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CEREZAS ROJAS, CESTA DE MIMBRE (IV)

Por Evaristo Cadenas Redondo


PIER PAOLO PASOLINI, TESTAMENTO DE VIDA Y MUERTE

Viento del Este, viento del Oeste

La primera cereza roja que extraigo de la cesta de mimbre dice: “Yo también me levanto por la mañana temprano, para estar dispuesta a comparecer ante él. Me levanto, incluso, aunque durante la noche haya dormido poco o nada en absoluto; me lavo la cara con aceite y perfumes siempre con la idea fija de conquistar por sorpresa el corazón de mi esposo. Pero es inútil: por más temprano que me levante, él ya está en su despacho.” “Viento del Este, viento del Oeste”. Pearl S. Buck (Premio Nobel 1938)

Mi afición al Séptimo Arte iba creciendo y aparte del convencional, veía, con especial interés, aquellas películas que tenían un halo de prohibidas o al menos de minoritarias. Debe ser por eso que mientras hubo dictadura, que prohibía hasta respirar, prefería refugiarme en las Salas de Arte y Ensayo y ver las películas en Versión Original con subtítulos. Sigo prefiriéndolas como es lógico.

Cuando se estrenó en España “Il Decamerone” (1971), la mayoría conocíamos la obra de Bocaccio pero pocos, al menos yo, la habíamos leído. La película de Pasolini muestra la esencia vitalista, la sátira, las sonrisas, los amores apasionados y traidores, el entorno de los rufianes y la suciedad morbosa como elementos destacados de forma explícita en la obra de Bocaccio. El film, rodado en apenas seis semanas, con su equipo de actores y técnicos habitual, se sitúa en el ambiente napolitano, aunque también rodó en Caserta, Ravello, Fossanova y Bolzano, pero el marco principal es Nápoles. Rodará sus mejores planos con las gentes de las calles en las que se mezclan sus inseparables amigos Franco Citti, Nineto Davoli, Guido Alberti y otros conocidos. Para el papel de Giotto aceptó encantado, por sugerencia del filósofo pacifista Sergio Citti, interpretarlo el propio Pasolini, una incursión más en su carrera como actor.

Nuestro Pasolini recuperó en imágenes la esencia bocacciana, la pureza de su mensaje de conceptual alegría, y sobre todo, recuperó la figura de un Bocaccio olvidado para la mayoría.

Las películas que Pasolini denominó “La trilogía de la vida” la componen: “Il Decamerone”, “Los Cuentos de Canterbury” y “Las Mil y una noches“.

“Los Cuentos de Canterbury” – Geoffrey Chaucer

En “Los Cuentos de Canterbury” (1972), basada en la obra de Geoffrey Chaucer, Pasolini afianzó su estilo, el sentido del detalle, la composición representativa del hecho histórico y antropológico, la presencia de una realidad que siempre le interesó mostrar al espectador como crítica de la sociedad pasada y presente. No olvidemos que Pasolini era, como se ha dicho y según sus palabras, fundamentalmente escritor.

Para el rodaje de “Las mil y una noches” (1973) y cerrar la trilogía de la vida, se va
a rodar a Etiopía, Eritrea, el Yemen y Persia. En el marco incomparable de Maesjed-esh-Sha, en Isfahan, encuentra rostros increíbles de personan más increíbles todavía en todas los aspectos, estéticos y humanos que abarcan todos los matices del color que figuran como extras. Es el pueblo que actúa con sus turbantes y togas, ropas en seda y brocados, con toda la magia y magnificencia del esplendoroso Oriente.

Otro escenario impresionante, que fascina por su belleza, es la Mezquita construida en 1706 por el último de los Safavids, donde se rodó la escena de la boda; mientras un burrito se paseaba adornado con preciosas ropas, las bailarinas se contoneaban maravillosamente alrededor del festín. Contemplaban la escena los recién casados y nosotros, los espectadores, quedábamos con los ojos como platos y la boca abierta de admiración. Así es como se hace uno seguidor del Arte y Oficio de uno de los más grandes directores de cine de todos los tiempos, a mi humilde parecer. Curiosamente, el personaje del esposo de esta preciosa boda lo interpreta el hijo del dueño del hotel donde se alojaba Pasolini que, casualmente hablaba italiano, aunque no le hacía falta porque no tuvo nada que decir.

Todo lo que se pueda imaginar en el relato maravilloso quedó reflejado, y ha recorrido de forma oral y musical, todo el esplendor de la corte de Haroun el Rasid que fue filmado fielmente por la cámara de un inspirado Pasolini porque ese realismo está vivo ya que todos los elementos eran reales, edificios, piscina, rostros, trajes, porque sostenía el director que el protagonista de “Las mil y una noches” eran los componentes de la escenografía y el pueblo. El espectador de esta forma se convierte en parte del pueblo.

Dijo Pasolini: “Prefiero poner cielo o tierra, antes que poner algo que no refleje la realidad porque eso sería traicionarme, como haber perdido la fe en lo que hago”.

Pasolini durante la grabación de «Lotta Continua» (1974)

A continuación Pasolini rueda “Lotta Continua” (1974) una película sobre un episodio conocido en Italia como el “Caso Pinelli”. Luchas internas entre sindicatos, izquierda tradicional, intereses políticos y cosas de esas que solo interesa para reflejar la propia lucha que tuvo el director con la mitad de Italia que lo detestaba y que en casi todas la películas que hizo sufrió de juicios y más juicios de los que salía indemne pero que le costaban sus disgustos. Ya saben, en todos los sitios se cuecen habas.

Y finalmente rueda su última película como para escapar de su realidad política que sin pensarlo, o tal ve si, resultó ser su “testamento cinematográfico”. En su eterna búsqueda de la libertad y angustiado por el resurgimiento fascista y una vida dominada por el consumismo y por falsa permisividad, rodará “Saló o los 120 días de Sodoma” (1975) para darle una bofetada al mundo y mostrar de que era capaz.

El escándalo no se hizo esperar cuando se estrenó el 23 de noviembre de 1975 en el Festival Internacional de París.

Saló fue la efímera sede de la República Social Italiana, donde Mussolini, entre 1943 y 1045 intentó, en esa pequeña villa a orillas del lago de Garde, implantar un sistema fascista con la presencia de su amante Clara Petacci, de un batallón de las SS como fiel custodio de su Estado Mayor que representan la anticultura, el decadentismo, la muerte y la proscripción de la libertad humana. Allí, en Saló, el fascismo morirá con el arresto y la ejecución del Duce a mano de los partisanos en Dongo sobre el Lago di Como.

El argumento está basado en una obra del Marqués de Sade y en la película se ven las escenas más escabrosas, orgiásticas, y asquerosas que se hayan podido filmar hasta conseguir alcanzar lo insoportable. Pasolini muestra al hombre encadenado al problema religioso por un lado, y al sistema por otro, pero no puede ni quiere impedir un rayo de esperanza en ese atroz infierno, en esa decadencia, en el que un joven comunista muere desnudo que, puño en alto, arremete contra sus enemigos. Entre tanto horror hay algunas escenas memorables que en conjunto componen una película llena de símbolos contra el fanatismo y el poder.

Pasolini dijo a propósito de ésta su última película: “Escandalizar es un derecho. Ser escandalizado, un deber“. Poco antes de morir dejó escritos varios testamentos de lectura muy recomendable, como es toda su obra.

Me he documentado en varios libros y videos de youtube, sobre todo en “En torno a Pasolini” de Roberto Laurenti, Ediciones Sedmay, 1976.

La última cereza roja de la cesta de mimbre: Deseo pensar en el porvenir