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MIGUEL MIHURA Y LA CODORNIZ

Por: Tomás Sánchez Rubio


El cementerio de Polloe está situado en la parte más alta del barrio de Eguía de San Sebastián. Allí, junto a la escritora Clara Campoamor, el pintor Ignacio Zuloaga, o la realizadora de televisión Lolo Rico, está enterrado Miguel Mihura Santos (1905-1977). Este periodista y autor polifacético, a pesar de haber nacido y fallecido en Madrid, tenía en este camposanto su panteón familiar. Resulta que el progenitor, Miguel Mihura Álvarez, quien era natural de Medina Sidonia, en Cádiz, destacado empresario teatral, director artístico y actor, llegó a San Sebastián para actuar en el Teatro Victoria Eugenia en julio de 1925, como parte de la gira veraniega de su compañía, junto a Aurora Redondo y Valeriano León como actores principales. El día 11 de ese mes, al no presentarse a los ensayos, su representante fue al hostal «La Urbana» comprobando que la muerte había sorprendido a Miguel escribiendo. Tan sólo contaba cuarenta y siete años de edad. Al día siguiente fue enterrado en Polloe con asistencia de su mujer e hijos, llegados de Madrid, así como todos los miembros de la compañía y amigos.

Teniendo en cuenta el antecedente familiar, no resultan sorprendentes los pasos que seguiría el hijo, Miguel Mihura Santos, quien con tan solo diecinueve años se inició en la actividad literaria colaborando en publicaciones de carácter humorístico. El chico creció en el ambiente escénico del que pronto conoció todos sus entresijos, máxime cuando en 1921 comenzara a trabajar como contable en el Teatro Rey Alfonso, anteriormente Salón Madrid. Es entonces cuando empezó a frecuentar los cafés por donde se movía el mundillo artístico, entablando amistad, entre otros, con Carlos Arniches, o Pedro Muñoz Seca. En 1925 colaboraba en diversas revistas de humor como dibujante y articulista, y en 1932 escribe su obra maestra, Tres sombreros de copa, comedia transgresora con el panorama teatral cómico del momento, siendo minusvalorada por los empresarios de la escena. Efectivamente, no se estrenaría hasta 1952, recibiendo entonces, precisamente por ella, el Premio Nacional de Teatro, galardón creado por El Consejo Superior de Teatro seis años antes.

Quisiera señalar, en referencia a Tres sombreros de copa, el placer que me reporta su lectura —más bien “relecturas”— aún a día de hoy, con su carga de tristeza pero a la vez divertida y absurda; con su crudo realismo y la lúcida intemporalidad de sus símbolos. Precisamente no hace mucho tuve la oportunidad de ver una versión que no conocía, gracias al Archivo de RTVE, en cuyo segundo canal se había estrenado el 6 de noviembre de 1969 dentro del espacio Teatro de siempre. Estaba dirigida por el polifacético Luis Calvo Teixeira, y protagonizada por Manuel Galiana, como Dionisio, María José Alfonso encarnando a Paula, y Mariano Ozores, en el papel del entrañable, y a veces irritante, Don Rosario, dueño de la pensión.

Las siguientes obras se amoldarían más al gusto de la época, si bien no abandonando nunca su característico tono sagaz e irónico, así como su tendencia a la sátira, teñida de surrealismo, sobre hábitos y costumbres. En los años cincuenta escribió exitosas piezas teatrales como Mi adorado Juan o Maribel y la extraña familia, obras con las que volvió a recibir el Premio Nacional de Teatro. Asimismo daría en esa década sus primeros pasos en el mundo del cine colaborando en el guion de Bienvenido Mister Marshall (1953), de Luis García Berlanga. Participó junto a su hermano Jerónimo, crítico cinematográfico y director de doblaje, en diversos proyectos para la gran pantalla. Durante los años sesenta, verían la luz nuevas obras teatrales de reconocido mérito como La bella Dorotea o Ninette y un señor de Murcia. En 1976 fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua, donde hubiera ocupado el sillón K, si la muerte no lo hubiera sorprendido mientras preparaba el discurso para su ingreso. Era el 28 de octubre de 1977.

En su faceta de director de publicaciones periódicas, debemos recordar que durante la Guerra Civil se le nombró director de La Ametralladora. Esta revista había nacido originalmente en enero de 1937 con el nombre de La Trinchera, un periódico de guerra, enfocado teóricamente a los soldados como una revista de combate, publicado por la Delegación de Prensa y Propaganda de Salamanca. A partir del número 3 cambió su nombre por el antes citado de La Ametralladora, y desde entonces se editó en diferentes ciudades —Valladolid, Salamanca, Bilbao— hasta pasar a hacerlo definitivamente en San Sebastián, como revista semanal dedicada al humor gráfico y a la sátira. Mihura la transformó en una publicación humorística. En poco tiempo, la revista alcanzó un gran éxito entre el público de la zona sublevada —en gran parte, por su calidad técnica, buen papel e impresión en cuatro colores— y para octubre de 1938 tenía una tirada de 85.000 ejemplares. Publicó su último número al final de la contienda, el 1 de abril de 1939. Entre sus principales colaboradores destacaron Edgar Neville, Álvaro de Laiglesia, Carlos Bech o Tono —seudónimo del dibujante jiennense Antonio Lara de Gavilán—. La Ametralladora todavía volvería a aparecer un año después como una sección humorística, mucho más reducida respecto a su época anterior, dentro del semanario de carácter cultural Tajo, editado en Madrid por Cisneros, publicándose en este formato hasta mediado el año 1941. Tras su desaparición, Miguel Mihura crea la famosa revista satírica La Codorniz, publicación que recogió a buena parte de los antiguos colaboradores de aquella. Mihura será su director hasta 1944, momento en que delega su cargo en Álvaro de Laiglesia, al que conoció en San Sebastián mientras dirigía La Ametralladora.

El domingo 8 de junio de 1941 aparecería, pues, en los quioscos por primera vez una revista diferente, con un peculiar sentido del humor. Acudiría a su cita semanal de manera prácticamente ininterrumpida hasta 1978. Uno de los amigos de Mihura y colaborador estrecho en la publicación, Enrique Jardiel Poncela, había estrenado precisamente en abril de aquel 1941 Los ladrones somos gente honrada en el Teatro de la Comedia de Madrid. Había pasado un año justo de su anterior éxito en el mismo escenario: Eloísa está debajo del almendro.

La Codorniz era publicada por la editorial Rivadeneyra. El papel era de baja calidad debido a las carencias que había en la España de aquellos años. No obstante, se realizaba una edición verdaderamente vanguardista para la época. Se editaba en dos colores, rojo y negro, y sus portadas, generalmente de Tono, Herreros o del mismo Mihura, son hoy antológicas. En cuanto a los posteriores directores de la revista, tras Mihura y Álvaro de Laiglesia vendrían Manuel Summers y Carlos Luis Álvarez Álvarez, más conocido como Cándido.

Cabe destacar la etapa de Álvaro de Laiglesia, que dirigió la publicación durante tres décadas, pasando su tirada de los 35.000 ejemplares semanales a los 200.000. La crítica a las costumbres y sobre todo a la burocracia del Régimen tuvieron bastante que ver. Hay que señalar, a este respecto, que «la revista más audaz, para el lector más inteligente», como rezaba en la portada, tuvo varios problemas con la censura durante los años de la Dictadura del general Franco —en especial en virtud del Artículo 2º de la Ley de Prensa de 1966, que establecía las causas para limitar la libertad de expresión—, padeciendo numerosas multas, apercibimientos e incluso dos suspensiones de edición: en 1973 y 1975. Por sus páginas pasaron casi todos los historietistas más importantes de esos años y de los posteriores: Tono, Mena, Abelenda, Mingote, Chumy Chúmez, Forges, Madrigal, Máximo, Gila o Rafael Azcona, entre otros. Su humor, absurdo, surrealista, crítico, sobrevivió a una dura posguerra y lo hizo con solvencia. La popularidad de los anteriores dibujantes, y el éxito de los escritos salidos de plumas como la de Edgar Neville, Enrique Herreros o López Rubio (miembros, por otra parte, de la llamada “la otra Generación del 27”) demostraron que el espíritu de la vanguardia anterior a la cruel contienda seguía siendo clave de éxito, con un humor agudo, ocurrente, “atrevido”, pero no mordaz ni chabacano. En efecto, el mismo Antonio Mingote reconoció, en alguna ocasión, el débito de la revista a creadores como Ramón Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba  o el propio Jardiel Poncela.

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Y LLEGÓ JACKIE ORMES

Por: Tomás Sánchez Rubio


En el año 1911, Marie Curie, una de las mentes más brillantes de su tiempo, ganó el Premio Nobel de Química. En 1903 había conseguido el de Física juntamente con su marido  Pierre —fallecido tres años después— y el investigador Henri Becquerel. Se le reconocían, literalmente, «sus servicios en el avance de la química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento». Fue la primera persona en obtener o compartir dos galardones de la Academia Sueca.

A primeros de agosto de aquel mismo año de 1911, veía la luz por primera vez en Pittsburgh, Pensilvania, Zelda Mavin Jackson, más conocida como Jackie Ormes. En aquella ciudad había nacido en 1874 la escritora Gertrude Stein, una de las pioneras de la literatura modernista, así como importante coleccionista de arte contemporáneo. En Pittsburgh, asimismo, el dramaturgo August Wilson se inspiraría para escribir, en los años 80 del siglo XX, la obra Fences, basada en la vida de un hombre afroamericano que lucha contra los prejuicios raciales en que vive su comunidad.

Jackie Ormes

Como el protagonista del drama de Wilson, Jackie Ormes también era una chica afroamericana en un país donde los recelos relacionados con el color de la piel se traducían con frecuencia, sobre todo en los estados sureños, en leyes y actos de violencia contra la igualdad de los derechos fundamentales. El esfuerzo y el tesón de esta mujer en tales circunstancias resultan, sin duda, un valor añadido a sus increíbles dotes artísticas naturales. Efectivamente, Ormes fue una humorista gráfica de marcado talento y sensibilidad, no solo para captar, sino también para representar, en clave paródica y personal, todo aquello que la rodeaba. Artista ilustradora, periodista y escritora comprometida, sería conocida como la primera mujer de color en producir tiras cómicas en la prensa a nivel nacional.

Hija de Mary Brown Jackson y William Winfield Jackson, comenzó a dibujar y a escribir durante la secundaria. Publicó sus primeras caricaturas, de compañeros y de profesores, en el anuario de la escuela. Durante esta etapa, escribió una carta al editor del Pittsburgh Courier, un periódico semanal afroamericano que salía los sábados, donde realizó su primer trabajo como reportera al cubrir un combate de boxeo; desde entonces se convertiría en una amante de este deporte. Posteriormente pasó a ser correctora en la misma publicación. Poco más tarde ejerció ya como editora independiente, escribiendo sobre asuntos  judiciales  y cuestiones sociales. Se casó con el contable Earl Ormes en 1931, con quien tuvo una hija, Jaqueline, que murió a los tres años a causa de un tumor cerebral.

Como humorista gráfica, alcanzó una gran popularidad por ser la creadora de las tiras de prensa Torchy Brown in Dixie to Harlem y Torchy in Heartbeats, así como de las viñetas Patty-Jo ‘n’ Ginger y Candy, que se publicaron en los periódicos estadounidenses de tirada nacional Pittsburgh Courier —mencionado anteriormentey The Chicago Defender, desde 1937 a 1956, siendo la primera dibujante afroamericana en conseguirlo. Se retiró de la caricatura en 1956, aunque continuó con su producción artística, mientras una artritis sobrevenida precozmente se lo permitiera, pintando murales y retratos. Fue miembro de la junta directiva fundadora del Du Sable Museum of African American History, en Chicago, el más antiguo dedicado al estudio y la preservación de la historia, la cultura y el arte afroamericanos. Como coleccionista de muñecas, Ormes contaba con unas ciento cincuenta figuras, participando activamente en el Guys and Gals Fantastique Doll Club. Murió el 26 de diciembre de 1985 a los setenta y cuatro años, a causa de una hemorragia cerebral, siendo enterrada junto a su marido —fallecido casi una década antes—, en el Hope Cemetery de Salem, Ohio. Ese mismo año se había estrenado El color púrpura, película dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Whoopi Goldberg. El drama se basaba en la novela homónima de Alice Walker, que dos años antes había ganado el Premio Pulitzer. Su argumento giraba alrededor de una niña afroamericana a  principios del siglo XX, Celie, de catorce años, y de su difícil existencia de maltrato y soledad durante los posteriores treinta.

En Torchy Brown in Dixie to Harlem, la protagonistaera una adolescente de Mississippi que encuentra la fama cantando y bailando en el prestigioso Cotton Club de la Gran Manzana. El viaje de Torchy desde su tierra natal a Nueva York reflejaba, ni más ni menos, el desplazamiento de muchas personas que se aventuraron hacia el norte durante la conocida como Gran Migración Afroamericana. Tras cesar la publicación de la serie a finales de los 30, dibujó dos historietas más: Candy, sobre una divertida empleada doméstica, y Patty Jo and Ginger, cuyas protagonistas eran dos hermanas totalmente distintas: la menor, decidida y con una clara conciencia social y política; la mayor, callada y presumida, iba siempre vestida a la moda. En 1947, Ormes firmó un contrato con la compañía de muñecas Terri Lee, a fin de vender una muñeca inspirada en su personaje Patty-Jo. Se trataba de la primera muñeca de color “realista” fabricada en Estados Unidos. Al igual que en la caricatura, se representaba a una niña real, en contraste con la mayoría de muñecas, que eran tipo bebé.

A partir de agosto de 1950, el Pittsburgh Courier comenzó a publicar un suplemento a color de ocho páginas, donde Ormes reinventó a su personaje Torchy, convirtiéndola en una nueva tira cómica que llamó Torchy in Heartbeats. Esta vez, la protagonista se había convertido en una mujer sofisticada e independiente cuyas aventuras transcurrían en tanto que buscaba “el amor verdadero”. Ormes se sirvió del personaje para visibilizar diversos temas relevantes de la época, mostrando una imagen de una mujer de color que, en contraste con las representaciones estereotipadas de los medios de comunicación, aparecía como  inteligente y decidida.

Las heroínas de Jackie Ormes son mujeres fuertes e independientes con una clara conciencia social y política, que luchan por alcanzar sus metas desafiando día a día a unas normas sociales conservadoras en relación con el sexo y la raza. Propuso a sus lectoras un modelo de mujer en que podían creer, apoyar e incluso aspirar a convertirse. Por supuesto, tras la Segunda Guerra Mundial, en pleno macartismo, fue investigada por el FBI… No obstante, ampliamente reconocida en vida, Nancy Goldstein escribió en 2008 una biografía sobre Ormes, publicada por la editorial de la Universidad de Michigan, titulada The First African American Woman Cartoonist.

Por supuesto, tampoco debo dejar de mencionar, para finalizar el presente artículo, a una contemporánea de Jackie Ormes y compatriota nuestra: la infatigable Rosa Galcerán Vilanova. Nacida en Barcelona en 1917, fallecería poco antes de cumplir los noventa y ocho años en 2015. Ilustradora, publicista y poeta, como dibujante de historietas fue pionera en un tiempo en el que la profesión era mayoritariamente masculina en nuestro país. Galcerán realizó sus primeras publicaciones en la revista Porvenir en 1937. Entre 1942 y 1946, se unió a la productora Diarmo Films colaborando en las primeras películas de animación junto a Arturo Moreno: El capitán Tormentoso (1942), Garbancito de la Mancha (1945) —primer largometraje de dibujos animados realizado en color de Europa— y Alegres vacaciones(1948). Alternó este trabajo con colaboraciones en la revista Mis chicas, de la editora Consuelo Gil Roësset. Al finalizar ese periodo, y hasta 1971, desarrolló la mayor parte de su trabajo en las publicaciones femeninas de la Editorial Toray. Principalmente, trabajaría para la revista Azucena donde  fue dibujante, guionista, fundadora, y además creadora de la colección Cuentos de la Abuelita. Como poeta, fue miembro del grupo literario Poesía Viva y del Seminario de Investigación Poética. En 1997, publicó el libro Poemes de Tardor y en 2004 Sons y Ressons.

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TRINCA, ALGO MÁS QUE UNA REVISTA JUVENIL

Por: Tomás Sánchez Rubio


El domingo 1 de noviembre de 1970, con una tirada de setenta mil ejemplares y cincuenta y dos páginas a todo color, aparecía en los quioscos de todo el país la revista Trinca. Su periodicidad sería quincenal y el precio, 25 pesetas.

Trinca nacía en el seno de la editorial madrileña Doncel, creada por la Delegación Nacional de la Juventud de Jesús López-Cancio, en el año 1959. Al frente de la casa se encontraba Jaime Suárez Álvarez. Desde su nacimiento, Doncel había llevado a cabo una prolífica labor de publicación: aparte de los renovados libros de texto “oficiales” —no podía ser de otra manera— para la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, se destacó por la edición no solo de narrativa, teatro y poesía, sino también de estudios sobre la literatura juvenil, como El arte de la historieta, de Juan Antonio de Laiglesia; o La prensa infantil en España, del dominico Jesús María Vázquez. De enorme éxito en la época resultó su colección La ballena alegre. Con el tiempo Doncel consolidaría  su presencia en el mercado exterior —con una participación destacada en ferias y exposiciones internacionales—, principalmente iberoamericano.

La revista conoció tres directores durante su singladura de otros tantos años en el panorama gráfico español:Isidoro V. Carvajal Baños, Alfonso Lindo Rodríguez y el periodista de prensa y radio Antonio Casado Alonso. Parece ser que la idea de crear  Trinca partió de los gerentes de Doncel Carlos González Vélez y Juan Van-Halen Acedo, poeta y académico. Se reconocía como su modelo la publicación francesa Pilote, revista de historietas fundada por René Goscinny en octubre de 1959. Corría la edición de esta a cargo de la casa Dargaud, fundada en 1936 e introductora en el país vecino de la serie belga Les aventures de Tintin et Milou. De aparición semanal en su origen y mensual a partir de 1974, Pilote dejaría de publicarse en 1989. Allí verían la luz por primera vez los ya clásicos Astérix, El teniente Blueberry, Lucky Luke o el “agente espaciotemporal” Valérian. Por mi parte, querría aprovechar para recordar, con sincera emoción, el trabajo, dentro y fuera de Pilote, de la historietista de dilatada y reconocida trayectoria Claire Bretecher —fallecida justamente en febrero del pasado año—,  cofundadora de L´Écho des savanes; pionera del cómic de carácter crítico y social, su serie “Les frustrés” se publicaría en España en las páginas de la revista Totem durante 1977.

Sea como fuere, es preciso señalar que la revista Trinca ofrecía un nuevo estilo de prensa juvenil no conocido en nuestro país hasta entonces. Si buscamos en el Diccionario de la Real Academia (DRAE) el significado del término “trinca”, encontramos como tercera acepción: “grupo o pandilla reducida de amigos”. Sin duda, esta palabra hacía referencia a los protagonistas de una serie que aparecía en la página 4 del primer número: las divertidas aventuras de varios amigos y amigas adolescentes, obra del dibujante José García Pizarro y con guion de Antonio Arias, conocidos ambos por haber trabajado juntos en las populares Aventuras del FBI. Sin embargo, ese nombre pudiera también hacer alusión a esa concepción más  desenfadada, no sé si “más libre”, de las relaciones entre los jóvenes a finales de los 60 y principios de los 70: empezaba a pasar la época de exaltación de la camaradería entre la juventud española, fruto del perpetuo recuerdo de una guerra civil desconocida para los menores de treinta años. Se hacía precisa una renovación en el lenguaje y en las formas de expresión y de creación. Trinca, indiscutiblemente, debe considerarse hija de su época: vinculada a una editorial católica y afín al gobierno, nació en la última etapa de la dictadura, en una fase de intento de modernización del Régimen en busca de su inserción en  esa  Europa descolonizadora, del Mercado Común y principios liberales, a quien miraba con desconfianza pero con anhelo a la vez. Por tanto —o sin embargo—, Trinca se convirtió en una puerta abierta, no solamente a nuevas inquietudes sociales, sino también  a una creatividad que tanteaba nuevos caminos. Unía a profesionales de la historieta de diferentes escuelas y diverso recorrido: unos comenzaban entonces; otros gozaban ya de una dilatada carrera en el mundo gráfico. Así ocurría, por ejemplo, con el pintor e historietista Antonio Hernández Palacios (1921-2000), anteriormente dedicado al mundo de la publicidad, creador de las aventuras del personaje de la portada del primer número de la revista: Manos Kelly, magistral obra de madurez, que, en palabras del investigador y crítico Javier Coma, “se elevaría por encima de otros westerns de su tiempo gracias a un riguroso esfuerzo de documentación y a su valor poético”. Junto a él, nos encontramos a un joven Miguel Calatayud (n. 1942), con un estilo rompedor y personalísimo por su elegancia y exhuberancia cromática, que realizaría las populares series Peter Petrake o Los doce trabajos de Hércules. En mi memoria se encuentra el número extra de Navidad de 1972, donde Calatayud hizo que me acercara, quizá por vez primera, al universo de Edgar Allan Poe con su magistral versión ilustrada de La máscara de la muerte roja.

La singular pareja artística Ventura & Nieto —Enrique Ventura (1946), dibujante; Miguel Ángel Nieto (1947-1995), guionista— conocieron muy pronto el éxito en Trinca; primero con una serie de parodias en blanco y negro (¡Es que van como locos!), y luego con una inacabable historia surrealista y caótica (Maremagnum), donde Groucho Marx se codeaba con John Wayne, el Príncipe Valiente o Flash Gordon. Posteriormente a esta etapa, trabajarían para las revistas satíricas El Papus o El jueves.

Entre el magnífico elenco de artistas que trabajaron en la revista, merece mención especial el veterano dibujante Adolfo Buylla (1927-1998), creador del “explorador galáctico” Yago Veloz, que se inicia en el número 23 hasta la casi desaparición de Trinca,  en el número 62. Adolfo Álvarez-Buylla Aguelo fue hijo de un diplomático asturiano represaliado y residió varios años en Colombia y México. Tras su regreso a España en 1948, triunfó en los años 50 con el popular héroe futurista Diego Valor, inspirado en la serie inglesa Dan Dare, primero en colaboración con Bayo y más tarde en solitario. Asimismo, trabajó para Bruguera en El Capitán Trueno. Con Yago Veloz, Buylla no solo parodiará el nombre de Diego Valor, sino que construirá una caricatura del prototipo del aventurero “sideral” por excelencia, Flash Gordon. Artista con proyección internacional, posteriormente trabajó sobre todo para los mercados estadounidense y británico.

Una de las obras más notables del siempre admirable Oscar Wilde es El fantasma de Canterville, y fue Juan Arranz (n.1932) el historietista cuya adaptación en las páginas de la revista me hizo conocer el relato del genio irlandés. A partir del año 1970 no solo publicó esta versión ilustrada en Trinca, sino también las de El libro de la selva, de Rudyard Kipling, y Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. Arranz había iniciado su carrera en la agencia Selecciones Ilustradas hacia 1955. Antes y después de Trinca trabajó en Francia con publicaciones célebres como Quatre-Vingt-Seize. En el número 8, publicado en febrero de 1971, otro “grande” del panorama gráfico nacional, Carlos Giménez (n. 1941), artista precoz, tradicionalmente adscrito al conocido como Grupo de La Floresta,  rendiría homenaje al escritor sevillano Gustavo Adolfo Bécquer con una versión ilustrada de “El Miserere”, original, intensa y de impecable factura.

Otros personajes y series entrañables serían, entre muchos otros, “Los guerrilleros” de Bernet Toledano, o los aguerridos luchadores intemporales “Haxtur” (Víctor de la Fuente) o “Kronan” (Jaime Brocal)

Cabe destacar en Trinca, desde sus orígenes, una enorme variedad de secciones y contenidos, así como un alto nivel de “interacción” con sus lectores. Junto a reseñas cinematográficas —la primera dedicada a Hello Dolly, ganadora de tres óscars en 1969—, se daban cita concursos, tests —“¿Sabes dominarte?…”—, reportajes sobre cuestiones de actualidad —“El accidente de Steve McQueen…”— y sobre temas históricos; coleccionables, páginas dedicadas a la música —“Diez que sí y diez que no”—  y al arte de todos los tiempos, así como pasatiempos o entrevistas. Ante el nuevo curso escolar, en el primer número se detallaba “el nuevo plan de estudios”, reforma planteada por el Ministerio de Educación y Ciencia del XII Gobierno de Franco, encabezado por José Luis Villar Palasí, y que establecía la enseñanza obligatoria hasta los catorce años, con una Educación General Básica estructurada en dos etapas, un Bachillerato Unificado Polivalente de tres años, y un Curso de Orientación Universitaria… Acompañaban al citado reportaje las palabras de José María Otero Navascués, militar y físico especializado en óptica, presidente de la Junta de Energía Nuclear desde 1958; Gerardo Diego, reconocido poeta perteneciente a la Generación del 27, y un joven Tomás Marco Aragón, compositor y ensayista, que había sido Premio Nacional de Música en 1969. Los tres hablaban de sus años como estudiantes, de su vocación y de la carrera emprendida para alcanzar los objetivos marcados.

El último número de Trinca, el 65,tenía fecha del 1 de julio de 1973, domingo —como siempre—. Tras haber ganado el Aro de Oro en 1972 y 1973 a la mejor revista juvenil, seguía costando 25 pesetas. Su portada estaba dedicada a la conquista del espacio… Quizá fuera algún tipo de metáfora.

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MARINO BENEJAM Y LA FAMILIA ULISES

Por: Tomás Sánchez Rubio


Próximamente se cumplirá un nuevo aniversario del nacimiento de Marino Benejam. El 26 de enero de 1890 Marí Benejam i Ferrer vio la luz por primera vez en una casa de la calle del Roser de Ciutadella, localidad situada en el extremo oeste de la isla de Menorca, patria chica, asimismo, de José Roberto Torrent Prats, pintor contemporáneo suyo, conocido por sus claros y coloridos paisajes. En aquel momento ejercía la Regencia del trono de España María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XIII, mientras que Antonio Cánovas del Castillo detentaba —por quinta vez—  la presidencia del Consejo de Ministros. Casi ochenta y cinco años después, el 19 de enero de 1975, fallecerá Benejam en Barcelona.

TBO: Antología de las mejores historias de Marino Benejam

Marí —Marino— era el quinto de los siete hijos de Pere y Francina. A finales de siglo, la industria del calzado balear, muy dependiente del mercado antillano, se resintió con la pérdida de Cuba, y su padre, humilde artesano hormero, decidió trasladarse en 1907 con la familia a Barcelona. Allí ejercería como relojero, oficio que también conocía. Primero habitaron en un piso en el Paseo del Born; luego, en la calle Princesa. En 1902, a los doce años, Benejam se inscribe en la Academia de dibujo del profesor Manuel Alzamora, donde asiste a las clases hasta cumplir los dieciocho. Se matricula en l’Escola de Llotja, nombre que recibe entonces l’Escola de Belles Arts de Barcelona. Su padre pretende que trabaje en la relojería, pero él empieza a pensar en la posibilidad de dedicarse al dibujo humorístico y publicitario. En 1915 se inicia esporádicamente su colaboración en revistas humorísticas de escasa tirada, mientras ejerce como empleado de banca.  El 26 de junio de 1921 se casa con Lluïsa Bartolomé Barceló en la iglesia del Carme de Barcelona. De esta unión nacerán dos hijas: Lluïsa en 1922 y Roser en 1926. Vivían en un piso de la calle de Menéndez Pelayo, actualmente de Torrent de l’Olla, situado en el barrio de Gràcia. Durante los años treinta comienza a colaborar, como dibujante y guionista de historietas, en revistas como Pocholo, editada por Santiago Vives, o KKO, de la editorial Guerri.

Sus primeros seudónimos fueron Rino y Ferrer; no obstante, Benejam fue su firma más conocida. El nombre de Benejam pronto acabó asociándose con la revista TBO, y con la serie más popular de esta: La familia Ulises.

El TBO, conocida revista de historietas por varias generaciones, apareció por primera vez el domingo 11 de marzo de 1917, publicándose cada semana, con algunas interrupciones, hasta 1998. Procedía aquel primer número del taller de litografía de Arturo Suárez en Barcelona. Al principio, la revista estaba impresa en un solo color —azul—; mostraba en su diseño una gran influencia de En Patufet, revista infantil ilustrada y en catalán, nacida en 1904. El precio inicial era de 5 céntimos. Tomó su nombre de la zarzuela TBO, estrenada en el Coliseo del Noviciado de Madrid el 29 de abril de 1909, y escrita por el prolífico comediógrafo sevillano Eduardo Montesinos y el dramaturgo madrileño Ángel Torres de Álamo, ambos también periodistas. Las siglas hacían referencia al nombre de un periódico que aparecía en la obra. Como ha aclarado Rosa Segura, secretaria de redacción del TBO en dos etapas de su vida, y autora del libro de memorias Ediciones TBO ¿dígame? (Editorial Marré, 2006), el título sería sugerido por Joaquín Arqués, director de la publicación y gran aficionado al teatro y a las revistas líricas. Esto contradice diversas hipótesis, más o menos peregrinas, que han surgido sobre el nombre de la revista —como que la revista era editada por un inexistente Tomás Bauça Oliver—.

Viñetas de TBO

El caso es que unos meses después del primer número, entró como editor de la  publicación Joaquín Buigas Garriga, cliente del impresor Suárez. A partir de ese momento pasaron a utilizarse dos colores (rojo y negro) y se situó en la portada una historieta como ya se hiciera en Dominguín, revista infantil publicada por José Espoy entre 1915 y 1916, en lugar del chiste de una sola viñeta que aparecía en los primeros números. En diciembre de 1943, Buigas, junto a Emilia Estivill (viuda de Bartolomé Bauzá, con quien ya se había asociado Buigas anteriormente) y Emilio Viña se establecieron como Ediciones TBO Sociedad Limitada. El sello Buigas, Estivill y Viña SL continuó hasta 1983. A partir de 1986 fue publicada por Bruguera —cuyo embrión precisamente había sido la editorial El Gato Negro, creadora de Pulgarcito—, y entre 1988 y 1998 por Ediciones B, heredera de aquella.

En julio de 1934, en el número 891 de TBO, se publica la primera colaboración de Benejam en la famosa revista. Se trataba de una tira con cuatro viñetas titulada Un enfermo muy grave. Al año siguientecreó el personaje Melitón Pérez, cuya primera historieta apareció en el número 963 del 26 de noviembre. El personaje, parecido al protagonista de la serie sueca Adamson, de Oscar Jacobsson, es un hombre bajito y educado, con traje de chaqueta y sombrero, que desarrollaba su acción en cuatro viñetas mudas.  

Si bien durante unos años compaginó su trabajo en diversas publicaciones simultáneamente, además de dibujar recortables, cuadernos para colorear y felicitaciones navideñas, a partir de 1941 Benejam concentró toda su actividad gráfica en TBO. Junto con Manuel Urda —cuyo último trabajo fue la sección “De todo un poco”, dedicada a curiosidades y chistes cortos—  y Ricardo Opisso —detallista y sagaz como ya se ve en la portada del Almanaque de TBO para 1918—, fue uno de los dibujantes más prolíficos de la revista.

Benejam fue el creador de Aventuras de Morcillón y Babali (1946), un peculiar explorador y su ayudante, y continuó, a partir de 1951, tras las etapas de Nit, Tínez y Tur, la sección Los grandes inventos del TBO, con creaciones del ficticio y curioso profesor Franz de Copenhague. Aparte, realizaría también multitud de breves historietas sin personaje fijo. Sin embargo, será reconocido sobre todo por ser el creador de La familia Ulises en 1944. Esta saga popular y entrañable, además de ser particularmente mi serie preferida dentro de la revista, se afianzó de tal modo que se publicó regularmente en la contraportada, sin faltar ni una sola semana, entre los años 1952 y 1971. Fue a partir de 1968, al comenzar a tener problemas oculares por causa de la diabetes, cuando el dibujante José María Blanco Ibarz —creador en 1963 de la peculiar tribu africana de Los Kakikus— le sustituyó como ilustrador de La Familia Ulises. Blanco respetó siempre el estilo y el espíritu de Benejam, quien, menos de una década después, en 1975, fallecería en Barcelona de embolia cerebral.

Otras familias aparecerían posteriormente en la escena de la historieta cómica ilustrada en nuestro país. De ese modo tenemos a La familia Cebolleta, creación del genial dibujante Manuel Vázquez Gallego y que se estrenó en 1951 en las páginas de El DDT. Fue esta una de las tres más famosas de su autor —pienso que debido en buena parte al abuelo y a “sus batallitas”—, junto a Las hermanas Gilda (1949) y Anacleto, agente secreto (1965). Creaciones de Vázquez fueron, asimismo, las sagas de los Gambérrez y los Churumbel. Antes, en 1947, en la misma revista había aparecido La Familia Pepe, de Juan García Iranzo. Por su parte, de la mano del magistral Francisco Ibáñez nacería en Pulgarcito, en julio de 1958, La familia Trapisonda, un grupito que es la monda. Como todos los personajes de su creador, pronto se hizo muy popular.

Sin embargo, ¿qué hacía a La familia Ulises tan especial? ¿En qué se diferenciaba de las otras sagas posteriores? En primer lugar, es llamativo el detalle de que se les llame a partir del nombre de pila del padre y no del apellido. Porque ellos lo tienen: son los Higueruelo, residentes en Barcelona y con un chalé en San Agapito del Rabanal. Paradójicamente, aunque Ulises es el cabeza de la familia, podemos considerarla una historieta coral, donde el protagonismo recae en todo el grupo familiar. Cada personaje, a excepción, quizá, de los dos niños, tiene una personalidad muy marcada.

Colección de sellos, conmemoración TBO: familia Ulises

En mi opinión, el éxito de la serie estaba en ese realismo cotidiano que acercaba sus historias a las de tantas familias de clase media española de la posguerra, muy lejos del humor buscado a través de la reducción al absurdo, presente en otros personajes de historietas cómicas; también a esa crítica costumbrista, con su pizca de ironía, ternura, ingenuidad y cierta amargura, tradicional por otra parte en nuestras Letras. En algunos episodios vemos “un aire” a tipos y situaciones cercanos al cine del momento: El pisito (1958), El cochecito  (1960), Plácido (1961)… Se hace omnipresente la importancia de las apariencias, el temor al ridículo, a quedar en evidencia ante los demás, sobre todo da cara a los vecinos; también las aspiraciones y el anhelo de una vida algo mejor, el respeto —mitad por educación, mitad por conveniencia—  a la tradición y a las formas… Todo ello al final desembocará ineludiblemente en un conflicto que se acabará resolviendo con algún sofoco pasajero. La vida sigue. Los ascensos, la paga extra, el pavo de Nochebuena, las ansiadas vacaciones se viven realmente en familia, y es en familia donde se experimentan los cambios que va marcando la vida española: el bikini, la televisión, el turismo…

Don Ulises trabaja de empleado en una oficina; es un hombre bondadoso, algo apocado pero bonachón, simpático, generoso. Su esposa, Sinforosa, más prudente que su marido, pero algo aprensiva, por su parte vive para provocar la envidia de sus amistades y para casar a su hija mayor, Lolín, con algún pretendiente de buena posición. La bebida preferida de Sinforosa es el llamado «Zuavo», una mezcla de café con gaseosa muy popular en España de la postguerra. Lolín es algo rebelde y desconfiada, harta del ridículo en que queda, día sí y día no, la familia. La abuela Filomena es una señora de pueblo, experta en plantas medicinales, siempre con un refrán adecuado y que habla cometiendo frecuentes incorrecciones. Los más pequeños, preocupados siempre por cosas de niños, son Merceditas y Policarpito. Tresky es la mascota, un perrito alegre y entrañable, como lo es, al fin y al cabo, toda esa familia que llenaba tantas tardes de mi niñez y cuyas aventuras todavía hoy me complazco en releer cada cierto tiempo.

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SANTA LUCÍA

Por: Tomás Sánchez Rubio


Cada vez que se acerca la festividad de Santa Lucía, el 13 de diciembre, me viene a la cabeza, junto a tantos recuerdos acumulados relacionados con tal fecha, la canción que con ese nombre hizo célebre la personal voz de Miguel Ríos hace ya unos cuantos años. El tema se encontraba en la cara B del undécimo álbum del solista de Granada, Rock and Ríos, el (doble) elepé más vendido en España durante el año 1982. No obstante, la canción había aparecido anteriormente en Rocanrol Bumerang, de 1980.

“Santa Lucía” habla en principio de una relación amorosa que nace a partir de la llamada telefónica a un número equivocado; sin embargo, todavía conserva un cierto aire enigmático en su letra que el compositor de la misma, Roque Narvaja, nunca ha acabado de revelar. ¿Era, como se dice, una chica invidente la protagonista? ¿La mención a la santa de Siracusa sencillamente se debía a que se propone una “cita a ciegas”? ¿Existió en la realidad tal romance…?

Lo cierto es que, de todas maneras, tampoco necesita uno conocer todos los detalles de una canción tan hermosa para valorarla…

El cantautor Mario Roque Fernández Narvaja nació en Córdoba de Argentina en 1951. Dedicado a la música desde la adolescencia, fue miembro del grupo La Joven Guardia, que conoció una merecida fama entre 1968 y 1972. A partir de ese año emprendió su carrera como solista con letras bastante comprometidas políticamente. Durante la última época de la Dictadura argentina (1976-1983), Narvaja hubo de exiliarse en España, por las mismas fechas en que desembarcaron los padres de Tequila o Sergio Makaroff. Su presencia en nuestro país fue un éxito gracias a tres canciones señeras: “Santa Lucía”, “Menta y limón” y “Yo quería ser mayor”. En 1980 lo eligieron el mejor compositor a nivel nacional y la Sociedad General de Autores incluyó el primero de los temas entre “las cien mejores canciones de España”. A finales de aquel año, grabó Un amante de cartón, álbum dedicado al desaparecido baterista de La Joven Guardia Hiacho Lezica, así como al exbeatle John Lennon; junto a otros siete, incluía los tres temas citados anteriormente. La original balada “Santa Lucía” fue también un rotundo éxito en la voz de Miguel Ríos, quien hizo una versión con más aire de rock. En 1989, a los 38 años, Roque Narvaja volvió a Argentina. Actualmente vive en Rosario, donde compagina el quehacer artístico con la labor de instructor de vuelo, siendo la aviación una de las grandes pasiones de su vida.

Una canción más antigua llamada igualmente “Santa Lucía”, conocida en todo el mundo, fue la creada en 1848 por el compositor, periodista y político Teodoro Cottrau (1827-1879), natural de Nápoles, quien escribiera también el célebre “Addio a Napoli”. Hijo del editor Guglielmo Cottrau, publicó varias recopilaciones de arias y canciones. “Santa Lucía” fue compuesta como “barcarola” por seguir el estilo de las canciones de los barcaioli de su ciudad natal. Como en el resto de sus canciones, Cottrau escribió la letra en dialecto napolitano; sin embargo, el autor le pidió al poeta y periodista de origen dálmata Enrico Cossovich que la tradujera al italiano durante Il Risorgimento, considerándose la primera canción napolitana trasladada a la lengua de Dante. Debemos mencionar que, en algunas fuentes, se afirma que Cottrau solo fue compositor de la música, en tanto el texto original se debió a barón Michele Zezza.

El título de la canción alude al barrio costero de Nápoles llamado Borgo Santa Lucia, que en la canción un marinero observa desde su barca mientras navega por la bahía napolitana.

Es precisamente el tema de Cottrau el que se canta como himno litúrgico (Luciasången) en los países nórdicos cuando llega la festividad de la Santa de la Luz. En efecto, sobre todo en Suecia, pero también en buena parte de la órbita escandinava —bajo la influencia de la Iglesia luterana—, el 13 de diciembre es una jornada especialmente celebrada: la mencionada fecha era precisamente el Día de Navidad en el calendario juliano, vigente en Suecia hasta 1753, así como la noche más larga del año. Al día de hoy sigue siendo una de las fiestas anuales más importantes en este país. En honor de la santa, la hija mayor, elegida tradicionalmente para representarla, se levantaba antes del amanecer y se vestía con un camisón blanco y un fajín rojo, portando además unas ramas de acebo o hiedra y una corona o diadema de velas encendidas. Así ataviada, traía en procesión (luciatåget), con la ayuda de los más pequeños (quienes figuraban las estrellas, stjärngossar), el desayuno para los adultos de la casa consistente en café negro y un dulce especial llamado lussekatt. La acompañaban, asimismo, unas damas de honor también de blanco pero sin corona. Teóricamente, los pasteles debían prepararse la misma mañana, pero con mayor frecuencia se horneaban o servían el día anterior. Durante la ceremonia se cantaban canciones tradicionales y el mencionado Luciasången. Parece que esta costumbre nació alrededor de 1700 entre las familias de clase media alta de la zona del lago Vänern. Actualmente sigue celebrándose escrupulosamente este ritual, si bien una sola joven es la escogida por cada localidad para representar a la santa; entre ellas, se elige a una a nivel nacional. 

A pesar del paso del tiempo, este día se ha mantenido esencialmente como una fiesta de luz: grandes hogueras, desfiles con antorchas y ceremonias llenas de velas encendidas para simbolizar la victoria sobre las tinieblas. Lucía es la guardiana del día más corto del año —y por tanto ciega o desprovista de luz—, pero al mismo tiempo es testigo del paso de la oscuridad a la luminosidad, ya que después del solsticio las horas de claridad comienzan a aumentar paulatinamente, alargando así la duración del día.

Volviendo a la órbita mediterránea, se suele identificar a Santa Lucía, como por otra parte ocurre con otras divinidades cristianas de raíz pagana, con Deméter, la diosa griega y madre de Perséfone, que en los ritos eleusinos estaba relacionada con el mito de la muerte y el renacimiento de la Madre Naturaleza: así en el solsticio de invierno de la antigua Sicilia (o Magna Grecia), Deméter, diosa de la luz, era invocada para traer de vuelta la claridad de una nueva vida, así como la abundancia en campos y cultivos.

Debemos tener en cuenta, asimismo, que antes de que Santa Claus se convirtiera en la legendaria figura que traía regalos a los niños y niñas de todo el mundo, fue Santa Lucía quien volaba sobre los paisajes nevados con una corona de luz sobre su cabello para repartir presentes en los hogares. Todavía hoy en algunas regiones de Italia (por ejemplo en el oeste de Trentino, en Veneto, Bergamasco y Brianza) se espera a Santa Lucía, quien pasa durante la noche del 12 al 13 de diciembre a lomos de su burro para llevar regalos a los más pequeños. Para mandar a dormir a los niños más impacientes que querían quedarse despiertos para verla en persona, los mayores los asustaban diciendo que no solo les dejaría sin regalos, sino que los cegaría con las cenizas de la chimenea. De esta manera, la Santa cumple un poco las funciones de la italiana Befana. Esta premia a los niños buenos con pequeños obsequios, dulces y turrones, frutos secos y naranjas, en tanto que lleva carbón a los niños que se han portado mal.

La veneración de la Santa del sur al norte de Italia está ligada al tortuoso camino de sus reliquias, especialmente en la Edad Media. El cuerpo de la santa, tomado en la antigüedad por los bizantinos en Siracusa, fue posteriormente robado por los venecianos cuando, partiendo hacia las Cruzadas, saquearon Constantinopla. Hoy el cuerpo se conserva y venera en la iglesia de San Geremia de Venecia.

Por lo que sabemos, Santa Lucía nació en Siracusa, capital de la provincia romana de Sicilia, probablemente el año 283 de nuestra era. Pocos años más tarde, en el 304 moriría sin haber salido de su isla, durante la llamada «Gran Persecución» de los cristianos llevada a cabo por el emperador Diocleciano. Lucio, su padre, murió cuando la niña contaba apenas cinco años, quedando bajo la tutela de Eutiquia, su madre. De muy joven decidió consagrar su vida a Dios y hacer voto de virginidad. Sin embargo, su madre, que estaba enferma, la comprometió para casarse con un joven pagano. Lucía entonces persuadió a su madre de que fuese a rezar a la tumba de Águeda de Catania a fin de curar su enfermedad. Como su madre sanó, Lucía le pidió que la liberara del compromiso, dejándola consagrar su vida a Dios, y que donara su fortuna a los más pobres. Su madre accedió. Ante el flagrante rechazo, el pretendiente acusó a la joven ante el procónsul Pascasio, prefecto de la ciudad, de pertenecer a la “secta” cristiana.

Lucía fue presentada ante Pascasio. Este le ordenó que sacrificara a los dioses, a lo que ella se negó rotundamente. El romano se enfureció y ordenó que la llevaran a un prostíbulo, pero ni los soldados ni varios pares de bueyes, lograron moverla del lugar. Acusada de brujería fue condenada a la hoguera; sin embargo, las llamas que se levantaron no causaron el menor daño a la santa. Pascasio, sin poder contener la ira, mandó que un soldado le atravesara la garganta con su lanza. Era según la tradición, el 13 de diciembre del 304.

El relato de la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine (s. XIII) termina aquí, sin hacer mención alguna a la leyenda de los ojos, una de las más populares en la biografía de la santa. Dicha leyenda debió difundirse con posterioridad, en torno al siglo XIV. Al parecer, en el curso de los diversos suplicios, Santa Lucía se habría arrancado los ojos para enviarlos a su pretendiente, quien no dejaba de ponderar lo bellos que eran, pero la Virgen María le habría hecho nacer otros ojos aún más bellos. También existe una historia que cuenta cómo el poeta Dante Alighieri se curó de una grave enfermedad de la vista, originada por las lágrimas derramadas en la muerte de su amada Beatriz. Por ello hablaría de Santa Lucía con tanta gratitud en su Divina Comedia.

La representación tradicional de Santa Lucía se distingue por su atributo más característico: los ojos sobre una bandeja o en una copa. Sin embargo, este rasgo iconográfico no aparece, como hemos mencionado más arriba, antes del siglo XIV. Otros atributos habituales, que pueden aparecer por separado o agrupados, son el libro (alusivo a su sabiduría), la palma del martirio (símbolo común a todos los santos mártires) y la espada, cuchillo o puñal (alusivo a la lanza que le atravesó la garganta), que puede acompañarse de rayos de luz irradiando de la herida de su cuello; también un buey pisoteado en la parte inferior (en referencia a los bueyes que no pudieron arrastrarla hasta el prostíbulo), llamas en los pies (relacionados con su condena en la hoguera), así como la lámpara encendida o el cirio en la mano (símbolos que aluden a la etimología de su nombre, lux-lucis).

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LOS PÁJAROS, DE DAPHNE DU MAURIER

Por: Tomás Sánchez Rubio


En 1938 la situación política de Europa era realmente inquietante: la guerra parecía inevitable. El gobierno británico, reconociendo la debilidad de su fuerza militar frente a la maquinaria armamentística alemana, sabía que el ataque directo e incluso una invasión desde el continente eran más que posibles. En aquel momento se comenzó a dar forma a la idea de proteger a la población civil, sobre todo a los niños, de un cercano conflicto bélico. De este modo surgiría la llamada Operación Pied Piper, denominación que hacía referencia al célebre cuento de los hermanos Grimm, El flautista de Hamelin. Aquel mismo año nacería el llamado Comité Anderson bajo la dirección de Sir John Anderson, primer vizconde de Waverley. El objetivo de la comisión creada por él era, efectivamente, planear la evacuación a las zonas rurales desde las áreas urbanas o militares. La Operación comenzaría el 1 de septiembre de 1939, coincidiendo con el comienzo de la guerra en Polonia. Hubo sucesivas oleadas de traslados masivos hasta 1944; no obstante, el regreso a Londres no se autorizaría hasta junio de 1945. El caso es que cuando comenzó la denominada Batalla de Inglaterra en septiembre de 1940 -la caída de Francia se había producido en junio- los traslados llevaban un año en marcha. El 15 de agosto se contabilizaron dos mil cien acciones de la Luftwaffe con el fin, nunca logrado por otra parte, de abrir el camino a la invasión naval y terrestre de Gran Bretaña. El máximo de evacuaciones de la Operación Pied Piper se alcanzaría más tarde, en febrero de 1941.

A esa época aciaga de la Historia del Reino Unido hará referencia, por ejemplo, el primer libro de la heptalogía The Chronicles of Narnia, de título The Lion, the Witch and the Wardrobe, escrita por el novelista y profesor en Oxford Clive Staples Lewis entre 1950 y 1956. El argumento cuenta las aventuras de cuatro hermanos: Lucy, Edmund, Susan y Peter, quienes acceden al mundo de Narnia a través de un armario mágico mientras juegan al escondite en la casa de campo de un viejo profesor. La obra fue llevada al cine en 2005. Se trata del mismo marco histórico de la película Return to Never Land (2002), secuela de la cinta Peter Pan de 1953, basada a su vez en la obra de teatro Peter Pan y Wendy de James Matthew Barrie (1904): los niños protagonistas viven en una Inglaterra arrasada por las bombas alemanas. Dicha situación hará que se vean obligados a crecer demasiado rápido, truncando así los sueños de la infancia…

Menos de una década después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1952, ve la luz el relato The Birds (Los pájaros)formando parte del libro The Apple Tree: A short novel and several long stories (El manzano: una novela corta y varios relatos cortos), publicado en Reino Unido por Victor Gollancz Ltd. La autora era Daphne du Maurier, escritora que ya había conocido el éxito editorial con varios de sus libros.

El argumento del relato Los pájaros es, en apariencia, bastante simple: Nat, el protagonista, es un veterano herido de guerra que trabaja de vez en cuando en la granja de su vecino. El resto del tiempo lo pasa observando el agreste paisaje de la costa. Un día ve cómo las aves marinas, con un comportamiento inusual, se agrupan en grandes bandadas. El viento cambia durante la noche de un 3 de diciembre y los pájaros atacan en masa y sin motivo aparente a los  habitantes de la zona, a quienes lo inesperado de la situación coge totalmente desprevenidos. Al desconcierto se une el aislamiento en que se ven inmersos, ya que las emisiones radiofónicas desde Londres se ven repentinamente interrumpidas. Para Nat el objetivo prioritario es proteger a su familia y sobrevivir. Su hogar se reduce a una cocina tapiada…

Aunque Daphne du Maurier no especifica en qué lugar de Gran Bretaña se desarrolla la acción, el paisaje abrupto y escarpado de la costa de Cornualles no es difícil de reconocer. El condado de Cornwall, al suroeste de Inglaterra, fue su hogar y allí ambientaría varias de sus historias, como, por ejemplo, la novela Jamaica Inn (1937) o Rebecca (1938), adaptadas a la gran pantalla por Alfred Hitchcock, en 1939 y 1940, respectivamente. El director de Leynstone, rendido admirador de la escritora, también llevaría al cine el cuento de terror Los pájaros en 1963.  En 1944 Mitchell Leysen había dirigido la versión cinematográfica de Frenchman’s Creek —con el nombre de El pirata y la dama en España—. Mucho más recientemente (2017), el ganador de un Premio BAFTA Roger Michell haría lo propio con My cousin Rachel. Por otro lado, si bien ambientada mayormente en Venecia, en 1973 Nicolas Roeg estrenará Don’t Look Now con el nombre Amenaza en la sombra en nuestro país, a partir del inquietante relato del mismo nombre de Du Maurier.

Recordemos que en aquellos agrestes parajes transcurriría, asimismo, la acción de la descarnada novela The Siege of Trencher’s Farm (1969), de Gordon M. Williams, llevada al cine por Sam Peckimpah, como Straw Dogs (Perros de paja) en 1971, y magistralmente protagonizada por Dustin Hoffman y Susan George.

Volviendo a la trama de Los pájaros, la causa del comportamiento de las aves es un tema debatido. Aparte de poder considerarse como una obra metafórica en relación con el sinsentido de las guerras y la indefensión del ser humano ante las mismas, observamos que se sugiere en algún momento del relato que pueden ser los vientos árticos, que anuncian un invierno inusualmente frío —de “hielo negro”—, los responsables de la agresividad de los animales. Sea como sea, la ofensiva de los pájaros nos acaba recordando una plaga bíblica en toda su dimensión, dirigida contra la soberbia humana…

En esos años de Guerra Fría, el delirio megalomaníaco de los dos bloques  enfrentados social, política y militarmente, dibujaban la realidad de un mundo en imparable tensión.  En la literatura y el cine se ve reflejada la desconfianza y el miedo generales ante los notorios avances tecnológicos en el campo armamentístico. Ya lo dicen los vecinos de Nat en el relato: “Es cosa de los rusos. Que los rusos han envenenado a los pájaros…” Las novelas se llenan de espías, científicos huidos y oscuras investigaciones en laboratorios secretos. Los efectos de la radiación nuclear, de letales gases contaminantes, de virus inducidos, se une a la amenaza “exterior” —incluso a nivel interestelar—. Es el momento de los ataques de las hormigas gigantes de Them (La humanidad en peligro, en España), dirigida por Gordon Douglas en 1954; de las monstruosas vainas de Invasion of the Body Snatchers (La invasión de los ladrones de cuerpos) de Don Siegel, de 1956. Una inquietante y enigmática nube envuelve al protagonista del filme The Incredible Shrink Man, conocido en España como El increíble hombre menguante (1957), llevado al cine por el director Jack Arnold a partir de una historia del gran Richard Matheson. Las mutaciones genéticas poblarán las salas de cine de los 60, tal como harán los zombies en los 70. Todo en nombre de una ciencia al servicio de la guerra.

El relato Los pájaros se popularizó a través de la versión cinematográfica de Hitchcock de 1963. En un principio, la adaptación del cuento original de Daphne du Maurier estaba prevista para el programa de TV de la década de 1950, Alfred Hitchcock Presents, pero el guion era tan bueno que Hitchcock decidió convertirlo en un largometraje. Se dice que el interés del realizador hacia el proyecto del filme se intensificó a partir de un hecho real ocurrido en agosto de 1961. Un periódico local de la localidad costera californiana de Monterrey —cerca de la cual poseía un rancho el director—, publicó una noticia en que se informaba de que, durante la madrugada del día 28, una lluvia de gaviotas se había precipitado sobre los tejados de las casas desatando el terror de la población. De todas maneras, como hemos comentado más arriba, el director ya había adaptado anteriormente para la gran pantalla, con notable éxito, las novelas de Du Maurier Rebecca y Jamaica Inn. En este caso, según parece, la escritora no vio con buenos ojos algunos detalles de la versión cinematográfica, que, en primer lugar, cambiaba su escenario: Hitchcock sitúa su película en Bodega Bay, un pequeño pueblo cerca de Santa Rosa, en la costa de California, donde, lejos de los escarpados acantilados o el mar bravío del relato original, encontramos una pacífica bahía con embarcaderos. Por otra parte, la sustitución del personaje principal fue bastante radical: el sobrio granjero y veterano de guerra Nat, se convierte en Melanie, una joven algo consentida de Los Ángeles. Sea como fuere, el maestro Hitchcock, como en otras ocasiones, construye toda una obra maestra del suspense, rica en matices y con una acción minuciosamente calculada. En mi opinión el personaje mejor conseguido es el de la madre de Mitch Brenner, desconfiada y de personalidad dominante, encarnada por la veterana Jessica Tandy.

La escritora Daphne du Maurier nació en Londres el 13 de mayo de 1907, falleciendo el 19 de abril de 1989, a la edad de ochenta y un años, en su casa de Cornualles, que había sido escenario de tantos de sus libros. Fue incinerada y sus cenizas se esparcieron por los acantilados de Fowey, Kilmarth. Era la mediana de las tres hijas del prominente actor y productor Sir Gerald du Maurier y de la actriz Muriel Beaumont. Su hermana mayor, Angela, también se convirtió en escritora; su hermana menor, Jeanne, era pintora.

Publicó algunos de sus primeros trabajos en la revista Bystander. Cuando contaba poco más de veinte años salió a la luz su primera novela, The Loving Spirit. Su libro más famoso llegaría en 1938, Rebecca, que en los Estados Unidos ganó el Premio Nacional del Libro de ese año.  De todos es sabido que fue un éxito inmediato, vendiendo casi tres millones de ejemplares entre 1938 y 1965. Se había casado en 1932 con el comandante Frederick Arthur Montague Browning, que llegó a ser héroe de guerra y que falleció en 1965. El hogar de Du Maurier hasta finales de los 60 fue la mansión de Menabilly, situada en Fowey, en la costa de Cornwall, donde tuvo tres hijos.

Si bien considerada por parte de la crítica como una novelista romántica, la entrada en sus obras del elemento sobrenatural, así como la falta, la mayor parte de las veces, de un convencional final feliz la alejan de tal consideración. De una vastísima producción literaria, en sus relatos cortos se encuentra, para muchos, lo mejor de su obra. En el género de no ficción escribió diversas biografías, incluyendo la de su padre, titulada Gerald: A Portrait. Su última novela fue Rule Britannia (1972)

En cuanto a ediciones en español de Los pájaros, contamos con la original edición de Gallo Nero (2018), con ilustraciones del pintor coruñés Pablo Gallo.

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ZERO MOSTEL: ALGO EXTRAÑO OCURRIÓ CAMINO DEL FORO…

Por: Tomás Sánchez Rubio


Tras más de treinta años de carrera teatral, cinematográfica y televisiva, Samuel Joel Mostel, más conocido como Zero Mostel, falleció de un aneurisma en la ciudad de Filadelfia el jueves 8 de septiembre de 1977. En esa fecha detentaba la presidencia de Estados Unidos el demócrata sureño Jimmy Carter, quien días antes firmaría junto al jefe de estado panameño, Omar Torrijos, los tratados en virtud de los cuales se pondría fin a la presencia colonial estadounidense en el Canal de Panamá. Hacía pocas semanas que Carter, al enterarse de la muerte de un todavía joven Elvis Presley, quien no pudo sobrevivir a un infarto agudo de miocardio sobrevenido en su mansión Graceland de Memphis el 16 de agosto, había emitido una declaración donde elogiaba al cantante afirmando que “ había cambiado permanentemente la faz de la cultura popular estadounidense» . En nuestro país, 1977 fue un año marcado por las elecciones generales del miércoles 15 de junio; unos comicios de carácter histórico, ya que se trataba de las primeras elecciones libres celebradas en nuestro país desde los tiempos de la Segunda República, concretamente desde febrero de 1936. En ellas se elegiría a los miembros que iban a formar las Cortes constituyentes que, con la mayoría resultante del partido UCD del presidente Adolfo Suárez, serían las encargadas de aprobar la Constitución de 1978.   Ese año, asimismo, pocos días después de la cita electoral, el Real Betis Balompié ganaba la Final de la Copa del Rey frente al Atlético de Bilbao en el estadio Vicente Calderón.

Samuel (Zero) Mostel fue conocido del gran público por la interpretación de personajes cómicos como los de El violinista en el tejado, Golfus de Roma, o Los productores. Había nacido en febrero de 1915 en el barrio de Brooklyn, Nueva York.  Sus padres eran Israel Mostel, un judío del Este de Europa, y Cina Druchs, también de origen hebreo y natural de Polonia. Israel tenía cuatro hijos de su anterior esposa, y tuvo otros cuatro con Cina, siendo Zero el séptimo de ellos.

Aunque en un principio vivían en Brooklyn, la familia se mudó a Moodus, Connecticut, donde compraron una granja que no prosperó. Por esa razón volvieron a Nueva York, donde Mostel estudió en una escuela pública. En esa época comenzó su afición por el dibujo y la pintura, que mantendría a lo largo de toda su vida. En 1935 consiguió su título de grado, continuando con los estudios artísticos y entrando en el programa Public Works of Art Project (PWAP). El denominado Proyecto de Obras Públicas en Arte fue un plan que formaba parte del gran proyecto económico conocido como New Deal, ideado por el presidente Franklin Delano Roosevelt durante la Gran Depresión. Su objetivo era dar empleo a artistas de diferentes disciplinas. Parte del cometido de Mostel con el PWAP consistía en dar charlas en museos de Nueva York. En estas conferencias mostraba unas insospechadas dotes cómicas que lo hicieron muy popular. Su reputación iba en aumento, y era invitado a reuniones sociales y otros eventos en los cuales mezclaba el humor con comentarios críticos y mordaces sobre temas sociales y políticos de actualidad.

En 1941, el Café Society —un nightclub de Manhattan— ofreció a Mostel la oportunidad de dedicarse profesionalmente al humor, actuando allí de modo regular. Aceptó y pronto pasó a ser la principal atracción del local. Fue en el Café donde adoptó el nombre artístico de Zero (Zee para sus amigos). Comenzaría así una carrera ascendente. Actuaba en shows radiofónicos, trabajó en dos espectáculos de Broadway (Keep Them Laughing y Top-Notchers), en el Teatro Paramount, e incluso intervino en una película de la MGM (Du Barry Was a Lady). En 1943, la revista Life lo describió como “el estadounidense vivo más divertido.” Tras su paso por el Ejército, actuó en diversas obras, musicales, óperas y películas. De 1950 es Panic in the Streets (Pánico en las calles). Al año siguiente, intervino nada más y nada menos que en cinco filmes: The Enforcer (Sin conciencia), Sirocco —junto a Humphrey Bogart—, Mr. Belvedere Rings the Bell, The Guy Who Came Back yThe Model and the Marriage Broker, esta última a las órdenes de George Cukor.

A pesar de su creciente popularidad y de las excelentes críticas, la carrera de Mostel se vio temporalmente truncada. El 29 de enero de 1952, Martin Berkeley, guionista de cine y televisión, lo identificó —como también haría con Dorothy Parker y Dashiel Hammett—   ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses (HUAC) como miembro del Partido Comunista, presidido entonces por el activista de origen finlandés Gus Hall. Mostel hubo de presentarse a declarar ante el HUAC el 14 de agosto de 1955: se negó a dar nombres y mantuvo una actitud digna y valiente, ganándose la admiración del colectivo que se encontraba en la lista negra. Sin embargo, él continuaría en dicha lista con las consiguientes consecuencias laborales y económicas…

En 1957, Toby Cole, agente teatral neoyorquino, contactó con el actor ofreciéndose a ser su representante. Esta asociación sirvió para revitalizar la carrera de Mostel. A finales de ese año desempeñó el papel de Estragon en una adaptación televisiva de la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett. En 1961 fue Jean en El Rinoceronte de Eugène Ionesco con críticas muy favorables. Por esta obra ganó, a pesar de no interpretar al personaje principal, el Premio Tony al Mejor Actor. 

El 22 de septiembre de 1964 Mostel interpretaría a Tevye en la producción original de Broadway de El violinista en el tejado (Fiddler on the Roof), obra basada en la novela Las hijas de Tevye de Sholem Aleijem, escritor judío ruso de literatura en yiddish. El musical conocería una versión cinematográfica en 1971 de la mano del director Norman Jewison y protagonizada por Chaim Topol. Esta entrañable historia de un lechero judío en una aldea ucraniana supuso un gran éxito en numerosos países, entre ellos España.

Anteriormente, en 1962, empezaría a trabajar en el papel de Pseudolus, personaje del musical de Broadway y estrenado en el Alvin Theatre, A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, basado en la obra Pseudolus de Plauto —autor romano del siglo Il a.C.—, si bien mezclaba elementos de otras comedias de enredo de su autor como Miles gloriosus o Mostellaria. El papel fue ofrecido en primer lugar a Phil Silvers, famoso showman televisivo, quien lo rechazó.  A Mostel no le interesaba en un principio, aunque finalmente lo convencieron su esposa y su agente. Las críticas fueron excelentes, y el show tuvo un gran éxito comercial, haciéndose un total de novecientas sesenta y cuatro funciones. Por el papel ganó el Premio Tony al Mejor Actor de Musical.

Mostel también participaría como protagonista en la versión cinematográfica del musical que sería rodada en 1966 y estrenada en Estados Unidos el 16 de octubre de ese año, como producción británica dirigida por Richard Lester.A Funny Thing Happened on the Way to the Forum(Golfus de Romaen España) no se estrenó en nuestro país hasta el 6 de febrero de 1968. La cinta se alzaría con el Óscar a la Mejor Música Adaptada. La trama central se desarrolla en torno al descarado y ocurrente esclavo Pseudolus y sus intrigas para alcanzar la libertad mientras ayuda a su joven amo a conseguir el amor de una hermosa cortesana, concubina virgen que resultará ser de noble cuna. La sucesión de juegos de palabras, persecuciones, situaciones equívocas, suplantación de identidades y comentarios satíricos hacen de ella una película memorable. Señalaremos que resulta un largometraje ameno para todo tipo de público, incluso hoy día, gracias a su colorido y dinamismo, recogiendo además fielmente determinados rasgos de la vida cotidiana en la Roma clásica. Destaca en el reparto la presencia del inigualable actor Joseph Frank Keaton, más conocido como “Buster” Keaton, estrella del cine mudo, encarnando al anciano Erronius, en el que sería el penúltimo papel de su dilatada carrera. Acompañaban a Mostel y a Keaton un magnífico plantel de actores, una buena parte de ellos veteranos de Hollywood. Entre estos, Jack Gilford, como Hysterium, o Patricia Jessel y Beatrix Lehmann. Entre los intérpretes más jóvenes, destacaba Michael Crawford, quien dio vida al atolondrado y enamorado amo de Pseudolus, Hero. Con los años se convertiría en la estrella del musical de los 80 The Phantom of the Opera, basado en la novela del mismo nombre de Gaston Leroux. Breves apariciones de la cinta fueron las de grandes actores como Roy Kinnear (instructor de gladiadores) o Pamela Brown (gran sacerdotisa vestal).

En cuanto al director de la cinta, Richard Lester (nacido en Filadelfia, en 1932), había dirigido con anterioridad dos películas sobre los Beatles: A Hard Day´s Night (1964) y Help (1965). Posteriormente, realizó Superman II (1980) y Superman III (1983), así como una serie de cintas sobre Los tres mosqueteros entre los 70 y 80.

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RICHARD MATHESON, UN NOMBRE Y UNA LEYENDA

Por: Tomás Sánchez Rubio


Desde el punto de vista literario, el año 1926 en España, durante el reinado de Alfonso XIII y bajo el periodo conocido como Directorio civil dentro de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, fue pródigo en creaciones y publicaciones literarias. En otoño salía a la luz el primer número de la revista Litoral, fundada en Málaga por los poetas Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Más tarde entraría José María Hinojosa como codirector. Su publicación y difusión sería decisiva para la configuración de lo que hoy conocemos como Generación del 27. Dedicada en exclusiva a la poesía en sus comienzos, el primer número de Litoral contaba con colaboraciones de Federico García Lorca, José Bergamín, Jorge Guillén y Gerardo Diego entre otros.

Ese mismo año se publica Tirano Banderas  con el subtítulo Novela de tierra caliente—, de Ramón del Valle Inclán. Se trataba de la primera novela del llamado “ciclo esperpéntico” que iría seguida de la serie El ruedo ibérico a partir de 1927.

En 1926 ganó en el Premio Nacional de Literatura Las siete columnas, novela satírica del escritor Wenceslao Fernández Flórez. Publicada en principio por la Editorial Atlántida, ha sido traducida al inglés, holandés y japonés. Su original trama está compuesta por siete historias que ilustran la paradójica necesidad de los siete pecados capitales del cristianismo lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbiapara que la civilización pueda sostenerse y sobrevivir.Mientras tanto, la gran escritora santanderina Concha Espina escribe Altar mayor, novela que refleja el ambiente rural asturiano en una prosa poética notable. La autora recibiría por ella el  Premio Nacional de Literatura en 1927. Rodada en Covadonga, Gonzalo Delgrás que tantas películas rodaría en los sesenta con el cantante Antonio Molina la llevará al cine en 1944.

Como anécdota climatológica señalaremos que los días 25, 26 y 27 de diciembre cayó la mayor nevada del siglo XX en este país —por encima de la de 1954—, llegando a lugares costeros como Alicante, Cádiz, Málaga, Cartagena, Almería, Torrevieja o Sanlúcar de Barrameda, donde este fenómeno era y sigue siendo inusual.

También nace en 1926, el sábado 20 de febrero, en Madrid, Alfonso Sastre Salvador, escritor y dramaturgo, así como uno de los principales exponentes de la llamada Generación del 50. Ese mismo día, al otro lado del Atlántico, en Allendale, condado de Bergen (Nueva Jersey), ve la luz por primera vez Richard Burton Matheson. Moriría  ochenta y siete años más tarde en su residencia de Calabasas, California, el 23 de junio de 2013. Su biografía nos dice que fue escritor y guionista dentro de los géneros de ciencia ficción, fantástico y de terror. Sin embargo, este autor desconocido para muchos, no era uno más de tantos que proliferarían en Estados Unidos a mediados del siglo XX tratando la temática alienígena, sobrenatural o espectral. Empezaremos diciendo que uno de sus libros ha conocido, hasta ahora, cuatro versiones cinematográficas…

Chris Carter, creador de la serie The X-Files, protagonizadapor David Duchovny y Gillian Anderson, y conocida en España como Expediente X, introduce como personaje en varios episodios a un senador llamado Richard Matheson, en homenaje al escritor. Carter era un gran admirador de su labor como guionista en La Dimensión Desconocida y Kolchak: The Night Stalker, dos series que influyeron en Expediente X. Stephen King  reconoció desde un primer momento la influencia de Matheson en su obra, y le dedicó su distopía apocalíptica Cell, junto al cineasta George  A. Romero. Rodrigo Cortés en su película Red Lights de 2012, dirigida y escrita por él mismo, introduce al personaje Margaret Matheson interpretado por Sigourney Weaver. Una de las calles de la ciudad donde se desarrolla el videojuego Silent Hill, un producto de Konami desarrollado por Team Silent, fue bautizada como Matheson Avenue. El telépata de Crusade, serie de TV, spin-off a su vez de Babylon 5 creación una y otra de J. Michael Straczynski se llama John Matheson en honor, asimismo, al escritor.

Hijo de inmigrantes noruegos, Richard Matheson creció en Brooklyn y estudió en el Brooklyn Technical School, fundada en 1922. Después cumplió servicio militar como soldado de infantería en la Segunda Guerra Mundial. En 1949 se licenció en periodismo por la Universidad de Missouri y en 1951 se mudó a California. Se casó en 1952, y tres de sus cuatro hijos (Richard Christian, Chris, Bettina y Ali Matheson) también decidieron ser escritores y guionistas. Creación de Ali Marie Matheson sería, junto a Jon Cooksey, la reconocida serie canadiense de temática sobrenatural The Collector (El coleccionista).Richard Christian, por su parte, adaptó la novela corta de su padre Dance of the Dead para la serie de televisión Masters of Horror. El episodio fue dirigido por Tobe Hooper.

Richard Matheson se inició en la literatura publicando sus cuentos en el periódico Brooklyn Eagle. Ya en California, comenzó a escribir relatos fantásticos, de terror y ciencia ficción desde 1950 para la revista The Magazine of fantasy and Science Fiction. Su primer cuento publicado, Nacido de Hombre y Mujer, lo hizo inmediatamente famoso entre los seguidores del género: una sobrecogedora historia acerca de un niño de ocho años encerrado en un sótano por sus propios padres… En 1977 Edhasa lo publicó en español, en su Colección Nebulae, dentro del libro de relatos El tercero a partir del sol.

En 1957 adaptó para el cine su novela El hombre menguante, pronto convertida en una película de culto, The Incredible Shrinking Man. Protagonizada por Grant Williams y Randy Stuart, debo decir que me impresionó vivamente, llegando a quitarme bastante horas de sueño en mi infancia cuando la vi la primera vez por televisión; casi tantas como El hombre de rayos X en los ojos, dirigida en 1963 por Roger Corman y cuyo plantel encabezaba el gran actor galés Ray Milland.

Matheson también se destacó como guionista de varios capítulos de la serie televisiva La Dimensión Desconocida (Twilight Zone), así como de la película de Steven Spielberg Duel (1971),basada en un relato suyo. Su novela Más allá de los sueños fue adaptada para la pantalla grande en 1998. Dirigida por Vincent Ward, fue protagonizada por el inolvidable Robin Williams.

Sin embargo, el gran éxito de Matheson fue la novela Soy Leyenda (I Am Legend), publicada por primera vez en 1954 por Gold Medal Books. La primera edición en español, en Minotauro, es de 1960 y fue traducida por el maestro Manuel Figueroa. El libro se desarrolla en una ciudad de Los Ángeles postapocalíptica  de finales de los setenta del pasado siglo. El protagonista, Robert Neville, ha sobrevivido a una terrible pandemia a nivel mundial desencadenada a partir de la guerra bacteriológica. La población no ha perecido exactamente, sino que se ha convertido en portadora de una bacteria que produce los clásicos síntomas del vampiro legendario. Se trata de una legión de “no muertos” que diariamente salen de sus moradas a la caída del sol…

En una sociedad, la de la segunda mitad del siglo XX, sacudida por el temor a las consecuencias de la llamada “Guerra Fría” entre dos bloques económica y políticamente antagónicos y en apariencia irreconciliables, la novela pronto conocería adaptaciones cinematográficas. La primera sería The Last Man on Earth (conocida como El último hombre sobre la Tierra en España, y Seres de las sombras en Hispanoamérica). Se trata de una cinta italo-estadounidense de 1964, rodada en blanco y negro y dirigida por Ubaldo Ragona y Sidney Salkow. Su protagonista, el doctor Robert Morgan, fue encarnado por el ya entonces veterano Vincent Price, estrella inolvidable de la Factoría Corman. El propio Richard Matheson ayudó a escribir el guion bajo el seudónimo de Logan Swanson, junto a William Leicester, Furio M. Monetti y Ragona. Como curiosidad señalaremos que aunque en teoría está ambientada en Los Ángeles, la película fue íntegramente rodada en Roma.

Hace pocos meses, la Filmoteca Española, institución oficial dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, en su programa de recuperación —llamado “El Doré en casa”— de películas restauradas provenientes del fondo de su archivo, puso a disposición de todo el mundo, gratis y por tiempo limitado, una desconocida pero fiel adaptación de Soy leyenda. Se trata de un cortometraje de 1967, dirigido por Mario Gómez Martín, alumno aventajado de la Escuela Oficial de Cinematografía, y donde prefigura al George A. Romero de La noche de los muertos vivientes (1968).

En 1971, Charlton Heston protagonizaría The Omega Man (conocida en España como El único hombre vivo, y en Hispanoamérica como La última esperanza). Cinta estadounidense dirigida por Boris Sagal, toma como fuente principal de adaptación la película de 1964. Esta versión pierde numerosos elementos que la novela aborda -la reflexión acerca de la soledad del ser humano, la definición de una nueva sociedad…-, creando una visión seriamente descontextualizada en relación al relato original. Las escenas de la ciudad desolada fueron rodadas en el centro de Los Ángeles realizando las tomas durante los fines de semana y a primera hora de la mañana: los productores habían previsto construir grandes decorados con calles y tiendas desiertas, pero resultaron demasiado caros.

En 2007 finalmente, tendría lugaruna nueva adaptación cinematográfica de I Am Legend. Dirigida por Francis Lawrence (Constantine, tetralogía cinematográfica Los juegos del hambre…), está protagonizada por un más que solvente Will Smith, interpretando al virólogo Robert Neville; lo acompaña la actriz brasileña Alice Braga (Angélica en el filme La ciudad de Dios) en el papel de Anna. Inmune al virus creado originalmente para curar el cáncer, Smith (Neville) trabaja para crear un antídoto mientras se defiende de los mutantes, muertos vivientes originados por la pandemia. La Warner Bros había comenzado a desarrollar el proyecto en 1994 y varios actores y directores se unieron, si bien la producción se retrasó debido a problemas presupuestarios relacionados con el guion. El rodaje comenzó en 2006 en Nueva York, escenario escogido para la acción en lugar de Los Ángeles, filmando principalmente en localidades de la ciudad, incluyendo una escena de cinco millones de dólares en el puente de Brooklyn. La película, con instantes conmovedores y efectos sorprendentes, fue un éxito fulminante.

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LA NARANJA MECÁNICA O EL PODER DEL LENGUAJE

Por: Tomás Sánchez Rubio


La reina María II de Inglaterra había nacido en el palacio de Saint James de Londres el 30 de abril de 1662. Educada en la religión protestante, subió al trono después de la llamada Revolución Gloriosa que precedió a la deposición de su propio padre, el rey católico Jacobo II. María reinó sobre Inglaterra, Escocia e Irlanda junto a su marido y primo, Guillermo III, príncipe de Orange, desde 1689 hasta su muerte por viruela, acontecida el 28 de diciembre de 1694 en el Palacio de Kensington de la capital británica. Fue enterrada en la Abadía de Westminster. Aunque ella era la soberana por derecho de sangre, cedía a Guillermo la mayor parte del poder siempre que éste se hallaba en Inglaterra. Sin embargo, dirigía el reino cuando su marido se encontraba al mando de las tropas en el extranjero, demostrando ser una gobernante poderosa, firme y eficaz. Tras su muerte, Guillermo gobernaría en solitario.

Contemporáneo de la monarca británica fue Henry Purcell (1659-1695), compositor barroco, alumno de John Blow y considerado uno de los mejores de todos los tiempos. Al morir tempranamente de tuberculosis, Purcell también sería enterrado con honores en la Abadía de Westminster. Su ópera más célebre fue Dido y Eneas (1689) con libreto de Nahum Tate, poeta irlandés. A quien no conozca la mencionada ópera, le recomiendo encarecidamente su impresionante aria Lamento de Dido, también conocido como «When I am laid in earth”.

El Londres del otoño de 1694 se vio sorprendido por la viruela, que produjo más de mil fallecidos. El propio rey cayó enfermo. María lo cuidó y se contagió ella misma de la enfermedad. Las crónicas nos cuentan que el 21 de diciembre, sabiendo su destino, puso en orden sus asuntos y dispuso cómo habrían de ser sus exequias. La soberana falleció el 28 de diciembre. Dada la epidemia, el clima y las indecisiones políticas, las honras fúnebres no se iniciaron hasta el 21 de febrero, planeándose el traslado del féretro a la Abadía de Westminster para el 5 de marzo. En honor de su soberana, compuso Henry Purcell Música para el Funeral de la Reina María; una marcha sencilla, pero a la vez estremecedora y solemne.

Trescientos años más tarde -por algo los clásicos son clásicos-, dicha composición, concretamente su parte primera, “Man that is born of a woman”, sería utlizada por el genial compositor Walter Carlos (posteriormente Wendy Carlos) como parte de la banda sonora de La naranja mecánica(Stanley Kubrick, 1971), película basada en la novela del mismo nombre escrita por Anthony Burgess. En la cinta Carlos incluiría adaptaciones de varias obras clásicas al lado de temas del siglo XX -desde el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, hasta el tema «I Want to Marry a Lighthouse Keeper» de Erika Eigen- con un fantástico resultado…

Pero hablemos ahora del libro del que saldría aquella magistral película, cuya génesis y proceso de creación resultó peculiar.

A Clockwork Orange (traducido como La naranja mecánica) es una novela de casi doscientas páginas obra del escritor británico Anthony Burgess, publicada en 1962 en el Reino Unido por la editorial Heinemann. John Anthony Burgess Wilson, más conocido como Anthony Burgess -si bien firmaría algunas obras como John Burgess Wilson o Joseph Kell-, nació en Mánchester el 25 de febrero de 1917, falleciendo en Londres el 22 de noviembre de 1993. Su obra, tanto literaria como musical, fue prolífica; su vida, realmente intensa. La suya era una familia ligada a la música: su madre, Elizabeth Burgess, era cantante y bailarina, mientras que su padre, Joseph Wilson, tocaba por la tarde el piano en salas de baile al tiempo que vendía enciclopedias por las mañanas. Tanto su madre como su hermana Muriel fallecieron en 1918, debido a la epidemia de gripe que azotaba entonces a gran parte de Europa. La muerte de Elizabeth impactó profundamente a Anthony, hecho visible en sus futuras obras literarias. Burguess estudió Literatura Inglesa en la Xaverian College y en la Universidad de Mánchester. En 1940 ingresa en el Cuerpo Médico del Ejército Real Británico, así como en el Cuerpo Educativo del mismo, donde permanecerá hasta 1946. En 1942 se casaría con Llewela Isherwood Jones, una joven compañera de clase a la que dedicaba bonitos poemas.

Burgess trabajó como oficial de formación en Brunéi y Malasia después de la guerra. En 1959, encontrándose en este último destino, sufrió un desmayo durante una clase. Le fue diagnosticado un tumor cerebral inoperable con pocas probabilidades de vida a largo plazo. Este hecho lo inspiró a escribir con la intención de que su mujer, Lynne, pudiera vivir en el futuro de los ingresos provenientes de los derechos de autor. Se retiró de la enseñanza y se convirtió en escritor a tiempo completo. Escribió cinco novelas y media en un año. El fatal diagnóstico, que le auguraba algo más de un par de años de vida, no se vio confirmado finalmente por los hechos, conviviendo con la enfermedad durante bastante tiempo más. Esta circunstancia suele citarse como ejemplo de la influencia beneficiosa que la actividad artística tiene sobre la salud humana…  El caso es que la «media» novela escrita con la convicción de una muerte cercana, se convertiría después en su obra literaria más famosa… A partir de aquel momento, escribió y publicó alrededor de cincuenta libros, que abarcaban una amplia variedad de temas, a lo largo de su carrera -entre ellos, una veintena de novelas-. Cultivaría la crítica literaria, el ensayo y la crónica periodística.

Burgess afirmó en su momento que el título A Clockwork Orange se derivaba de luna vieja expresión “cockney” -argot o jerga rimada tradicional propia de ciertos barrios de Londres-: «as queer as a clockwork orange», que podría traducirse como «tan raro como una naranja de relojería». En su posterior ensayo Clockwork oranges, el autor menciona que «este título sería ideal para una historia acerca de la aplicación de los principios pavlovianos (de condicionamiento clásico) o mecánicos a un organismo que, como una fruta, cuenta con color y dulzura». El nombre aludiría, pues, a las respuestas condicionadas del protagonista a los estímulos relacionados con la maldad, parte del método al que es sometido para desterrar los impulsos criminales de su mente; respuestas, en suma, que coartan su libre albedrío.

Desde el principio, asimismo, se creyó ver una referencia a la palabra orang, de origen malayo y que significa “persona” (de donde se deriva el término “orangután”). A partir de ahí, Burgess tendría la intención de titular su libro originalmente como A Clockwork Orang y que, tras una ultracorrección, terminaría teniendo el título que conocemos hoy. Así pues, lo que el título significaría es El hombre mecánico, aludiendo al hecho de que una máquina puede programarse para desempeñar una tarea, pero siempre al costo de quitarle otra función. Esto se relaciona en el libro con la imposibilidad del protagonista de provocar daño, a su incapacidad para defenderse tras ser sometido al método experimental Ludovico destinado a apartar a los delincuentes de la violencia, técnica psicológica de rehabilitación conductista que logra por el momento curar a todo un líder de una pandilla de ladrones, un delincuente juvenil cuyos placeres son, aparte de escuchar música clásica, el sexo, las drogas y la «ultraviolencia».

Por otro lado, en el libro existe un episodio que parece basado en un incidente vivido por el escritor y su esposa en 1944, cuando ella fue asaltada por la noche en Londres por cuatro marines estadounidenses desertores, quienes la robaron, golpearon y violaron. Dado que se encontraba embarazada, la paliza le provocó un aborto.

Lo cierto es que un libro que trata sobre la libre voluntad y la moral; la manipulación de los individuos por parte de los sistemas políticos y la represión; pero también sobre la violencia y el carácter gregario de las sociedades humanas.

Debemos resaltar, como hecho importante, la capacidad de nuestro escritor para los idiomas (conocía el malayo, ruso, francés, alemán, español, italiano y japonés, además del inglés, su idioma nativo, así como algo de hebreo, chino, sueco y persa. Ello se vería reflejado en la invención del Ulam, lenguaje prehistórico ficticio, para la película En busca del fuego, de 1981; pero sobre todo en el lenguaje propio en que se expresan el protagonista y sus compañeros en La naranja mecánica: el nadsat.

El libro, narrado en primera persona por Alex, el protagonista, está escrito con abundancia de expresiones del nadsat, una ficticia jerga adolescente, mezcla de palabras de lenguas eslavas, sobre todo del ruso, así como de ciertas voces del cockney -mencionado anteriormente- y de la lengua gitana, aparte de términos inventados por el propio autor. Burgess escribió que su libro, leído de forma sistemática, era como «un curso de ruso cuidadosamente programado». Ciertamente, «nadsat» es el equivalente ruso del «teen» inglés. En ruso, todos los nombres de los números de 11 a 19 terminan en «nadsat»; análogamente en inglés, todos los nombres del número 13 al 19 terminan en «teen». Resulta significativo que el escritor uniera inglés y ruso en un idioma propio de bandas juveniles violentas. Recordemos que el libro fue escrito en 1962, momento en el que la Guerra Fría vivía latente en el imaginario de todos, y el futuro distópico de la novela parecía una idea cuanto menos irónica y cínica para muchos. Por otra parte, la creación de un lenguaje artificial tipo podía fácilmente contribuir a la atemporalidad de la obra.

El libro en su edición original británica no incluía glosario. La primera edición en español (Minotauro, Barcelona, 1976), traducida por Aníbal Leal, basada en la edición inglesa publicada en 1972 por Penguin Books, cuenta con un glosario nadsat-español donde colaboró el autor proponiendo la mayor parte de las posibles equivalencias y algunas variantes fonéticas.

Respecto a la versión cinematográfica del libro, a la que hicimos referencia al comienzo de este artículo, diremos que no estuvo exenta de polémica, ya que, aparte de sus escenas de violencia explícita, se unió el desacuerdo del autor por no haber tenido en cuenta Kubrick el capítulo XXI del libro en la película, que no aparecía en la primera edición estadounidense del libro, pero sí en las siguientes. En dicho capítulo, se cuenta cómo Alex DeLarge, al librarse del efecto Ludovico, vuelve a sus fechorías hasta encontrarse con su viejo “drugo” -”amigo” en nadsat– Pete y su esposa, el único de sus compañeros de quien no habíamos tenido más noticias después del encarcelamiento de Alex y que ha rehecho su vida. Al verlo, comprende que ya es hora de madurar y cambiar: la elección moral del bien proporcionaría al final del libro un mensaje positivo.

La película no se estrenó en España hasta el 27 de noviembre de 1975, en versión original subtitulada en cines de arte y ensayo, que eran salas autorizadas en 1967 para proyectar películas que la censura no autorizaba en salas comerciales, con la condición de que estuviesen en su idioma original y subtitulado. Había sido por primera vez proyectada el 24 de abril de 1975 en el XX Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI 1975). Conoció una enorme expectación y una asistencia masiva de jóvenes universitarios de todo el país, formándose enormes colas durante todo el día horas para conseguir una entrada. Nuevamente fue proyectada en la clausura del SEMINCI el 27 de abril de 1975. La película fue muy bien recibida llegando a estar durante un año ininterrumpido en carteleras. Fue la tercera película con mayor número de espectadores en España en 1975. Fue reestrenada con doblaje en castellano, y ya en salas comerciales, el 7 de marzo de 1980. En el doblaje intervino el propio Stanley Kubrick, eligiendo a quienes doblarían los personajes de la película. El doblaje fue dirigido por Carlos Saura, traducido por Vicente Molina Foix y ajustado por el actor de doblaje Víctor Agramunt. Se grabó y se realizó en 1979. El protagonista, Alexander DeLarge, encarnado por Malcolm McDowell, fue doblado por el actor Pedro Mari Sánchez (Ciudad Real, 1954). Nuevamente consiguió bastante éxito la película, llegando también a estar bastante tiempo en cartelera. Fue reestrenada en 1982, 1984 y por última vez en 2009, de manera limitada.

Fue a principios de los 80 cuando vi la película en el veterano cine Florida de Sevilla, situado en la avenida Menéndez y Pelayo -cerraría a mediados de los 90-. Aquella tarde salí de la proyección fascinado. Había algo distinto en esa película que hacía que te sintieras de todo menos indiferente. Días más tarde, me compré la cassette de su banda sonora en unos grandes almacenes, así como el libro que aún conservo. Todavía hoy, cuando le hablo a mis alumnos de Literatura Universal de la obra, disfruto enseñándoles y comentando algunos términos de nadsat

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RAY BRADBURY: ¿UN FUTURO INCIERTO?

Por: Tomás Sánchez Rubio


El Pierce Brothers Westwood Village Memorial Park Cemetery está situado en el 1218 de Glendon Avenue, en Westwood, distrito de la ciudad de Los Ángeles de California. Westwood se encuentra en la parte oeste de la ciudad; allí está la comunidad privada de Bel-Air, y, muy cerca, Hollywood y Beverly Hills. En este área, asimismo, tiene su sede una de las mejores universidades del mundo, la UCLA.

En dicho camposanto, fundado con el nombre de Sunset Cemetery en 1905, pero cuyo espacio se venía utilizando ya para la inhumación en la década de 1880, descansan bastantes famosos vinculados no solo al mundo del cine, sino también a la música y la literatura. Allí reposan, entre otras celebridades, el escritor Truman Capote (1924-1984), la cantante Peggy Lee (1920-2002), actores como Peter Falk (1927-2011) o Natalie Wood (1938-1981), y el músico Frank Zappa. De reducidas dimensiones en comparación con otros cementerios de la ciudad, este recinto era desconocido hasta que en 1962 el jugador de béisbol Joe DiMaggio tomó la decisión de que fuera enterrada allí su exesposa Marilyn Monroe (1926-1962), convirtiéndose de la noche a la mañana en zona de interés turístico.

Precisamente es en el Westwood Memorial donde reposan los restos de uno de los escritores más admirados -también por mi parte- del siglo XX: Ray Douglas Bradbury. En su lápida reza el siguiente epitafio: “Aquí yace Ray Bradbury, el autor de Fahrenheit 451”.

Nuestro autor había nacido en Waukegan, ciudad ubicada en el condado de Lake (Illinois), el 22 de agosto de 1920. Su familia se mudó varias veces desde su lugar de origen hasta establecerse finalmente en Los Ángeles en 1934. A partir de entonces, Bradbury se convirtió en un ávido lector, además de escritor aficionado. Se graduó de Los Angeles High School en 1938; sin embargo, no pudo ir a la universidad por razones familiares y económicas. Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos. Al mismo tiempo, decidó formarse de manera autodidacta pasando la mayor parte de su tiempo en la biblioteca pública. La biblioteca pasó a ser su mundo: allí pasaba horas leyendo y dando rienda suelta a su imaginación, imaginando y escribiendo sus primeros cuentos. Desde niño fue un lector empedernido siendo su mayor inspiración el innovador H.P. Lovecraft, uno de los máximos exponentes en la literatura de terror y ciencia ficción de la Historia, fallecido prematuramente en marzo de 1937. Sus trabajos iniciales los vendió a distintas revistas, siendo algunos de estos compilados en la colección de cuentos Dark Carnival de 1947. El primero de sus escritos publicados sería “El dilema de Hollerbochen”, que salió a la luz en 1938 en una revista amateur llamada Imagination. Poco después, con material suficiente -y dinero para ello- él mismo publica Futuria Fantasía, su propio magazine.

Ray Bradbury escribió cuentos y novelas de diversos géneros, desde el policial hasta el realista y costumbrista, pero se le reconoce sobre todo como un clásico de la ciencia ficción gracias a Crónicas marcianas (1950), conjunto de relatos que carecen de una línea argumental fija, pero con una misma referencia contextual y temporal. Dichas historias narran la llegada a Marte y la colonización del planeta rojo por parte de los humanos. En ellas, igualmente, se tratan temas recurrentes de la literatura por ser características constantes en nuestra historia como especie sobre la Tierra: la guerra, el impulso autodestructivo del hombre, el racismo…

También trabajó como argumentista y guionista en numerosas películas y series de televisión. Dentro de dicho campo cabe destacar su colaboración con John Huston en el guion adaptado de Moby Dick, de Herman Melville, para la película homónima que el realizador dirigió en 1956. La cinta estaba protagonizada por Gregory Peck en el papel del inquietante y carismático capitán Ahab. Para televisión, escribió un episodio de la primera temporada de la serie The Twilight Zone (1985), titulado «The elevator».

Como curiosidad, os comento que uno de sus cuentos, “La sonrisa”, fue adaptado  para la televisión en España (1966) por el gran Narciso Ibáñez Serrador en sus Historias para no dormir.

Bradbury, asimismo, cultivó y publicó poesía (Vivo en lo invisible. Nuevos poemas escogidos…), teatro (El maravilloso traje de color vainilla…) o ensayo (Zen en el arte de escribir…)

Falleció un 5 de junio de 2012 en Los Ángeles, a los noventa y un años. Fueron numerosos los reconocimientos en vida para una personalidad creativa excepcional. Se dice que un verdadero genio no es el que hace las cosas mejor que otros, sino quien hace cosas realmente nuevas o bien trata de manera novedosa y original lo que es difícil que aparezca como nuevo bajo el viejo sol… Ray Bradbury sin duda fue un genio. Hombre prolífico y poliédrico, cabal y lúcido, se consideraba a sí mismo “un narrador de cuentos con propósitos morales”; y realmente es así. Nos cautiva y nos transmite, de modo convincente por su sencillez, el desconcierto y la angustia de una persona transida por la incertidumbre ante el futuro de la Humanidad.

Junto a Crónicas marcianas, otra de sus mejores obras y que lo consolidó como autor referente del género literario de ciencia-ficción fue Fahrenheit 451, novela distópica cuyo título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel de un libro en la escala de temperatura de Fahrenheit. Obra no muy larga, de unas ciento sesenta páginas, salió por primera vez a la luz el 19 de octubre de 1953, publicada por Ballantine Books, editorial fundada por el matrimonio Ballantine un año antes.

Considero, al igual que muchos lectores de Bradbury, que Fahrenheit 451 es quizá la obra más sobresaliente del autor. El planteamiento sigue siendo muy original todavía hoy, por tratarse el protagonista del miembro de un peculiar cuerpo de “bomberos” dedicado a destruir mediante el fuego los libros, y que en una especie de “retorno a la inocencia” siente curiosidad por el contenido de los volúmenes que destruye, tomando conciencia de su situación en el mundo. Por otro lado, ofrece una sociedad que, teniendo vetados por las leyes los derechos a la lectura y a la escritura, se halla dirigida por unos medios de comunicación al servicio del estado, que busca el mero entretenimiento de los ciudadanos sin dejar lugar para el ejercicio de la creatividad, el sentido crítico o la expresión de los sentimientos. Inmersos en una falsa libertad, seguridad y tranquilidad los miembros de la comunidad se entregan a un individualismo atroz e indiferente… Grandes pantallas son realmente el centro de cada casa, con comunicadores que juegan con el espectador a personalizar los mensajes en una falsa, fingida interacción. La delación y la desconfianza son alentadas por un Estado represor y omnipresente. El resultado es un sentimiento de soledad y frustración que con frecuencia conduce a la alienación total y al suicidio de los ciudadanos.

La obra fue traducida a varios idiomas. En castellano, la primera edición fue la de Ediciones Minotauro (Buenos Aires), con traducción de Francisco Abelenda -pseudónimo de Francisco Porrúa-. Merece la pena recordar que fue Minotauro una editorial especializada en ciencia ficción y literatura fantástica fundada por el propio Porrúa en 1955, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en un sello del Grupo Planeta. Junto a Ray Bradbury, dio a conocer en el ámbito hispanohablante a otros muy interesantes autores del género como Ursula K. Le Guin o Theodore Sturgeon. Más reciente es la edición revisada de la novela de 2016, en Debosillo (Barcelona), traducida por  Alfredo Crespo López.

Entre las adaptaciones de la obra se incluyen un filme de 1966 dirigido por François Truffaut y una dramatización de 1982 emitida por BBC Radio. Bradbury publicó una versión teatral en 1979 y ayudó a desarrollar un videojuego de ficción interactiva de 1984 titulado Fahrenheit 451. El canal HBO estrenó una película homónima en 2018 basada en la novela y sus personajes.

Especial mención haremos a la versión cinematográfica dirigida por François Truffauty estrenada en Reino Unido el 16 de septiembre de 1966. La cinta -único filme del realizador francés rodada en inglés- estaba protagonizada por Oskar Werner -que entablaría interminables discusiones con el director durante el rodaje-, en el papel de Guy Montag; Julie Christie, quien poco antes había rodado en nuestro país la exitosa película Doctor Zhivago, como Clarisse McClellan; y el veterano actor sudafricano Cyril Cusack, encarnando al capitán Beatty-.

La cinta, con un metraje de 112 minutos y  en blanco y negro, carece de títulos de crédito escritos, ya que en la sociedad imaginada que aparece en ella la escritura está prohibida; una voz masculina en off se limita a recitar aquellos al comienzo de la película.    No os perdáis la novela ni la película. Quizá no dejaréis de pensar en el argumento cada vez que abráis -o cerréis- un libro.