGÓ JACKIE ORMES

Por: Tomás Sánchez Rubio


En el año 1911, Marie Curie, una de las mentes más brillantes de su tiempo, ganó el Premio Nobel de Química. En 1903 había conseguido el de Física juntamente con su marido  Pierre —fallecido tres años después— y el investigador Henri Becquerel. Se le reconocían, literalmente, «sus servicios en el avance de la química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento». Fue la primera persona en obtener o compartir dos galardones de la Academia Sueca.

A primeros de agosto de aquel mismo año de 1911, veía la luz por primera vez en Pittsburgh, Pensilvania, Zelda Mavin Jackson, más conocida como Jackie Ormes. En aquella ciudad había nacido en 1874 la escritora Gertrude Stein, una de las pioneras de la literatura modernista, así como importante coleccionista de arte contemporáneo. En Pittsburgh, asimismo, el dramaturgo August Wilson se inspiraría para escribir, en los años 80 del siglo XX, la obra Fences, basada en la vida de un hombre afroamericano que lucha contra los prejuicios raciales en que vive su comunidad.

Jackie Ormes

Como el protagonista del drama de Wilson, Jackie Ormes también era una chica afroamericana en un país donde los recelos relacionados con el color de la piel se traducían con frecuencia, sobre todo en los estados sureños, en leyes y actos de violencia contra la igualdad de los derechos fundamentales. El esfuerzo y el tesón de esta mujer en tales circunstancias resultan, sin duda, un valor añadido a sus increíbles dotes artísticas naturales. Efectivamente, Ormes fue una humorista gráfica de marcado talento y sensibilidad, no solo para captar, sino también para representar, en clave paródica y personal, todo aquello que la rodeaba. Artista ilustradora, periodista y escritora comprometida, sería conocida como la primera mujer de color en producir tiras cómicas en la prensa a nivel nacional.

Hija de Mary Brown Jackson y William Winfield Jackson, comenzó a dibujar y a escribir durante la secundaria. Publicó sus primeras caricaturas, de compañeros y de profesores, en el anuario de la escuela. Durante esta etapa, escribió una carta al editor del Pittsburgh Courier, un periódico semanal afroamericano que salía los sábados, donde realizó su primer trabajo como reportera al cubrir un combate de boxeo; desde entonces se convertiría en una amante de este deporte. Posteriormente pasó a ser correctora en la misma publicación. Poco más tarde ejerció ya como editora independiente, escribiendo sobre asuntos  judiciales  y cuestiones sociales. Se casó con el contable Earl Ormes en 1931, con quien tuvo una hija, Jaqueline, que murió a los tres años a causa de un tumor cerebral.

Como humorista gráfica, alcanzó una gran popularidad por ser la creadora de las tiras de prensa Torchy Brown in Dixie to Harlem y Torchy in Heartbeats, así como de las viñetas Patty-Jo ‘n’ Ginger y Candy, que se publicaron en los periódicos estadounidenses de tirada nacional Pittsburgh Courier —mencionado anteriormentey The Chicago Defender, desde 1937 a 1956, siendo la primera dibujante afroamericana en conseguirlo. Se retiró de la caricatura en 1956, aunque continuó con su producción artística, mientras una artritis sobrevenida precozmente se lo permitiera, pintando murales y retratos. Fue miembro de la junta directiva fundadora del Du Sable Museum of African American History, en Chicago, el más antiguo dedicado al estudio y la preservación de la historia, la cultura y el arte afroamericanos. Como coleccionista de muñecas, Ormes contaba con unas ciento cincuenta figuras, participando activamente en el Guys and Gals Fantastique Doll Club. Murió el 26 de diciembre de 1985 a los setenta y cuatro años, a causa de una hemorragia cerebral, siendo enterrada junto a su marido —fallecido casi una década antes—, en el Hope Cemetery de Salem, Ohio. Ese mismo año se había estrenado El color púrpura, película dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Whoopi Goldberg. El drama se basaba en la novela homónima de Alice Walker, que dos años antes había ganado el Premio Pulitzer. Su argumento giraba alrededor de una niña afroamericana a  principios del siglo XX, Celie, de catorce años, y de su difícil existencia de maltrato y soledad durante los posteriores treinta.

En Torchy Brown in Dixie to Harlem, la protagonistaera una adolescente de Mississippi que encuentra la fama cantando y bailando en el prestigioso Cotton Club de la Gran Manzana. El viaje de Torchy desde su tierra natal a Nueva York reflejaba, ni más ni menos, el desplazamiento de muchas personas que se aventuraron hacia el norte durante la conocida como Gran Migración Afroamericana. Tras cesar la publicación de la serie a finales de los 30, dibujó dos historietas más: Candy, sobre una divertida empleada doméstica, y Patty Jo and Ginger, cuyas protagonistas eran dos hermanas totalmente distintas: la menor, decidida y con una clara conciencia social y política; la mayor, callada y presumida, iba siempre vestida a la moda. En 1947, Ormes firmó un contrato con la compañía de muñecas Terri Lee, a fin de vender una muñeca inspirada en su personaje Patty-Jo. Se trataba de la primera muñeca de color “realista” fabricada en Estados Unidos. Al igual que en la caricatura, se representaba a una niña real, en contraste con la mayoría de muñecas, que eran tipo bebé.

A partir de agosto de 1950, el Pittsburgh Courier comenzó a publicar un suplemento a color de ocho páginas, donde Ormes reinventó a su personaje Torchy, convirtiéndola en una nueva tira cómica que llamó Torchy in Heartbeats. Esta vez, la protagonista se había convertido en una mujer sofisticada e independiente cuyas aventuras transcurrían en tanto que buscaba “el amor verdadero”. Ormes se sirvió del personaje para visibilizar diversos temas relevantes de la época, mostrando una imagen de una mujer de color que, en contraste con las representaciones estereotipadas de los medios de comunicación, aparecía como  inteligente y decidida.

Las heroínas de Jackie Ormes son mujeres fuertes e independientes con una clara conciencia social y política, que luchan por alcanzar sus metas desafiando día a día a unas normas sociales conservadoras en relación con el sexo y la raza. Propuso a sus lectoras un modelo de mujer en que podían creer, apoyar e incluso aspirar a convertirse. Por supuesto, tras la Segunda Guerra Mundial, en pleno macartismo, fue investigada por el FBI… No obstante, ampliamente reconocida en vida, Nancy Goldstein escribió en 2008 una biografía sobre Ormes, publicada por la editorial de la Universidad de Michigan, titulada The First African American Woman Cartoonist.

Por supuesto, tampoco debo dejar de mencionar, para finalizar el presente artículo, a una contemporánea de Jackie Ormes y compatriota nuestra: la infatigable Rosa Galcerán Vilanova. Nacida en Barcelona en 1917, fallecería poco antes de cumplir los noventa y ocho años en 2015. Ilustradora, publicista y poeta, como dibujante de historietas fue pionera en un tiempo en el que la profesión era mayoritariamente masculina en nuestro país. Galcerán realizó sus primeras publicaciones en la revista Porvenir en 1937. Entre 1942 y 1946, se unió a la productora Diarmo Films colaborando en las primeras películas de animación junto a Arturo Moreno: El capitán Tormentoso (1942), Garbancito de la Mancha (1945) —primer largometraje de dibujos animados realizado en color de Europa— y Alegres vacaciones(1948). Alternó este trabajo con colaboraciones en la revista Mis chicas, de la editora Consuelo Gil Roësset. Al finalizar ese periodo, y hasta 1971, desarrolló la mayor parte de su trabajo en las publicaciones femeninas de la Editorial Toray. Principalmente, trabajaría para la revista Azucena donde  fue dibujante, guionista, fundadora, y además creadora de la colección Cuentos de la Abuelita. Como poeta, fue miembro del grupo literario Poesía Viva y del Seminario de Investigación Poética. En 1997, publicó el libro Poemes de Tardor y en 2004 Sons y Ressons.