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ELEGÍA: ALFREDO PIQUER

Aquel sillón de cuadros

Por: Inma J. Ferrero


El poeta Alfredo Piquer bajo el título “Elegía”, publicado en Huerga y Fierro editores, nos muestra un paisaje donde la memoria, tanto familiar como la de aquellos amigos que dejaron su huella, es la piedra angular. “Mi madre mientras cose las muñecas / de la guerra, mi madre entre banderas rojigualdas, católica, de blanco / como un lirio entre los lirios”. Este poemario nos atrapará desde la primera de sus páginas hasta la última. Haciendo más que evidente que este magnífico poeta se mueve como pez en el agua entre los poemas de este libro.

En una primera lectura podemos apreciar las luces y las sombras que envuelven este poemario, y que nos acompañarán a lo largo de todo nuestro periplo poético. Nos encontramos ante un canto íntimo, llegando a veces a la más profunda nostalgia.  “Ahora que el bramido del tiempo y del absurdo/ se ensordece y se apaga lentamente / y la memoria pugna por restañar su herida; …” 

Dividido en cuatro partes y un epílogo, en el fondo y forma es un poemario vivo, afilado y rico de matices, un poemario que da muestras de las vivencias, anhelos y esperanzas del autor. En lo formal, Alfredo Piquer opta por el verso libre. Dando así una mayor  intensidad y dramatismo a la obra y haciendo que sean sus versos cortantes como cuchillos que necesitan llegar al alma, y así comprenderse en lo más profundo de nuestro ser. Todo esto propicia cierta sensación de vértigo, que nos precipita en la lectura díscola y nerviosa de todos los versos que forman dicho poemario y que habrán de formar parte de las baldosas que van cimentando nuestra opinión como lectores. Se nos muestra una maraña de latitudes poéticas, desde el poema corto, que nos deja hambrientos, al poema largo que nos deja saciados, aunque con ganas de un nuevo poema del que seguir alimentándonos. Cada sensibilidad rescatará de esta cantera de sentimientos su propia conclusión, su propio yo, su propio sentir  tejido en la telaraña de este genial poeta a lo largo de todos y cada unos de sus versos. “Callada y abatida bajo el trazo que escinde / el resplandor del pelo y de los labios y la niebla y la nieve desplegando su frío / blanco sobre la falda”.

La lectura de este poemario forja una comunicación estrecha e intima entre poeta y lector, una suerte de solidaridad que nos lleva a sentir en nuestra propia piel cada una de los anhelos que forman parte de este libre. Alfredo Piquer, a través de un lenguaje rico en matices, en metáforas, nos conduce a través de la nostalgia, la soledad, la angustia de la ausencia y de la pérdida más sentida y arrebatada «Porque solo la muerte supone la única huida / del largo desamor y la miseria».  Nos sitúa en el mismo centro de la acción, de su experiencia  vital. Y nos hace dejar nuestra posición de meros lectores, para hacer nuestro su universo emocional, para compartir un sentimiento, que todos hemos sentido a lo largo de nuestro viaje en la vida. “Mece la cuna Elizabeth enajenada y triste, / mirando el vacío…”.

Debo incluir necesariamente, la temática mitológica tan ligada a la figura de “Ulises”, que Alfredo Piquer deshila de manera magistral “Odiseo está loco, solo a él le obsesiona / optar por la memoria, si al final, como a todos, / solo le espera la muerte…” También viaja en esta obra el recuerdo a sus poetas románticos, tanto alemanes como ingleses.

Este es sin duda un poemario que no se debe dejar de leer, que no nos dejará indiferentes ante su lectura y posterior compresión, y que recomiendo a todo aquel lector que sienta preferencia por la poesía con cierta reminiscencia romántica, que se sienta atraído por las profundidades del sentir humano. Por la poesía desgarrada que nos lleva a pensar que una vez perdimos la luz y que nuestros días se nublaron en una profunda desesperanza, pero que siempre hay un resquicio que nos llenará e iluminará de nuevo el camino.


ELEGÍA

Autor: Alfredo Piquer

Editorial: Huerga y Fierro Editores

ISBN: 9788412226614

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MARINA IZQUIERDO| LA MITAD SILENCIADA

El Anaquel

Los libros liberan más que nutren y quiero ser testigo de esta liberación.

Por: Matteo Barbato


Marina Izquierdo
La mitad silenciada
Primera edición: septiembre, 2016
Segunda edición: enero, 2017
Prólogo a la segunda edición: María Sangüesa
Núm. de páginas: 70
Dimensiones: 15×21 cm.
ISBN: 978-84-945630-7-2

Para Marina Izquierdo las palabras fueron el fundamento de toda una vida, el fruto de un trabajo y de una manera de vivir. Marina Izquierdo fue educadora, periodista, profesora, madre y poeta: ahora es ejemplo y referente femenino.

En este poemario (finalista en el III Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador y en los Premios de la Crítica Literaria Valenciana) la autora pone de relieve la necesidad de luchar para dar voz al silencio que desde siempre oscurece la figura de la mujer. Mujeres silenciadas en la literatura, en la pintura, en la ciencia, en el deporte, en las calles…

La mitad silenciada es un acto de reivindicación, una sucesión de espacios sensibles y silencios, de gritos y recuerdos; es un viaje consciente, emocional y práctico, hacia un nuevo modelo de mujer. Según la autora “todo lo que no se nombra no existe” y este libro, con su lenguaje inclusivo, es una denuncia de las injusticias cometidas contra las mujeres por cuestiones de género. Sus versos abarcan la otra mitad: la mitad de una sociedad invisible, muda, perjudicada. Ser mujer es ser madre valiente, amante sensible, tierna soñadora, luchadora comprometida. Marina Izquierdo abarca temas como la prostitución, la invisibilidad, la desigualdad, la violencia… Su voz logra entrar en una historia escrita por los hombres, en el olvido de unas mujeres-referentes silenciadas a pesar de su talento. Sus poemas recuerdan para ser (“recordar sabiéndote otra”) luchan para permanecer, se reencuentran con el lector en este universo, también femenino.

A pesar de su prematuro fallecimiento, Marina Izquierdo es hoy un referente contra la incultura, la discriminación y la ignorancia.

POESÍA


  Siempre hay una esquina
 
Siempre hay una esquina,
no importa el país
ni el hemisferio,
donde la fragilidad de acero se desnuda.
Donde el débil se hace hierro
donde el hierro pierde forja.
Donde el fuerte se desarma
donde ya nada ni nadie importa.
 
Siempre hay una esquina,
no importa la ciudad
ni el continente,
con el sexo abierto y los sueños
vendidos al mejor postor.
Donde dar y pedir, donde soñar y llorar.
Donde vender el alma al desalmado.
Donde humillar al humillado.
 
Siempre hay una esquina
no importa la calle
ni el puerto o el centro,
que evitas y frecuentas,
que ignoras y traicionas,
que miras sin saberte espejo
con la mano tendida arrugada de ayer.
 
Siempre hay una esquina
que nos duele, que no vemos
invisibles, tú y yo, él y ella.
Indoloros, él y ella, tú y yo.
Apuntalados todos en el cable de hormigón
sobre alcantarillas de esperanza.
 
   
La mitad silenciada
 
 Hoy te busqué en mis lomos de cuero
y te hallé ausente y desnuda.
Enterrada boca abajo.
Amortajada en un hábito de rabia plena,
esa que se macera en el regusto de la resignación.
 
Escondida y silenciada.
Hueca en cuerpo e intuida en los márgenes
por arqueólogas modernas.
 
Hoy te busqué entre colores y formas,
acariciando las paredes con los ojos rojos
de cifrar firmas sin nombre de mujer.
Imaginándote más allá del lienzo
con los pinceles desde el dintel
sin espejo en el que repetirte.
Fundida en negro con los pigmentos ocultos
en el doble fondo de otra vida.
 
Hoy te busqué entre fórmulas y probetas,
más allá de la bata blanca cuya pulcritud
anuncias entre manos y senos frotados.
Con la mirada perdida entre el logro
y el traspié provocado a través del cristal,
caleidoscopio de sueños,
de tu vocación inquebrantable
en la invisibilidad más absoluta.
 
Hoy te busqué entre páginas y primicias,
anhelando que ganaras la carrera del noticiario.
Que abrieras media hora de talentos con pene
para que las niñas supieran que tener vulva
no es pecado. Que el esfuerzo esférico tiene premio,
o debería tenerlo, sin la visible redondez de los genitales.
 
Hoy te busqué en las mochilas de mis hijas,
en la tercera del periódico,
entre las tertulias de corbatas.
En la cerámica de las calles,
en el cian de las plazas.
Entre las líneas de mi voto obligado.
 
Hoy te busqué entre márgenes y cornisas.
Paspartús y cortapisas.
En sucesos, en contactos.
En anuncios, en revistas.
En las aguas del lavadero.
En las cenizas del medievo.
En el suburbio de los laureles.
En el epicentro del agravio.
En la periferia expatriada.
En la ciudadanía que
fingen plena.
 
Hoy te busqué en las afueras del mundo,
en la humanidad cercenada.
En esa todavía su mitad silenciada.

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FERNANDO PESSOA: «EL LIBRO DEL DESASOSIEGO»

Aquel sillón de cuadros

Por: Inma J. Ferrero

Escribe Fernando Pessoa en este libro, “Sueñe lo que sueñe, siempre me quedo donde estoy” este libro condenado a ser eterno ya que mantiene plena y perfecta su vigencia, y el pasar del tiempo no hace sino darle a las voces que de él fluyen el perfume de la actualidad más palpable, y que sin lugar a dudas sus lectores confirmarán a lo largo de los años venideros.

“El libro del desasosiego” es el maravilloso diario íntimo de un ayudante de contable en la ciudad de Lisboa en los años 30 “Escribo estas líneas, realmente mal anotadas, no para decir esto, ni para decir cualquier cosa, sino para ocupar en algo mi desatención.”. Atribuido por su autor a Bernardo Soares, «personalidad literaria de Fernando Pessoa» del cual dijo «soy yo menos el raciocinio y la afectividad”.

En él, su protagonista plasma sus divagaciones y ensueños, sus reflexiones estéticas, filosóficas y literarias, contraponiéndolos a lo gris de su vida cotidiana “La conciencia de la inconsciencia de la vida es el más antiguo impuesto que recae sobre la inteligencia.”. Esta obra se mantuvo inédita hasta el año 1982, y se puede decir que el Libro del desasosiego es probablemente la principal obra en prosa de Fernando Pessoa, fue escrita durante la mayor parte de la vida del escritor portugués: desde 1912, aproximadamente, hasta el mismo año de su muerte. Ha sido elogiado por la crítica como una de las obras más bellas del siglo XX, y en él se entrelazan el ensayo, el poema en prosa e incluso lo narrativo y descriptivo.

Una de las principales aportaciones de Fernando Pessoa a la literatura es la adopción de la filosofía como medio de comunicación a través de la cual se produce la sanación de aquellas personas cuya inteligencia convierte las horas en alientos solitarios. La soledad me desoía; la compañía me oprime. La presencia de otra persona me descamina los pensamientos; sueño su presencia con una distracción especial, que toda mi atención analítica no consigue definir.”  Esto hace que el lector se sienta atrapado y aludido en cada línea de la obra.

Podemos decir de este libro que es extenso e intenso. Que ha sido construido de sueños y de realidades concretas. “No sé de un placer mayor, en toda mi vida, que el de poder dormir. El apagamiento integral de la vida y del alma, el alejamiento completo de todo cuanto es seres y gente, el no tener pasado ni futuro.” Entre sus páginas parece que todo el ser humano tiene lugar, tiene cabida, ya que el poeta puede leer todo aquello que permanece dentro del alma. Al paso de su lectura, sea cual sea el paisaje que trazan las palabras cabe preguntarse si alguien, algún lector, podría llegar a plantearse: que en esas páginas se haya bordado el camino de su vida. ”Quien vive como yo no muere: se acaba, se marchita, se desvegeta. El sitio donde estuvo sigue sin él estar allí, la calle por donde caminaba sigue sin que él sea visto en ella, la casa que habitaba es habitada por no él.” A excepción, tal vez, en los textos de índole descriptiva, pero aún en estos; por la forma que tiene el autor de describir, de contemplar el lienzo de los minutos, es difícil escapar al embrujo que se siente como hipotético como co-protagonista de lo escrito. Podremos señalar de este modo que se trata de un libro elaborado esencialmente de pasajes, de fragmentos, si bien la conclusión es que se trata de un libro perfectamente unitario. Para comprender, me destruí. Comprender es olvidarse de amar. No conozco nada más al mismo tiempo falso y significativo que aquel dicho de Leonardo da Vinci de que no se puede amar u odiar una cosa sino después de haberla comprendido.

Puedo concluir, después de leer el libro, diciendo que el destino del hombre está unido al ámbito de la soledad interior. Que la libertad adelgaza como una sombra quedando en la mera silueta de la nada, que los sueños son reflejos de un anhelo que está por descubrir, que lo cotidiano aletarga el aliento de nuestras vidas. Y solo me cabe reconocer, al fin, que nada y todo son  una misma cosa a sabiendas de cuanto el tiempo ha de venir a significar para nosotros.


Libro del desasosiego
Fernando Pessoa
Alianza Editorial
Madrid, 2016
ISBN: 978-84-9104-213-6

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JHUMPA LAHIRI | EL INTÉRPRETE DEL DOLOR

El Anaquel

Los libros liberan más que nutren y quiero ser testigo de esta liberación.

Por: Matteo Barbato


El intérprete del dolor
Título original: Interpreter of Maladies
Autor: Jhumpa Lahiri
Traducción de Gemma Rovira Ortega
ISBN: 978-84-9838-723-0 
Número de páginas: 224
Tipo de edición: Rústica con solapas
Sello editorial: Narrativa Salamandra
Colección: Narrativa
PVP: 19,00 €
ISBN e-book: 978-84-15631-53-8
PVP e-book: 11,99 €

Lo que dijo la crítica especializada sobre la obra:

«Una voz maravillosamente personal […]. La escritura de Lahiri es tan diestra y elocuente que el lector se olvida de que El intérprete del dolor es el primer libro de un autor joven. […] Lahiri es una escritora de una elegancia y un aplomo extraordinarios.»

The New York Times

«Me encantaría ser capaz de escribir historias como las que contiene esa joya llamada El intérprete del dolor. Historias simples y sutiles, sembradas con sentimientos inesperados, como un campo de minas.»

Pedro Almodóvar

«Tras leer algo de Jhumpa Lahiri, te dan ganas de parar a la primera persona que te cruzas y decirle: “¡Lee esto!” […] Posee una voz inconfundible, buen ojo para los matices y oído para la ironía. Es uno de los mejores escritores de relatos que he leído.»

Amy Tan

«Lahiri tiene el don de desentrañar el significado de las relaciones breves: entre amantes, amigos, personas a las que conocemos en un viaje.»

Time

«Una escritora de rara sensibilidad y concisión.»

The Wall Street Journal

«Lahiri insufla vida en cada página, y el lector acaba todos los relatos doblemente seducido, deseando poder compartir una novela entera con esos personajes.»

The New York Times Book Review

«Jhumpa Lahiri escribe con una prosa tan directa y translúcida que uno casi se olvida de que está leyendo […]. La fuerza de este excepcional primer libro de relatos proviene fundamentalmente de su delicada voz narrativa.»

Newsweek

Sinopsis

La entusiasta acogida que el público lector hispanohablante ha deparado a las dos últimas novelas de Jhumpa Lahiri —Tierra desacostumbrada y La hondonada— y ha hecho indispensable la reedición de su ópera prima, con la que la escritora indo-norteamericana inició su fulgurante trayectoria literaria. Con apenas treinta y dos años, esta joven estadounidense de ascendencia bengalí obtuvo nada menos que el Premio Pulitzer y se ganó el elogio unánime de la crítica y los lectores con su prosa diáfana y precisa como un bisturí.

Los nueve relatos que componen este libro revelan la maestría de Lahiri para trazar una compleja cartografía emocional, la de una serie de personajes que en su búsqueda de la felicidad traspasan fronteras geográficas, culturales y generacionales. Ambientadas tanto en la India como en Estados Unidos, estas historias despliegan la riqueza y la profundidad de la mirada de Lahiri, capaz de detectar los más sutiles conflictos en las relaciones humanas y plasmarlos con una delicadeza incisiva y conmovedora. Nadie que, por cualquier motivo imaginable, se haya sentido alguna vez en su vida extraño y alienado del mundo podrá evitar darse por aludido en estos relatos.

Así pues, en estas páginas soberbias, Jhumpa Lahiri plasma un complejo tapiz de emociones y desasosiegos, una incursión a la intimidad de las personas que, indefectiblemente, resulta cautivadora por su belleza, su poder de evocación y la perennidad de su discurso.

Fuente: https://www.salamandra.info/libro/interprete-del-dolor

Biobibliografía

Jhumpa Lahiri es una autora hindú-americana, nacida en Londres el 11 de julio de 1967. Hija de padres bengalíes, Jhumpa Lahiri creció en Rhode Island (Estados Unidos), adonde se trasladaron sus padres cuando ella contaba con sólo dos años.  Estudió lengua inglesa, escritura creativa y literatura comparada en la Universidad de Boston; hizo además un doctorado en estudios renacentistas.

En el año 2000 ganó el Premio Pulitzer por su primer libro, una colección de cuentos titulada Interpreter of Maladies (Intérprete de emociones). En 2003 publica su primera novela, The Namesake (El buen nombre), que pocos años después sería llevada al cine por Mira Nair.

Obras

Cuentos

Intérprete de emociones (Interpreter of Maladies, 1999). Traducción de Antonio Padilla. Barcelona. Ediciones del Bronce, 2000. ISBN 84-8453-020-5. Fue reeditada en 2016 como El intérprete del dolor. Traducción de Gemma Rovira Ortega. Barcelona. Salamandra.

Tierra desacostumbrada (Unaccustomed Earth, 2008). Traducción de Eduardo Iriarte. Barcelona: Salamandra, 2010. ISBN 978-84-9838-271-6.

Novelas

El buen nombre (The Namesake, 2003). Traducción de Juanjo Estrella. Barcelona: Emecé, 2004. ISBN 8495908778.

La hondonada (The Lowland, 2013). Traducción de Gemma Rovira Ortega. Barcelona: Salamandra, 2014. ISBN 978-84-9838-570-0.

Donde me encuentro (Dove mi trovo, 2018). Traducción de Celia Filipetto. Barcelona: Lumen, 2019. ISBN 9788426406934.

No ficción

En otras palabras (In altre parole, 2015). Traducción de Marilena de Chiara. Barcelona: Salamandra, 2019. Publicado originalmente en italiano y traducido al inglés como In Other Words (2016).

Il vestito dei libri (2016). Publicado originalmente en italiano y traducido al inglés como The Clothing of Books (2016). No ha sido traducido al español.

Comentario sobre la obra y la autora

Estos meses de confinamientos han podido ser vitales para aquellos que han reflexionado sobre su propia vida, sobre sus costumbres, trabajo o rutinas. Afortunadas las personas que en estos duros momentos siguen en compañía de sus seres queridos y que han podido incluir experiencias nuevas y enriquecedoras a sus quehaceres cotidianos.

Estoy seguro de que la lectura es y será siempre una gran oportunidad de cambio, una experiencia y placer insustituibles. Quien escribe no pudo aprovechar ese tiempo, quizá por dejarse llevar por la tensión… culpa de algún coronavirus…

Aun así, pude leer algunos textos y me siento afortunado al presentar este libro de relatos sutil y a la vez estimulante. Jhumpa Lahiri reúne varios de los motivos que me indujeron a la lectura de su libro, “El intérprete del dolor”, y, al conocerla un poco más, debo decir que siento mucha simpatía por ella. Admiro su valentía y me siento identificado con su forma de entender el oficio.

Tal y como indica su biografía, esta mujer de origen bengalí empezó a escribir en inglés, uno de sus dos idiomas maternos, para después cambiar el rumbo de su vida: hace unos años se mudó a Roma, Italia, y comenzó a escribir en italiano.

Una escritora de éxito mundial que renuncia a un beneficio económico considerable para seguir su voz artístico-literaria es digna de elogios.

Como ella misma comenta, escribir en un idioma distinto simboliza un acto de desmantelamiento, un nuevo inicio: da espacio a una voz interior abocada al cambio permanente.

Ser artista es vivir más allá de nuestro mundo, significa cambiar constantemente nuestra visión, lo que vemos y cómo lo vemos. El cambio alimenta el desapego, abre la mente, amplía nuestra capacidad de comprensión del mundo y nos ayuda a tener empatía. Este esfuerzo, tan solitario y doloroso como lo es la escritura, es el primer paso hacia la libertad.

Para Jhumpa ser artista es mantenerse al margen, concentrarse en el trabajo, escribir para sí misma. Conectar con su propio oficio es como tener un hijo: se siente y se trabaja de forma visceral y no hay espacio para los lectores.

No puedes crear para complacer a tus lectores, sino para encontrar tu voz y con ello la libertad.

Florecer” con otro idioma, construir una nueva vida a través del italiano, dejarse llevar a un camino nuevo a pesar del desapego, del desarraigo y del miedo, aceptar los riesgos y la magia que incluye el desafío de un idioma extraño, son los primeros pasos de Jhumpa Lahiri hacia la felicidad.

Todo cambia. Si no aceptas esta ley básica, estas eligiendo una vida infeliz. Aceptarlo requiere traicionar tus propias costumbres.

Conocer estos aspectos nos ayudará a comprender los relatos sobre la soledad, sobre el sentimiento de orfandad de los inmigrantes, sobre lo cotidiano y lo distinto, sobre los límites y las fronteras, sobre la extrañeza y el miedo al cambio, sobre las relaciones amorosas entre extranjeros.

Quizá la lectura de estos nueve relatos también nos ofrecerá una oportunidad de cambio.

“El intérprete del dolor” está impregnado de expresividad y belleza, profundidad e inteligencia, talento y sensibilidad.  Se editó en el año 2000 y ya es un clásico. Totalmente recomendable.

Otros enlaces:

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LEWIS CARROLL: «LA CAZA DEL SNARK» | LA BITÁCORA DEL «SIN SENTIDO»

Aquel sillón de cuadros

Por: Inma J. Ferrero

El relato de “La ca­za del Snark” de Lewis Carroll, es un texto singular y apasionante. Resulta singular porque contiene humor, ingenio, cultivo del absurdo, invención de términos y la creación de un ambiente irreal habitado por unos personajes delirantes. El efecto que en el lector ejerce esta fórmula carroliana, llevada al extremo en este poema épico, es una fascinanción intensa. Al placer de seguir una acción desbocada se suma la perplejidad ante su significado. O, pa­ra ser más exac­tos, el in­te­rés que ejerce sobre el lector el hecho de leer un poe­ma que es un sin sen­ti­do den­tro de la obra del pro­pio au­tor en el que nos en­se­ña la pers­pec­ti­va de qué ocu­rre cuan­do el sin sen­ti­do en­cuen­tra, den­tro de su pro­pio sen­ti­do, un afue­ra de sí mis­mo. Esta perplejidad es un incentivo de la lectura, pues incita al juego de buscar sentido a las situaciones y, muy especialmente, al desenlace de la acción.

Pero: ¿Qué significado tiene la historia? ¿Qué representan los personajes de la expedición? ¿A qué simbolismo remiten los animales fantásticos que aparecen en el poema?

“La ca­za del Snark”  es ex­cep­cio­nal en el sen­ti­do de que esta obra de Lewis Carroll es el úni­ca no trans­cu­rre en el país de las ma­ra­vi­llas, es­tá es­cri­ta en ver­so y lo pri­me­ro que es­cri­bió de ella fue su ver­so fi­nal. Aunque es­to no pa­rez­can más que da­tos irre­le­van­tes o, en cual­quier ca­so, he­chos que tie­nen más de in­tere­san­tes en un es­tu­dio li­te­ra­rio, en reali­dad nos apor­tan una cier­ta can­ti­dad de in­for­ma­ción que qui­zás se po­día es­ca­par den­tro de un aná­li­sis ba­sa­do en la nor­ma­ti­vi­dad del sen­ti­do de Lewis Carroll; en tan­to ra­ra avis, “La ca­za del Snark” es una re­cen­sión so­bre la ex­tra­ñe­za, del sin sen­ti­do, den­tro de la obra de Lewis Carroll.

EL re­la­to se de­fi­ne des­de el pri­mer mi­nu­to co­mo un irre­ve­ren­te ac­to de per­ver­sión de to­dos los có­di­gos que le su­po­ne­mos co­mu­nes a Alicia. Como ya he dicho no trans­cu­rre en el mis­mo lu­gar que el res­to de la obra de Carroll, no es­tá escrito del mis­mo mo­do y es­tá co­men­za­do por el fi­nal. Aquí el “sin sentido” es uti­li­za­do en su ter­mi­no­lo­gía más exac­ta, co­mo una per­ver­sión del len­gua­je pa­ra sub­ver­tir cual­quier idea pre­con­ce­bi­da que tengamos so­bre las pa­la­bras en sí; a diferencia de las historias de Alicia que es­ta­ban repletas de un sin sen­ti­do fí­si­co, de una lo­cu­ra exis­ten­cial en tan­to tal, el Snark es una con­ca­te­na­ción de me­tá­fo­ras del sin sen­ti­do.

No nos de­be­ría re­sul­tar ex­tra­ño, por lo tanto, que Lewis Carroll eligiera para este relato el formato del poe­ma, por ser este tal vez más me­ta­fó­ri­co que los tex­tos en prosa, ya que pa­re­ce que el sim­bo­lis­mo y la me­tá­fo­ra son ca­si un te­rreno don­de se le es per­mi­ti­do de for­ma abier­ta, y no en for­ma de ex­cep­ción, a la poe­sía. Llegados a este punto debemos preguntarnos, ¿Qué va­lor tie­ne la me­tá­fo­ra? A lo cual nos responderíamos, la me­tá­fo­ra nos pre­sen­ta una reali­dad que no po­de­mos o no que­re­mos co­no­cer di­rec­ta­men­te a tra­vés de un ro­deo que nos per­mi­te ver­lo a tra­vés de su sim­bo­li­za­ción. Y esto tie­ne que ver con el sin sen­ti­do en tan­to pue­den ocu­rrir dos co­sas al res­pec­to: que lo que que­ra­mos de­cir pue­da ser nom­bra­do y, por tan­to, lo con­vir­ta­mos en un sin sen­ti­do; o que lo que que­ra­mos de­cir no pue­da ser nom­bra­do y, por tan­to, es un sin sen­ti­do en sí mis­mo (pa­ra no­so­tros) sien­do su in­ten­to de nom­brar­lo un sin sen­ti­do al alu­dir a al­go que ya no tie­ne sen­ti­do de por sí.

Bajo es­ta con­di­ción la me­tá­fo­ra nos de­ja en una ex­tra­ña po­si­ción con res­pec­to de la nor­ma­ti­vi­dad en uso del len­gua­je, pues pa­re­ce ser que es a tra­vés de ellas co­mo se con­for­man nue­vas pa­la­bras. Sólo cuan­do alu­di­mos a al­go con un sen­ti­do ul­te­rior al sen­ti­do ya nor­ma­ti­vi­za­do, cuan­do alu­di­mos al sin sen­ti­do pre­sen­te en el mun­do no­mi­nán­do­lo de al­gún mo­do sea cual fue­re es­te, es en­ton­ces cuan­do po­de­mos co­men­zar a nom­brar lo in­nom­bra­ble; aque­llo que no se pue­de nom­brar no se nom­bra has­ta que se me­ta­fo­ri­za y, a par­tir de allí, se crea una ima­gen da­da a tra­vés de la cual se en­tien­de li­te­ral­men­te. Es por ello que po­dría­mos en­ten­der que el sin sen­ti­do, no es só­lo al­go que no re­sul­ta ofen­si­vo sino que, en úl­ti­mo tér­mino, ayu­da a cons­truir el sen­ti­do ul­te­rior de una reali­dad en per­pe­tuo de­ve­nir pa­ra la cual ne­ce­si­ta­mos alu­dir cons­tan­te­men­te a tra­vés de nom­bres de los que es­tán des­po­seí­dos an­tes de su “bau­tis­mo”.

Pero ¿Qué es el Snark?, el Snark es un ani­mal des­con­cer­tan­te ya que es­tos tie­nen va­rias es­pe­cies den­tro de sí, dis­tin­guien­do los que tie­nen plu­mas y muer­den de aque­llos otros que tie­nen bi­go­tes y ara­ñan. Ahora bien es importante señalar, que al­gu­nos Snark no son propiamente Snark, sino que son Bujum (podríamos decir que es lo mismo pero no exactamente) por lo cual aun cuan­do los personajes in­ten­tan nom­brar­lo no pue­den. El Snark es una co­sa y el Bujum otra aun cuan­do son pa­re­ci­das, y en tan­to se ha de­ci­di­do que son co­sas di­fe­ren­tes no se les pue­de nom­brar co­mo la mis­ma sin caer en el pu­ro sin sen­ti­do. Sin em­bar­go ja­más se nos acla­ra que ha­ya al­gu­na di­fe­ren­cia real en­tre ellas, de he­cho pa­re­ce que la úni­ca di­fe­ren­cia en­tre am­bos es si ac­túan o no vio­len­ta­men­te con res­pec­to de los ma­ri­nos ‑y ni si­quie­ra es­to que­da del to­do cla­ro. He aquí el au­tén­ti­co sin sentido, el per­fec­to ejem­plo de cómo fun­cio­na la me­tá­fo­ra en el mun­do, ya que aun­que pa­ra no­so­tros no tie­ne sen­ti­do el cam­bio no­mi­nal, pa­ra los per­so­na­jes de la aven­tu­ra lo tie­ne y lo en­tien­den.

¿Qué es un Bujum entonces? Es aque­llo que si es con­fun­di­do con un Snark te en­vía al va­cío me­tá­fo­ri­co de la exis­ten­cia. Cuando un personaje confunde al Bujum con el Snark es acu­sa­do de ser una en­ti­dad sin sen­ti­do, un lo­co, y es arro­jado al sin sen­ti­do ab­so­lu­to don­de no ca­be más que ver co­mo una cla­rí­si­ma dis­tin­ción ha con­du­ci­do a un hom­bre a com­por­tar­se de un mo­do irra­cio­nal, de nom­brar a un ani­mal con el nom­bre de otro. Podemos decir entonces, que en “La ca­za del Snark” el sin sentido es el pre­ci­pi­tar­se ha­cia una reali­dad que no tie­ne sen­ti­do aquí y ahora, pe­ro qui­zás ten­ga sen­ti­do o en un fu­tu­ro o en otro lu­gar o pa­ra otra gen­te al es­tar su­mer­gi­dos en otras con­di­cio­nes fác­ti­cas de nor­ma­ti­vi­dad lin­güís­ti­ca en la so­cie­dad.

Concluyo mi análisis señalando que la interpretación de “La ca­za del Snark”  es una actividad inagotable y, a la vez, una invitación a reflejar las ilusiones y los temores de cada cual en estas agradecidas páginas de Lewis Carroll.

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EMILIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ | LA VIDA ES UNA HERIDA ABSURDA

Por: Por Antonio Daganzo


EMILIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ 
LA VIDA ES UNA HERIDA ABSURDA 
(Ediciones Vitruvio, Colección “Baños del Carmen”, nº 783; Madrid, 2019)

 

Aunque de profundas raíces españolas, y de hecho afincado en nuestro país desde 1977, el poeta, ensayista y psicoanalista Emilio González Martínez es argentino del año 1945, -circunstancia que hace de él una de las voces iberoamericanas más importantes de cuantas aquí residen-; argentino y de Buenos Aires, lo cual convierte al tango, por fuerza y por fortuna, en una generosa patria musical, ya de por vida. A buen seguro, los amantes del género que se acerquen al volumen –publicado por Ediciones Vitruvio en su Colección “Baños del Carmen”- donde ha quedado reunida la poesía del autor desde 1986 hasta 2016, bajo el título de La vida es una herida absurda, reconocerán, precisamente en ese título, un verso de cierto tango inmortal: “La última curda”, con música del inmenso Aníbal Troilo, y popularizado –y de qué manera- por el no menos inmenso Roberto Goyeneche. El texto es obra de Cátulo Castillo, y conviene no olvidarlo por su calidad literaria más que notable, y porque a Castillo le debemos eso que dice: “Ya sé, no me digás, tenés razón, / la vida es una herida absurda, / y es todo, todo tan fugaz / que es una curda, nada más, / mi confesión”. La vida es una herida absurda, sí, pero se equivocará quien piense que el título escogido por Emilio González aboca a una amarga reflexión propia de filósofos existencialistas; tampoco es un mero guiño a la cuna porteña sin mayor importancia: claro que la tiene, muchísima. Lo que ocurre es que, según la visión del poeta, el absurdo no es una condena ni una catástrofe, sino una oportunidad. Una magnífica oportunidad para que la poesía nos salve del vacío generado por ese absurdo consustancial a nuestra propia naturaleza. Este volumen de versos reunidos, toda la creación lírica de Emilio González, es, ante todo y sobre todo, una declaración de amor, con prosodia tanguera por música de fondo y las preocupaciones inherentes al hombre contemporáneo en primera línea; una rotunda, y al mismo tiempo sutilísima declaración de amor, a lo que ha constituido y constituye su esencia como artista de la palabra: la poesía.

Quienes empezamos a conocer a fondo la obra literaria de González Martínez en 2014, o sea, a partir de la aparición del cuarto de sus cinco poemarios, Escoba de quince –abecedario de la poesía-, descubrimos a un autor de sutiles modulaciones, capaz de cantar –con sentido del humor muchas veces, siempre sin fomentar confusiones entre las reglas del juego y las veleidades del pasatiempo- lo menudo y lo grande, el dolor y el placer, la ausencia, la alegría. Y enseguida tuvimos la intuición de que lo suyo era la depuración, la transparencia conceptual y simbólica. Algo que en su libro de 2016, Palabrando, alcanzó su apogeo; muestra de un estado de gracia creativo que nos daba lo mejor de una poética fundada en una muy personal comunión del tono mesurado y la riqueza de la expresividad. Como si la reflexión nos hiciese saber, una vez tras otra, y valga la inicial redundancia, que reflexionar no implica forzosamente filosofar sirviéndose de acentos áridos, y que tal aridez nos hubiera apartado del necesario vértigo. Porque Palabrando se abría y abre con una suerte de fabuloso autorretrato, “Leyenda personal”, que nos sitúa directamente sobre el abismo cuando afirma: “…toda la vida / ¡qué pequeña parece frente a las letras!” Sobre el abismo y en la médula misma –“en la masmédula”, recordando a Oliverio Girondo- del decir de Emilio González Martínez, pues entonces pudimos saber, como nunca antes, que, en el contexto de una poética sólidamente armada, lo que impide nuestra caída estrepitosa en el abismo es el raro equilibrio que cabe conseguir entre vida y lenguaje. ¿Y qué es eso sino precisamente la poesía? ¿La poesía que nos salva del vacío del absurdo?

Escoba de quince y Palabrando, sí; pero ¿de dónde venían Escoba de quince y Palabrando? ¿De dónde venían su depuración, su transparencia conceptual y simbólica, como ya señalé? Pues acabamos de averiguarlo cabalmente: en efecto, el sello Vitruvio, tras haber publicado esos libros de coronación, ahora ha reconstruido, gracias a La vida es una herida absurda, la secuencia completa de los cinco poemarios de González Martínez. Y así hemos podido conocer la integridad de tres obras iniciales, junto con un díptico que había aparecido en un volumen de creación colectiva; trabajos, todos ellos, cuya búsqueda en librerías y bibliotecas no resultaba hoy tarea fácil. Primeramente, y bajo los títulos de El otro nombre y Tragaluces, el autor, en 1986 y 1991, propuso a los lectores una exploración del lenguaje, de los recursos del lenguaje con arreglo a sus posibilidades indagatorias. En los poemas largos de aquella primera época asistimos a una permanente elusión de su centro de gravedad, porque el idioma lírico desea incorporar un número mayor de referentes –el mayor posible-, y porque al escritor no se le escapa que los poemas más cortos pueden funcionar, y de hecho funcionan, como, efectivamente, “tragaluces” que arrojan a la página una claridad más concreta. No en vano, al poco de comenzar El otro nombre leemos: “Hay / en la astucia lumínica del verso / un tú / un nunca más / un casi desde siempre / una ingenua / flagrante novedad”. Hojas debidas, libro de 2001, es el punto de inflexión en toda esta trayectoria literaria, en ningún caso premeditada pero coherente de todo punto, lo que hace de ella un arco verdadero, una arquitectura encomiable. Aquí la depuración se antoja más nítida, y la aludida transparencia comienza a encadenar hallazgos frecuentes, rotundos, personalísimos. Todo el trabajo de búsqueda anterior daba sus frutos, y preparaba el camino para que, en la siguiente década, Escoba de quince y Palabrando sentaran cátedra en materia de adecuación entre el fondo y la forma.

Quizá quepa añadir algo a lo ya dicho; subrayar algo que los lectores pueden agradecer a la hora de conducirse por las más de 250 páginas que conforman la poesía completa de Emilio González. Quizá deba señalarse que existe un trío temático en sus inquietudes líricas. La pulsión erótica vinculada a los recovecos del amor es uno de tales temas, claramente, y a la evocación del sentimiento amoroso y las delicias carnales le debemos versos muy hermosos (“Lunas gregarias y extranjeras volaban sobre mis sueños”, verbigracia), o poemas tan espléndidos como “a tu amor único o no único”. Más poderoso aún, a mi juicio, es el tema de la identidad, de la identidad en relación con el tiempo: una de las constantes vitales de toda esta poesía, hasta el punto de desembocar en hallazgos como éste, surgido en Palabrando: “Dónde esconder mi nombre / para que no me encuentre. // Y cómo me llamo / cuando nadie me nombra. // Y cómo se llama mi nombre / cuando no me llaman”. Pero, por encima de todo, por supuesto, los lectores encontrarán, recurrente y gozosamente, el tema de la poesía como salvadora del absurdo. En el extraordinario poema “Ella, quién si no” –último del libro Hojas debidas– leemos: “La poesía es una pequeña y fuerte traición al sentido común. // (…) Especialista en buscar cuando no encuentra / y encontrar cuando apenas busca, / nada a contracorriente / en los caudalosos renglones del amor”. La poesía, sí, como “palabras de nadie en los labios del tiempo”, para sentirse “el universo puntual de la palabra”. Sin esperar milagros ni con tanto público, pero “de rodillas, / únicamente ante la poesía”, como de hecho el sujeto lírico lo está.

“…Amo la vida, / esa rareza, / amo ese error biológico”, escribe Emilio González en uno de sus primeros poemas, el titulado “mi madre”. Amar la vida; amar, pues, la herida absurda de la vida gracias a la poesía, esa salvadora. De ahí que, en ocasión tan digna de festejo, la de la aparición de este volumen recopilatorio, podamos levantar nuestras copas con el autor cuando nos dice: “Brindo por las pasiones alegres / y la potencia de las letras en vuelo”.

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EL ESTADO DE LAS COSAS

Por: Manuel de la Fuente Vidal


“El libro transparente de las cosas que existe y de las que no existen”. Rafael Courtoisie. 80 páginas. Ed. Los Libros del Mississippi, 2020  ISBN: 9788412074109

El título es delicioso y tiene un aire cortazariano, “El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen” (completado con unos directos al estómago humano y poético que son los “Aforismos del desterrado”), nuevo título debido al escritor uruguayo Rafael Courtoisie, una de las voces más destacadas de la poesía en lengua castellana de las últimas décadas. Y es que aquí el poeta se mueve con sutileza y donosura entre los pliegues de todos esos mundos que existen, pero no necesariamente están en éste. Courtoisie hace sonar las campanillas de las palabras como encantadores cascabeles que hacen cosquillas en nuestra imaginación. Casi siempre, la sencillez es el mejor camino para llegar a lo más hondo, lo que en estas páginas el autor consigue de forma sobrada y más que suficiente, como ya nos señala en los primeros versos: “Una paloma de papel / con letras que vuelan. / No un ave: un poema”. Pronto indaga con tino Rafael Courtoisie en esas cosas a las que se refiere en el título: “Todas las cosas tienen nombre. / Las que no existen / callan. / (…) Cada palabra es un mundo”. Y por ese ancho mundo se mueve el vate sacando conclusiones que al lector le llegan bien adentro: “No somos lo que sabemos / somos lo que soñamos”. Sueños que en la voz del poeta pueden hacernos rememorar conmovedores y no menos terribles episodios bíblicos (“La sal recuerda el viento que sacudió las afueras de Sodoma, la piel / desnuda de Gomorra, la mujer de Lot”), recordar a la gran cantora chilena (“Volver a los diecisiete / después de vivir un siglo (…) “Volver a ser de repente / como un niño frente a Dios /canta Violeta Parra / resucitada y yo”) y trazar más allá de Marte y del terror de los libros ardiendo el dibujo de Ray Bradbury, enorme lírico además de uno de los más grandes de la ciencia-ficción: “Y cuando nace la noche en la boca de un poeta también nacen /  infinitas, las galaxias, los planetas en torno a las estrellas, las / lunas de las sílabas y el viento”. El uruguayo mira fijamente a los ojos del lector por si a éste aún le quedaba alguna duda (“Ya no estoy en mí: soy lo que lees”) y le da el mejor de los consejos: “Para ver el eclipse / cierra los ojos. / Sólo dentro de ti / brilla la noche”.

Pasemos ahora, con orden y con concierto a la segunda parte del libro, esos “Aforismos del desterrado”, crónica de un exilio interior al que tantas veces nos vemos abocados. El aforismo es un arte sutil que muchos creen dominar y que muy pocos lo consiguen. No es el caso, porque Rafael Courtoisie consigue en una línea poner muchos puntos sobre muchísimas íes, pero claro, hay que saber verlo (“La mirada comienza antes de abrir los ojos”), identificarlo (“La poesía dice lo que las palabras no quieren nombrar”) y saber trascenderlo: “Sin amor siempre se está lejos, uno es paria en todas partes”, porque, yo, el desterrado, “no tengo país, mi sitio son las palabras que digo”, y eso conlleva una dolorosa hambruna: “El olvido es pan para el desterrado. / El desterrado come olvido. / Y cada vez tiene más hambre”. Porque en tristes y resumidas cuentas, “haber nacido es haber sido desterrado”.

Estamos ante un libro sorprendente, mágico, heterodoxo, en el que, existan o no existan, se llama a las cosas por su nombre, se las descubre y redescubre, se le dan al lector las coordenadas poéticas para que sepa encontrar la latitud y longitud del aliento poético que se aloja en todas ellas. Como en aquella subyugante película de Wim Wenders, Rafael Courtoisie pasa revista a “El estado de las cosas” y nos dibuja un  encantador y trascendente mapa para que viajemos entre ellas y descubramos sus muchísimos y encantadores tesoros.

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LA BELLEZA DE LAS CICATRICES

Por: Manuel de la Fuente Vidal


“Tierra de luz blanda”, de Ezequías Blanco. Prólogo de Enrique Gracia Trinidad. 54 páginas. Ed. Los Libros del Mississippi, 2020.

Verte postrado en una cama de hospital a la espera de una intervención quirúrgica y luego asumiendo cada punto de sutura de la recuperación no es precisamente una de las situaciones más divertidas de la vida. Entre galenos, enfermeras, auxiliares, goteros, comida famélica, sábanas que no son las tuyas y buenas inyecciones de aburrimiento cuando no de dolor (un lobo siempre voraz, siempre hambriento), no se tienen, por muy bien que te traten (que suele ser lo habitual), muchas ganas de reír. Pero esas horas que pesan como largas noches de noviembre sí que te dejan tiempo para reflexionar, aprender, conocerte mejor si aún no te conocías lo suficiente y hacerte preguntas y en el mejor de los casos dar con algunas respuestas que nunca están de más. Porque al fin y a la postre al enfermo no le viene nada mal recordar esa sana costumbre japonesa del arte del kintsugi que reivindica la belleza de las cicatrices, o, como escribe nuestro poeta, “así considérate más bello por haber / estado roto y por haber sido reparado”. Y es que nuestro escritor, y catedrático, Ezequías Blanco, ha pasado por esa mencionada cama de hospital y ha dejado constancia del trance en su nuevo libro, “Tierra de luz blanda”, que lleva atinado y certero prólogo de Enrique Gracia Trinidad.

Ya apenas situados en la primera página, los síntomas se tornan agudos: “Sientes que un perro te muerde un rincón / del espíritu que un águila rompe / tu hígado con sus garras / sin que aparezca nadie a rescatarte. / A ti que nunca ofendiste a los dioses / ni te llamaste Prometeo”.

Y no está el horno para bollos ni el cuerpo para fuegos prometeicos porque el poeta (y, sobre todo, el hombre) se encuentra ante “la entrada en el túnel / de los tantos por ciento / donde nunca existe garantía de salida”.

Pero para atravesar ese túnel hay que sentir ese elixir agridulce, ese estar y no estar, que es la anestesia: “La nada se hace dueña de tu piel / y en la garganta notas ruiseñores de fiebre. (…) Una ciudad áspera se ha dispuesto / entre tus labios y tu boca. / En derredor revolotean / los ángeles custodios”.

No obstante, Ezequías Blanco no se pone histriónico ni sufre de más y le queda un hueco para el humor (tirando a negro, eso sí) cuando le echa un vistazo al gotero que está sobre su cama, “…un perro faldero: / te sigue a todas partes como haciéndote burla”, o cuenta y recuenta, como un rosario del dolor los remiendos que hay sobre su cuerpo, esas innúmeras grapas tatuadas en la piel : “Ahí te han dibujado una figura / te han tatuado una escolopendra / como los hombres de Altamira / hacían en los techos de sus grutas”. Sin embargo, cualquier herida es un precipicio y el poeta conjura “a la queja porque sientes / cómo por el crepitar de las llamas / está siendo crucificado / todo lo verde de la tierra”. Pero queda el consuelo de esa diosa en forma de enfermera que una y otra vez viene en tu socorro: “Su ayuda es siempre virgen (…) Te fatigas de tanto imaginarla / te cansas de esperarla y sonreírle/ (…) El anillo de bodas está dentro del cofre”.

Y ya finalmente, cogido de la mano de la preciosa “Paseo por el amor y la muerte”, de John Huston, como en aquellas medievales danzas macabras Blanco exorciza sus últimos temores (y terrores) y camina por la pradera de la vida como un piel roja porque “sabes que estás vivo y deambulas sereno / hacia donde tus antepasados caminaron”.

Libro conmovedor, y fieramente humano, reflexión dolorosa pero entrañable y sin aspavientos sobre el dolor, el miedo, las heridas, que concluye en esa pregunta que nuestra especie lleva haciéndose miles de años: “¿Habrá algún día en que el dolor se aplaque? / ¡Esa ha sido siempre la esperanza de los hombres”. Y con esa esperanza (sobre)vivimos.

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NOTA CRÍTICA AL POETA NICOLA FOTI

Aquel sillón de cuadros

Por: Inma J. Ferrero


La sua emotività e profondità si riversano come un diluvio attraverso questi versi con un accento mistico, dove l’amata è l’immagine divina, la chiave estetica dell’esperienza che unisce misticismo e amore.

L’autenticità di ciò che dice il poeta si traduce nell’originalità e nell’atteggiamento con cui riesce a descrivere la profondità dell’amore, sia ideale, sia fisico, verso l’amata, che è descritta come una divinità, associando, quindi, la bellezza della vita «mistica» e la bellezza del linguaggio poetico amoroso.

AVE, MARIA

Tu, Madre di Dio, Immacolata,
Esalasti la tua rossa purezza
Nell’eco dell’estate
Fuoco della tua Terra
Donasti versi di sangue
Brucianti come ferro incandescente
Trascinasti lontano il confine
Fosti il prima ed il dopo
Legasti l’omega all’alfa
Tra i cumuli passati di macerie
Freme ai tuoi piedi
Polvere arsa e fierezza andalusa.

PIENA DI GRAZIA

Dipingerò il tuo ritratto
Rubando arcobaleni
Staglia il nero dal bianco
Le tue forme perfette
Son feroce passione
Seme gettato al vento
Che porterà la Gioia
Nel tuo prato fiorito
I fiori di gennaio
Son più preziosi e rari
Dei fiori in primavera.

IL SIGNORE È CON TE

In ginocchio, le mani al viso
Tu preghi Dio.
Dio, se ti amo
Accoglierti vorrei
Nell’abbraccio immortale.
Moristi sulla croce
Per redimere il mondo
Benedici l’Amore
Che è carne palpitante
Avvinta nel piacere
Genera nuova vita
Due anime ti pregano
Nel desiderio d’essere
Un unico noi insieme.

TU SEI BENEDETTA TRA TUTTE LE DONNE

Partorirai, Maria, senza dolore,
E pura resterai sempre, in eterno
Genererai quel Dio, nostro Signore
Che ci allontanerà da questo inferno

BENEDETTO IL FRUTTO DEL TUO SENO

Vorrei tornare ad esser puro seme
Dal frutto disseccato, ancora vivo
Linfa che scorre nel tuo intimo nido
Proteggi e accogli il frutto col sorriso

SANTA MARIA

Rimanere vorrei, tra i tuoi capelli
Più neri di una notte senza Luna
Avvilupparmi prigioniero in loro
Per cibo solo lussuriosi baci
Calmare fame e sete mie voraci
Entrare in te come una pioggia d’oro

MADRE DI DIO

Offri il tuo seno
A chi salverà il mondo
Dalla lebbra del peccato
E le coscienze putride
Disinfetterà con spirito ardente

PREGA PER NOI PECCATORI

Nell’attitudine a sporcarmi di vita
Ho colto fiori accanto allo sterco
Ne porto ancora i segni sul mio viso
E la mia bocca ha assaporato il vizio
Di un vivere di sbieco ed in penombra
Madonna, Madre mia, di pelle scura
Redimi questa mia vita sofferta
Sei carne e frutto santi
Nella tua nudità c’è la purezza
Di chi ha amato senza mai peccare
Io, perso tra rifiuti e angoli oscuri
Cerco la luce dell’eterno Amore

ADESSO, E NELL’ORA DELLA NOSTRA MORTE

Carnagione olivastra
Nata tra muri a secco
Nelle torride estati, assetate
E strade bianche di polvere battuta
Stordiscono cicale tra le fronde
La lucertola guizza tra le pietre
Tra i cardi ronza pigro un calabrone
Bambina, già segnata
Dal peso di una vita
Avara di carezze
Le trovasti per caso
Abitasti la casa
Piena di meraviglie
Dove musica e libri
Furon le tue bambole
Maria, tu così pura
Candida come neve
Sarai tu manto lieve
Che rinfresca e consola
La mia ultima ora
Nelle tue mani affido
Ultimo sguardo al cielo,
Poi l’odore di terra
Chiuderò gli occhi, Amore
Un ultimo sussulto,
Poi l’eterno ritorno

Nicola Foti

Dalla Silloge «La Novella Maria»
Tutti i diritti sono riservati

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EL CUERPO SEGÚN ZAHARA

Por: Juan Ramón Jiménez Simón


El cuerpo es interpretado por el sujeto que lo encarna, es así como la poética del cuerpo entiende que el verso es el generador de su identidad corporeizada y quien integra al cuerpo en una realización consigo mismo, toda la corporeidad se proyecta en la capacidad del sujeto de idear – se a través de relaciones incluso difíciles de comprender. Zahara, con su libro “Teoría de los cuerpos” (Editorial Aguilar, colección Verso&Cuento, 2019) nos declama que el cuerpo es insondable, planteándonos una invitación incansable a la creatividad de la relación corpórea que hace salir a la luz el significado profundo de las vidas vividas en un cuerpo.

El hecho de rescatar al cuerpo y reclamarlo como crítica de la razón poética hace que sea necesario distinguir la comprensión de la transmisión de informaciones. La primera sitúa activamente al lector/a en la base de la acción; la segunda lo contextualiza como agente de recepción. Pero lo relevante es que la persona que lea los poemas de la autora ubetense sea capaz de indagar el origen de su corporeidad en el conjunto de sus vivencias. Esto nos ofrece el convencimiento de que lo auténtico es vivir lo que es real y que el cuerpo tiene como propiedad justamente el riesgo inmediato de una realidad que es vivida significativamente por nuestro organismo de forma global.

Se trata del primer poemario de Zahara, que destaca por su originalidad expresiva al tiempo que elabora una fenomenología propia en tanto que “lo que mi cuerpo es para el otro”, una alteridad basada en cuerpos que se mueven, se repelen e imantan con sus iguales.  Según Sartre (1943, edición 1997), el cuerpo que “yo existo” es lo que “yo trasciendo” hacia nuevas combinaciones complejas, y por eso mi cuerpo pertenece para el otro, una corporeidad que es “utilizada y conocida por otro”, generando nuevas relaciones corpóreas; es la llamada tercera dimensión ontológica el cuerpo.

La concepción del cuerpo en los poemas de Zahara delimita tres espacios corporales (R.B.J.T. Allenby, 1991; T.S. Blyth and E.F. Robertson, 1985): “Clausuras de un cuerpo”, “Correspondencias de los cuerpos” y “Extensión de un cuerpo”, que constituyen una explicación cotejable con la filosofía del siglo XX (Sartre, Meleau-Ponty, Popper y otros). La hermenéutica de “La teoría de los cuerpos” es una perspectiva que facilita la comprensión de una relación circular del propio cuerpo, en cuyo seno emerge la conceptualización de las preocupaciones y maneras de entender la vida y las relaciones generacionales.  No en vano, la autora atiende relaciones que se acabaron, amores afines y correspondidos, momentos difíciles que desdoblan las expectativas puestas, la complicidad sexual,… “cuerpos” que la poeta analiza de forma intensa a lo largo de las páginas de su libro.

La dualidad entre el alma y el cuerpo (donde se encuentra la conciencia de sí misma)  es una magnífica oportunidad para sentir la ambigua congoja de vivir, esa pulsión de las intimidades que se repliegan sobre los secretos de la intimidad.  La vida se revela en la contingencia del propio cuerpo, tan casual y al límite. En los poemas, semaforismos y relatos cortos de Zahara, la conciencia se encarna en un cuerpo que se representa en el mundo, resultando que el cuerpo es la ecuación reversible de la irrealidad bella. De ahí que la paradoja del cuerpo, según Zahara, es que no hay cuerpo sino en situación y no hay situación sino por el cuerpo, puesto que la autora lo entiende en términos de ganar terreno en la comprensión de la misma paradoja.

En definitiva, se trata de un poemario elegante, con prólogo del poeta Ben Clark, donde los isomorfismos vitales se proponen en una mirada pedagógica abierta que no solo propone condiciones de viabilidad para el desarrollo armónico de la corporeidad, sino un marco de concreción posible del hecho poético como objeto de vida de la propia humanidad. Es la principia mathematica de Zahara.